Matilde Landa no está en los cielos ni en la memoria histórica de los extremeños. De Matilde Landa poco sabíamos por aquí hasta que el pasado martes, en la Sala 2 del Gran Teatro de Cáceres, el escenógrafo Damián Galán, el director de la Asociación de Directores de Escena de España (ADE), Juan Antonio Hormigón, y el director de la sala y grupo de teatro Guirigai de Los Santos de Maimona nos hablaron de esta mujer ejemplar y singular y nos presentaron 'Matilde Landa no está en los cielos', drama teatral escrito por el propio Agustín Iglesias. Para saber quién fue Matilde Landa es preciso leer la introducción al texto teatral: un magnífico trabajo de Juan Antonio Hormigón. Matilde nació en 1904 en Badajoz. Era biznieta de Carolina Coronado e hija del abogado krausista Rubén Landa, un masón librepensador y republicano unido por amistad a Giner de los Ríos. Matilde Landa estudió Ciencias Naturales en Madrid, donde convivió con mujeres tan interesantes como la periodista Josefina Carabias o la abogada Victoria Kent. Se casó en 1930 con Paco Ganivet, sobrino del escritor adelantado del 98 Ángel Ganivet. Su marido era miembro del Partido Comunista y ella, a los 30 años, participa en el Congreso Fundacional del Comité Nacional de Mujeres Contra la Guerra y el Fascismo, que estaba presidido por Dolores Ibárruri. Se vincula al Socorro Rojo internacional y su casa será punto de reunión del buró político del Partido Comunista, al que se afilia en 1936, encargándose de coordinar la campaña de amnistía para los presos políticos. Cuenta Juan Antonio Hormigón en su introducción que Matilde se integró en el Quinto Regimiento al comenzar la Guerra Civil y que será destinada a diversos hospitales, donde inspira páginas de la novela 'Tinisima' (1992) a la escritora Elena Poniatowska, que la describe como el alma del hospital y su responsable de organización, hasta el punto de que los médicos la apodaban 'la monja laica'. Como miembro de Socorro Rojo internacional, regresó a Extremadura, donde se esforzó por levantar la moral de las tropas republicanas, labor que desempeñó en otros frentes. En 1938, Extremadura volvió a ser objetivo de su trabajo organizando el apoyo a los refugiados en la zona de Mérida. Conoce a Miguel Hernández, que le dedica un poema: 'A Matilde'. Al caer Barcelona y con la guerra ya decantada a favor del ejército de Franco, Matilde se negó a marcharse al exilio francés y regresó a Madrid de manera clandestina por carretera. Se puso al frente de un nuevo comité del PCE de Madrid, que a efectos prácticos era como decir de toda España. Al acabar la guerra fue detenida el 4 de abril de 1939, quizás por la delación de un camarada torturado, quizás por el trabajo del topo y confidente Roberto Conesa. Condenada a muerte y conmutada su pena por 30 años de prisión, gracias a la intermediación del filósofo 'rojo arrepentido' Manuel García Morente, fue encarcelada en Madrid, primero, y en Palma de Mallorca, después. Es en la prisión balear donde apareció la figura de Bárbara Pons, una mujer culta y católica que charla con Matilde en la prisión con el fin de convencerla para que se bautice. Como se niega, es torturada y presionada con chantajes como el de quitarle raciones de leche a los hijos de las presas si no se bautiza. Aparentemente, cede al chantaje. Enferma y humillada, se entera de que se prepara su ceremonia bautismal con gran boato y presencia de autoridades. Describe con maestría Juan Antonio Hormigón cómo el día señalado para su bautismo, Matilde se arroja al vacío desde la segunda galería de la prisión. Agoniza durante 45 minutos, un tiempo aprovechado por el capellán para bautizarla. Esta historia y estas vivencias son las que refleja Agustín Iglesias en su obra teatral: Bárbara Pons y Matilde Landa dialogando en una celda sobre la fe, la ideología, los valores y la intransigencia.
Fuente: HOY