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Torres Naharro, amor a la italiana

Ana Zamora, al frente de su compañía Nao d'amores, borda un precioso montaje de Comedia Aquilana: gracioso, fresco, físico, plástico, musical, inteligente, sencillo y, en fin, exquisito en su vestuario, interpretación, decorado e iluminación. Una gozada.

Es una excelente manera de conmemorar el sexto centenario de la aparición en Nápoles de Propalladia, compendio de las obras del poeta y dramaturgo extremeño Bartolomé Torres Naharro, nacido en 1485, bajo el reinado de los Reyes Católicos, en Torre de Miguel Sesmero, un pueblecito de Badajoz, cantera de conquistadores, que tendría entonces unos 300 habitantes.

Es probable que los lances y escarceos mantenidos entre Aquilano y la princesa Felicina en esta comedia de enredo amoroso e intriga estuvieran inspirados en los detalles que trascendieron de los encuentros furtivos entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón para preparar su matrimonio.

Torres Naharro fue el introductor en España del teatro renacentista de influencia italiana, que anticipó muchas pautas del teatro barroco y determinó el estilo de Lope de Vega. Contemporáneos y cómplices de esta corriente fueron Juan del Encina, el portugués Gil Vicente y, después, el sevillano Lope de Rueda.Antes de la eclosión del Siglo de Oro eran, en España, los años de la publicación de Tirant lo Blanc (1490), Amadís de Gaula (1508) y La Celestina (1499), novela-teatro de enorme repercusión que Torres Naharro recreó en parte en Himenea.

Juan Meseguer, que interpreta al rey Bermudo, padre de Felicina, se dirige a los espectadores para hacer un introito a la representación, en el que, además de resumir el argumento, recuerda las reglas que ha de tener la comedia y que Torres Naharro estableció en su proemio a Propalladia, considerado por Ana Zamora como la primera preceptiva teatral en lengua romance.

Dice Torres Naharro que la comedia «no es otra cosa sino un artificio ingenioso de notables y finalmente alegres acontecimientos, por personas disputado». Ha de tener, pues, un final feliz. Además, estará dividida en cinco actos -que Torres Naharro prefiere llamar «jornadas»-, tendrá entre seis y doce personajes y será regida por el decoro.

Torres Naharro distinguió dos clases de comedias: la comedia «a noticia», tomada de «cosa vista en realidad de verdad», y la comedia «a fantasía», es decir, «de cosa fantástica o fingida que tenga color de verdad».

Comedia Aquilana, editada en 1520, pertenece a este segundo género, como la citada Himenea y también Serafina, obra esta última que contiene reflejos del pensamiento erasmista. Las ideas regeneradoras, reformistas y heterodoxas de Erasmo de Rotterdam (1466-1536) tuvieron mucha e inmediata difusión en España y fueron muy combatidas por la la Inquisición. Las obras de Torres Naharro -Comedia Aquilana, también- fueron incluidas en 1559 en el Índice de Libros Prohibidos elaborado por el inquisidor general Fernando de Valdés, que contenía unos 700 títulos. El teatro completo de Torres Naharro fue publicado por Cátedra en 2013, en una minuciosa edición crítica de Julio Vélez-Sainz.Entre las comedias «a noticia» -basadas, recordemos, en lo real- destaca Soldadesca, sobre el áspero y abusivo modo de comportarse de los mercenarios y soldados españoles.

Y es que Torres Naharro, después de recibir y, probablemente, abandonar los hábitos eclesiásticos y antes de llegar a Roma en 1508, fue soldado. Hay poca información sobre su vida, pero se sabe que, en el curso de su viaje a Italia, su barco sufrió un naufragio y él fue apresado por piratas, padeciendo, hasta su rescate, un breve cautiverio.

Se da por hecho que pudo estudiar filosofía y humanidades en Salamanca, que ejerció como clérigo en su región natal y que pasó por Valencia y Sevilla. En Roma fue escritor de corte, protegido por el conflictivo cardenal español Bernardino López de Carvajal -también extremeño, de Plasencia- como en Nápoles, a partir de 1517, lo sería por otros personajes nobles y principales. Torres Naharro escribía sus obras por encargo y con destino a representaciones privadas, entre las que no faltó alguna ante el mismísimo Papa León X.

Torres Naharro, que no dispuso de una posición económica desahogada, regresó a España y es posible que viviera un tiempo, de nuevo, en Sevilla. No hay conocimiento exacto del año de su muerte, que se sitúa en un arco que va de 1520 -la fecha más probable- a 1530, durante el reinado de Carlos I, cuyas tropas, por cierto, saquearon Roma en 1527 y cuyo entorno fue muy sensible y favorable al erasmismo, cosas ambas que irritaron sobremanera a las autoridades eclesiásticas.

Fuente ELMUNDO

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