Esta madrugada ha fallecido Mercedes Muriel, viuda de nuestro compañero Antonio Rubio Rojas. Como os comuniqué hace varias semanas, se le había detectado una enfermedad degenerativa galopante que ha tenido su triste desenlace esta pasada noche. El entierro tendrá lugar mañana viernes a las 11 de la mañana en la iglesia parroquial de Santiago de Cáceres.
Un abrazo
José Miguel de Mayoralgo
1 DE DICIEMBRE DE 2011.
Querido José Miguel: Cuando estas noticias llegan, en otoño, en las fechas brujas que escapan como temerosas de noviembre y se asoman a la Navidad con reparos y dudas de la felicidad que anuncian los escaparates, uno parece que percibe mucho más la brevedad de la vida. Casi podemos masticar el paso de las horas, y esa sensación de pulso ingrávido de casi todo. Hace..."unos instantes" estaba Antonio contándonos con toda ilusión sus memorias de Cáceres y la Guerra Civil, los hitos absurdos de la contienda y sus consecuencias y, de pronto, como si él y su querida Mercedes fueran hijos de un Dios menor, se nos escapan con una esquela por las costuras de los sentimientos. Al rememorar todo esto, nuestros encuentros, nuestros días pretéritos, pareciendo que todo fue ayer, sentimos el malestar íntimo de no haber podido digerir la amistad como una ocasión perdida. Somos hijos de la brevedad y, aun sabiéndola, le colocamos hándicap a nuestros pasos como si viviéramos eternamente.
Hace años se celebró el Congreso Nacional de Cronistas Oficiales en Cáceres, fuimos a Portugal a celebrar algunas jornadas, y ahí, junto a ese Antonio de los torpes pasos y de andares desordenados, pero sujeto de temple y creencias, estaba Mercedes. Fue muy amable en aquella ocasiono, era recatada siempre y supo ejercitar el sigilo de la mujer prudente desde sus limitaciones y también con su mejor voluntad.
Cuando llega, en esta tarde plomiza y fría como un sudario encapotado de nubes y de aire dormido, tu noticia, me asaltan estos pensamientos sin que se me ocurra otra cosa que comprobar mi propia sorpresa por lo que rodeándonos a diario pareciera cosa nueva y singular. Y es que no nos acostumbramos a la muerte. Nos parece no sólo misteriosa sino irracional y demasiado fantasmal y estrambótica para ser realidad.
Gracias, querido Conde de Mayoralgo, por estar en esta ocasión tan vigilante y ser tan buen enlace, como se les llamaba a los combatientes de las trincheras que llevaban y traían noticias y partes de guerra.
Traslada a quien corresponda, si puedes, mi condolencia, nuestra condolencia académica, porque en esto sí que nos igualamos todos, porque - querámoslo o no- somos sujetos vivos de lo irremediable.
Un fuerte abrazo, Feliciano