Una gran exposición en el Palacio Real de Madrid conmemora el 450 aniversario de la colocación de la primera piedra de este monasterio. ABC entra en sus rincones más ocultos
13 de septiembre de 1598. 5 de la mañana. Felipe II ha muerto. El Rey fallecía en El Escorial, el Parnaso que había mandado erigir en la sierra de Guadarrama. Se construyó en apenas 21 años. El Monarca murió solo: vio cómo habían ido falleciendo sus cuatro esposas, seis de sus ocho hijos, sus hermanas, algunos nietos... ¿La causa de su muerte? Cualquiera de las 22 enfermedades que padecía, según diagnosticó siglos después Gregorio Marañón.
Desde su lecho, en sus postreras horas, Felipe II pudo contemplar su oratorio y el altar mayor de la basílica de su amado monasterio, su gran legado, que levantó como residencia y panteón real, pero también como lugar de culto a la Virgen, los santos y sus reliquias. Máximo exponente de la Contrarreforma, es convento (primero albergó amonjes jerónimos, pero, desde 1885, está adscrito a los agustinos), seminario, biblioteca...
Fe y razón, cultura y religión
Un lugar donde fe y razón, cultura y religión, van de la mano. El Rey se ocupó de él hasta en su testamento: «Encargo mucho al Príncipe, mi hijo, y a otro cualquiera que por tiempo venga a suceder en estos Reinos, la casa y Monasterio de Sanct Lorenzo el Real y todo lo que le toca y tocare a aquella fundación, para que sea ayudada, mirada y favorecida».
El pasado 23 de abril se cumplían 450 años de la colocación de la primera piedra de la que fue considerada en la época la octava maravilla del mundo, tan solo comparable al Vaticano del siglo XVI en sus riquezas. Efeméride que quedó un tanto olvidada, pero que será noticia el próximo día 16, cuando la Reina inaugure en el Palacio Real una magna exposición que saca a la luz muchos de sus tesoros:«De El Bosco a Tiziano. Arte y Maravilla en El Escorial». Organizada por Patrimonio Nacional y patrocinada por la Fundación Banco Santander, está comisariada por Fernando Checa y permanecerá abierta del 17 de septiembre al 12 de enero.
Gran valor simbólico
Hasta El Escorial viajamos para conocer los secretos que encierra entre sus muros. Durante siglos el monasterio ha estado envuelto en un halo de misterio. Su enorme valor simbólico, su rica y compleja iconografía, han dado pie a todo tipo de especulaciones mágicas, esotéricas, judeomasónicas... Sus enigmas han atraído a historiadores como Henry Kamen o Jonathan Brown, y hasta Iker Jiménez ha ido a la caza de fenómenos paranormales. Quizá un día se pase por allí Dan Brown y nazca el «Código Herrera»: Juan de Herrera fue el artífice de este milagro arquitectónico. Él se llevó la gloria, aunque, para ser justos, la traza del monasterio es obra de Juan Bautista de Toledo.
A lo lejos, el Monasterio de El Escorial se alza majestuoso
Aún faltan varios kilómetros para llegar, pero ya se divisa a lo lejos su célebre silueta: el monasterio se alza majestuoso. Nos esperan unos cicerones de lujo: Carmen García-Frías, conservadora de Patrimonio Nacional y gran conocedora del monumento, yManuel Terrón, delegado del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial. Son las 10 de la mañana. Como todos los días, hay misa en la basílica en honor a la patrona, la Virgen del Patrocinio.
Siempre sobrecoge visitar este monasterio, de gran austeridad y que ocupa más de 33.000 metros cuadrados. Durante casi cinco horas recorremos estancias accesibles para las cerca de 500.000 personas que visitan anualmente el monumento (más de 730.000 tuvo la muestra deDalí en el Reina Sofía en apenas cuatro meses; eso sí que es un fenónemo paranormal). Pero también lugares cerrados al público: el monasterio es un laberinto y, bajo él, todo un universo subterráneo.
Más de 7.000 reliquias
Dos grandes altares-relicarios, pintados por Federico Zuccaro -tienen acceso por ambos lados-, encierran más de 7.000 reliquias de santos y santas. La colección atesorada por Felipe II era la mayor del mundo. Estos armarios solo se abren en ocasiones especiales. En la exposición veremos algunos dibujos preparatorios de las pinturas de Zuccaro. Una curiosidad: las reliquias que obispos y priores mandaban al Rey iban acompañadas de su correspondiente certificado de autenticidad. Como cualquier galería de arte hace cuando vende una obra. Se las conoce como las «Auténticas», y el monasterio posee más de 300: dos de ellas estarán en la muestra del Palacio Real. Son verdaderas joyas.
«El Calvario» de Van der Weyden se está restaurando en el Prado
Otro lugar sin acceso público es laespléndida sacristía, presidida por «La Adoración de la Sagrada Forma», de Claudio Coello. En su día ocupó este lugar «El Calvario», de Van der Weyden, obra maestra que prosigue su restauración en los talleres del Prado. Cuelgan en la sacristía importantes lienzos y, sobre el mobiliario, diseñado por Juan de Herrera, valiosos objetos decorativos, como un espejo, regalo de Mariana de Austria. En muy contadas ocasiones, el lienzo de Claudio Coello desciende, quedando a la vista el camarín de la Sagrada Forma con su espectacular Custodia que hay tras él.
Durante el recorrido, vamos descubriendo algunas de las muchas joyas del monasterio: el precioso «Cristo Crucificado» de Cellini, que éste esculpió para su propia tumba, pero que el Duque de Toscana adquirió para regalárselo a Felipe II; otro Crucificado, éste de Bernini, en la celda prioral baja, bajo los frescos de Francesco de Urbino y rodeado de obras de El Bosco: algunas («La coronación de espinas», «El Calvario») ya están en el Palacio Real para la exposición.
Tiziano, el deseado
En las salas capitulares se aprecia la devoción que Felipe II sentía por artistas como Tiziano, El Bosco, Michel Coxcie, Navarrete el Mudo, Antonio Moro, Ribera, Van Dyck... La Iglesia Vieja o de prestado, como también se la conoce, fue el antiguo dormitorio de Felipe II. Cuentan que fue aquí donde informaron al Rey de la derrota de la Armada Invencible. En su día la iglesia estuvo presidida por tres obras de Tiziano, que ahora volverán a unirse en el Palacio Real.
Debajo de la silla prioral de la sacristía está la primera piedra
Todo está listo para el almuerzo de los monjes en el Refectorio, presidido por una copia de un lienzo de Juan de Juanes. Justo debajo de la silla prioral se halla la primera piedra del monasterio, colocada en 1563. Para llegar a ella bajamos empinadas escaleras, pasamos estrechos pasadizos... Una sala abovedada cuenta con enormes tinajas. En una está escrito: «Pa que no nos falte». Toda una declaración de intenciones... La magia del momento de hallarnos en las mazmorras del monasterio en busca de la primera piedra (lo más cerca que estaremos nunca de Indiana Jones) queda rota por unos coches aparcados muy cerca, que nos devuelven a la realidad.
La piedra en cuestión, que se descubrió en 1971, está tras una puerta. Solo es visible una cara: está inscrito, en latín, el nombre del Rey. En las caras ocultas, otras inscripciones: una en recuerdo del arquitecto Juan Bautista de Toledo (murió cuatro años después). En los pasillos del monasterio nos presentan al padre Gonzalo, que durante 18 años fue prior. Es una institución. «Se querían llevar la piedra a un museo, yo no lo permití», dice con orgullo.
La sombra de Felipe II
Son innumerables las curiosidades del monumento: su diseño en forma de parrilla, la sala de los secretos (su acústica permite hablar de un rincón a otro sin smartphones de por medio), la preciosa Lucerna en las galerías de clausura, una meridiana solar con signos del zodiaco en el suelo del Palacio de Felipe II, las «Necesarias», un sistema de canalización de aguas del edificio; el Pudridero, custodiado por los agustinos, donde se instalan durante años los restos mortales de Reyes y Reinas antes de pasar al panteón...
La última piedra del monasterio se puso el 13 de septiembre de 1584
Muy audaz, la bóveda plana diseñada por Juan de Herrera. Creyeron que no soportaría el peso y le obligaron a poner una columna. Cuentan que al Rey no le gustó dicha columna porque estropeaba la visión de la basílica desde el exterior. El arquitecto la derribó de un manotazo. Todos huyeron menos Felipe II, que exclamó: «Herrera, Herrera, con el Rey no se juega», dicho que se hizo muy popular. Vamos hasta el Patio de los Reyes para descubrir la última piedra del monasterio, colocada el 13 de septiembre de 1584. Hay que mirar hacia el tejado y tener buena vista: está señalada con una cruz.
«Casi todos los que a ver El Escorial se llegan, van con ateojeras, con prejuicios políticos y religiosos... Van a buscar la sombra de Felipe II, mal conocido y peor comprendido, y si no la encuentran, se la fingen», escribía Unamuno. Imposible no darse de bruces con la sombra de Felipe II, presente en cada rincón de este impresionante monasterio, plagado de innumerables secretos por descubrir.
Una cámara acorazada llena de tesoros bibliográficos
N. P. EL ESCORIAL
Uno de los lugares más especiales del monasterio es su impresionante Biblioteca. Impresiona por varios motivos. Visitamos la bella sala rectangular, de 55 metros de longitud, con globos terráqueos y astrolabios en el centro y frescos de Pellegrino Tibaldi, un artista muy cercano a Miguel Ángel, en el techo. Recuerda, en cierta medida, al de la Capilla Sixtina. Permanece casi igual que en 1593. En las estanterías dóricas, de maderas nobles, diseñadas por Juan de Herrera y muy bien conservadas, unos 14.000 libros impresos, colocados de manera muy peculiar: con los cantos de las hojas hacia fuera. Nos explica el padre José Luis del Valle, que fue prior del monasterio y lleva más de 20 años como director de la Biblioteca, que así respira mejor el papel y que, al dorar los lomos, se sellan las hojas, aislándolas del polvo. Así se conservan mejor. ¿Cómo localizar cada volumen? Se anota en el canto de las hojas el título o una palabra clave del libro.
Contagia su pasión bibliófila. «Tenemos la mejor colección de manuscritos árabes, hebreos, griegos y chinos de España», advierte sacando pecho el padre José Luis. Nos acompaña al sanctasanctórum de la Biblioteca: una sala con unos 6.000 manuscritos únicos. En este espacio la humedad es constante; la luz, muy tenue. En una cámara acorazada reposan joyas excepcionales, como el «Códice Áureo», del siglo XI (con los cuatro Evangelios y las letras de oro); dos ejemplares de las «Cantigas», del siglo XIII (uno con 200 cantigas y otro con 400, profusamente ilustrado); el «Apocalipsis Figurado» de la Casa de Saboya, cuatro de las cinco obras de Santa Teresa, el célebre libro de los «Juegos de Ajedrez, dados y tablas»... El manuscrito más antiguo que se conserva en la Biblioteca es del siglo VI, de San Agustín. De algunas de estas joyas se han publicado facsímiles, que nos muestra.
Habla con orgullo de la importante colección de cantorales (220), del excepcional archivo de música... Encerrados en cajoneras y perfectamente protegidos, preciosos dibujos preparatorios de algunos frescos del monasterio (nos muestra uno de Francesco de Urbino para la celda prioral baja), partituras, las «Auténticas» de las reliquias (más de 300)... Una sala contigua está abierta a investigadores. Los fondos están digitalizados. Se acaba de publicar, en tres volúmenes, el catálogo de la colección de libros impresos y en diciembre verá la luz el catálogo de incunables.
Fuente: ABC