Wassily Kandinsky contaba cómo una noche de 1908, en Murnau, tuvo esta revelación: «Todo se volvía claro... la descripción de los objetos perdía todo sentido... en el cuadro sólo quedaban los colores: un abismo se abría a mis pies». Dos años más tarde el artista ruso nacido tal día como hoy hace 146 años y cuyo recuerdo recupera hoy Google con su doodle, pintaba su célebre «Acuarela». Para muchos, la primera obra abstracta de la historia de la pintura. Hacia ese mismo año de 1910 este joven de la alta burguesía rusa fundaba, con otros amigos en Múnich el movimiento del «jinete azul». Atrás quedaban los impresionismos, fauvismos y expresionismos. Kandinsky se convertía en uno de los profetas de la abstracción aventurándose en un terreno artístico que años después sería despreciado por el nazismo. En 1937, dos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y siete antes de la muerte del pintor ruso, el dictador Adolf Hitler organizó una muestra que, con la distancia del tiempo, parece ideada por un verdadero amante del arte. 567 obras de 112 artistas pasearon por varias ciudades de Alemania y Austria. Los más grandes exponentes de la vanguardia artística del momento estaban representados: Monet, Manet, Renoir, Pissarro, Gauguin, Van Gogh, Cezanne, Picasso, Modigliani, De Chirico, Chagall, Grosz, Kirchner, Matisse, Klee. Y, por supuesto, Kandinsky. Sin embargo los dirigentes nazis no pretendían el deleite de la masa que subyugaban, sino mostrar lo que el «Führer» definió como «Arte degenerado». «Parece la obra chapucera de un niño sin talento de ocho o nueve años», adujo el sanguinario líder (proyecto de pintor en su juventud) ante la muestra de «Entartete Kunst» con la que pretendían mostrar la superioridad de los alemanes. Para entonces, Kandinsky ya se había exiliado en Francia, apoyado por Marcel Duchamp. Atrás quedaban los años en los que su arte era reclamado y admirado en los círculos intelectuales de Alemania y enseñaba en otra escuela artística que cambió el Arte: la Bauhaus. Los nazis, con la república de Weimar absolutamente debilitada, se habían ido extendiendo por los poros del Estado alemán como un cáncer irreversible. Los ataques contra los intelectuales de la «Construcción Estatal» que era la Bauhaus se habían tornado furibundos y despiadados. Por fin, la Escuela se vio obligada a detener su proyecto y Wassily Kandinsky tuvo que huir en un nuevo giro vital de este artista nada convencional. Con una formación nada habitual (estudió Derecho y Económicas), había comenzado de forma tardía su carrera artística. No expuso en una gran sala hasta casi los 40 años, en 1902. Después llegaron los años del «jinete azul», su regreso a Rusia, donde permaneció durante la Primera Guerra Mundial y hasta 1921; su vuelta a Alemania y la Bauhaus, siempre impulsado por una sed insaciable de pintura que le llevaba a explorar los límites del arte. Desterrado en París, desde allí vio cómo Hitler y sus acólitos calificaban de «putrefacto» o «inmundicia» su arte y cómo años después organizaban la «Entartete Kunst».. Kandinsky moría siete años después, en 1944, sin ver cómo aquellos nazis eran derrotados.
Fuente: ABC