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Fueron impresas en Ámsterdam, en Venecia, en Salónica, en Estambul o en Livorno y ahora, siglos después, están en Madrid para que todo el mundo pueda contemplarlas en la que es, probablemente, la mayor exposición de biblias y textos bíblicos escritos en ladino que se ha organizado nunca, con decenas de ejemplares de varias épocas reunidos en una de las salas del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Se trata de la colección particular de un madrileño, Uriel Macías, que ha ido recopilando estas joyas bibliográficas durante los últimos 25 años, partiendo de la colección de libros en ladino que había empezado con su padre. Más de 60 volúmenes entre los que se pueden encontrar, sobre todo, cuatro tipos de textos: biblias aljamiadas, es decir, aquellas en las que el ladino usa letras hebreas; biblias en ladino que utilizan el alfabeto latino, menos comunes que las anteriores; biblias en hebreo que tienen en sus márgenes anotaciones con la traducción al ladino de las palabras menos comunes y glosarios bíblicos que sólo recogen esas palabras más difíciles; y de Haftarot y otros libros oracionales que se usaban para determinados ritos en las sinagogas.
La portada de uno de los volúmenes en la exposición | C.Jordá
Joyas y curiosidades Recorremos la exposición con Uriel Macías, que además de ser el coleccionista ha sido el comisario de la muestra. Nos enseña algunas de las joyas que se pueden ver, como la primera edición completa de la Biblia en ladino con caracteres hebreos, que se imprimió en Estambul entre 1739 y 1745 y de la que es muy poco habitual disponer de los cinco tomos en los que estaba dividida. Es un precioso libro que incluye el texto en hebreo y en ladino –indistinguibles a nuestros ojos profanos- y, además, un comentario clásico de la Biblia. Su importancia no se debe sólo a tratarse de la primera edición de sus características, sino que la traducción al ladino –obra de Abraham Asá- fue la base de la que partieron la mayor parte de las posteriores traducciones bíblicas clásicas. Es, por tanto, un hito clave en la cultura sefardí. Otra joya que podrán encontrar son los fragmentos de la Biblia de Ferrara, un auténtico momento clave en la cultura no sólo sefardí sino española en general: fue, en 1553, la primera edición del libro sagrado en lengua española que, además, usaba el alfabeto latino. Podemos ver una edición facsímil y numerosas hojas sueltas de una edición original que han llegado a nosotros de una forma muy peculiar, tal como nos cuenta Uriel Macías: "Habían servido como material de relleno de la encuadernación de un libro cuyo título y procedencia desconozco".
Biblias en ladino… ¡y protestantes! Sin duda uno de los aspectos más sorprendentes de la exposición son las biblias y los textos que recoge y que, pese a estar escritos en ladino, fueron publicados por misiones protestantes que trataban de evangelizar a los judíos que vivían en el Imperio Otomano. Una actividad editorial que, sorprendentemente, se prolongó durante un siglo y que no sólo dio lugar a biblias en hebreo y ladino, sino también ediciones del Pentateuco o del libro de Salmos. Incluso, como una curiosidad ciertamente llamativa, estos esforzados misioneros europeos llegaron a editar versiones en hebreo del Nuevo Testamento, de las que también podemos ver un ejemplo en la exposición.
Un glosario bíblico con traducción al ladino y al inglés | C.Jordá
La belleza de la edición Algunos ejemplares realmente llaman la atención no sólo por su interés para el experto o el amante de lo relacionado con la cultura sefardí: su belleza tipográfica realmente llamará la atención incluso al más profano. Por ejemplo, un bellísimo Libro de los Profetas editado a dos columnas que en la primera de ellas tiene "el original hebraico, con todas las perfecciones, en las letras puntos y taamim", tal y como explica en sus primera página, mientras que en "la segunda coluna" está "la traducción en lengua española" y no cualquier traducción, sino que los autores nos explican que "buscamos la palabra más propia en aquella lengua, para exprimir el sentido del texto". Y por si esto no es suficiente añaden "a las vezes alguna palabra inter ( ) lineas para mayor clareza".
Un bellísimo ejemplar de la exposición | C.Jordá
Libros antiguos y última tecnología Le exposición no se limita a mostrarnos los libros en vitrinas, que por supuesto también, sino que utiliza algunos la tecnología para acercarnos mejor a su contenido y su significado: cada libro expuesto cuenta con un código QR que podemos leer con nuestro móvil y que nos lleva a la página del catálogo de la exposición dedicada a ese volumen. Así se complementan las explicaciones de los grandes paneles que ofrecen un primer acercamiento a lo que vemos que, por otro lado, será suficiente para la mayoría de los visitantes. También hay unos curiosos paneles que reproducen fragmentos bíblicos en los que se aprecian las pequeñas diferencias entre las distintas versiones del texto sagrado, según fuesen cristianas, hebreas o escritas en ladino. Por último, el visitante más curioso podrá escuchar como se sigue recitando en ladino en la Sinagoga de Madrid, con un fragmento del Cantar de los Cantares que se reproduce en un Mac. De las biblias del siglo XVI a los ordenadores del XXI, ¿quién dijo que el ladino es una lengua muerta?

Fuente: Libertad Digital

El 29 de septiembre de 1864 nació en Bilbao Miguel de Unamuno. Conmemoramos ahora el 150 aniversario de su nacimiento. Hacemos memoria de su vida y de su obra, porque el deber de memoria es la más alta correspondencia cívica que cabe hacer al pasado. 150 años nos separan de entonces. De un tiempo que hoy se nos presenta lejano y quizá un poco ajeno, pero al que, bien pensadas las cosas, no podemos dejar de reconocer en él la puerta que conduce a lo que hoy somos. La revolución liberal y el fracaso de la I República, la Restauración canovista y el despliegue de una política que iba a ser fuertemente contrastada en su estructura y concepción por el movimiento de los intelectuales, el desastre de Cuba y la crisis de la conciencia nacional, el ascenso del maurismo y la Gran Guerra, la crisis de 1917, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, el Alzamiento y la Guerra Civil y el final de una época en la que todos, casi sin excepciones, habían puesto sus esperanzas mejores.
La suya fue una vida volcada en una escritura que quería hacerse acción
Un tiempo convulso, lleno de incidentes y en apariencia adverso a los destinos patrios, pero a la vez magnífico y lleno de esplendor, pues en él la cultura española libró con éxito la batalla de la definitiva conquista de la modernidad. En esa batalla Unamuno estuvo presente de principio a fin y su contribución, ora a favor, ora en contra, fue decisiva en la configuración del campo cultural de nuestra Edad de Plata. La suya fue una vida volcada en la escritura, pero a una escritura que quería hacerse acción e incidir sobre la vida, abandonar la abstracción y los anaqueles de las bibliotecas y hacerse sustancia cotidiana del sentir y del pensar de su tiempo. Escribía no para marcar directivas, sino para remover conciencias. Quizá sea este el signo más distintivo de su personalidad como autor: remover la conciencia lectora, sacar al lector de su inercial pasividad y obligarle a la creación, a completar en la lectura activa la creación del autor. Una poética que entrañaba toda una voluntad ética, y, sobre todo, un compromiso moral con la escritura al que en ningún momento dejó de corresponder con el mejor de sus esfuerzos.
Escribir es «escribirse» En novela, por ejemplo, dio amplia muestra de ello. Sus nivolas son la exigencia de un lector activo, de un lector atento a lo que se dice y a lo que no se dice, a las trampas que el autor le tiende en el curso de la narración. Unamuno, como Azorín, Baroja o Valle, ha roto conscientemente con el canon narrativo del realismo decimonónico y ha dado vida a la pretensión de poder novelar de otra manera: Amor y pedagogía, como Camino de perfección o La voluntad o Sonata de otoño, representa en nuestras letras uno de los pilares sobre los que se levanta la novela del siglo XX. Después vendrá Niebla, su mejor novela, según dicen, en un camino que sigue con Abel Sánchez y La tía Tula y llega hasta San Manuel Bueno, mártir, sin olvidar esa obra maestra, Cómo se hace una novela (quizá la mejor, pues en fondo se trata de la novela de sí mismo).
Su ensayismo refleja que se piensa con todo el cuerpo, con la carne y la sangre
En poesía es imposible no reconocer la importancia de El Cristo de Velázquez, por ejemplo, o, en otro sentido, de Romancero del destierro, singular documento poético, continuación de De Fuerteventura a París, donde queda reflejada su experiencia del exilio. En teatro, a pesar del escaso éxito de sus dramas, tampoco es posible hoy no ver en algunos de ellosla huella de un autor genialque obligaba a sus personajes a representar problemas cuya concienca iba a obligar a la de sus espectadores-lectores. Es el caso, por ejemplo, de El otro y de El hermano Juan. Cultivó Unamuno todos los géneros y en todos dio muestra de su voluntad de trascender los límites impuestos por la tradición. Su poesía es metafísica, como su teatro, y su narrativa suele ser calificada de lírica o de filosófica. Quizá sea esta suerte de no caber en moldes ya definidos otro de sus signos más característicos. Su escritura es siempre una denodada búsqueda de sí: un ser extraviado que se busca en la vida y queda reflejado en el camino agónico que traza la escritura. Porque escribir es escribirse.
Del lado del pueblo anónimo Acaso sea su ensayismo lo que mejor refleja este carácter de búsqueda constante, de búsqueda agónica de un pensamiento que transita al borde del precipicio de la existencia. No otra cosa son Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo, expresión ambos de un pensamiento que busca al hombre de carne y hueso, que responde a la exigencia de un pensar que es a la vez un sentir, porque no se piensa sólo con las facultades de la inteligencia sino con todo el cuerpo; con la carne y la sangre de un cuerpo que alberga un alma o que es la primera expresión de un alma anhelante de eternidad.
Unamuno nos enseñó que la filosofía española había que buscarla en la literatura
En sus primeros ensayos, recogidos en En torno al casticismo, dio vida a dos conceptos de singular importancia que iban a tener una buena acogida en el desarrollo del pensamiento hispánico del siglo XX: la intrahistoria y la tradición eterna. Con el primero daba la vuelta al protagonismo de la Historia y lo colocaba del lado del pueblo anónimo, de los hombres y mujeres de nombres olvidados que han sido (ellos sí, y no los grandes príncipes y señores) el auténtico motor de nuestro pasado. Y con el segundo llamaba en causa a una suerte de sustancia identitaria capaz de manifestarse como constante bajo el devenir de las apariencias. Quizá no fuera como él pensaba, pero qué duda cabe que la tradición bien entendida y bien cultivada es capaz de donar al presente, sin obligarle, formas de vida y modos de pensar que bien pudieran sernos de ayuda en estos tiempos de crisis. También nos enseñó que la filosofía española había que ir a buscarla entre la literatura, cosa que él mismo hizo con singular empeño. Y si no, vuelvan a leer Vida de Don Quijote y Sancho y agradezcan a Unamuno una obra que incomoda a los poderosos porque reivindica la libertad de sus lectores.

Fuente: ABC

El Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca (SEMYR) se complace en anunciar la publicación del volumen Modelos intelectuales, nuevos textos y nuevos lectores en el siglo XV. Contextos literarios, cortesanos y administrativos. Primera entrega, Salamanca: el SEMYR & la SEMYR, 2012 [2014]. ISBN 97-84-937765-8-9.

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