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«Hernán Cortés tenía un hijo indio que adoraba, mientras que Jefferson vendió a sus hijos mestizos»

La editorial Siruela publica un ensayo sobre la hispanofobia todavía vigente en Europa

 

El éxito del libro «Imperiofobia y leyenda negra» (Siruela), que ya va por su quinta edición, ha sorprendido a su autora, María Elvira Roca Barea, sin una razón para explicarlo. ¿Está España en uno de sus momentos más bajos de autoestima? ¿Son los ataques a su historia lo que reclaman urgentemente este tipo de lecturas? «No creo que estemos peor que hace cuatro años, por ejemplo. La autoestima española está por los suelos desde hace siglos. Eso ya es una constante».

Autoestima, propaganda y leyenda negra son términos íntimamente relacionados. El Diccionario de la RAE define leyenda negra como aquella «opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI» y como «opinión desfavorable y generalizada sobre alguien o algo». Frente a otros libros recientes que han analizado este fenómeno como algo ya superado, Roca Barea denuncia su fuerte penetración en corrientes culturales fundamentales en Europa. Del Humanismo a la Ilustración; del nacionalismo germánico al italiano... «Es difícil que la gente acepte una historia diferente de la que se escribió en el siglo XIX. En ese momento toda la propaganda protestante contra España se convirtió en historia normalizada», explica.

 

El origen de la falsificación y el odio

Los primeros cimientos de esta guerra de mentiras y medias verdades surgieron en la Italia del siglo XVI, aquella que frente a la superioridad militar de los aragoneses y los castellanos respondió al principio con ironía: «Dios s’era fatto Spagnolo» (Dios estaba de parte de los españoles). Del sarcasmo y la burla se pasó pronto al antisemitismo a través de la proclamación de que los españoles tenían sangre de «marranos», esto es, que se mezclaban con los judíos. Pero fue en su salto al Norte de Europa cuando el asunto adquirió realmente dimensiones racistas. «En el caso del nacionalismo alemán hay un antisemitismo muy violento y una inquina contra lo latino ya en el siglo XV. Es complicado encontrar el origen de tanto odio», sintentiza la autora de «Imperiofobia y leyenda negra».

Al valerse Carlos I de España y V de Alemania del oro y la infantería española para hacerse con el cetro imperial, los príncipes alemanes temieron que un emperador con poder real pudiera amenazar su independencia. «La religión solo fue una excusa. Había habido muchos luteros antes de Lutero, él solo fue el vendedor de una mercancía que necesitaban los nobles para fastidiar al emperador», sostiene Roca Barea.

El Imperio español sufrió un constante choque de trenes contra los nacionalismos emergentes del siglo XVI, del que acabó naciendo el protestantismo y la propaganda moderna. Al igual que su padre, Felipe II reaccionó con torpeza ante una rebelión en los Países Bajos instigada por la nobleza local y camuflada de guerra religiosa. «En ideologías como la protestante es necesario construir un enemigo común y colocarle todas las cualidades del mal. La contrapropaganda española fracasó estrepitosamente porque los pueblos católicos no han sabido manejarla. Felipe II pensaba que la verdad se terminaría imponiendo y eso pocas veces ocurre».

–Nada más empezar el libro presentas tus cartas ideológicas y tus convicciones religiosas, ¿es algo imprescindible para hablar de estos temas?

–Era necesaria la presentación de mis cartas ideológicas porque al final este es un libro de opinión sobre la Historia. Pero no hay que ser de derechas o de izquierda para defender que ha existido una leyenda negra. Ha habido pocos españoles más allá de Julián Juderías y Loyot que hayan explicado realmente la envergadura de esta leyenda negra tan bien como Salvador de Madariaga. Y no se puede decir que Madariaga fuera ideológicamente de derechas.

–Hay quien directamente dice que no existe esta leyenda negra o que ya no está en vigor.

–Eso es porque han asumido un paquete ideológico donde la leyenda negra está presente. Hay que tener en cuenta que no existe el vacío: si se quita la leyenda negra del argumentario de muchas ideologías habría que relatar otra historia de Europa a modo de sustitución. Y es difícil que la gente acepte una historia diferente de la que se escribió en el siglo XIX, cuando toda la propaganda protestante contra españa se convirtió en historia normalizada y oficial.

 

«Los imperios son fenómenos de expansión con integración por replicación, esto es, emplean grandes herramientas de integración de pueblos distintos»–En el libro lo primero que explicas es que la imperiofobia es algo que han sufrido prácticamente todos los imperios.

–La imperiofobia es muy habitual. Está muy arraigada en el ser humano como protesta al poder hegemónico. Los italianos vivían en una Europa dominada por los españoles y cuando se cabreaban decían que pareciera que eran los primogénitos de Dios. No obstante, cabe señalar que una cosa es este resquemor (algo inconsciente) y otra el proceso de construcción consciente que dio lugar a la leyenda negra. No es algo difuso, en el libro expongo que es una actividad muy bien organizada, donde ciertas oligarquías tienen un fuertísimo vínculo con los intelectuales y un control sobre los mecanismos con los que se escribe la historia.

 

–¿Cómo es posible que algunos imperios hayan esquivado esta imagen tan negativa sobre ellos, como es el caso del Imperio británico?

–El Imperio romano sufrió también su particular leyenda negra, pero hay procesos de reconciliación y rehabilitación que son efectivos a lo largo de los siglos. En el caso del Imperio británico, directamente no creo que fuera un imperio, porque el Colonialismo es un fenómeno diferente. Los imperios son fenómenos de expansión con integración por replicación, esto es, emplean grandes herramientas de integración de pueblos distintos. Por el contrario, el Colonialismo no genera mestizaje, ni cultural ni racial. Para los ingleses una cosa era la metrópoli y otra las colonias.

 

–Es hasta cierto punto lógico que los enemigos de estos imperios inventen mentiras, pero en qué punto consiguen que los propios países calumniados asuman estas leyendas como ciertas.

–Los imperios necesitan mantener viva la autocrítica para poder mejorar y aprender de los errores. En el caso español, la autocrítica ayudó a desarrollar el Derecho internacional en la Universidad de Salamanca y las leyes en defensa de los indígenas. Sin embargo, otra cosa es que esta crítica, ya negativa, sea asumida cuando los imperios ya ni siquiera existen. Lo sorprendente de España es su resistencia, su tenacidad y su capacidad de soportar todas estas mentiras. En el mundo británica la crítica está totalmente prohibida. Si alguien critica su historia desaparece de la visibilidad. Todavía no me he topado en mi vida con un solo inglés que supiera que Shakespeare era católico. Cuando se lo dices se quedan a cuadros y lo niegan.

 

–EE.UU. es el actual imperio y quien recibe el aluvión de críticas, ¿las está gestionando mejor que España?

 

–No sé si está teniendo más éxito. Los estudiosos norteamericanos de la leyenda negra española han entendido al momento lo que ocurrió con España y las similitudes con el caso de EE.UU. No hay un solo estudioso americano que haya negado en la actualidad la leyenda negra, mientras que algunos británicos como Henry Kamen han rebajado su importancia o han dicho que no tienen vigencia.

 

–Al final la conclusión a la que llega la leyenda negra es que los anglosajones son superiores a los latinos.

–Ese es el hilo sobre el que se ha extendido la idea generalizada hoy de que el norte es trabajador, virtuoso, cumplidor y los inventores del todo lo bueno de Occidente. Eso a pesar de que es manifiestamente falso. El primer avance hacia el lujo en el estilo de vida se produjo en la Italia renacentista, que cultivaba la elegancia y el bienestar.

 

«¿Qué une a todos los PIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España? Pues que ninguno es protestante»–¿Entonces en la prima de riesgo también hay rastro de la leyenda negra?

–Ocurre siempre que hay problemas. En 2008, el norte con toda su propaganda volvió a excitar a la opinión pública en la idea que la culpa de la crisis la tenía el sur y su atraso crónico. La prima de riesgo ha subido en los países del sur y bajado en el norte, a pesar de que Alemania es quien más problemas de pago tuvo en el siglo XX y de que Gran Bretaña tuvo una crisis enorme en 1976. España, en cambio, lleva pagando todas sus letras sin fallar en sus obligaciones desde 1898. Te has preguntado alguna vez ¿qué une a todos los PIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España)? Pues que ninguno es protestante.

 

–Los europeos de su tiempo decían de los españoles que tenían su sangre contaminada por mezclarse con los judíos, pero luego uno de los puntales de la leyenda negra es el supuesto fanatismo español contra los hebreos. ¿Cómo es esto compatible?

–Ha habido un montón de expulsiones de judíos en Europa y todas más terribles que en España, porque aquí no hubo un decreto de expulsión sino de conversión; y sin embargo solo se recuerda la de 1492 en el imaginario. Esto es porque en el origen del Sionismo los sefarditas magnificaron su importancia social en la Península ibérica y así justificaron la caída del Imperio español por las consecuencias de esta expulsión. Pero eso es imposible si precisamente un siglo después del decreto España se había convertido en el país más poderoso de Europa. Un relato exagerado de la importancia de los judíos en la España de los Reyes Católicos que además sirve a los protestantes para decir que los españoles tenían la sangre contaminada.

 

–La Inquisición española es presentada muchas veces como el máximo exponente de la intolerancia religiosa en la historia.

–El contexto en el que se desarrolla la Inquisición era de una intolerancia religiosa generalizada en Europa. Todo el mundo lo era, pero la diferencia estaba en cómo se gestiona esta intolerancia en cada territorio. Se podía hacer como en el centro de Europa con la persecución bárbara contra brujas o las quemas que hizo Calvino de los católicos; o bien como en España con el tribunal de mayores garantías procesales de su tiempo: la Inquisición. En este sentido, el primer autor que niega las cifras de la inquisición es un inglés estudioso del derecho del XIX que, comparando el derecho anglosajón con el derecho romano, llega a la conclusión que el Santo Oficio no pudo provocar tantos muertos con un proceso legal tan complejo.

 

–A lo mejor el problema de la Inquisición para que perdure en la memoria no está en las crifras, sino en que se alargó mucho en el tiempo. Hasta 1834 no se abolió definitivamente.

–Lo de alargarse en el tiempo no es buen referente, porque la Inquisición española terminó mucho antes de que fuera legal enterrar a un católico en Inglaterra. Tampoco es cierto que la Inquisición ejerciera una represión cultural realmente efectiva. Los memoriales de los arbitristas que elevaban a los Reyes Habsburgo o los textos de muchos clérigos eran altamente críticos con la Monarquía y a esa gente no le pasaba nada. Hay cosas que se escribían entonces que no se permitirían ni siquiera hoy. Esto generó un enorme espacio de libertad de expresión que el país aprovechó. Imagínate que el ataque de Francis Drake a Cádiz provocó un choteo increíble, lo que demuestra que nunca hemos tenido problemas a la hora de hablar de las derrotas como sí les ha pasado a los ingleses.

 

–En la América hispánica también parecen haber calado profundamente estas cuestiones.

–Políticos hispanoamericanos de derecha y de izquierda han acudido con frecuencia a píldoras de la leyenda negra para justificar el fracaso económico de Sudamérica. Aunque luego te encuentras con hechos irrefutables como es que la América hispánica en 1812 era mucho más rica que el norte. Mejores ciudades, más infraestructura, correos más rápidos que en Europa. Los americanos deberían reflexionar sobre qué ocurrió para que se produjera el empobrecimiento que de sus ciudades, la caída del poder adquisitivo de su población y, en el caso mexicano, la pérdida sustancial de territorio.

 

«La América hispánica en 1812 era mucho más rica que el norte. Mejores ciudades, más infraestructura, correos más rápidos que en Europa»–El genocidio provocado por los españoles en la población también resulta recurrente, ¿existen datos que justifiquen esta idea?

–Es una palabra muy ofensiva y demasiado fácil de pronunciar. Ni siquiera tenemos datos de cuánta población había antes de la llegada de Cristóbal Colón. Si sabemos que la gente estaba muriendo es porque los funcionarios de la Corona y los clérigos fueron informando y tomando medidas como la creación de hospitales y medidas de cuarentena.

 

Los españoles eran muy pocos y necesitaban a la población local para levantar un imperio de esa magnitud. Si hubieran hecho como los ingleses en el norte, que estaban aislados y solo crecieron tras la independencia a base de la llegada de europeos, hubieran tenido un problema demográfico.

 

–¿El mestizaje de los españoles demuestra que ellos no eran tan racistas?

–Los españoles también eran racistas, pero nunca tanto como para entorpecer el desarrollo biológico. Hernán Cortés era racista pero tenía un hijo mestizo («los latidos de mi corazón») que adoraba más que a los legítimos; mientras que dos siglos después el presidente de los EE.UU. Thomas Jefferson vendió a los hijos que tuvo con una esclava negra. Esta incapacidad de los pueblos germánicos para mezclar su sangre es algo incomprensible ya desde tiempos de los romanos, que se asombraban de que sus soldados germanos pudieran estar años sin tener relaciones sexuales por no mezclarse con otras poblaciones.

Fuente: ABC

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