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Las presas de Proserpina y Cornalvo no son romanas, según nuevos hallazgos arqueológicos

El hallazgo de nuevos tramos de los acueductos que abastecían a Augusta Emérita, la ciudad romana de Mérida, vendrían a confirmar que los embalses de Cornalvo y Proserpina no son de origen romano, como se había sostenido tradicionalmente hasta ahora, sino de una época posterior.

La polémica viene de la mano del investigador Santiago Feijóo, arqueólogo del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida que defiende desde hace más de 10 años en base al trabajo de investigación que desarrolla, junto a su compañero Diego Gaspar, sobre la infraestructura hidráulica de Augusta Emérita. Sus tesis, que ha presentado en congresos científicos por toda España, contradicen las del propio Consorcio Monumental, que siempre ha defendido la romanidad de estas dos presas mientras no hubiera indicios que mostraran lo contrario.

Estos indicios podrían empezar confirmarse ahora, ya que nuevas investigaciones han permitido comprobar que algunos acueductos emeritenses son mucho más largos de lo que se pensaba, y todavía falta por determinar el origen de alguno de ellos.

Con lo que se conoce hasta ahora, la Mérida romana, capital de la Lusitania y considerada como una «gran urbanización de lujo» creada para acoger a los soldados eméritos que habían luchado en las guerras cántabras, tenía cuatro acueductos principales, y era la ciudad con la mayor infraestructura hidráulica de Hispania.

Así, existía el acueducto de Cornalvo, con la inscripción "Aqua Augusta" y de cuyo canal Feijóo y Gaspar han encontrado 30 nuevos kilómetros que se vienen a sumar a los 40 ya conocidos, con lo que se convierte en uno de los más largos de la península, pues es factible que alcance entre los 75 y 90 kilómetros.

Además, estaba el de Proserpina, con uno o dos nuevos ramales que estos investigadores intuyen que existían; el de San Lázaro, con cinco ramales; y el último que se encontró, hace diez años, el de las Abadías, que tendría también dos ramales.

La teoría tradicional sostenía que para que estos acueductos tuvieran más caudal se hicieron los embalses de Proserpina y Cornalvo para abastecer a la ciudad, algo que cuestiona Santiago Feijóo.

«Ni un solo romano, al revés, todos dicen que jamás una ciudad se debe abastecer de un agua embalsada, porque no es potable», como ya sostenían en sus escritos Vitrubio, Frontino o Paladio, ya que entonces no existían sistemas de cloración y depuración, explica el investigador del Consorcio.

Según Feijóo, «el acueducto siempre está subterráneo, abovedado, cuidando el agua maravillosamente para que esté fresquita y no se contamine, algo que es incompatible con captarla de un embalse».

Para ello, lo que hacía el romano era ir a buscar el agua «adonde hiciese falta», como se pone de manifiesto en el hecho de que el acueducto de Cartago tenga 135 kilómetros, o el de Constantinopla, más de 200.

En cambio, por lo que se conocía hasta ahora, parecía que los acueductos de Mérida eran «muy cortitos», una teoría que se corrige con los nuevos tramos -de 30 kilómetros por un lado y de 20, por otro- hallados por Gaspar y Feijóo mediante el sistema LIDAR, una nueva tecnología que capta puntos topográficos con gran resolución, lo que permite localizar estructuras subterráneas.

«Un acueducto era darle salud a una ciudad con agua no contaminada. Esto se pone de relieve en el Acueducto de Los Milagros, una maravillosa obra de ingeniería, impresionante y con una inversión brutal, pero donde el caudal es pequeñito porque están tratando el agua como oro puro», añade el arqueólogo.

Con los nuevos kilómetros detectados, el embalse de Cornalvo, según Santiago Feijóo, estaría justo en medio del recorrido del acueducto del mismo nombre, ya que la conducción sigue hacia los términos de Montánchez y Arroyomolinos, en la provincia de Cáceres, donde habría tres fuentes de las que se surtiría.

El otro tramo de 20 kilómetros que han detectado, y que por cota podría unirse a cualquiera de los otros tres acueductos que llegaban a la ciudad, también captaría el agua de un manantial que había en medio de lo que es ahora el Parque Natural de Cornalvo.

Para Feijóo, es en la época visigoda o islámica, con los acueductos romanos ya abandonados, cuando se hacen los dos antiguos embalses de Mérida para aprovechar esa red, pero ya para otros usos, fundamentalmente para mover molinos, para aprovechamiento ganadero o para lavadero de lanas, como ocurre en el caso del de Proserpina.

Esta presa se llamaba antes Albuera de Carija pero recibió el nombre de la diosa romana en la época contemporánea, debido a que se encontró una inscripción reutilizada en el lavadero de lanas.

Feijóo explica que ese pantano se realizó en cuatro etapas y que la primera de ellas, que se encontró al limpiar de lodos el vaso del la presa, tiene una tipología típica de la Alta Edad Media.

Reconoce que en las pruebas del carbono 14 que se hicieron hace mucho tiempo a dos de los tapones que se usaban para mover molinos que aparecieron en el fondo, uno de ellos dio época romana, pero «no se siguió un proceso científico de recogida de muestras y puede ser un material romano reutilizado».

También reconoce que tradicionalmente las grandes obras de ingeniería siempre se atribuían a los romanos, algo que ha podido ocurrir con las presas de Cornalvo y Proserpina, y confía en que, cuando concluya su investigación, se podrá determinar que éstas son de una época posterior.

Fuente HOY

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