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Un artista sin firma en la autovía de Trujillo

Emilio González, el artista verato afincado en Cáceres, no tiene suerte en verano. El de 2017 le ha traído la desaparición de su firma en una de sus últimas instalaciones al aire libre. En enero de 2014 terminó de plasmar ‘Luces de Cáceres’, que consistía en dotar de colores vivos algunas de las grandes piedras que forman parte de un muro de contención de la autovía de Trujillo a la entrada de la ciudad. «Queremos dar una imagen de ciudad moderna y alegre», aseguraba entonces acompañado de Ben Tocha, el conocido artista urbano que colaboró con él en esta obra. Ambos, como es habitual, dejaron constancia de su autoría con una firma, pero mientras la de Tocha se puede seguir viendo allí, en una de las piedras pintadas de verde, la huella artística de Emilio (sobre otras de color amarillo y blanco), ha desaparecido.

Él mismo ha alertado de este borrado, del que desconoce los motivos, pero que le ha causado un tremendo malestar.

Es probable que hayan sido operarios del Ministerio de Fomento, en sus labores habituales de mantenimiento de carreteras, los que hayan confundido la peculiar rúbrica minimalista del artista con alguna pintada inapropiada, y que decidieran hacerla desaparecer con la voluntad de mantener limpia la propia instalación artística. En realidad, no se sabe cuándo desapareció la firma en cuestión.

Emilio González, sin embargo, se inclina más por la teoría de que ha sido un hecho intencionado, que alguien se ha tomado la molestia de repintar las moles graníticas con el ánimo de hacerle desaparecer artísticamente. «Quieren dar a entender que yo soy un intruso y que aquello es obra de Tocha», opina Emilio, aunque exculpa a su compañero de toda culpa y de cualquier acto en contra de su persona.

No es la primera polémica que surge relacionada con su prolífica su obra. En julio de 2001, su propósito de instalar su obra ‘Evasión’ en La Covacha, el pico considerado más alto de Extremadura, despertó agrias criticas de colectivos montañeros y ecologistas, que preferían la zona limpia de este este tipo de objetos, por mucho arte que fuera y aunque su propósito fuera homenajear a quienes aman la naturaleza. Finalmente, se colocó en el Puerto de Honduras en diciembre.

Y en julio de 2008 se produjo un atentado a otras de sus creaciones, la patera de colores que simbolizaba la toma de conciencia del drama de los inmigrantes. Fue acogida, después de algunos problemas de ubicación, en la pequeña localidad de Aldeacentenera, donde luego desconocidos la prendieron fuego y acabaron con ella una noche de verano.

Esta vez, la agresión a su obra tiene más sencilla reparación. Volver a firmar en el muro. Pero el orgullo herido de Emilio González no es tan fácil de restituir. «Qué falta de respeto, de consideración. No es un atentado al arte, ya que han respetado todos los colores. Ha sido como un puñetazo sin esperarlo», reflexiona, antes de añadir: «Ahora queda que los causantes se arrepientan y que lo principal es el respeto».

Fuente HOY

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