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A fala se pone de moda

En el bar D’Angil, al lado del ‘Os Arcus’ y a un paseo del ‘O bellu fornu’, el camarero charla con tres clientes en una lengua que de primeras suena a gallego, y en los baños para hombres, entre desconchones típicos, hay dos pintadas: ‘Galiza ceive’ (Galicia libre) dice una y ‘Xálima ceive’ la otra. Nada nuevo bajo el sol si no fuera porque Galicia queda a 350 kilómetros y el Valle de Xálima es Extremadura. «¡Jose! Un zumo de naranya y un café con leiti», pide desde una mesa el hombre que acaba de entrar. El pueblo es lo suficientemente pequeño como para que todos sepan que es Máximo, el alcalde. De apellido, Gaspar. 76 años. Socialista de verbo fluido. Su despacho es austero. En una de las paredes una foto: él posando junto a un grupo de gente con la bandera gallega a los pies. Y a su espalda, en la estantería, a un lado cerámica extremeña y al otro un cartel con letras blancas en estilo celta: ‘Muestra de Folclore Galego’. «Ahí has topado con la Iglesia, compañero», dice Jose Manuel González, tras la barra del D’Angil (bar de Ángel). «Somos extremeños, ni yo ni nadie aquí te dirá que se siente gallego». «Extremeños de pura cepa aunque nos encante hablar con los gallegos», añade Ignacio Bellanco, cliente. Y el alcalde, las manos sobre la madera buena de su ordenada mesa oficial, lo ratifica: «Nos va bien con los gallegos, pero somos extremeños cien por cien». Todo sucede en la plaza mayor de San Martín de Trevejo (883 vecinos), territorio de A Fala. A decir de cualquier lugareño, Sa Martín de Trevellu, «ondi se fala mañegu». A doce kilómetros está Valverde del Fresno (Valverdi do Fresnu, 2.426 habitantes), donde se expresan en ‘valverdeiru’. Y a cinco, Eljas (As Ellas, 973 residentes), el pueblo del ‘lagarteiru’. «A Fala, que yo prefiero llamar Xalimegu, es una lengua con tres hablas: mañegu, valverdeiru y lagarteiru», resume Antonio Corredera, miembro de A Nosa Fala, la asociación nacida para darle un empujón a esta lengua extremeña que admiran en Galicia. Y a decir de su presidente, lo están consiguiendo, porque no dan abasto para atender tanto interés por una lengua con nueve siglos de historia que solo se emplea en esta esquina del mapa cacereño pegada a Portugal, en el Valle de Xálima, en la frondosa sierra de Gata. En Cilleros, en Hoyos o en Acebo, que están al lado, nadie la habla. Pero en Valverde del Fresno, San Martín de Trevejo y Eljas no se oye otra cosa si no hay un forastero de por medio. ‘Falan’ los paisanos entre ellos con rotunda naturalidad todos, lo mismo críos que abuelos. Aunque no hay unanimidad entre los lingüistas, la tesis más aceptada es que procede del galaico-portugués y tiene influencias del astur-leonés. Tras la Reconquista, esta zona se repobló con gente de municipios orensanos, zamoranos y leoneses. Eso y la proximidad física, emocional y económica a Portugal incluidos los tiempos del estraperlo y el contrabando ayudó a configurar una lengua propia, que se ciñe a esos tres municipios y que tiene ligeras variantes en cada uno de ellos. Todo esto lo sabían algunos pocos lingüistas, pero hasta los noventa, la existencia de A Fala apenas era conocida mucho más allá de ‘os tres lugaris’. A principios de ese año, Anton Reixa (vocalista del grupo ‘Os Resentidos’, cineasta y presentador de televisión) llevó a Tomás Fernández, un camionero y maderero de Valverde del Fresno, a ‘Galicia sitio distinto’, el programa que tenía en la televisión pública gallega. Aquella entrevista a un extremeño que hablaba como un gallego fue la semilla de la que empezó a brotar el interés por esa extraña lengua minoritaria del norte de Cáceres. «Un descubrimiento» «Para los gallegos, fue un descubrimiento encontrar un sitio en Extremadura en el que se hablaba el gallego del siglo XII», reflexiona Francisco José Antúnez, encargado de relaciones con la prensa en A Nosa Fala, que está dando sus primeros pasos. Un mes después de su presentación en sociedad, tiene cuarenta socios -pagan diez euros al año- y el buzón de correo electrónico saturado. «Se nos amontonan las peticiones de información de lingüistas y medios de comunicación», asegura Carlos Márquez, presidente del colectivo. Aunque entre los tres pueblos no llegan a los 4.200 vecinos, él calcula que A Fala la hablan «unas doce mil personas, contando a los que emigraron, la mayoría al norte de España y a Francia».
Bar D'Angil (bar de Ángel en mañegu), en la Plaza Mayor de San Martín de Trevejo Bar D'Angil (bar de Ángel en mañegu), en la Plaza Mayor de San Martín de Trevejo / ANDY SOLÉ Valga como ejemplo el alcalde, Máximo Gaspar, que de chaval cruzaba la frontera en burro para llevar aceite y traerse café, tela o hilos y que ya crecido, se fue a trabajar de carpintero a Orleans (Francia). Trece años después volvió a San Martín, donde algunas calles empedradas suenan al agua fresca que las recorre y todas tienen dos nombres. «Es que estaban teníamos aquí representados a todos los generales franquistas, desde Queipo de Llano a Millán Astray, además de la OJE, el Movimiento Nacional y el Frente de Juventudes», cuenta el alcalde que le dio la vuelta al callejero local. Instaló señales nuevas y en todas aparece primero el nombre en A Fala y luego en castellano. Pasa lo mismo en Valverde del Fresno. En Eljas han ido más allá y la mayoría de las placas solo tienen el nombre en ‘lagarteiru’. En esto de las calles, echó una mano Domingo Frades (77 años), reconocido por sus vecinos como la mayor eminencia extremeña en A Fala. Y también por la Real Academia Galega, que le nombró académico de número. Suyo es ‘Vamus a falal. Notas pa conocel y platical en nosa fala’ (Editora Regional de Extremadura). «Es como una pequeña gramática de nuestra lengua, ">, me la han fusilado varias veces, pero ahora ya da igual porque está en Internet, la ha subido la gente de Adisgata». La Asociación para el Desarrollo Integran de la Sierra de Gata incluyó la lengua de los tres pueblos entre sus ejes para el desarrollo de la comarca. Fruto de ello son los trece relatos en A Fala escritos el año pasado por alumnos del IES Valle de Xálima, al que van los escolares de las tres localidades. Básicamente, esos textos de lectura entretenida recogen historias que les contaron sus abuelos y que tratan sobre costumbres, leyendas o personajes de la zona. Todo suma en la tarea de divulgar la lengua propia, opina el presidente de A Nosa Fala. Pero esa iniciativa en concreto tiene un significado especial. «Escribir es la asignatura pendiente, mejor dicho, es una asignatura muy pendiente», admite Márquez. «Para la mayoría amplía, resulta más cómodo escribir en castellano, porque además, es la lengua en la que hay que escribir en el colegio». Para tratar de darle la vuelta a la situación, se han desarrollado iniciativas como las clases que varios profesores del IES Valle de Xálima que dominan A Fala impartieron a sus colegas no ‘falantes’, en el CPR (Centro de Profesores y Recursos) de Hoyos. O ‘A Fala en la escuela’, el proyecto que se desarrolló hace más de una década, patrocinado por la administración regional y que permitió, entre otras cosas, que los escolares conocieran ‘Vamus a falal’, el libro de Domingo Frades. «La Junta de Extremadura dice el experto, que siguió yendo a las reuniones de la Academia Galega mientras la salud se lo permitió siempre se portó bien con nosotros». En el año 1999, el gobierno regional organizó el único congreso que se ha celebrado sobre A Fala, con lingüistas de España y Portugal, entre ellos Alonso Zamora Vicente. Dos años más tarde, protegió este patrimonio inmaterial declarándolo BIC (Bien de Interés Cultural). Y cuando alguien escriba la historia reciente de esta lengua, reseñará la polémica del año 2006, con el cruce de declaraciones en torno a la galleguidad o extremeñidad de A Fala protagonizado por Anxo Quintana (BNG, entonces vicepresidente de la Xunta) de un lado y Rodríguez Ibarra e Ignacio Sánchez Amor del otro. Han pasado ocho años desde aquello. Ahora, A Fala ha saltado a las redes sociales. «Con la gente del pueblo, yo la uso hasta en Facebook», dice Tamara Flores (27 años, filóloga que habla castellano, inglés, francés y algo de italiano y portugués). El WhatsApp de su teléfono móvil demuestra que también domina la primera lengua que aprendió en su vida, el ‘mañegu’. En el recreo del instituto Eso mismo, teclear en A Fala, hacen a diario Sergio y Andrés, adolescentes valverdeños que esperan la hora de comer en la plaza mayor de Eljas. Como el español lo han aprendido en el colegio y no en casa, igual que sus padres y sus abuelos, uno y otro hablan un castellano más propio de Valladolid que de Extremadura. «En el instituto, las clases son en castellano, pero en el recreo, entre nosotros, hablamos A Fala», comenta Andrés. «Aunque somos de pueblos diferentes y en cada uno se habla A Fala de una manera distinta, no tenemos problemas para entendernos», apunta Sergio. «El ‘valverdeiru’ está más castellanizado y más influenciado por el portugués, y en Eljas es donde conservan más palabras originales», dice Carlos Sánchez mientras limpia una de las mesas del bar Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento de San Martín de Trevejo. El alcalde le ha oído y discrepa. «No es verdad eso», tercia Máximo Gaspar antes de pararse a mitad de la calle y señalar a su derecha. «Esa puerta de ahí es una bodega, y nosotros le decimos boiga, y al médico le llamamos meco, mientras que en Eljas, a la bodega le dicen bodega y al médico le dicen médico». «A Fala tiene mucho del gallego y muy poco del portugués, y la prueba es que nosotros, cuando hablamos con los gallegos, no tenemos que cambiar ni una coma ni un punto, mientras que con los portugueses nos cuesta entendernos», apunta el alcalde, que está encantado con el nacimiento de la nueva asociación. «Antes había otra, llamada Fala i Cultura, y antes aún hubo otra gallega, se llamaba Galego No Exterior, en la que participábamos nosotros, pero Fraga nos quitó las subvenciones». El testigo de esos dos colectivos es el que ha recogido A Nosa Fala, donde se trabaja con brío. La reunión del pasado lunes terminó cerca de las once de la noche, cuenta Carlos Márquez, el presidente y «probablemente, el más joven de la asociación», según detalla él mismo. «Cuando se muere gente mayor, se pierden palabras, lo mismo que cuando van desapareciendo oficios, y entre la gente de aquí había inquietud por hacer algo por nuestra lengua, un interés que derivó en una serie de reuniones de trabajo y más tarde en el nacimiento de A Nosa Fala». Así se gestó el nuevo colectivo, según cuenta Francisco José Antúnez, que trabaja en el ayuntamiento de Valverde del Fresno. «El peligro acecha» Él es uno de los que conoce a John Pearson, estadounidense de California que pasa temporadas en el Valle de Xálima porque está preparando una edición de la Biblia en A Fala, por encargo de la Sociedad Bíblica. Su presencia en la zona es otro detalle que ilustra sobre el momento especial que vive este islote lingüístico extremeño formado por tres pueblos. La primera visita a cualquiera de ellos es un choque cultural que empieza a vivirse desde el coche. ‘Eljas. As Ellas. Benvindus’ dice el cartel a la entrada del pueblo. Justo a sus pies, un panel arañado por el tiempo explica la historia de la «lengua vernácula». «A Fala se lee en ese expositor para turistasse ha conservado durante siglos, probablemente debido al aislamiento geográfico de la zona. Esta hipótesis la avala el hecho de que la propia existencia de ‘A Fala’ era, hasta no hace mucho tiempo, desconocida incluso por los propios extremeños». Unas líneas más adelante, se lanza una advertencia. «El peligro acecha y es de tal magnitud que si no se adoptan pronto medidas para frenar su deterioro, A Fala, de forma irremisible, irá perdiendo paulatinamente su identidad hasta desaparecer por completo en un periodo de tiempo impredecible, aunque tal vez no muy lejano». No es tan negativa la visión en A Nosa Fala. «Yo diría que nuestra lengua goza de buena salud, está muy viva», afirma el presidente, que cada mañana lleva al colegio a su hija de trece años. «Adiós Taita», le dice la cría al despedirse. Lo cuenta y en la boca se le dibuja a Carlos Márquez una mueca de emoción. «Es que si hay algo que distingue a A Fala no es de dónde procede, sino lo que la queremos. Se mantiene porque la amamos. Es nuestro tesoro».

Fuente: El Periódico Extremadura

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