En su laboratorio, en Madrid, trabaja rodeada de mujeres. «El 90% somos chicas y hay un chico más el jefe», cuenta Marta Navarrete (Badajoz, 1980) para resumir el ambiente que predomina en los centros de investigación. Ella fue una de las ganadoras el año pasado de un reconocimiento denominado 'Premio L'Oreal For women in science' promovido por la Unesco y en el que se firmó un manifiesto para dar visibilidad a la mujer en el mundo de la ciencia, señal de que hay aspectos que cambiar en su profesión.
ALGUNOS DATOS
Personales: Nació en Salvaleón el 12 de septiembre de 1980 y es la más pequeña de cuatro hermanos (dos chicos y dos chicas), uno de los cuales también es científico. Está casada y tiene una hija de tres años y un hijo de dos años.
Académicos: Estudió en el colegio Luis Chamizo de Salvaleón y después en el instituto Bárbara de Braganza de Badajoz. A continuación se licenció en Química en la Universidad de Extremadura (2004) y es doctora en Neurociencias por la Universidad Autónoma de Madrid (2009).
Profesionales: Actualmente trabaja en Madrid, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El año pasado recibió el IV Premio Olympus de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC) para jóvenes investigadores.
Primero química por vocación y a continuación neurocientífica por curiosidad, Marta Navarrete explora el cerebro, el cual considera «la máquina más potente del mundo, un circuito imposible de saber cómo funciona debido a lo complejo que es». Preguntada sobre qué hay de cierto en la diferencia entre el cerebro de hombres y mujeres concluye que ninguna, «solo las diferentes formas de traducir las señales, aunque yo estoy en el grupo que piensa que las mujeres somos más inteligentes (se ríe)», dice bromeando.
Lo que sí ha comprobado es que ser mujer y científica es duro, aunque está convencida de que con el tiempo ellas irán ocupando puestos de mayor responsabilidad poco a poco. «En ciencia se requiere una pasión y dedicación del cien por cien a tu trabajo, así que opino que habría que haber una discriminación positiva pues para los hombres es mucho más fácil. Ten en cuenta que en nuestra profesión hay un periodo, que va de los 25 a los 35 años, que es cuando has de demostrar que eres válida, ir al extranjero y estas cosas. Y esa edad coincide con la de tener hijos, por lo que un hombre siempre lo tendrá más fácil».
Hace tres años tuvo que renunciar a un trabajo en Estados Unidos porque se quedó embarazada
Esta extremeña ha vivido esta situación en primera persona, cuando estaba apunto de marcharse a Minnesota (Estados Unidos) para dar clase, pero hace tres años se quedó embarazada por segunda vez y optó por quedarse en España. En ese momento estaba en el paro y salió adelante gracias a una ayuda de un año de la Fundación BBVA para jóvenes investigadores, un periodo que sirvió para que el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) se fijara en ella.
«Esto es un trabajo de amor»
Ahora que tiene un hijo y una hija pequeños asegura que ellos son su único hobby pues su profesión no le da respiro. «Hay una frase que recuerdo cuando entré por primera vez a trabajar en un laboratorio y me dijeron que no se puede tener un ojo fuera de la ciencia. Duele que sea así, pero lo asumes porque esto es un trabajo de amor y a mí me encanta».
En estos momentos trabaja en Madrid en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, perteneciente al CSIC, un lugar de referencia para su profesión. Se especializó en química cuántica y su área de estudio son los astrocitos.
El año pasado recibió el IV Premio Olympus de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC) para jóvenes investigadores menores de 35 años y dotado con 3.000 euros. Entonces estaba en el equipo de investigación liderado por el profesor Alfonso Araque, del que formaba parte hasta el año pasado Marta Navarrete, que aportó evidencias de que los astrocitos no se limitan a 'sujetar' a las neuronas, sino que están involucrados directamente en la transmisión y almacenamiento de información del sistema nervioso. Este tipo de células se han revelado esenciales en el proceso de aprendizaje y conviene estudiarlas más a fondo pues siempre han sido eclipsadas por las propias neuronas cuando los científicos abordaban el funcionamiento del cerebro.
Lo descubierto hasta ahora puede implicar un gran cambio a la hora de abordar desde enfermedades cerebrales como el alzheimer hasta la adicción a las drogas, pasando por los trastornos del espectro autista, en los que se cree que la conexión y la comunicación entre las neuronas se encuentra alterada, explicaba el año pasado esta extremeña de Salvaleón cuya aspiración, dijo entonces, era que sus investigaciones cambiaran los libros de texto.
Fuente: HOY