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La obra titulada "Elegía de Yuste" de José Antonio Ramírez Lozano, nacido en Nogales y residente en Sevilla, ha resultado ganadora del VII Premio de Poesía Ciudad de Pamplona, cuyo premio está dotado con 3.000 euros y la edición del libro. La plica ha sido abierta este mediodía por la directora del área de Educación y Cultura, Teresa Lasheras, en un acto celebrado en el Palacio del Condestable, informa el Consistorio. Este certamen está organizado por el Ateneo Navarro con el patrocinio del Ayuntamiento de Pamplona y Caja Laboral, entidad que ha estado representada por su director general, Iñaki Urtasun. El jurado ha deliberado sobre los 138 poemarios recibidos este año, de los cuales 117 tenían procedencia nacional, 15 extranjera y 6 desconocida. Por comunidades, 18 obras han sido remitidas desde Navarra que, junto con Madrid, son las que más poemarios han enviado, seguidas por Andalucía con 16 y Castilla-La Mancha con 13. A continuación se sitúan País Vasco con 7; Asturias, Cataluña y Comunidad Valenciana con 6; Aragón y Murcia con 5; Cantabria y La Rioja con 4; y Castilla y León, Extremadura y Galicia con 3. Por países, se han recibido 3 desde Alemania, Israel y México; 2 desde Costa Rica y Cuba; y 1 desde Estados Unidos y Brasil. En su fallo, el jurado ha destacado la existencia de bastante calidad en el conjunto de las obras presentadas, y del poemario ganador ha resaltado su "formato impecable, una manufactura muy cuidada y una temática histórica abordada de una manera lírica". Asimismo ha aludido a "un dominio del ritmo que no impide el mantenimiento de una emoción sostenida", y ha apelado al gran interés que puede suscitar en los lectores "por la memoria histórica que resucita". Trayectoria José Antonio Ramírez Lozano nació en Nogales (Badajoz) en 1950, aunque reside actualmente en Sevilla. Ha publicado más de 60 obras entre narrativa y poesía, y la mayoría han sido premiadas con galardones diversos. Asimismo ha publicado literatura juvenil con Edelvives, Alfaguara, Algaida, Kalandraka, Anaya, S.M. e Hiperión. En poesía, ha obtenido los premios Juan Ramón Jiménez, Unicaja, Ciudad de Irún, Claudio Rodríguez, Ciudad de Badajoz, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina, Ciudad de Lérida, González de Lama, Ciudad de Burgos, Manuel Alcántara y Tardor. En novela, ha ganado los premios Ateneo de Valladolid, Azorín, Cáceres, Ciudad de Valencia, Felipe Trigo, Río Manzanares, Fray Luis de León, Casino de Mieres y Alarcos Llorach, entre otros. En 1986 fue candidato al Premio Nacional con su novela 'Gárgola', editada por Cátedra. También ha obtenido los premios Jaén, Leer es vivir, Lazarillo y el del Banco Mundial del Libro de Venezuela. Recientemente ha sido Premio de la Crítica Andaluza por su novela 'Las manzanas de Erasmo'.

Fuente: EFE

«Los años de exilio y las traiciones le habían hecho un profundo concedor del alma humana» Cuando yo conseguí conocer personalmente a Don Juan de Borbón, él tenía cincuenta y cuatro años y yo, diecinueve. El Rey exiliado se hallaba en la madurez de su vida, lleno de ilusiones, de esperanzas, de sueños para España. Rebosante de vitalidad y de fortaleza. Salvo ABC,apenas ningún periódico ni emisora de radio hablaban de él. Era un perfecto desconocido en su Patria. Ir a Estoril traía sus consecuencias. Pero el nacimiento de su nieto el Príncipe de Asturias, el 30 de enero de 1968, supuso un maremoto de consecuencias incalculables. Don Juan Carlos acordó, sagazmente, el bautizo para el 8 de febrero y que los padrinos fueran su padre Don Juan y su abuela la Reina Victoria Eugenia. Así ambos regresarían durante unas jornadas del exilio. En el anochecido del día 6, Don Juan y Doña María llegaban en automóvil por la carretera de Extremadura a las cercanías de Valmojado. Allí, un numeroso grupo de jóvenes monárquicos les dimos un caluroso recibimiento. Fue la primera vez que ví a Don Juan. Bajo las limpias estrellas del anochecido, a la luz de los faros de los coches. Nos saludó a todos y la pequeña comitiva que traía se convirtió en una alegre y ruidosa caravana que le escoltó en su entrada en Madrid entre banderas nacionales y gritos de «¡Viva el Rey!». El recibimiento multitudinario a la Reina Victoria, al día siguiente, en Barajas, y el fervor unánime en torno a Don Juan, levantó las alarmas de las cancillerías europeas y del propio Palacio de El Pardo. A partir de aquel día y de aquel bautizo, ya nada iba a ser igual... Perdimos los miedos y empezamos a viajar a Estoril. Cuando mi promoción de Periodismo hizo el viaje del «paso del Ecuador» elegimos Portugal. Era por Semana Santa. Yo me escapé una mañana en el trenecillo que va a Cascaes y me planté en «Villa Giralda», donde Don Juan honró a mis escasos veintiún años con una audiencia de cerca de una hora. Me atreví y le pedí que recibiera a mis compañeros. Sabía a lo que me arriesgaba. En mi promoción sólo éramos monárquicos Fernando Jáuregui y yo. En el resto abundaban hijos de periodistas de Falange que no tenían precisamente muchas simpatías por Don Juan. Pero se hizo la visita y todos quedaron encantados con la personalidad y la simpatía de aquel español con tanta esperanza de futuro y tanta melancolía de exilio. La Historia vino como vino y Don Juan fue el gran sacrificado. Gracias a su generosidad, a sus renuncias, a su patriotismo y a su profundo amor a España, el Juan III del exilio fue -como en una tragedia griega- hijo de Rey, padre de Rey, pero jamás Rey de hecho, el que de derecho lo fue tantos años y gracias a su labor salvó la Monarquía de todos los españoles. Traídas por el Rey Don Juan Carlos la libertad y la democracia a España, las nuevas generaciones fueron aprendiendo y comprendiendo la obra extraordinaria y abnegada de aquel hombre que había vuelto a España y que recibía, ahora, los honores y el cariño de todos allá por donde pasaba. Y a este cronista suyo le cupo la honra de conocerlo a fondo, de tratarlo, de admirarlo y de quererlo. Sobre todo, a raíz del verano de 1983 cuando la Dirección de ABC me envió de enviado especial veraniego ante la Familia Real a Mallorca. En aquellas mañanas interminables en el «Giralda», los dos solos, comentábamos la Prensa, analizábamos los editoriales, hablábamos de todo. Don Juan, que amaba profundamente a España, insisto, sentía la política en las venas; tenía un sentido del humor extraordinario; se sabía la Historia de Europa al dedillo; los años de exilio y las traiciones le habían hecho un profundo conocedor del alma humana, a la que comprendía y perdonaba con generosidad. A veces, en la intimidad, hablando de alguno de aquellos traidorzuelos, se sonreía picaronamente y susurraba: «¡Menudo cabrón!» Pero era generoso y bueno. Los domingos íbamos a misa a la pequeña capilla de San Telmo, en el barrio pesquero palmesano. A veces nos juntábamos hasta diez personas. Oía misa y comulgaba con fervor. Luego hacíamos tertulia de pie, al sol mañanero. Siempre se refería a Don Juan Carlos como «el Rey» con un cariño y un orgullo que emocionaban y cuando hablaba de alguna persona difunta le agregaba el remoquete popular y entrañable de «que en gloria esté»... Su hijo el Rey quiso que sus restos descansaran con el nombre de Juan III en el Panteón de El Escorial, junto a los Reyes que hicieron posible la Historia de España. A medida que pasan los años, su figura se agiganta. A mí no me duele decir que fue el personaje del siglo XX que más me ha impresionado.

 

Funet: S. Castelo ABC

El libro Querido Salvador, querido Lorquito reúne por primera vez toda la correspondencia cruzada entre el poeta andaluz Federico García Lorca y el pintor catalán Salvador Dalí, que incluye algún documento inédito. El periodista y estudioso Víctor Fernández ha explicado hoy en la presentación del libro que se trata de "una recopilación de las cartas conocidas, a las que hemos intentado añadir algún documento que no se conociera, como una carta de Dalí a Lorca en la que habla del Ulises de Joyce, que no se conocía apenas". Fernández ha sumado a esa correspondencia cruzada el epistolario de Lorca con la hermana de Dalí, Ana María, con su padre y con Lidia de Cadaqués, o nuevos documentos que ha encontrado como un dibujo que el propio Dalí pide que se llame Lorca Dalí (1926), que es de una colección privada. También es inédita una hoja de carta de la finca de Coco Channel, donde estuvo hospedado Dalí, en la que el pintor ampurdanés dibuja una cabeza de un Lorca que ya estaba muerto. Fernández trata de deshacer el mito de la posible traición de Dalí a Lorca y las razones de aquel olé que exclamó tras conocer su muerte: "En una de las cartas explica que aquel olé era como el grito desgarrador del flamenco o la expresión que se lanza al torero tras una buena faena". Querido Salvador, querido Lorquito (Elba Editorial) concluye con una carta al director que escribe Dalí en 1986 a El País, a modo de epílogo de aquella relación, y que fue el último escrito que hizo poco antes de morir; una carta, según Fernández, "en la que rechaza que aquella relación fuera como una azucarada novela rosa, cuando en realidad fue un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir". De hecho, después de la muerte de Gala, sostiene Fernández, "Dalí se dio cuenta que había perdido alguna cosa".
Lorca estuvo presente a lo largo de toda su vida y, como el propio especialista en el pintor, Rafael Santos Torroella, señala, "hay una época lorquiana", que sitúa entre 1925 y 1927. Considera el editor del libro que "la relación homosexual no gusta a algunos expertos que niegan esa etapa lorquiana e incluso llegan a negar que Lorca aparece en los cuadros de Dalí". La principal obra que Lorca dedica al ampurdanés es Oda a Salvador Dalí, una obra que el poeta granadino no había dedicado con esas características a un amigo, y además la publica en la Revista de Occidente. Hay dos cuadros de Dalí que se pueden decir son las obras culminantes en su relación con Lorca: La academia neocubista, que se encuentra en el Museo de Montserrat, y La miel es más dulce que la sangre, del que el libro reproduce un esbozo, pues el cuadro desapareció. La obra conjunta más importante es, sin duda, Mariana Pineda (1927), una obra teatral con decorados y figurines de Dalí. Fernández asegura que "hay constancia de cartas destruidas, que es la gran tragedia, especialmente de Lorca a Dalí, pues en sentido inverso se conservan seguramente el 90%". El especialista señala a dos mujeres como culpables de la desaparición epistolar: Ana María Dalí, que vendió muchos documentos cuando Dalí fue expulsado por su familia; y Gala, que mantuvo una especial animadversión hacia Lorca, "seguramente por celos". El propio Enric Sabater, secretario de Dalí, ha explicado a Fernández que "Lorca era un tema que no existía, y del que nunca se hablaba". En ese epistolario "tan sincero", ninguno de los dos interlocutores baja la guardia, señala Fernández: "Lorca intenta seducir a Dalí y éste intenta estar a la altura intelectual de su amigo granadino". Tras la muerte de Lorca, el propio Dalí propició que se tradujera Oda a Salvador Dalí al francés, traducida por Paul Éluard, y muchos proyectos quedaron en el aire, como la realización de una ópera conjunta que Lorca propone en una de las cartas. Una última posibilidad podría hacer aparecer documentación inédita de Lorca en Londres, donde vivía uno de sus amigos, Rafael Martínez Nadal, quien atesoraba un baúl lleno de papeles del autor del Romancero gitano. Una postal que conservaba Martínez Nadal se incluye en Querido Salvador, querido Lorquito, pero podría haber más documentos en ese archivo que actualmente tiene su viuda.

 

Fuente: Barcelona (EFE).

El director de la Real Academia Española explica los principales actos del tercer centenario de la academia El director de la Real Academia Española, José Manuel Blecua, cree que Noam Chomsky tenía razón cuando decía que "el lenguaje sirve también para engañar". Ese engaño forma parte del mensaje de los políticos, que no dejarán de "falsificar la realidad a través del léxico porque produce réditos electorales". "El engaño a través del lenguaje seguirá, es inevitable", asegura Blecua en la entrevista que concede a Efe con motivo del tercer centenario de la RAE, en la que considera "imprescindible un pacto de Estado sobre la educación", dice que "haría mucha falta una ley de mecenazgo clara y eficaz" y hace hincapié en la función social de la Academia, que "no puede vivir aislada de la sociedad". Esa función social estará muy presente en los actos del tercer centenario, que comenzarán a finales del próximo mes de septiembre, con una gran exposición en la Biblioteca Nacional, y culminarán en octubre de 2014 con la publicación de la nueva edición del Diccionario, cuya versión digital recibe unos 500 millones de consultas al año. El centenario se celebrará "con austeridad pero con la dignidad que requieren tres siglos de existencia, sobre todo tres siglos de trabajo", señala Blecua, catedrático emérito del Departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma de Barcelona y que dirige la RAE desde finales de 2010. La austeridad viene impuesta por la crisis y por los sucesivos recortes de la asignación que la Academia recibe del Estado. El patrocinio de las empresas también "ha descendido", y si esta situación "durara mucho, habría que ir inventando soluciones nuevas", indica el director, antes de asegurar que "haría mucha falta una ley de mecenazgo clara y eficaz", para que los patrocinios "tuvieran compensaciones de distintos tipos". "Hasta ahora, lo que hemos logrado salvar, y de eso estoy muy contento, es el funcionamiento de la asociación que agrupa a las veintidós Academias de la Lengua Española. Esto permite ver el futuro con mucha tranquilidad porque la dimensión americana es fundamental, y va a serlo más todavía en los próximos años ya que España supondrá menos del diez por ciento de los hispanohablantes y crecerán mucho Estados Unidos y México", afirma Blecua (Zaragoza, 1939). En tiempos de crisis como los actuales, la utilización del lenguaje "puede ser intencionada", y, como dijo la Princesa de Asturias en un reciente seminario organizado por Fundéu y la Agencia EFE, "no es lo mismo decir ayudas que rescate, recesión por crecimiento negativo o reestructuración en vez de recortes". "En el fondo -comenta Blecua- es la teoría del eufemismo; no son más que búsquedas léxicas que realizan normalmente los políticos y quienes los rodean a la hora de construir los mensajes, lo que llaman ahora 'los ejemplarios' que reciben por las mañanas los miembros de los partidos, con esas maneras de suavizar o de 'engañar', porque hay que utilizar el término de Chomsky". En el mundo contemporáneo "el engaño está presente; el engaño seguirá, es inevitable. Una vez que se ha tomado ese registro de falsificar la realidad a través del léxico, no se va a abandonar porque eso produce réditos electorales", asegura. Durante la entrevista, que tiene lugar en la sede de la RAE, el director se refiere a la función social de las Academias, que "no pueden vivir aisladas de la sociedad", y menos en los países hispanohablantes "con problemas de educación y de enseñanza". Pero al mismo tiempo la RAE debe seguir con sus "competencias tradicionales", y una de ellas quedó establecida en el prólogo del Diccionario de 1726: "los académicos son jueces, no maestros". Es decir, explica Blecua, "juzgan las palabras, pero no pretenden enseñar nada".
La Academia "no debe suplir la enseñanza oficial", pero sí crear herramientas de consulta que ayuden a investigadores, profesores y alumnos. Por eso internet "es fundamental", dice el director, satisfecho de los más de 300.000 seguidores que la RAE tiene en Twitter y que van creciendo "a velocidad gigantesca". Y debe contribuir a que "los hablantes se sientan seguros con su lengua", subraya Blecua, para quien la institución que dirige "tiene que ocupar el lugar que siempre ha tenido: respetada por la sociedad, discreta en sus actuaciones y, a ser posible, no siendo nunca noticia en la página de sucesos", afirma con humor. Lo que también tiene claro es que las Academias "no pueden quedar al margen de los problemas de la educación, sobre todo en América", donde si no se crean "condiciones democráticas para el acceso al conocimiento, las desigualdades seguirán siempre". A los 25 años Blecua ganó las oposiciones de instituto y en 1968 fue uno de los fundadores de la Universitat Autònoma de Barcelona, en la que ha ejercido como catedrático de Filología Española y ahora es profesor emérito. Ha sido "decano dos veces, vicerrector en los momentos dificilísimos de finales del franquismo", y también vio nacer el Instituto Cervantes. Por eso, como docente, considera "muy preocupante que en España se hayan aprobado siete leyes de Educación" y asegura que "es "imprescindible un pacto de Estado sobre la educación", y siempre que tiene ocasión se lo dice al ministro de turno, como hizo recientemente con José Ignacio Wert. "Creo que nuestra sociedad no es consciente de que aquí hay unos problemas muy serios: el abandono escolar es muy alto y la formación del profesorado es un problema gravísimo", señala Blecua, partidario de desterrar el tópico de que la universidad "puede dar una movilidad social, cuando ahora no lo da realmente". "Quizá una buena formación profesional sería fundamental para el desarrollo y para resolver problemas de infraestructuras muy graves que tiene hoy la sociedad", apunta Blecua, quien elude pronunciarse sobre la nueva ley de Educación en lo relativo a la enseñanza del castellano en Catalunya.

 

Fuente: Madrid (EFE/Ana Mendoza).-

Ayer martes, en la sede de la Fundación Academia Europea de Yuste, se inauguró el I Foro Internacional sobre Itinerarios Culturales Europeos, con el objetivo de contribuir a difundir el programa de itinerarios culturales del Consejo de Europa, así como dar a conocer el proyecto de itinerarios de las rutas europeas del Emperador Carlos V, actualmente en fase de redacción. En la sesión de apertura participaron, entre otras personalidades, Eric Philippart, adjunto a la Dirección General de Empresa e Industria de la Comisión Europea; Pilar Merino Muñoz, directora general de Patrimonio Cultural de la Junta de Extremadura; Penélope Denú, directora del Instituto Europeo de Itinerarios Culturales; Pilar Barraca de Ramos, consejera técnica del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes; Víctor Manuel Soria Breña, alcalde de Jarandilla y presidente de Adicover; Antonio Ventura Díaz Díaz, director de la Fundación Academia Europea de Yuste y Francisco Pizarro Gómez, delegado de Patrimonio Nacional en Yuste.

Fuente: PEDRO DÍAZ SAMINO | YUSTE.

“Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (...) yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar (…)”. Así de apasionado escribe Salvador Dalí en el verano de 1928 a su íntimo amigo Federico García Lorca. Era algo más, “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”, aclararía el pintor en 1986, en una carta al director publicada en EL PAÍS y dirigida a Ian Gibson, al que acusa de subestimar sus relaciones con el poeta, “como si se hubiera tratado de una azucarada novela rosa”. La relación entre estos dos genios se dio, con altibajos, entre 1923 y 1936, y dio pie, colaboraciones artísticas aparte, a un intenso epistolario, una particular conversación iniciada en 1925 y que, por vez primera, puede leerse en su conjunto en Querido Salvador, Querido Lorquito (Elba), gracias a la labor del periodista Víctor Fernández. Tan hábil como meticuloso, Fernández (que ha recuperado la erudita edición de las cartas de Dalí que anotó el estudioso Rafael Santos Torroella) ha reunido además la correspondencia que Lorca mantuvo también con el padre y la hermana del pintor, Ana María Dalí, y con Lidia de Cadaqués, extravagante personaje que se creía la reencarnación de La ben plantanda de Eugeni d’Ors. Tampoco es tanto epistolario. De la cartas del pintor al poeta aún han sobrevivido una cuarentena; de las de Lorca a Dalí, apenas siete. Fernández cree que la explicación a la diferencia aparece si se busca a la mujer. En este caso, a dos: “Una es Ana María, que vendió mucho material de archivo de su hermano tras la Guerra Civil; la otra es Gala, que por celos destruyó otras muchas; entre los papeles de García Lorca ha sido hallada una anotación que reza: “Gala no me gusta”; luego se sabe que Lorca era uno de los temas no gratos en casa de los Dalí cuando estaba Gala; entre los papeles del pintor hay cartas de Lorca recortadas con tijeras; a esa documentación tenía acceso poquísima gente, entre ellas la mujer del pintor”, sitúa Fernández.
Sexo y literatura En una carta de Dalí a Lorca de 1928, comentando la aparición de ‘Romancero gitano’, Dalí mezcla sexo ycrítica literaria: “Federiquito, en el libro tuyo (…) te he visto a ti, la bestiecita que eres, bestiecita erótica, con tu sexo y tus pequeños ojos de tu cuerpo (…) tu dedo gordo en estrecha correspondencia con tu p…”. (...) “Tu poesía se mueve dentro de la ilustración de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas”. Tras esas desapariciones está, según el compilador, la sombra de una pulsión homosexual. La correspondencia, pespunteada de dibujitos de uno y otro y de postales retocadas, “es un juego de seducción: Lorca da lo mejor de sí mismo, tratando de encandilar con su palabra a un Dalí que quiere estar a la altura intelectual del poeta. Uno intenta atrapar al artista en su tela de araña; el otro deja hacer hasta cierto punto”, opina Fernández. No hay nada explícito en las cartas, ni tan siquiera una mención a la joven Margarita Manso, con la que Lorca mantiene relaciones sexuales a petición del propio Dalí, voyeur de un encuentro que fue una condición que impuso el pintor para mantener relaciones con el poeta. El sacrificiode García Lorca no sirvió de nada porque Dalí siguió sin ceder, en especial durante la segunda estancia del poeta en Cadaqués, en 1927, como después haría público en una soez entrevista con Max Aub. El pintor surrealista, sin embargo, se sabe atractivo a los ojos del poeta y juega varias veces con las referencias sexuales. Lo practica incluso en una carta de principios de septiembre de 1928 en el contexto de una dura crítica literaria que el pintor hace a Lorca sobre su reciénRomancero gitano (ver despiece). Algunos estudiosos quisieron ver en esa misiva el inicio del final de la relación. “No hubo ruptura sino distanciamiento”, apunta Fernández, quien recuerda que hay correspondencia posterior y cita una carta en la que Lorca se ríe del pequeño timo que un Dalí necesitado de dinero intentó perpetrar contra los padres del poeta bajo el pretexto de que aún no había cobrado como escenógrafo de la obra de su hijo Mariana Pineda. El distanciamiento sería aprovechado por Luis Buñuel, a su modo celoso, que va haciendo “una labor de zapa en esa relación”; el cineasta, hasta entonces con escaso eco intelectual y popular, acabaría realizando con Dalí el guion de Un perro andaluz, título en el que Lorca siempre se sintió aludido. El mecanicismo, las películas de Buster Keaton, recomendaciones literarias de todo tipo (con referencias a Joyce incluidas) y explicaciones de cómo van sus respectivas obras, algunas comunes, van desfilando por las páginas de la correspondencia, que Fernández ha trufado con algún inédito, como un dibujo que el propio Dalí pidió que se llamaraLorca Dalí (1926), o una hoja de carta de la finca de Coco Chanel, donde se hospedó Dalí, de 1938, y en la que el artista dibujó una cabeza del ya asesinado García Lorca. “El poeta empezó a aparecer en dibujos suyos tras su muerte”, explica Fernández. Defiende el compilador que Dalí tuvo una época lorquiana que dio frutos en doble sentido. En Lorca: una Oda a Salvador Dalí, publicada en laRevista de Occidente (y en apéndice en el libro): “Lorca no hizo nada así por nadie más”; Dalí, por su parte, habría reflejado al granadino en las pinturas La academia neocubista y en La miel es más dulce que la sangre, este último un cuadro en paradero desconocido pero del que el libro recoge un esbozo. Como obra en común quedará la pieza teatralMariana Pineda, con figurines del pintor. A Dalí le quedó la sensación de que podía haber evitado quizá la muerte de Federico. “Creía que no insistió lo suficiente para que le acompañara a Italia en 1936”. Cuando murió su esposa Gala, en 1982, Dalí se enrocó mentalmente y viajó a su juventud en la Residencia de Estudiantes, donde en 1923 conoció a Lorca y a Buñuel. En los huesos, negándose a comer, con 34 kilos, una de las enfermeras que atendió a Dalí en ese final dijo que en todo ese tiempo sólo le entendió una frase: “Mi amigo Lorca”.

Fuente: CARLES GELI Barcelona 17 JUN 2013

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