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Lazos sólidos me unen a Trujillo. Son lazos sentimentales y profesionales tejidos con esmero durante años, por momentos sutiles, por momentos palpables, que hacen que cada encuentro con la ciudad sea deseado, festivo. En los últimos tiempos se están haciendo aún más estables, en breve es posible que pueda contarles nuevos e importantes proyectos que protagonizan algunos de mis sueños más recientes. La población se alza majestuosa sobre un extenso batolito. Domina la penillanura cacereño-trujillana desde una pequeña elevación que puede otearse desde kilómetros a la redonda. La contemplación en la distancia permite generar expectativas en el visitante, expectativas que crecen de kilómetro en kilómetro, que culminan a la llegada, donde no cabe un sólo sentimiento de decepción. Muchos caminos llegan a Trujillo, desde todos ellos se alcanzan espléndidas vistas panorámicas. Me gusta especialmente la que se disfruta viniendo desde Cáceres, al oeste: las torres y la muralla medievales se alzan desafiantes, palacios y casas fuertes muestran orgullosos un poderío vetusto difícil de igualar, obras pétreas que parecen brotadas, como por arte de algún sortilegio, del áspero suelo rocoso al que se anclan; al fondo, las sierras de Gredos parecen asomarse curiosas al espectáculo, en invierno sus cumbres blanqueadas ayudan a diseñar un paisaje salido de cuento, máxime cuando el verdor del musgo rebrotado con las lluvias tapiza con intensidad cada roca. Todo Trujillo ha sido durante demasiados años un Paraíso Olvidado. Parecía abandonado a su suerte, desplazado a una posición inmerecida, condenado al abandono. Es posible que no haya población en Extremadura con tantos merecimientos como Trujillo para ser el centro turístico y cultural principal: un enclave monumental espectacular como pocos en Europa, una ciudad histórica en la que el Patrimonio no se ha convertido en un burdo parque temático o en un conjunto de fachadas pintorescas, sino una localidad viva, una villa española en la que la presencia americana se palpa en muchos de sus rincones. Sin embargo, todos sus innegables y exclusivos valores han sido, en cierto modo, despreciados, ninguneados, relegados. Aires nuevos están soplando para cambiar esta inercia de años. Recientemente Trujillo ha presentado su candidatura para ser declarada bien Patrimonio de la Humanidad, petición que llega tarde, demasiado tarde y, desde mi punto de vista, inadecuada metodológica y conceptualmente hablando. La ciudad ha concurrido en compañía de Plasencia y de Monfragüe, hecho que, lejos de reforzar la candidatura, ha supuesto un lastre que ha arruinado sus evidentes opciones. No se trata de añadir elementos, por muy interesantes que puedan ser (de hecho los compañeros de viaje eran de primer nivel); postularse a Ciudad Patrimonio de la Humanidad requiere otro tipo de enfoque, más claro y preciso, adecuado para mostrar las características que hacen de Trujillo un enclave único. Trujillo ha de volver a presentarse ante la UNESCO con nuevos planteamientos, pero esta vez por sí sola, por favor, mostrando todos y cada uno de los valores que atesora, arqueológicos, históricos, paisajísticos, esos valores que la convierten en excepcional y que la deben hacer merecedora de reconocimiento y protección internacional. Si se prepara una candidatura adecuada, dadas sus cualidades excepcionales, el éxito está asegurado. Recorrer las calles sin prisa, a diferentes horas del día y de la noche, en distintas  estaciones, prestar atención a los detalles, los visibles y los ocultos, sumergirse en las múltiples culturas que han dejado allí su huella de forma indeleble, degustar sonidos y olores, tocar la piedra, ora tallada y pulida por el hombre y el tiempo, ora simplemente devastada, deambular sin rumbo, caminar sin saber qué buscar porque aquí, lo buscado sabe que lo es y sale al encuentro. Esas son mis recomendaciones. Trujillo requeriría un blog completo para dar a conocer su Patrimonio, el inventariado y el poco conocido, el monumental y el arqueológico, el natural y el realizado por el hombre, el situado en el casco urbano y el existente en el término municipal, en pleno campo. Por dónde comenzar con tan ingente tarea se ha convertido en la pregunta más repetida a la hora de afrontar este post. Quizás me ayude la música de Patrick Cassidy a tomar una decisión, por ejemplo la pieza que utilizó Terrence Malick como parte de la banda sonora de la película El Árbol de la Vida. Después de mucho deliberar, he decidido responder a la duda de forma atípica, no podía ser de otra forma, con un monumento que pasa desapercibido; en parte, apabullado por otros inmuebles y espacios más reconocidos por el público, y, en parte, por estar semioculto, casi camuflado, entre el caserío circundante del cual parece formar parte. Voy a hablarles del aljibe de Altamirano, una construcción sorprendente en la que se aúnan el agua y la piedra, la necesidad y los sueños, el cielo y la tierra. Se sitúa en la plazuela de los Altamirano, también llamada, según me informa Marco Antonio Alvarado, uno de los lectores que este blog tiene la fortuna de que lo sigan, de los Moritos o de los Moriscos. Una pequeña puerta rompe una construcción maciza de mampostería granítica, no es original, se trata de una licencia contemporánea para facilitar el acceso al edificio. Sobre ella, una cartela indica de forma lacónica: “Aljibe árabe. S. X”. Curiosamente, mucho podría decirse de tan escueta nota. Como sintética crítica a su redactor debo indicar que las construcciones de época islámica no tienen porqué ser árabes, pues lo árabe no es compendio de lo islámico; árabe define un origen, islámico designa una cultura en sentido amplio. Determinar su edificación en el siglo X sin realizar un trabajo arqueológico en profundidad es más que aventurado, una simple suposición inconsistente, que vale tanto como cualquier otra fecha que pudiera darse. Bajamos unos peldaños, abrimos la puerta y un mundo nuevo se presenta ante nuestros ojos, un mundo sumamente silencioso, plácido, en penumbra. Hay que descender una empinada escalera para introducirse en este ámbito subterráneo. Según bajamos, los sonidos de la calle se amortiguan y aparecen otros más sutiles: pequeñas gotas de agua golpeando la superficie dormida desde la altura de las luceras, sonido de gruta más que de edificio, que nos transporta muy atrás en el tiempo gracias a la memoria de milenios que portamos en nuestros genes. Pálidos rayos de luz se filtran desde los tres brocales que en su día alimentaban de agua el aljibe y que, a la vez, permitían su extracción. Los tres brocales se ubican sobre la cubierta, inclinada hacia el centro que funciona como un embudo capaz de absorber toda la lluvia caída. La luz se refleja en el agua y duerme con ella. Cuando el agua se aquieta, sueña con reposar en aljibes como el Altamirano, sueña con descansar de su ajetreo constante de estados y paisajes; recuerda el manantía, el río y el mar que es, pero en su quietud se vuelve espejo, cristal. Es necesario detenerse y esperar a que los ojos se adapten a la escasa iluminación, merece la pena ese tiempo de espera, ese descubrir el espacio con luz escasa que ayuda a amplificar la sensación de lugar ancestral. La escalera conecta con una pasarela que permite el tránsito por la sala; ambas son obras contemporáneas de una tosquedad y una rotundidad innecesarias, derroches de piedra y cemento en un entorno que precisa de elementos más ligeros. Hace unos años planteamos un proyecto de restauración integral del inmueble en el que también se eliminaban estos añadidos, por desgracia la propuesta quedó en dique seco, aparcada a la espera de tiempos mejores, o más respetuosos y afectivos con nuestra herencia cultural. La planta del aljibe se aproxima al cuadrado, está estructurada en tres naves separadas por galerías compuestas de tres arcos que apoyan sobre sólidos pilares cuadrangulares. El número tres se repite también en el número de luceras, una por nave. Bóvedas de cañón peraltado cierran cada nave, dispuestas aproximadamente en sentido Norte – Sur. El edificio, excavado íntegramente en la dura roca granítica del subsuelo trujillano, fue impermeabilizado del piso al techo con un revestimiento hidráulico realizado con cal, de tonalidad rojiza, a la almagra, que es como lo denominamos. Fruto de obras modernas poco delicadas se le eliminó o enmascaró el aliviadero, hueco por el que rebosaba el agua cuando alcanzaba un nivel determinado que impedía el colapso de la estructura. Aljibe es un término procedente del árabe al-yubb, su significado viene a ser el de un depósito para recoger agua, generalmente cubierto por una bóveda. Es indudable la ligazón del aljibe Altamirano con la cultura islámica; sin embargo, se desconoce el momento concreto de su construcción. Trujillo, la Turyilu musulmana fue uno de los enclaves más importantes de la Marca Inferior. Su protagonismo arranca en época emiral (siglo VIII) y se mantiene hasta la conquista cristiana (siglo XIII). Durante la fase de dominio almohade (siglos XII – XIII) fue uno de los emplazamientos militares más destacados, verdadera punta de lanza junto a Cáceres de la frontera. En algún momento de este amplio lapso temporal se erigió el aljibe para abastecer de agua este sector de la ciudad musulmana. Si hubiera de inclinarme por una cronología, me aventuraría por una etapa temprana (siglo IX), pues el inmueble posee algunas de las características formales propias de las obras de este tiempo, pero esta es una simple opinión carente de base arqueológica. El tiempo se escapa sin darnos cuenta, hipnotizados mirando el agua, confundidos con los reflejos que no permiten saber qué es real y qué un simple espejismo. Por momentos el edificio parece surgido de la mente del artista holandés M. C. Escher, las imágenes creadas en el agua dificultan la percepción de si las escaleras duplicadas suben o bajan, de si las bóvedas están donde se encuentra el suelo o a la inversa, de dónde comienzan y terminan arcos y pilares. Es un ámbito misterioso como pocos, que facilita que nuestra imaginación se expanda envueltos en los tonos rojizos que arranca la luz difusa a la penumbra. El espejo, los reflejos, la unión de techo y suelo en una imagen tan irreal como visible ayudan a recordar y a dar sentido a uno de los principios fundamentales de la Tradición Hermética: “como es arriba, es abajo”. Pasaríamos horas en serena contemplación, especialmente en verano, cuando el calor en el exterior suele ser sofocante. Me cuentan que en las noches estivales el vecindario se sentaba sobre la cubierta, próximo a los brocales, para aprovechar el frescor desprendido de las profundidades. Cuando lo visiten, cosa que puede hacerse solicitándolo en la Oficina de Turismo de Trujillo, donde serán atendidos con amabilidad, háganlo sin luz artificial y aprovechen el momento de reposo para hacer algo muy necesario: dejar volar la imaginación. Para prolongar el reposo, les dejo con la música de Eluvium. Volveremos a nuestra querida Trujillo.

“Impedida para realizar cualquier actividad física, pero no la de pensar, la lectura y transcripción de mis pensamientos son los que me salvan de no acabar devorada por la memoria. Quisiera presentar este caso mío para que sirva de caso universal”. Y lo tachó. Debió de parecerle demasiado pretencioso. Cualquiera podría definirse como un modelo universal si se tratase de las últimas líneas escritas, sobre todo, si son las de María Zambrano (1904-1991). Las toma, con la ayuda de su secretaria Rosa Mascarell, el 8 de noviembre de 1990, para la Universidad Popular de Leganés, en su campaña contra el analfabetismo. “La lectura siempre es hermosa. Cuando se llega a ciertos años, como me ha pasado a mí, se vuelve indispensable y la única compañía y quizá la más eficaz para no autodevorarse por el recuerdo o por la vana esperanza”. La lectura sanadora, la lectura salvadora. Tres meses después moría en el Hospital de la Princesa. Dejaba tras de sí “los restos de un naufragio”, que su discípulo Jesús Moreno recoge con la ayuda de Galaxia Gutenbarg/Círculo de Lectores en las obras completas de la filósofa. El volumen VI de las obras completas de la filósofa está compuesto de las piezas confesionales y espontáneas de las raíces del pensamiento de María Zambrano En estos días aparece el volumen VI, dedicado a las notas autobiográficas, en diarios, escritos personales, delirios y poemas, en un “proceder confesional para consigo misma, para aclararse y comprender, y como apertura a los otros y a lo otro”. Todo lo que queda al margen de los cauces estandarizados por la cultura. Más de 200 escritos recopilados como las raíces del pensamiento espontáneo de Zambrano. El inmenso volumen se ha dividido en dos partes: Los escritos autobiográficos. Delirios. Poemas (1928-1990) y Delirio y destino (1952). “No hay intimidad, ni cotilleo, son borradores de trabajo, intimidades del alma”, explica Moreno, que reconoce que también aparecen sus amores y desamores. Escribe los últimos días de junio de 1969: “Sueño de la palabra dadainocentemente por el Amor, que se convierte en el Mal mismo, al ser aferrada por quien ansía el poder y en poder se convierte”. Y sobre la felicidad, el 12 de agosto de 1971: “Cuando todo intento de ser se ha desvanecido sin dejar rastro y lo que se ha sido se consume sin humo, ya no se puede ser más que feliz. Ser felizmente”. “Todo el potencial de la crítica cultural de Occidente por parte de María Zambrano se va desarrollando al compás de sus propias experiencias más espirituales, de su propia confesión, en estos escritos autobiográficos”, asegura el responsable de la edición. La crisis del humanismo a principios del siglo XX es uno de sus grandes preocupaciones, y en un escrito sobre Goethe, de carácter profundamente confesional, sobre la esencia del hombre.La piedad se convierte en el camino “para que las fuerzas de las entrañas abismales se plieguen a trabajar a las órdenes del arquitecto que es siempre Uno”. Silencio ante la muerte de Franco De esas “fuerzas de las entrañas abismales” surge Francisco Franco, de quien Zambrano asegura, el 17 de noviembre de 1985, haber hecho un pacto con el poeta José Ángel Valente: cuando muriese el dictador no hablarían sobre el acontecimiento, a pesar de que mantenía constante conversación telefónica con él. “Con antelación a la muerte del Caudillo, una muerte que se fue produciendo en fragmentos, en pedazos, sin esa unidad que tiene la muerte en cualquier ser viviente, aunque no sea un hombre”.  'La música es intermplanetaria', escribe un día mientras escucha la 'Primera' de Brahms.Aceptaron no colaborar con su atención en “una muerte sin posible resurrección”. No querían estar atentos, “descendiendo al estado de los buitres, al acecho del que se va a morir”. No quisieron aceptar esa muerte porque “carecía de sentido histórico y de sentido vital, al tiempo que de sentido natural”. “Era una muerte apócrifa”. Por entonces vivía en una pequeña granja sobre el Jura francés, una aldea de tres casas. No puede olvidar las lesiones de por vida que la dictadura y su exilio provocaron en ella: “He perdido, tal vez para siempre, mi patria esa palabra que con tanto temor se dice y que calla más que se dice. He perdido mi vida, la vida que yo hubiera tenido en España, la de mis amigos, la de mis compañeros. He perdido, no más iniciada, lo que ni siquiera sabíamos si iba a ser una guerra civil. He perdido a gran parte de la gente de mi generación, a la que llamo la del toro por su sentido sacrificial, seres muy queridos, víctimas”. Por eso no se puede alegrar. Por eso no se quiere enterar. El 6 de enero de 1949, el mismo día que morirá 42 años más tarde, descubrimos a la filósofa escuchando la Primera de Brahms y anotando: “La música es interplanetaria”. El manuscrito conserva unos bocetos de varios poemas, escritos a lápiz. “Cuando no tengo más que vida/ no puedo permanecer en ella. Sólo/ cuando me olvido de que estoy/ viviendo, es cuando de veras vivo./ La vida es la forma de trascendencia/ de lo que es conato de ser y/ lo busca ser del todo./ Vivir es crecer/ es anhelar/ es esperar/ es amar/ es padecer por/ es entregar la vida/ es ir hacia Dios”. De Miguel de Unamuno dice que estaba cerrado al diálogo, no aceptaba réplica alguna, no escuchaba, no se enterabaMoreno destaca el gran número de semblanzas de sus contemporáneos que aparecen en estos escritos inéditos, siempre pasados por el tamiz de la experiencia personal. Miguel Unamuno, el soberbio No le admira, como admira a Ortega y Gasset de quien confiesa: “No sé si soy indiscreta al decir que don José no lo podía soportar [a Unamuno]”. Tampoco demuestra la íntima afinidad y respeto que le produce la figura y la obra de Antonio Machado. De hecho, les compara y el resultado es devastador para el vasco: “Don Antonio Machado tenía sólo que andar, darse un paseo para regresar luego a su casa y dejar en su poesía la clara resonancia de esas pisadas. Don José detestaba las tertulias. Don Miguel, en realidad, tampoco era contertulio. Porque tenía que hablar él solo, desde sí mismo, para sí mismo. Estaba cerrado al diálogo, no aceptaba réplica alguna, no escuchaba, no se enteraba” Incluso llega a asegurar que ganó la cátedra de griego sin saber una palabra de griego, pero no era su única tara: “Pero es que el español tampoco lo sabía muy bien”. Pero lo que no le perdona es que agudizara sus críticas contra la República en los prolegómenos de la Guerra Civil, contra su presidente Azañaen artículos que se publicaban en el diario Arriba, ideario falangista. “Aquellos artículos no tenían ni pies ni cabeza. La palabra se le iba, la palabra que él había cantado, la palabra salvadora”. Ortega y Gasset, el maestro El 15 de noviembre de 1955 escribe Don José, describe su relación con la ausencia y la muerte del maestro, más vivo en ella que nunca: “Es el silencio por el que participamos de la muerte de una persona, esencial a nuestra vida, los que en ella quedamos. Por eso duele el haberlo roto. Pero no se puede romper del todo, pues el pensamiento se ha ido lejos. Y en este silencio, la persona se adentra hasta el dintel de la muerte y allí se queda recogida. La atención se enciende en espera de alguna noticia que sobrepase la muerte”.  Zambrano, en una foto de archivo.Zambrano, en una foto de archivo.Si Unamuno carecía del arte de la escucha, don José “tenía ansia de oír”. “Nunca olvidaré de él aquel gesto tan suyo de escuchar, desconocido en España. Mas no desconocido para mí, pues que mi padre me enseñó solamente dos cosas que no sé si aprendí: a escuchar y a medir el tiempo. Recuerda un instante indeleble con su maestro, una tarde del mes de mayo de 1936, un paseo con él por los alrededores de Madrid y otros dos discípulos suyos. Decidió el maestro uno de los más desolados eriales al este de la ciudad, rocas peladas y ni un hilo de hierba. Al fondo, Vicálvaro. Ese fue el lugar elegido para hablarles. Mirando sobre aquel desierto, dijo: “Lo que España necesita ahora es una conversión”. Antonio Machado, el semidiós “La poesía es cosa de la soledad acaso, de tan pura contemplación que, de pura, se queda sola, y luego resulta que se hace patria un día. ¿Será que la poesía ha dejado de ser patriótica para convertirse en patria? Es lo que siento cuando me encuentro por la calle a Antonio Machado que se ve perdido, abandonado por los dioses y, tan sencillo, como si fuera un semidiós”, escribe sobre el poeta en octubre de 1990. Recuerda constantemente la amistad que hubo entre su padre y el autor de Campos de Castilla. “Don Antonio Machado, una patria indeleble que no hay que sostener sino respirar con ella”.

El Museo Vostell Malpartida de Cáceres acogerá la muestra Escrituras en libertad que recoge la poesía experimental generada en España e Hispanoamérica a lo largo del siglo XX y que rinde homenaje al futurista Filippo Tomaso Marinetti. La directora del museo, Josefa Cortés, manifestó ayer, en la presentación de la exposición, que en la misma se hace una revisión de la poesía experimental a través de textos de Ramón Gómez de la Serna, Vicente Huidobro o Antonio Gómez, acompañados de fotografías, serigrafías y carteles. Cortés también indicó que el relato histórico se centra en dos periodos clave: principios de siglo y años sesenta, dado que son "los más significativos, donde se encuentran las figuras representativas de la poesía experimental", informa Efe. Escrituras en libertad sirve además como homenaje al futurista Filippo Tomaso Marinetti, cuya obra ha estado presente en el debate generado en torno a la modernidad a lo largo del siglo XX. Su exaltación de lo nuevo ha sido el motor que ha conducido a los escritores a experimentar con la palabra. A través de un recorrido histórico que se inicia a principios de siglo se muestra cómo la llegada de las ideas futuristas y dadaístas a España dio lugar a una serie de movimientos, como es el caso del ultraísmo, que representaron una decidida voluntad de cuestionar el Art Nouveau, señaló la directora. Poco después, Ramón Gómez de la Serna traduce y publica el manifiesto de Marinetti, que supuso "el punto de partida de la vanguardia en el mundo hispano" y en el que "se condena el pasado, la tradición y el academicismo, se exalta el maquinismo, la violencia y la velocidad". En Latinoamérica la poesía experimental resurge en los años sesenta, sobre todo en tres países: Uruguay, Argentina y Chile. Se designa como nueva poesía o novísima poesía , y su difusión se debe sobre todo a la labor difusora de los poetas Edgardo Antonio Vigo y Clemente Padín. LA REFERENCIA A diferencia de lo que ocurría a principios de siglo, el punto de referencia de los poetas latinoamericanos ya no es España o París, sino Brasil, país donde existía desde los 50 un movimiento de renovación en torno a la poesía concreta. Ya en la década de los setenta surgen en España una serie de creadores, entre los que destacan Antonio Gómez, José Miguel Ullán, Angel Sánchez, Eduardo Scala, Bartolomé Ferrando y J. M. Calleja, los cuales, partiendo de los mismos principios de renovación de la escritura, intentan aportar nuevas soluciones. La exposición, que es itinerante, podrá visitarse desde mañana y hasta al 4 de mayo en el Museo Vostell Malpartida en Malpartida de Cáceres, y ha sido producida por el Instituto Cervantes y Acción Cultural Española, la Diputación de Cuenca, la Fundación Antonio Pérez y el Ayuntamiento de Malpartida.

Lujo sin ostentaciones (que es el auténtico lujo), hospitalidad extrema, cocina de muchos quilates, bodega excepcional… En ATRIO, en el corazón histórico de Cáceres, se dan todos los parámetros que definen lo que es un grande. Gran hotel, gran restaurante, grandes vinos y grandes personas. No se puede pedir más. Y sin embargo, tengo la impresión de que apenas se reconoce, o no se hace lo suficiente, el enorme mérito de sus propietarios, Jose Polo y Toño Pérez, que lo han arriesgado todo para crear en una plaza complicada como Cáceres un espacio hotelero y gastronómico que no tiene parangón en España. ¡Qué extraordinariamente he comido y he bebido este fin de semana en Atrio! Y sobre todo, qué bien me he sentido. Porque en esa casa lo primordial es el cliente. Su satisfacción. Y les aseguro que lo logran con creces.
Comedor de Atrio Comedor de Atrio No soy muy partidario de los dobletes en el mismo restaurante, pero en este caso viajaba con la idea preconcebida. Tres años sin pasar por Atrio son demasiados y quería probarlo todo, o casi todo. Así que inmersión total en el hotel, con comida, precedida por un aperitivo en la maravillosa terraza en un día primaveral, cena y el remate de ese cuidadísimo desayuno gourmet que prepara Toño y que incluye hasta unas migas extremeñas con huevo. Tiempo además para pasear por el casco histórico de Cáceres, una de las ciudades más bonitas de España, y para disfrutar de ese hotel que Jose y Toño han montado cuidando hasta el último detalle para hacer verdaderamente confortable la estancia de los huéspedes. Ese, como decía al principio es el verdadero lujo. Todo está pensado para el disfrute. Para mí, se trata del mejor y más bonito hotel urbano de España. Un Relais&Chateaux que no deben dejar de conocer si el presupuesto se lo permite.
Desayuno gourmet Desayuno gourmet El mismo disfrute que se tiene en el amplio y acogedor comedor, en el que un eficiente y amabilísimo equipo de sala, capitaneado por el propio Jose Polo, logra que la experiencia sea igual de exclusiva. Por sala, por equipamiento, por servicio, Atrio es un tres estrellas de libro. Y también por su cocina. No hay aquí vanguardia, ni “experiencias místicas”, ni necesidad de estar en permanente estado de sorpresa. Hay una cocina madura, reflexiva, perfectamente ejecutada, razonablemente actual, técnicamente irreprochable, con una enorme solidez en el conjunto, con perfectos equilibrios entre los ingredientes, con increíble delicadeza, con una estética enormemente atractiva, con producto de primera… y sin que nada de todo eso enmascare lo más importante, el sabor. En los platos de Toño Pérez hay mucho sabor. Intenso sabor. Alta cocina en estado puro. Creo que pueden apreciar que este sábado he disfrutado. Y mucho.
Ravioli de zanahoria con ortiguilla y caviar Ravioli de zanahoria con ortiguilla y caviar Vamos por partes. Primero en la terraza, a modo de bienvenida, con esas vistas de la ciudad y sus alrededores, un platito de jamón de ibérico extremeño y un poco de champán Perrier Jouet. Daba incluso pena bajar al comedor, pero valió la pena el esfuerzo. Toño nos preparó algunos platos sueltos, reservando el menú degustación para la noche. Ahora hay dos menús: un histórico (De Siempre) por 109 euros, y el de platos más nuevos (Degustación), por 119. En esta comida “informal” probamos algunos clásicos y otros que aún están en fase de pruebas. De todos ellos, excepcional el ravioli de zanahoria relleno de ortiguilla de mar y caviar, con un caldo de zanahoria e hinojo. Maravillosa combinación. Frescura, yodo marino, toques salinos, sabor… Y en la misma línea los espárragos de Valdivia (los primeros de la temporada) con trufa (las últimas) y una crema de los mismos espárragos a modo de creme blanche. Dos platos que por sí solos hubieran justificado el viaje a Cáceres.
Espárragos de Valdivia con trufa y su crema Espárragos de Valdivia con trufa y su crema Pero hubo más sin apenas bajar el listón: una gamba marinada en carpaccio con crema agria, caviar ahumado y ensalada de brotes; un plato de huevo con trufa y espárragos verdes que aportan un agradable contrapunto amargo; o el riquísimo carabinero con caldo de crustáceos y cinco especias, de enorme intensidad y un punto picante. Y como remate, un trozo de cabrito guisado, sabroso y en su punto. Un clásico. Dos postres. Refrescante el de frambuesas y helado de coco, agradable el cremosito de tofe y helado de café. Y de la excepcional bodega de la casa, un auténtico museo cargado de tentaciones, la recomendación de José Luis Paniagua, el sumiller de la casa: un riesling Wittman Morstein 2003.
Bloody Mary, berberechos y helado de cebollino Bloody Mary, berberechos y helado de cebollino Tarde de paseo por Cáceres antes de la cena, en la que ya sí nos lanzamos al menú degustación completo. Como aperitivo, una crema de morcilla patatera que aunque Jose Polo intentó que sólo probáramos (“tenéis mucha cena por delante”) nos acabamos porque estaba buenísima. Otro aperitivo, los macarons de remolacha, apionabo y caviar, ejemplo de técnica de alta escuela. Potente el tartar de zamburiñas con una “perla” de cítricos, y fresco, estético y divertido el bloody mary servido sobre tierra de tomate seco, berberechos y helado de cebollino. Palabras mayores luego los guisantes en texturas: una delicadísima crema de guisantes con una tierra de guisantes y ajo (el ajo como ingrediente popular llevado a la alta cocina), con unos falsos guisantes de wasabi como contraste. Además, rúcula y, bajo la crema, unos trocitos crujientes de jamón ibérico frito. Uno de esos platos, junto al ravioli de zanahoria y ortiguilla y los espárragos del mediodía, para el recuerdo de los grandes momentos.
Guisantes en texturas Guisantes en texturas Dos versiones de la ostra. Primero, una gillardeau entera con una potente infusión de melisa, hierbas y mostaza. Luego, una frita con kimchi, frutos rojos y cayena picante, elaboración de gran complejidad pero con un estupendo resultado. Seguimos con un mar y montaña, la “loncheja”, un tartar de calamar y oreja de cerdo ibérico que Toño hacía antes con navaja pero que funciona mucho mejor con la textura del calamar. Más mar. La cigala verde, otra atrevida combinación en la que el crustáceo va con una crema de kiwi y mostaza, pak choi y algas crujientes. Y de nuevo funciona. Luego una lubina en su punto exacto de cocción, acompañada de puré de coliflor, brócoli y habitas. Y un gran clásico que nunca decepciona: la panceta ibérica con puré de apionabo y caviar beluga. Cerramos con el venado “negro torrefacto”, dos trozos aparentemente carbonizados, bien jugosos por dentro, con cebolla, pera y mostaza. El tratamiento de la caza define a los grandes cocineros.
Tartar de calamar y oreja de ibérico Tartar de calamar y oreja de ibérico De prepostre, el imprescindible binomio de Torta del Casar: al natural una parte, en helado la otra, con crema de membrillo y un pan de orejones y pasas. Y otro postre fijo en Atrio, el tocinillo, con yogur y cacao. Si al mediodía habíamos sido parcos en vinos, uno solo aunque valía por muchos, para este menú nos pusimos en manos de José Luis Paniagua para ir bebiendo por copas. Sensacional repertorio el que nos seleccionó de acuerdo con Jose Polo: champán blanc de blancs de Claude Cazals; el peculiar Ratiño 2010, Rías Baixas de Rodrigo Méndez; un chablis de Billaut Simon 1999; el Clos Rougeard Brezé 2006, impresionante chenin blanc ; un espléndido borgoña Gevray Chambertin 1995 de Serafin Pere&Fils ,y  para terminar con los quesos con un riesling Heymann Lowenstein. Joyitas que salen de esa bodega que atesoran Jose y Toño en la que no me importaría perderme.
Un chenin blanc de la bodega de Atrio Un chenin blanc de la bodega de Atrio Regreso a Madrid con la sensación clara de haber disfrutado de uno de los mejores restaurantes de España. Está en Cáceres. Ahí cerquita.

Heroicidad, valor, y, sobre todo, muchas gónadas. Estas son las características que, el 16 de mayo de 1811, demostraron los pocos miles de soldados españoles al mando de Don José de Zayas cuando resistieron, mediante fusil y fuego, el ataque de aproximadamente14.000 militares franceses en el pueblo de la Albuera(Extremadura). Aquel día, la victoria dependía de ellos, y su retirada hubiera significado la derrota de todo el ejército aliado que les acompañaba y que se había quedado retrasado; sin embargo, estos hispanos lograron mantenerse firmes hasta que el mando superior les envió refuerzos. El calendario marcaba por entonces el año 1811 en una España invadida por Napoleón Bonaparte, un frustrado emperador francés que, a pesar de haber entrado hacía tres años fusil en mano en la Península, no había conseguido todavía doblegar a los hispanos con su «Grande Armée». De hecho, las cosas no pintaban bien para el «petit empereur», pues su futura «Espagne» -tomada casi totalmente por las tropas francesas en los inicios de la contienda- empezaba ahora a irse a pique debido a los contraataques de los españoles y de sus aliados ingleses (quienes, por extraño que parezca, habían decidido pasarse por aquí a dar más de un calentamiento de cabeza a los casacas azules). Así pues, de norte a sur y de este a oeste, los gabachos comenzaron a sufrir los fusilazos de un pueblo y de un ejército -el español-, que, aunque carecía de la amplia experiencia de los soldados imperiales franceses, andaba sobrado de gónadas y estaba decidido a liberar a su país del yugo opresor. El asalto inicial de las tropas hispanas, aunque en múltiples ocasiones infructífero, puso en jaque a los galos, quienes tuvieron que retirarse varias veces de posiciones claves con todo su azul, blanco y rojo entre las piernas.
El combate por Extremadura En esas –a bofetadas- andaba más de media España y, como no podía ser de otra forma, en esas andaba también Extremadura, una zona en la que además, los hispanos recibían el apoyo de las fuerzas inglesas. Y es que, los británicos habían desembarcado a cientos en los primeros meses de la guerra en la región lusa para enfrentarse a los franceses y a su insistente (pesado, que se podría decir también) emperador. De forma concreta, por aquellos años se tomaban el té de las cinco en tierras portuguesas nada menos que el Duque de Wellington yWilliam Beresford, dos altos mandos del ejército de Su Majestad que, de cuando en cuando, entraban en España y daban de cañonazos a Napoleón.
En 1811, Beresford recibió la orden de retomar Badajoz
Estos dos generales, sin embargo, no estaban de vacaciones, pues tenían que hacer frente a los intentos de las tropas francesas de conquistar Portugal, por lo que solían calzarse las botas de montar para dirigir a sus soldados en batalla. Precisamente eso sucedió en 1811. «En 1811 (…) los franceses tomaron Badajoz, manteniendo así la presión sobre las tropas de Wellington, pues era una de las puertas naturales a Portugal. Wellington bloqueó entonces la fortaleza de Almeida, otra de las puertas naturales hacia el territorio lusitano (…)», señalan Juan Vázquez y Lucas Molina en su obra «Grandes batallas de Españolas». Con Wellington retenido, recayó sobre Beresford la responsabilidad devolver a conquistar Badajoz, punto clave para la defensa de Portugal. Este, sin tardar, puso bajo sitio la plaza a finales de marzo con un ejército formado por tropas inglesas y portuguesas. Paralelamente, los británicos pidieron algo de «help» a los españoles para reforzar el asedio, por lo que el general Joaquín Blake (irlandés de ascendencia, hispano de corazón y nacimiento) reunió rápidamente a 8.000 hombres y, desde Andalucía, partió al galope hacia tierras extremeñas. Sin embargo, con lo que no contaban los aliados era con que los franceses no se iban a quedar de brazos cruzados e iban a combatir mediante sable, lanza y cañón para conservar Badajoz bajo su mando. Por ello, desde Sevilla inició también una marcha el mariscal Soult hacia Extremadura. Su objetivo era bien sencillo: evitar la unión de las fuerzas españolas e inglesas con un ejército de 24.000 hombres.
Los aliados, en La Albuera Esta particular y curiosa carrera hacia la misma meta (Badajoz) terminó con la victoria de las tropas de Blake, las cuales, tras varias jornadas, se reunieron con sus aliados anglo-portugueses. No obstante, los hispanos traían en su mochila malas noticias: Soult se dirigía hacia ellos a todo correr y dispuesto a plantar batalla. Beresford y el general ibérico se reunieron y tomaron una difícil decisión: levantarían el asedio de Badajoz y, con todos sus hombres, presentarían batalla a las expertas tropas de Soult en la Albuera, un pequeño pueblo que no distaba más de 30 Km. La sorpresa sería mayúscula para el gabacho, que desconocía la fusión de ambos contingentes.
La Albuera, donde unos pocos españoles se mantuvieron firmes ante el inmenso ejército de Napoleón
LOUIS HENRI DE RUDDER.
Cuadro de la época que representa a Soult Armas en ristre, los aliados se dispusieron así a terminar con cada hijo de Francia que se pusiera en su camino. «Beresford disponía de las divisiones 2ª y 4ª, la división portuguesa y una brigada de Legión Alemana de Rey (KGL), con unos 17.000 hombres. El general Lumley lideraba la caballería, compuesta por tres regimientos británicos (1.250 jinetes y 850 jinetes portugueses)», destacan los autores. El contingente español al mando de Blake estaba formado por tres divisiones –una dirigida por el insigne D. José de Zayas- y una brigada independiente (en total 11.000 infantes). A su vez, los hispanos disponían de unos 1.900 jinetes, En conjunto, el contingente aunaba unos 28.000 infantes, 4.000 jinetes y 60 cañones. Su enemigo, el Mariscal Soult dirigía un buen número de tropas expertas en el arte de la guerra y vencedoras de cientos de batallas. «Soult contaba con dos divisiones y dos brigadas de infantería, con más de 18.000 hombres y unos 4.000 jinetes, la mayoría al mando de Latour-Maubourg, así como 48 cañones», completan Vazquez y Molina en «Grandes batallas españolas». A su mando, el francés tenía también a oficial de la alta talla de Godinot y Britche.
El engaño del francés El 15 de mayo de 1811, el ejército aliado tomó posiciones a lo largo de la Albuera, un situado frente a un río con el mismo nombre. Su despliegue fue sencillo. En la villa se ubicaron las tropas alemanas que, a su vez, tomaron posiciones en los dos puentes que permitían un acceso más sencillo a la villa. En el flanco izquierdo de esta tomaron posiciones los británicos aprovechando varias colinas. Finalmente, los españoles formaron a la derecha del resto del contingente en dos líneas, con la caballería cubriendo el flanco que quedaba descubierto. Apenas un día después, aproximadamente a las ocho de la mañana, los enemigos hicieron su aparición con los primeros rayos de sol. No obstante, sólo se dejó ver uno de los oficiales de Soult, el generalGodinot, quien mandaba una división de infantería, varios contingentes de caballería (entre ellos jinetes armados con fusiles) y una batería de cañones. El gabacho movió a continuación a sus tropasbuscando enfrentarse únicamente al flanco izquierdo del ejército combinado e inició el cañoneo. Había comenzado la batalla de la Albuera,
Soult hizo una finta con sus tropas para despistar a los aliados
Este movimiento francés asombró a los oficiales aliados, que se quedaron desconcertados al desconocer donde se encontraba el resto de los soldados imperiales. Sin embargo, y al no percatarse de la presencia de más enemigos, Beresford dio la orden a una buena parte de sus tropas de avanzar sobre el flanco izquierdo, donde estaba atacando Godinot. Craso error, pues lo que buscaba Soult era que su subalterno desplazara el máximo número de enemigos posibles hacia la izquierda mientras él se dirigía con el grueso de su ejército hacia el flanco derecho. «El ataque de la brigada Godinot se concibió como una finta para fijar al enemigo, mientras el núcleo francés se dirigía hacia el flanco derecho aliado. Los aliados esperaban un ataque frontal o sobre la izquierda de su línea, pensando que Soult pretendía abrirse paso hacia Badajoz, y los hechos parecían confirmar que así sería, gracias tanto a la maniobra de distracción de Godinot como, como al fuego de una batería de gran calibre que empezó a cañonear La Albuera», añaden los autores españoles en su obra.
Zayas resiste heroicamente el ataque Por suerte, el engañó no terminó de dar resultado gracias un oficial alemán del ejército aliado que vio retazos de franceses escondidos en la lejanía y alertó a Beresford. Este, sin poder dar crédito a lo ocurrido, ordenó a su línea reorganizarse y dirigirse a toda bota hacia el flanco desprotegido. Pero ya era demasiado tarde, pues Soult había iniciado su marcha con el grueso de sus fuerzas hacia las unidades del extremo derecho. A esta desesperada situación se le unió la errónea decisión de Blake quien, convencido de que los galos asaltarían el centro, desobedeció las órdenes del inglés y mantuvo su posición. Así pues, los oficiales aliados giraron sus cabezas hacia el flanco derecho para descubrir que únicamente cuatro batallones de la Divisón comandada por Zayas (unos 3.500 hombres aproximadamente) se encontraban en posición para dar de balazos a los franceses y resistir hasta la llegada de sus compañeros. De ellos dependía la batalla, ya que, si los gabachos les arrasaban, atacarían luego a las descolocadas unidades británicas que acudían en su ayuda. Los franceses, por su parte, cargaron con nada menos que 14.000 soldados (entre los que se destacaron varios regimientos de caballería). Para los españoles de Zayas parecía que la única forma de salir de allí era con un balazo en la sien. Con todo, el valor es capaz en ocasiones de vencer a la superioridad numérica y una mala decisión como la que tendrían entonces los franceses puede costar una contienda aparentemente vencida. Y es que Soult, creyendo que sería sencillo acabar con aquellos pocos españoles, decidió finalmente no enviar al asalto a las tres divisiones que había pensado en un principio, sino únicamente a una –la de Girard-. Su intención era dejar una reserva un contingente lo suficientemente potente como para enfrentarse a cualquier aliado que pudiera acercarse en ayuda de Zayas.
La Albuera, donde unos pocos españoles se mantuvieron firmes ante el inmenso ejército de Napoleón
VICENTE LÓPEZ
Óleo de José de Zayas A pesar de ello, las fuerzas francesas que se disponían a entablar combate seguían superando ampliamente a los hombres de Zayas. «Su ataque fue violentísimo, secundado por una gran masa de artillería. Se produjo un intenso tiroteo entre los franceses y los españoles, que lucharon tenazmente y resistieron el embate francés. El combate se desarrolló a unos 50 metros de distancia, y el número de bajas fue enorme El resultado de este primer asalto se saldó con gran número de bajas por ambas partes, resultando batida la vanguardia francesa. Los atacantes franceses sufrieron más del 40% de bajas en esta primera media hora, y los defensores españoles alrededor del 30%», completan los autores hispanos en su texto. Tras varios y largos minutos de batalla en la que los españoles resistieron contra todo pronóstico y de forma heroica el asalto de los fusileros y tiradores franceses, finalmente llegaron los infantes británicos. Estos, sin embargo, fueron recibidos a tiros por los los soldados de Zayas que, en el fragor de la batalla, no acertaban a conocer entre amigos y enemigos y únicamente pensaban en descargar munición contra todo aquel que estuviera armado y se dirigiera hacia ellos. A pesar de la confusión, cuando la esperpéntica situación estuvo aclarada, los españoles fueron relevados y enviados a reorganizarse justo en el momento en que los galos lanzaban su segundo ataque. Después, y lejos de querer perderse la contienda, volvieron a la lucha más decididos que nunca.
Los ingleses, a la carga Después de ver a los escasos defensores españoles resistir un ataque de tal envergadura, la heroicidad debió henchir el pecho de Beresford que, al observar que ordenó a varias unidades británicas avanzar por el bordear a las tropas hispanas y atacar el flanco izquierdo gabacho. Estas, a base de fusilazos, cumplieron su objetivo, aunque a costa de multitud de bajas. A su vez, la situación de estos hombres se recrudeció cuando descubrieron que, aunque habían detenido a los galos, habían quedado expuestos en campo abierto. Soult no lo dudó y, con desesperación en los ojos por no pder atravesar las defensas enemigas, envió a su caballería, la cual pasó a sable y lanza a los hombres de Su Majestad. «A continuación, embriagados por su éxito, los (jinetes franceses) se lanzaron a por la retaguardia española, amenazando al propio Beresford. El despliegue español en dos líneas demostró su valía, al lograr repeler ese ataque mientras que Zayas, meritoriamente, afrontaba el nuevo ataque son dejar de dispara sobre las tropas de Girard, acción que muy probablemente salvó al ejército aliado de la destrucción», completan Vázquez y Molina. Con el paso del tiempo, la contienda se transformó en un auténtico caos cuando los jinetes galos volvieron a cargar contra el centro de la línea aliada, asalto que fue contrarrestado por Beresford, que envió varias unidades de dragones e infantes hasta que, finalmente, les obligó a retirarse. Con todo, la presión sobre los aliados era tan grande que el oficial británico no tuvo más remedio que esperar hasta la llegada del resto de su ejército para dar el golpe definitivo a la batalla.
«C'est fini» Superados por unos soldados que consideraba inferiores, Soult no pudo hacer otra cosa más que dar la vuelta a su caballo y abandonar el campo de batalla. En contra del destino, unos pocos españoles habían detenido a su particular «Grande Armée» a base de fe y balas de fusil. Tras él, el resto de oficiales gabachos tocaron a retirada y, bajo la protección de su artillería, fueron reculando hasta sus posiciones iniciales. «La batalla acabó con un resultado indeciso después de un baño de sangre. Los españoles habían repelido uno de los mayores ataques de infantería de la guerra causando graves pérdidas a los franceses. Los aliados sufrieron más de 6.100 bajas (17%) y los franceses más de5.300 (23%), Beresford ganó la batalla, pero su manejo táctico fue tan lamentable que lo convirtieron en el principal responsable del gran número de víctimas. Los generales españoles desempeñaron un gran papel, especialmente Zayas», finalizan los expertos.

La exposición de esculturas y dibujos de Juan de Avalos sobre el Papa Juan Pablo II ya se pueden ver en el museo Devocional, en el santuario de la Piedad. La inauguración y apertura al público de Semblanzas , tuvo lugar en la noche del jueves y estará abierta hasta el 21 de abril. La exposición está compuesta por 26 piezas que son propiedad de su hijo Luis, de particulares y del propio museo Devocional. Son los esbozos o las pruebas en menor miniatura que Avalos realizaba antes de hacer las esculturas que ahora se encuentran expuestas en iglesias, plazas o calles. Todas ellas sobre el papa Juan Pablo II. De esta forma, se le ha querido realizar un pequeño homenaje en el año que va a tener lugar su canonización. La muestra se completa con un ciclo de conferencias que se celebrarán cada jueves en la casa de la Iglesia y que se centrarán en la figura de este papa. Anoche la impartió el párroco Rafael Corraliza y la próxima tendrá lugar el jueves 20 de marzo, a las 20.30 horas. El horario de visita de la exposición es de cinco a ocho de la tarde de lunes a domingo y también de doce a dos de la tarde los fines de semana. Se pueden concertar visitas en grupo previamente llamando al 924 66 05 39.

Fuente: Periodico Extremadura

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