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Sánchez-Adalid: «"El código da Vinci" ha hecho mucho daño a la nueva novela histórica española»

«"El Código Da Vinci" ha hecho mucho daño a la nueva novela histórica españoñla», asegura Jesús Sánchez-Adalid, autor que acaba de publicar su decimocuarta novela, «Treinta doblones de oro» (Ediciones B), y que desde su debut literario, en 2000, ha vendido millón y medio de ejemplares. Estas cifras y varios premios cosechados en década y media (como el Fernando Lara en 2007, El Alfonso X el Sabio en 2012 y el premio Internacional de Novela Histórica de Zaragoza 2013) le otorgan cierta autoridad para investirse en abanderado de este género, en su opinión, devaluado en nuestro país. «A la nueva novela histórica se le han pegado géneros bastardos»
«La novela histórica es un género maldito en España», manifiesta mientras caminamos por las calles de Mequinez (Marruecos), donde se desarrolla el argumento de su última novela, que gira alrededor de dos ejes: la crisis que sufrió España a finales del siglo XVII y el cautiverio y posterior rescate del Cristo de Medinaceli, apresado por el sultán Mulay Ismail y trasladado a esta ciudad marroquí, capital imperial durante su reinado, entre 1672 y 1727. «Los críticos están formados en un realismo social que actualmente ya no tiene sentido -hoy ya todo es realidad-, y odian los géneros nuevos», se lamenta Sánchez-Adalid. «La lectores quieren evasión, no lo que cuentan los periódicos»,. El escritor extremeño considera que uno de los lastres que arrastra la nueva novela histórica española, que comenzó a emerger a finales de los años 90 capitaneada por Arturo Pérez Reverte, «es que se le han pegado géneros bastardos, historia novelada o novela de ambientacion histórica. Se necesita novela histórica seria, de calidad y con contenido», asevera. Y apunta que algo que elevaría a este género al lugar que le corresponde sería la concesión «de un Premio Nacional». Algo que hoy por hoy ve «imposible. Sin embargo si se ha concedido el Nobel de Literatura a varios escritores de novela histórica», reflexiona.
El enigma del Cristo de Medinaceli Mientras el género evoluciona y se reproduce, Jesús Sánchez-Adalid (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1962) continúa alumbrando novelas, la última «Treinta doblones de oro». El argumento surgió el día que el escritor, camino de Barcelona, decidió hacer un alto en el camino y detenerse en Medinaceli. Subió a la zona alta de la ciudad y, como era menester, preguntó por su relación con la famosa imagen que cada viernes se visita religiosamente en la Basílica de Nuestro Padre de Jesús deMedinaceli, en Madrid. «No tiene ninguna», recuerda que le espetaron algunos vecinos de la localidad soriana, mostrando un cierto hartazgo ante pregunta tan recurrente. Esta decepción -o frustración-, encendieron en este «cura de pueblo», como le gusta definirse con orgullo (la vocación le llegó ya frisada la treintena tras ejercer dos años como juez -no busquen relación causa-efecto «porque no la hay», nos asegura-), una fuerte curiosidad sobre esta imagen. En la novela, además de descubrir la fascinante y dolorosa historia del Cristo de Medinaceli, el autor se sumerge en la decadencia sufrida por España a finales del siglo XVII, consecuencia de los años de excesos anteriores. Durante varios meses Sánchez-Adalid investigó en diversas fuentes, principalmente en los archivos de la Orden de los Trinitarios, que fueron los que rescataron la imagen pero también a miles de cautivos (ese fue el objetivo desde su constitución como orden), capturados por los musulmanes.
De la opulencia a la decadencia Fue el sultán Mulay Ismail quien hizo de esta práctica su principal fuente de ingresos para mantener un imperio instalado durante algo más de medio siglo en la ciudad de Mequinez (conocida también como Meknes). Así lo atestiguan los escritos de Francisco de Sandoval y Roxas, que participó en la «redención» (o rescate) en enero de 1682 del Cristo de Medinaceli, en cuya crónica, «Aviso verdadero», relató el cautiverio de 250 soldados y 45 mujeres niños, «y lo que más tenemos que llorar y sentir es no sé cómo llegar a declarar lo que mis jos vieron, sin perder la vida a manos del dolo) aver visto al Sagrado Retrato de Jesús Nazareno por segunda vez entregado a moros y judíos».
La novela está protagonizada por una familia sevillana apresada en Mequinez
Sánchez-Adalid ha contextualizado las circunstancias de este hecho y se ha sumergido en las vicisitudes por la que atravesaba España en la segunda mitad del siglo XVII, «donde se pasó de la opulencia por las riquezas procedentes del Nuevo Mundo al desastre económico, con la devaluaciónde la moneda, la llegada de la peste...», entre otros males que golpearon a nuestro país. Será una familia sevillana la que vivirá en propia piel, en «Treinta doblones de oro», algunas de esas desgracias. Desgracias que narra en primera persona su contable Cayetano. Arruinados tras haber perdido todas sus pertenencias en una fallida inversión en la Indiaspartirán todos en busca de un destino mejor. En su fatigoso y accidentado viaje, se verán obligados a hacer escala en la fortaleza de La Memora, en el norte de África, que asediada por el ejército de Mulay Ismail, cederá sus armas y dejará su destino en manos del sultán, que los llevará presos a Mequinez, también a las imágenes religiosas que había en la fortaleza española, a la espera de recibir un rescate por cada uno de ellos. Celebración de Santa Teresa de Jesús
Con 1.5 millones de libros vendidos desde su debut en 2000, Jesús Sánchez-Adalid tiene ya una nueva novela entre manos cuyo argumento girará alrededor de Santa Teresa de Jesús. Se trata de un encargo de la Comisión de V Centenario del nacimiento de la religiosa, cuyos actos comenzarán en otoño de 2014. El escritor, que reivindica la importancia de la nueva novela histórica española, situará la acción en esta ocasión en Toledo, aunque, de momento, prefiere no desvelar más.
Otro de los proyectos, ya en marcha, del escritor es su colaboración con la Universidad de Granada. La colaboración consiste en que dos de sus novelas, «El mozárabe» y «El camino del mozárabe», son utilizadas como textos «complementarios» en la formación de los alumnos. «Esta es una práctica que ya se hace en otros países», indica Sánchez-Adalid.

 

Fuente: HOY

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