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La Constitución de Cádiz en la Real Academia

En tiempo tan agitado socialmente  como es el siglo XIX, con ciento treinta gobiernos, nueve constituciones y cinco guerras civiles,  la  Constitución de 1812, sin embargo, parecía presagiar todo lo contrario. El texto era una luz esperanzadora ante la descomposición del viejo régimen, y las Cortes de Cádiz  suponían la proclama más sólida del liberalismo español. En mis aulas siempre he sostenido que es imposible conocer la esencia de España sin entrar a descubrir la vida en ese siglo convulso, pero de enormes enseñanzas. El documento quiso ser el símbolo de un tiempo nuevo, donde las Cortes eran la representación de la soberanía nacional delegada por el pueblo. El proceso de reformas que le siguió fue grande, pero el regreso de Fernando VII cercenaría las esperanzas renovadoras. Sobre esta realidad, antecedentes y consecuencias, la Real Academia de Extremadura abría el pasado día 9 una intensa jornada dedicada a profundizar en el hecho y encargaba a miembros Numerarios y Correspondientes de la Corporación el desarrollo de la misma. La publicación de los estudios presentados dará idea de la importancia de esta convocatoria, pero por su interés quiero reflejar el esfuerzo de los ponentes y su agudeza en el análisis social e ideológico. Abrió la sesión el académico José Miguel de Mayorazgo, poniendo sobre la mesa la forma en que se celebraban las Cortes en el Antiguo Régimen y la compra del derecho del voto en Cortes en la provincia de Extremadura en 1652, lo que permitió que desde entonces nuestra región pudiera hablar por sí misma. Hizo una semblanza biográfica de los  diputados extremeños más relevantes en las Cortes de Cádiz, como Muñoz Torrero, Calatrava, Oliveros, Luján o Fernández Golfín. La tesis de Acevedos es que la Constitución de 1812 y el establecimiento del régimen liberal fueron posibles por la aplicación de un nuevo sistema de elección de los diputados a Cortes, prescindiendo del viejo modelo electoral seguido durante siglos. Prosiguió el profesor Antonio Astorgano, de la Universidad de Zaragoza, se ocupó de “Los jesuitas expulsos extremeños supervivientes frente a la Constitución de Cádiz”, remontándose a los pocos y envejecidos jesuitas que sobrevivieron al destierro decretado por Carlos III en 1767; tratando dos nombres gran valía intelectual, como fueron Faustino Arévalo y Juan José Tolrá. Astorgano concluye que los jesuitas que habían puesto su confianza en el régimen liberal interpretaron mal el reformismo de Cádiz, pues los liberales dominantes en las allí continuaron con el regalismo de Carlos III y el control de las órdenes religiosas, que culminó en la desamortización de Mendizábal. Se ocupó la profesora Alicia Mª de Canto de la figura de Manuel de Godoy, precedente lúcido de Cádiz. De Canto es Correspondiente de la Real de Extremadura y fue becaria Humboldt en la Universidad de Heidelberg. Puso de manifiesto el gigantesco papel del extremeño más ilustre en el campo de la política, que llegó a ser príncipe sin razón dinástica, recordando cómo el Conde de Foy, General de Napoleón y gran conocedor de España afirmó que “Godoy en 15 años hizo más en los campos de la Cultura, las Letras y las Artes, de todo lo hecho en los tres reinados precedentes”. Según ella Godoy se adelantó a los  diputados liberales al dar muestras de admiración por la actividad literaria de mujeres españolas, pues en el texto constitucional las mujeres y sus derechos no son mencionados. Antonio Gallego deleitó con un tema curioso: “El Canto guerrero de los asturianos”, escrito por Jovellanos en 1810. Fue uno de los himnos patrióticos cantados en las guerras napoleónicas, cuando por primera vez en España fue utilizada la poesía y la música como arma de propaganda ideológica. Gallego, que entre otros méritos ostenta el de catedrático de Estética e Historia de la Música, concluyó cantando el himno, con afinadísimo oído y excelente “tono guerrero”, ante la sonrisa y regocijo de los asistentes. Serafín Martín Nieto, Correspondiente de las Academias de la Historia y de la de Extremadura, trató la documentación en francés relativa a la Guerra de la Independencia en el Archivo Municipal de Cáceres. La adhesión de Cáceres a la Revolución Nacional fue temprana, en la noche del 4 de mayo de 1808. Dijo conservarse en el archivo, sobre este periodo, una interesante documentación en lengua francesa. Bajo el título “La persecución de clérigos pacenses tras el trienio liberal”, el académico Francisco Tejada presentó un estudio de las fuentes documentales sobre aquellos clérigos de la entonces pequeña diócesis pacense que, tras el Trienio (1820-1823), sufrieron una dura persecución por la  misma Iglesia local, tachándolos de exaltados constitucionalistas. “El ambiente político de Badajoz en 1820-1823”, o describió el archivero eclesiástico don Fernando Castón, en trabajo de tal título. Finalmente se centró en las figuras del arzobispo-obispo Mateo Delgado Moreno, la del Provisor Blázquez y la del párroco de Higuera la Real, doctor Manuel Agustín Jarillo, concluyendo en su empeño por enaltecer la figura de Jarillo, cuyo informe personal a las Cortes constituyentes resultó ser el más progresista de cuantos se recibieron en Cádiz. Andrés Oyola, cronista oficial y  Correspondiente de esta Academia, presentó algunos aspectos de la Guerra de la Independencia y de la Constitución de 1812 en la Encomienda Mayor de León (1808-1824). De sus  aportaciones sólo señalaré que nos dio cuenta sobre el Bando del Alcalde de Móstoles, porque la única copia original conservada del famoso bando se halló en Cumbres de San Bartolomé (Huelva), que perteneció en aquellos momentos a Fregenal de la Sierra, entonces Tierras de Sevilla, entregando Oyola una copia facsimilar de este valioso documento para los fondos de la Real Academia. Se cerró la jornada con el académico de Número Antonio Viudas Camarasa que trató de “Las Españas en la Constitución de Cádiz”. Recordando su origen como término que se  refería a los documentos latinos de las hispanias, “Citerior” y “Ulterior”, paseó sus reflexiones por los reyes medievales que utilizaron la locución latina “Rex hispaniarum”, y por lo tanto con anterioridad al concepto de “Las Españas” referido a los distintos lugares de ultramar donde España tenía dominios. En el articulado de La Constitución de Cádiz, “Españas” aparece en plural para denominar a una nación que está redactando un texto plural -sostuvo Viudas-, válido para gobernar territorios en los dos hemisferios.

Santiago Castelo, director de la Real Academia cerró las sesiones, insistiendo en el protagonismo singular de extremeños en un trance donde el pulso entre el absolutismo y el afán por depositar la voluntad popular en la constitución llegó a llenar aquella  época apasionante, pero de una tensión revolucionaria tan larga y azarosa como nunca fue conocida en nuestra historia contemporánea.

Feliciano Correa

 

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