«Hasta la vuelta, pequeñuelos / Y que no os vayais a perder / en las estrellas de los cielos. / Venid siempre al amanecer». Estos versos pertenecen a un cuento que escribió Miguel Hernández poco tiempo antes de morir donde se hallaba preso, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, lugar al que había llegado en junio de 1941 y en el que moriría en marzo del año siguiente. Forman parte de un rudimentario librillo confeccionado con papel higiénico en el que escribió cuatro relatos infantiles dedicados a su hijo Manuel Miguel.
La Biblioteca Nacional de España ha adquirido ahora estos relatos, dos de ellos inéditos, por medio del hijo de Eusebio Oca, compañero de cárcel del poeta. Eusebio Oca añadió ilustraciones a los cuentos y Hernández le entregó algunos de ellos. Escritos en los últimos años de vida del poeta y en un registro de escritura mayoritariamente en prosa, este manuscrito consiste en seis pequeñas hojas con textos sencillos e infantiles ilustrados con dibujos. Los bordes son irregulares y se encuentran envejecidos, y las páginas están cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre.
Aunque dos de estos cuentos ya se conocían, pues el catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante José Carlos Rovira realizó una edición facsímil en 1988 («Dos cuentos para Manolito»), no por ello la existencia de este manuscrito es menos importante debido a su singularidad y significado. «El potro oscuro», «El conejito», «Un hogar en el árbol» y «La gatita Mancha y el ovillo rojo», todos ellos relatos con personajes animales, contienen metáforas explícitas sobre la libertad, tal y como destaca el catedrático en el capítulo «Últimas ausencias de Miguel Hernández» -del libro «Miguel Hernández: la sombra vencida»- publicado en 2010 en el catálogo de la exposición celebrada en la BNE con motivo del centenario del nacimiento del escritor murciano.
Miguel Hernández: cuentos para su hijo escritos en papel higiénico desde la cárcel
Miguel Hernández trataba de luchar contra la tuberculosis en la enfermería del Reformatorio cuando escribió los cuentos para su hijo, que tendría cerca de dos años y medio y al que llevaba tiempo sin ver, relata Rovira. «Estaba lo suficientemente enfermo para que no pudiera hacer un trabajo que es muy bello en su factura material, una encuadernación y unos dibujos». Contó con la ayuda de su compañero Eusebio Oca Pérez, maestro nacional y buen dibujante, que preparaba un volumen parecido para su hijo Julio, de la misma edad que Manuel Miguel. Eusebio Oca construyó entonces el manuscrito y lo ilustró con dibujos para el poeta. En compensación recibió aquel humilde conjunto de hojas que contenían los cuentos para su propio hijo, entre los que se encontraban los dos inéditos: «Un hogar en el árbol» y «La gatita Mancha».
Voluntad de ser libre
Durante esta última etapa de Miguel Hernández, como reflejan sus cartas escritas entonces, le obsesionaban el reencuentro con su mujer, Josefina Manresa, y poder ver a su hijo, al que quería entregarle, decía, «unos libros que había traducido del inglés». Rovira asegura que, aunque el poeta quiso hacer pasar los escritos por una traducción de unos cuentos al castellano, tal vez fuera una forma de evitar la censura de la cárcel, pues se trataba de «metáforas de alquien, que, en su escritura y su vida, quiso dejar constancia de su voluntad de ser libre».
Esas metáforas ilustradas sobre la libertad se encontraban hasta hace poco en manos de Julio Oca, hijo de Eusebio. Pero decidió que el lugar donde mejor podían estar algunos de los últimos escritos del poeta era en la Biblioteca Nacional. Yolanda Ruiz, directora del Departamento de Aquisiciones e Incremento del Patrimonio, no dudó ni un instante del valor casi disparatado que podían tener los escritos. «Nos pareció muy interesante por su valor patrimonial, literario y lo original del formato». La BNE adquirió los cuentos más tiernos de Miguel Hernández por 20.500 euros y desde ahora forman parte de sus fondos, que los visitantes pueden consultar en formato digital.
Fuente: HOY