Tras más de quinientos años perdido, investigadores de la Universidad de Salamanca han hallado en la biblioteca universitaria de la ciudad austríaca de Innsbruck uno de los incunables más buscados salidos de la imprenta sevillana del siglo XV.
Se trata de «El laborinto del Duque de Cádiz don Rodrigo Ponce de León», publicado en 1493 y conocido por menciones de bibliófilos como Hernando Colón, que poseyó un ejemplar. El libro es un encomio funerarioen verso escrito por Juan de Padilla, que tiene la relevancia de ser el primer incunable publicado por un autor vivo en Sevilla, algo que no es habitual, ya que solían darse a la imprenta fundamentalmente textos de autores clásicos en latín o castellano, tal como recuerda el investigador y director del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas y de Humanidades digitales, Pedro M. Cátedra, que localizó la obra en Austria.
Ahora, este investigador prepara la edición a través de Publicaciones del Semyr (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) de este «laborinto», en una tirada de algo más de un centenar de ejemplares a los que se accede por suscripción. Este será la casilla de llegada de la recuperación de un incunable que este investigador encontró cuando buscaba otros libros de impresores sevillanos en catálogos de internet.
En uno de esos catálogos encontró la referencia de que el incunable, tras permanecer en una abadía agustina cercana a Innsbruck hasta 1809, se conservaba en la biblioteca universitaria de la capital del Tirol. «Es un libro importante de la imprenta en Sevilla», insiste Cátedra, perseguido por historiadores como Marcelino Menéndez Pelayo, José Amador de los Ríos y más recientemente por Juan Luis Carriazo.
El protagonista de este encomio funerario fue uno de los hombres más importantes de su tiempo en el terreno militar: Rodrigo Ponce de León, duque de Cádiz, uno de esos nobles de la Corona de Castilla que dedicó su vida a la lucha en la frontera contra los musulmanes y que participó en todo tipo de intrigas políticas, apoyando a Enrique IV y, posteriormente, a Juana la Beltraneja, para terminar consolidándose como el gran general de los Reyes Católicos en la conquista de Granada y la Baja Andalucía.
«Siempre se arrimó al sol que más calentaba y terminó al servicio de los Reyes Católicos, al igual que la mayoría de la nobleza de Castilla. Fue un condotiero de frontera que tras la conquista de Granada se convirtió en una persona relevante, respetabilísima y un gran militar».
La importancia de esta figura histórica explica no solo que Juan de Padilla, que era monje cartujo, le dedicase un encomio funerario, sino que se imprimiera este largo poema en verso en Sevilla. «La imprenta tiene ya en aquellos años una vinculación con lo que es la actualidad y las noticias, que en este caso tratan sobre el personaje más importante que había en Sevilla. El encomio describe incluso el traslado del cadáver por las calles de la ciudad. Hay una vinculación expresa entre la noticia y el texto literario».
Por esta razón, explica el investigador, este incunable tiene un valor más allá del que le confiere que sea un ejemplar único, pues permite «reconstruir un capítulo más de la historia de la imprenta en España, que es también una historia de los cambios intelectuales y de la lectura. De hecho, continúa, el incunable permite ver en esos años a la imprenta como «instrumento de propaganda», antecedente de la prensa y el periodismo.
Así, la obra describe el periplo militar del duque de Cádiz, desde la batalla del Madroño, donde interviene con apenas 19 años, a la conquista de Granada. Con todo, el más interesante de los episodios históricos, en opinión del investigador, es «el cerco de Alcalá de Guadaíra, pues ofrece detalles que no dan las crónicas históricas y que solo podía conocer por referencias directas de quienes lo vivieron».
Estas referencias llevan a Cátedra a plantear la hipótesis, pues no hay documentación que la apoye, que Padilla pudiera ser un clérigo de Alcalá, hermano osobrino bastardo del propio duque de Cádiz, que fue, por su parte, uno de los treinta bastardos que tuvo su padre, aunque después lo legitimó.
El «laborinto», sin embargo, tiene también un claro valor literario, pues Juan de Padilla era un autor del que se llegaron a publicar hasta treinta ediciones de algunas de sus obras y aunque Cátedra lo señala, junto al investigador Pedro Martín Baños, en el estudio que prologa a la edición del incunable como un epígono de Juan de Mena, supone una renovación de la tradición de los encomios funerarios en línea con el Renacimiento. «Tiene una frescura que no tiene Juan de Mena», añade.
Fuente ABC