Oigo un oleaje sonoro
y me excito: el mar, el mar…
Y no es el mar, es que lloro,
lloro sin saber llorar.
Gerardo Diego
Antonio Gallego Gallego (Zamora, 21 de abril de 1942- Madrid, 19 de febrero de 2024) ha sido desde 2003 Académico de número (Medalla nº 23, que antes perteneció a Manuel Pacheco) de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Aunque zamorano de nacimiento, su vinculación con Extremadura ha sido profunda y apasionada desde su infancia -ya que se crió en la comarca cacereña de la Vera- hasta su muerte, pues tenía una casa en Aldeanueva que era su refugio, donde disfrutó en estos últimos años mientras que pudo. Herido sin consuelo tras la muerte de su querida mujer, Sole, Inmaculada Quintanal, compañera del alma con quien compartía su pasión musical, Antonio supo sostener hasta el final de su vida una dignidad intelectual y humana ejemplar. A él le correspondía el discurso de inauguración del curso académico 2024-25 de la RAEX, pero su maltrecha salud le impedía poder cumplir con ese honor que tanto le agradaba, como me dijo en una de nuestras últimas conversaciones poco antes de su muerte. La RAEX pierde a un Académico ejemplar, culto, sensible, cabal persona y amigo entrañable.
De su talla humana queda en nosotros el dolor que su muerte nos ha infligido pero también nos queda de su talla intelectual la memoria gozosa de lo mucho que nos ha dejado en su fértil carrera profesional.
Como es bien sabido, fue un historiador del arte, escritor y musicólogo español de referencia. Formado en los conservatorios de Salamanca y Valladolid, alcanzó el título de profesor de piano ya en 1970. También se licenciaría en Derecho en Salamanca y en Arte en la Complutense de Madrid. Ocupó cargos muy importantes, como el de Oficial Mayor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1969, donde ingresaría como numerario en los años noventa; o el de Secretario Técnico de la Calcografía Nacional desde 1971. Fue catedrático de Estética e Historia de la música del Conservatorio Superior de Música de Valencia y catedrático de Musicología del Conservatorio Superior de Música de Madrid, del que también fue subdirector.
Durante veinticinco años fue director de los Servicios culturales de la Fundación Juan March, donde desempeñó un trabajo memorable, ya que, entre otras cosas, creó la Biblioteca de Música española contemporánea. Fue miembro del Patronato de la Fundación Archivo Manuel de Falla y Presidente de su Comité Científico; así como del Patronato de la Academia de España en Roma.
En la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde tan buenos ratos pasó, fue director de la Escuela de Musicología “Federico Sopeña”, quien fuera su maestro.
En su trayectoria investigadora pueden espigarse excelentes aportaciones en las que se hace palpable no solo su conocimiento y su pasión musical, sino también sus muchos saberes y sensibilidad que le llevaron a relacionar la música con el arte o la poesía.
Baste recordar trabajos suyos como los relativos al grabado en España o sobre los fondos de la Calcografía nacional, o bien La música en el Museo del Prado (1972) o el Catálogo de obras de Manuel de Falla (1987); o su excelente Manuel Falla y El amor brujo (1990), que nos regaló la reconstrucción de la primera partitura de la inmortal obra del granadino.
Con especial afecto recuerdo sus espléndidos trabajos sobre música y poesía, en concreto aplicados a la figura de Gerardo Diego, que revelaron sus vastos saberes musicales y su fino paladar poético. Me refiero a su imprescindible libro Gerardo Diego, músico, fruto de una labor concienzuda de años que finalmente vería la luz en 2021, pero que tendría un suculento adelanto en la antología Poemas musicales que publicó en Letras hispánicas de la editorial Cátedra, en 2012.
Descanse en paz, nuestro querido Antonio Gallego, nunca podremos olvidar el oleaje sonoro de tu vida.
JOSÉ LUIS BERNAL SALGADO