En Montánchez, los chinos han sido siempre chinitos. Cosas del Domund. Cuando un holandés empezó a traer al pueblo expediciones orientales, siguieron siendo chinitos hasta que los montanchegos descubrieron que aquellas excursiones dejaban dinero y los subieron de categoría: de chinitos a chinos. El pasado fin de semana, una delegación de empresarios de Shangai visitó de nuevo Montánchez de la mano del holandés y en el pueblo los trataron con naturalidad, que es como hay que tratar a los chinos y a cualquiera. Los acompañaron a ver el estreno de un documental sobre Mustang, ‘El último reino perdido’ de China, y les ofrecieron su arte, aunque fuera más andaluz que extremeño, pero a ver, a los extranjeros les mola el flamenco más que ‘El Redoble’. Los chinos, en fin, se sintieron como en casa. Igual que se siente el holandés. El pintor Alwin Van der Linde (La Haya 1957) era un holandés errante hasta que en el año 2001 subió por curiosidad a Montánchez, descubrió una casa con unas vistas imponentes y decidió asentarse en el pueblo. Compró la vivienda y, en poco tiempo, se hizo con el aire de la sierra. Años después, vendió esa casa, se hizo otra junto al castillo y descubrió que las visitas se fijaban antes en el paisaje que en sus cuadros. Desde septiembre de 2012, su casa va por un lado y sus cuadros, por otro pues el pintor cuenta con una fundación en el pueblo que desarrolla una interesante actividad cultural. Van der Linde es pintor realista, pero de un realismo más soñado y misterioso que fotográfico. No pinta lo que ve, sino lo que quiere ver. A partir de ese concepto, se ha hecho un hueco en el mercado y en la estética actual. Expone en las galerías más prestigiosas de Europa y ya es un pintor de referencia en China. El Día de Extremadura, Alwin celebró en el Auditorio de Montánchez el segundo aniversario de su fundación, donde desde 2012 se han celebrado cinco exposiciones y un curso de cerámica creativa. Acompañado de la alcaldesa de Montánchez, María José Franco, y del director general de Promoción Cultural, José Antonio Agúndez, Van der Linde pareció querer explicar a los montanchegos, que mediaban el aforo del teatro, que en la fundación está él solo, pero que es de todos. Parecía esforzarse para que se dieran cuenta en vida de lo que supone tener el museo de la fundación en el pueblo, no vaya a pasar como con Vostell, que reina en Extremadura después de muerto. No sé si el público quedó muy convencido. Los montanchegos son muy irónicos y la ironía, ya se sabe, lleva al escepticismo. Muchos siguen pensando que Van der Linde es un señor rico que se ha encaprichado del pueblo y lo ven normal: para ellos, también su pueblo es un capricho. A Alwin, lo de parecer rico lo saca de sus casillas. Sobre todo porque no lo es y porque a veces lo dejan solo con sus iniciativas. Por ejemplo, esta de los chinos, que ha armado mucho revuelo, pero a él le toca atenderlos en la región y organizar iniciativas como el próximo hermanamiento de Mérida con Siam. Alwin ofreció sus relaciones con China a la Presidencia de la Junta para iniciar contactos comerciales. Primero no le hicieron mucho caso. Al llegar Monago, se lo tomaron en serio y dijeron que adelante, pero por el lado del Gobierno se siente a veces algo solo y por el lado de la oposición, un tanto incomprendido. En la anterior embajada empresarial, venía un señor chino que vestía un chándal del Barcelona. En Montánchez decían que daban ganas de regalarle un bocadillo y la oposición regional acusó a la expedición de ser unos mindundis. El del chándal posee 29 grandes edificios en Shangai entre otros negocios. Las apariencias, y más si son chinas, engañan. Alwin Van der Linde no se arredra. Ya va conociendo Extremadura y sus particularidades. La fundación ha cumplido dos años. Las relaciones con China se estrechan. Se siente algo solo, pero, al menos, los chinitos ya son chinos.
Fuente: HOY