Probablemente, a su pesar, se convirtieron en dos trágicos mitos de aquella España cuya carne milenaria se sajaba en las trincheras del cierzo y del levante, del olivo y el almendro, de la mina y la almadraba. Vistieron camisas azules. La del político, bordada en rojo ayer; la del poeta, teñida de Lope y de Calderón, llevada a trancas y barrancas en aquella barraca que movió los hilos del teatro en las aldeas y los pueblos. Soñaron con una España para todos, sin los de arriba y los de abajo. El político se iba de la boca y hablaba de puños y pistolas en el teatro María Guerrero; el poeta tocaba el piano para La Argentinita y pasaba las noches frente al Generalife, bajo aquella luna con polisón de nardos.
El tsunami dantesco de la Guerra Civil se los llevó por delante, algo que los dos habían intuido y hasta profetizado. Sus camisas azules se tiñeron de sangre: la del caballero fascista en Alicante, la del poeta iluminado en su Granada de boabdiles y de cármenes. Pero por encima de todo, durante aquellos terribles años fratricidas, estuvo la amistad más que peligrosa entre el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, y la del poeta Federico García Lorca, camborio de los endecasílabos.
Su amistad
Porque sí, pese a quien pese (y setenta años después sigue pesando), los dos mitos, probablemente a su pesar, fueron amigos, como demuestra Jesús Cotta (Málaga, 1967) en Rosas de Plomo con el que ha obtenido recientemente el Premio de Biografía de la editorial Stella Maris. «La guerra nos llevó –cuenta Cotta– a contemplar todo desde el punto de vista ideológico, y en el libro he intentado contemplar las cosas desde el punto de vista de las personas. José Antonio y Lorca son mitos ideológicos de los dos bandos. En ese sentido su amistad debía ser algo imposible, eran ideológicamente un dúo imposible. Si te acercas sin ser mitos sí entiendes esa amistad».
Guapos, de buena familia (José Antonio, hijo de un dictador; Federico de una familia burguesa). Hombretón ibérico el primero, homosexual declarado el segundo, comenta Cotta que el líder fascista «era alguien valiente, guapo, elegante, muy culto, gran conocedor de la poesía, como se ve reflejado en el himno de la Falange, el Cara al Sol, que fue hecho por grandes poetas».
Para el historiador, «el fascismo de José Antonio era más bien moral que político. Había visto que la derecha no estaba cerca de los intelectuales, ni de las clases desfavorecidas, y quería arreglar eso. De ahí, su gran interés por la literatura y su pasión por el trabajo de La Barraca de Lorca: “Quiero ese teatro español para los españoles”, y por eso el color azul del mono obrero de la Falange, por eso su bandera era roja y negra como la de los anarquistas de la CNT».
Rebelde con causas
Y al otro lado Lorca, el defensor de los desfavorecidos, de los gitanos, el rebelde con unas cuantas causas. «Realmente –continúa Cotta–, creo que fueron dos incomprendidos. Lorca siempre decía, verás cómo me matan antes que a ti. Todos los amigos le decían “estarás más seguro en Madrid que en Granada”. Él lo que quería era pasar por su casa y ver a su padre, y luego salir de gira por México con la actrizMargarita Xirgu. Los dos tenían un presagio y una premonición de su muerte. Lorca siempre pensó en la muerte y Primo de Rivera también pensaba en la muerte, porque “eso era lo que tenía que hacer por España un caballero como él”».
Ya se ha dicho, pese a quien pese, los dos querían una España mejor y para todos: «José Antonio decía, “con mi azul y tu azul, el color de los miembros de La Barraca, haremos una España mejor”. Los dos coinciden en su defensa de la cultura española en sus valores espirituales y religiosos, cada uno a su manera». El historiador subraya que «los dos se abrazaban de buena fe. Al falangista, Franco lo virginalizó y así consiguió desactivarlo políticamente, y Lorca decía que él estaba en el partido de los libros. Los dos fueron utilizados por los dos bandos, pero no estamos ante el poeta rojo y el ogro fascista. Su amistad era lógica, no ideológica, sólo desde el punto de vista ideológico no podemos entender su amistad».
Gran poeta
Una amistad que cuanto más se acercaba el 18 de julio se volvía más y más peligrosa. «Era –como resalta Cotta– una amistad secreta que se les iba de las manos. José Antonio temía a la derecha reaccionaria y Lorca, con respecto a la izquierda, decía, “si se enteran, si se enteran”, porque él no se casaba con nadie, hasta estaba asustado de su íntimo amigo Rafael Alberti, del que decía, “fue un gran poeta hasta que volvió de Rusia”. Lorca tuvo muchos amigos que murieron en los dos lados».
Y el poeta lo concretó a su manera: «Teniendo amigos en todas partes no habría guerra. A ti, que eres fascista, te recibo con el saludo romano; a ti, que eres de izquierdas, con el puño en alto; pero yo quiero saludar a todos los españoles como amigos con los brazos abiertos».
Fuente: ABC