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«Esta bomba no explotará». Este sucinto mensaje en portugués apareció escrito en un papel en el interior de una bomba lanzada contra tropas del Frente Popular en Extremadura, durante la ‘incivil’ guerra española. Desde que el escritor José Saramago tuvo noticia de esta leyenda de un fabricante de bombas tan bondadoso como para sabotear sus mortíferas manufacturas, comenzó a latir en su mente una historia que maduró durante años y que solo la muerte le impediría concluir. Se titula ‘Alabardas’, llega inconclusa al lector mañana miércoles y es una reflexión sobre la industria y el tráfico de armas que Alfaguara publica cuatro años después de la muerte del Premio Nobel de Literatura portugués. «Con ‘Alabardas’ acaba la obra del hombre que no quiso morir sin haberlo dicho todo», apunta Pilar del Río, viuda del escritor, su albacea literaria y responsable de la Fundación Saramago en Lisboa. Asegura la periodista española que no es «una novela sobre la guerra» y sí «un canto al activismo de quienes quieren cambiar lo establecido, lo que se asume como inevitable». Ilustrada con estremecedores grabados alusivos a los horrores bélicos de otro premio Nobel, el alemán Günter Grass, el relato inacabado de Saramago se completa con textos del italiano Roberto Saviano, autor de ‘Gomorra’, y del poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera. ‘Alabardas’ narra la historia de Artur Paz Semedo, un gris trabajador de una fábrica de armamento ligero y municiones fascinado por las piezas de artillería. Felicia, la mujer que fue su esposa y lo abandonó, de fuerte carácter, inteligente y pacifista militante, le incitará a emprender una investigación en su propia empresa. Tres capítulos José Saramago, que se preguntó siempre por qué jamás hay huelgas en la industria armamentística, dejó escritos apenas tres capítulos de lo que se ha convertido en su novela póstuma. Esbozó el nudo argumental, perfiló a los dos protagonistas y planteó nuevas preguntas en su permanente y comprometida vocación de agitar conciencias. Era muy consciente de que sería su última ficción, de que la enfermedad que le alejó del ordenador durante ocho meses tras iniciarla le impediría culminar este desafío narrativo. «A este paso tal vez haya libro en 2020», ironizó en su cuaderno en diciembre de 2009, sabedor de que la implacable cuenta atrás estaba en marcha. «Corregí los tres primeros capítulos (es increíble cómo lo que parecía bien lo ha dejado de ser) y aquí hago promesa de trabajar en el nuevo libro con mayor asiduidad. Saldrá al público el próximo año si la vida no me falta», había escrito en el mismo cuaderno en octubre. Llego a anticipar la frase final, «un sonoro ‘Vete a a la mierda’» proferido por la mujer de Artur Paz y que para Saramago era «un remate ejemplar». La evolución del pensamiento del protagonista sirve para reflexionar sobre el lado más sucio de la política internacional, un mundo de intereses ocultos que subyace en la mayor parte de los conflictos bélicos del siglo XX. Abunda en el debate sobre la carrera armamentística y sus fatales consecuencias en un mundo incendiado de nuevo por confrontaciones bélicas un siglo después de la Primera Guerra Mundial. También sirve de inspiración para que Fernando Gómez Aguilera y Roberto Saviano den continuidad a estas páginas y ofrezcan su particular visión sobre las cuestiones que se plantean en la fábula que el laureado escritor portugués quiso titular ‘Alabardadas, alabardas. Espingardas, espingardas’, frase de una tragicomedia de Gil Vicente, ‘Exortaçao de guerra’, escrita hace cinco siglos. Para Roberto Saviano, estas páginas póstumas de Saramago son «una orquesta de revelaciones» y «un manual de traducción de sonidos, percepciones e indignaciones». De «un Saramago en estado puro hasta la última de sus letras» habla Fernando López Aguilera. Elogia unas palabras «que no pudieron ser escritas en el lugar al que la voluntad las había destinado, pero que aún hoy resuenan desde la libertad de su poderosa conciencia incómoda, irremplazable». José Saramago (Azinhaga 1922- Lanzarote 2010) fue uno de los escritores portugueses más conocidos y universalmente apreciados en la segunda mitad del siglo XX. La academia sueca le concedió el Nobel de Literatura en 1998 por un carrera que comenzó muy tarde y en la que figuran títulos tan esenciales como ‘El año de la muerte de Ricardo Reis’, ‘El evangelio según Jesucristo’, ‘Memorial del convento’, ‘La balsa de piedra’, ‘Ensayo sobre la ceguera’, ‘Claraboya’ o ‘Caín’, la última novela que Saramago vería publicada en vida y que establece un fuerte nexo con ‘Alabardas’.

Fuente: HOY

El Círculo de Bellas Artes de Madrid acoge la exposición «Palabra por palabra», una amplia muestra de 90 ejemplares entre ediciones bíblicas sefardíes y libros con textos de la Biblia en ladino. Datados cronológicamente de 1553 a 1946, los ejemplares que se exponen del 18 de septiembre al 26 de octubre, fueron impresos en Ámsterdam, Constantinopla, Esmirna, Jerusalén, Londres, Pisa, Salónica, Venecia, o Viena, entre otros. Estas ediciones de la Biblia en ladino tuvieron una enorme importancia y trascendencia religiosa, social, cultural, lingüística y folclórica en la vida y en el desarrollo de las comunidades sefardíes. Piezas destacadas y curiosas entre las que se encuentran algunas de las ediciones más inusuales que Uriel Macías, el comisario de la exposición ha ido adquiriendo a lo largo de 30 años. «Son libros difíciles de encontrar, y más en España, donde es raro ver libros con letras en ladino en bibliotecas. Algunas ediciones son ejemplares únicos e incompletos», explica Macías, que ha convertido su colección personal en la mayor exposición monográfica de biblias sefardíes organizada hasta el momento.
Entre las joyas –expuestas en vitrinas junto a paneles explicativos– se encuentran algunos fragmentos de la «Biblia de Ferrara» (1553), primera edición de la Biblia en lengua española. «Es curioso porque son pedazos de hojas algo mal conservados que sirvieron de relleno de la encuadernación de otro libro, cuyo título y procedencia desconozco», explica el comisario. También destaca un glosario publicado en Venecia en 1617, el «Hésec Selomó», cuya particularidad es su organización no alfabéticamente sino en el orden en el que aparecen las palabras en la Biblia. «O bien se sabía en qué parte del glosario se encontraban las palabras que les interesaba buscar o se trata de un material de consulta a medida que iban leyendo la Biblia», deduce Uriel Macías. Aunque algunas destaquen más que otras por su antigüedad, el comisario considera importantes cada una de las piezas entre las que también se encuentran la primera edición aljamiada completa de la Biblia en ladino, impresa por primera vez en Constantinopla entre 1739 y 1745 o el volumen del «Mean Loez», un comentario bíblico sefardí en judeoespañol correspondiente a «Rut», escrito por Refael Yishac Meir Benveniste en Salónica en 1882.
Escasas ilustraciones Otra de las curiosidades de estas piezas son las pocas ilustraciones con las que cuentan, en ocasiones tan sólo en la portada o en la página siguiente. «En el judaísmo estaba prohibida la representación de Dios en imágenes y había una tendencia iconofóbica hacia las representaciones humanas aunque estuviesen permitidas», justifica Uriel Macías. «También hay que tener en cuenta el factor económico; realizar grabados en los siglos XVI, XVII y XVIII encarecía los costes de producción y se imprimían pocas ediciones». Los ejemplares de Biblias sefardíes en ladino han sobrevivido el paso del tiempo y convivirán en esta exposición con los nuevos recursos digitales. Los visitantes podrán disfrutar también de las versiones grabadas en audio de los libros de «Rut» y el «Cantar de los Cantares» por uno de los pocos rabinos que quedan en el mundo que saben a la perfección cantar y recitar en ladino como se aprendía en las sinagogas y comunidades sefardíes de entonces.

Fuente: ABC

Cada tres o cuatro años, Luis Landero (Alburquerque, 1948) regala al mundo una obra maestra, una visión tierna, ácida y penetrante de la sociedad contemporánea. Lo suyo no es contar por contar, es lírica de combate. Sanz Villanueva comparó su prosa con la del Thomas Mann de La montaña mágica por el modo certero en que aúna pensamiento y narración. Ahora, a sus 66 años, este Premio Nacional de Literatura, Premio de la Crítica, Premio Extremadura de Creación, Premio de narrativa Arzobispo Juan de San Clemente, Medalla de Extremadura 2005, se asoma al balcón de su memoria y nos entrega una nueva maravilla literaria. El balcón en invierno, un libro, según sus propias palabras, «escrito desde el corazón, en el que el ‘yo’ tiene un aire discreto porque he intentado que mi yo no se note demasiado». –A su última novela usted la llama «deshilvanada y verdadera historia de recuerdos» pero, ¿no es esa, en mayor o menor medida, la constante de toda su literatura? –No, El balcón en invierno es una novela de hechos verídicos, donde no interviene la ficción, y las otras, aunque inspiradas en experiencias obsesivas, se abren siempre hacia la invención, la fantasía… En El balcón no he tenido que inventar nada. En las otras novelas, el motor de arranque está siempre en mi pasado, pero a partir de ahí, los añadidos imaginarios lo son casi todo. Pero, de cualquier forma, quizá tienes razón, son formas distintas de contar una misma cosa: las más profundas experiencias de la vida. Es como la vigilia y el sueño: lo que vives de día aparece deformado en los sueños, pero a veces los sueños cuentan la vida con más hondura y verdad que la vigilia.

Fuente: HOY

El presidente de la diputación, Valentín Cortés, inaugiró el pasado jueves la exposición 'Wô', con la que José María Pagador, columnista de este diario, conmemora 45 años de periodismo. Se puede visitar hasta el 30 de septiembre.

Fuente:  El Periódico Extremadura.

La ampliación pendiente del centro de artes visuales Helga de Alvear ya tiene los primeros números sobre la mesa. Una inversión de 10 millones de euros hasta 2017 permitirá afrontar la segunda fase de las obras, un paso decisivo para que la colección de la prestigiosa galerista alemana pueda ser visitada al completo por los cacereños y los turistas que pasan por la ciudad. Los datos iniciales los aportó ayer el presidente extremeño, José Antonio Monago, tras la firma de un convenio que hará posible el proyecto y en el que también participan la Fundación Helga de Alvear y la Universidad de Extremadura. Se construirá un edificio de nueva planta que se situará en la fachada posterior del centro actual, con acceso por la Plaza Marrón. Además de ganar espacio expositivo dispondrá de auditorio, centro de documentación y un área de servicios educativos.
Maqueta inicial del centro de artes visuales. Cinco millones de euros en tres años. Ese es el compromiso que adquiere la Junta de Extremadura. Al mismo se suma la aportación de otros cinco millones más de la propia Helga de Alvear, según confirmó el presidente Monago, que agradece la colaboración de la Universidad de Extremadura y de la coleccionista al haber facilitado el suelo de su propiedad que hará posible acometer esta ampliación. En su momento, se estimó que el coste de la misma rondaría los 14 millones de euros sobre un espacio total de 7.000 metros cuadrados. En el borrador de presupuestos de la comunidad extremeña de 2014 ya aparece una partida de un millón de euros como «aportación específica del Gobierno de Extremadura como inversión para obra, destinada a financiar el proyecto de ampliación del centro de artes visuales». La iniciativa de la Consejería de Cultura y Helga de Alvear logra que la colección de la galerista «pase a ser propiedad de la Fundación Helga de Alvear y, por tanto, de todos los extremeños», recalca el propio Ejecutivo extremeño. «Muchos espacios culturales de Europa suspirarían por acoger la colección de Helga», remarcó José Antonio Monago en la presentación del proyecto . De hecho, el presidente regional llegó a comparar el impacto que tendrá la consolidación de este espacio cultural para Cáceres con el que tuvo la apertura del Guggenheim para Bilbao. «El centro de artes visuales se ha convertido en una referencia internacional. Va a haber un impulso», incidió Monago antes de subrayar que esta «apuesta» por la capital cacereña la situará en el mapa del arte contemporáneo de una manera significativa. No hubo maquetas, ni planos, ni grandes avances sobre esa segunda fase del centro ubicado en la Casa Grande. Fue un anuncio y poco más. Monago, al menos, admite que la previsión es que la ampliación esté concluida en 2017. Menos concreta fue la consejera de Cultura. Trinidad Nogales no habló de fechas. Se limitó a incidir en que la firma del convenio abre el camino, que ya tenía un programa «muy avanzado».«En su momento se verá el proyecto definitivo», indicó. Vinculada a Cáceres Se sabe que la ampliación dejará nuevas dotaciones culturales para disfrute de los cacereños, entre otras, un auditorio, un centro de documentación y un área educativa. También habrá un itinerario peatonal y, lo más importante, las obras que hasta hoy no han podido exponerse por limitaciones de espacio pasará a formar parte de una de las propuestas culturales más ambiciosas. «La colección quedará vinculada de manera indisoluble a Cáceres», se alegra la alcaldesa, Elena Nevado. Helga de Alvear asume que era «necesario» ampliar la sede de la fundación. En cuatro años, recuerda, se han podido ver «casi un millar de obras de arte, pero solo es la tercera parte». Tan emocionados estaban los protagonistas tras la firma del convenio que el recurso a las comparaciones se multiplicó. El rector de la Universidad de Extremadura, Segundo Píriz, dijo que igual que hubo un antes y después de 1973 en Extremadura, por la creación de la Universidad, habrá un antes y después de la Fundación Helga de Alvear. El presidente Monago fue aún más lejos. Si Soledad Lorenzo ha sido portada en la prensa nacional tras donar 350 obras al Museo Reina Sofía, vino a decir, Helga de Alvear «debería tener 10 portadas más».

 

Fuente: HOY

Su novela más conocida fue llevada al cine en la magistral película de Víctor Erice Ahora, a la hora de la muerte de Adelaida García Morales, que falleció el lunes en Dos Hermanas (Sevilla) conviene afirmar que no es desdoro que uno pase a la historia de la literatura como la autora, sobre todo, de un solo libro. Lo que sucede es que el caso de Adelaida es un poco sangrante, sobre todo porque fue mujer de obra dilatada y que, no conviene engañarse, adquirió fama y cierta fortuna con «El Sur y Bene». Nacida en Badajoz en 1945, se trasladó a estudiar a Madrid donde se licenció en Filosofía. Mujer del cineasta Víctor Erice, a éste se debe que aquella novelita tenue que Adelaida García Morales publicó en 1985 se convirtiera en obra referente de la España nueva que miraba hacia el psado con cierta hondura arcádica. García Morales, que antes de «El Sur» había ya publicado «Archipiélago», se convirtió en autora de culto con «El Sur» y creo que fue cierto descubrimiento de la intimidad, algo raro en aquellos años lo que hizo que García Morales mejor dicho, «El Sur», se convirtiera en emblemática. García Morales publicó después más de 10 libros, el último, «Una historia perversa», en 2001. Dio igual. A pesar de que su obra evolucionó al igual que el país, «El Sur» había fijado una época, consolidada ya digo, por la película de Erice y la posterior obra de García Morales no llegó nunca a las cotas de culto que había logrado con aquel pequeño texto. Tengo para mí que «El Sur», a pesar de su belleza, es obra propensa de un tiempo determinado, es obra propensa a congelar actitudes y la España posterior sobre todo en la novela escrita por mujeres, abandonó esa temática, si es que alguna vez la tuvo, y ahondó en otras problemáticas, no necesariamente sociales. Sin embargo «El Sur» siempre quedará como una novela que llegó a construir algo muy difícil, creó en cierta manera el imaginario de una niña de la posguerra y por eso mismo se convirtió en novela de culto para una generación. El problema, quizá, estribe y eso es una lección para la literatura, que uno debe ser incluso un poco traidor a su generación porque de no ser así ésta se lo hace pagar con mayores. En cierta ocasión Adelaida García Morales dijo que escribía para la memoria, nunca para publicar. De ahí ese lado fascinante y secreto que sus obras poseen. De ahí también que con la niña de «El Sur» ese secreto se convirtiera en el de toda una generación de mujeres cuyo origen no era el de la clase media urbana. Adelaida, la escritora de «El Sur». Está bien, Es justo.

Fuente: HOY

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