Los especialistas califican de excepcional un cementerio celta en el que se están descubriendo tumbas y restos arqueológicos de la más diversa naturaleza, iluminando desde nuevas perspectivas las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales de los países del norte y el sur de Europa, durante más de mil años, entre el siglo XIV antes de Cristo y el comienzo de la era cristiana.
Los especialistas franceses del Instituto nacional de investigaciones arqueológicas preventivas (INRAP) descubrieron el otoño pasado un sitio funerario en las afueras de Lavau (Aube), una pequeña localidad de menos de mil habitantes, en la región de la Champaña-Ardenas (este de Francia), una ruta estratégica para la comunicación entre los pueblos germánicos y el Mediterráneo, a través del valle del Ródano.
Tras seis meses de revelaciones, los especialistas del INRAP hacen ya un un primer balance muy provisional, calificando de «histórico y excepcional» un descubrimiento que está desenterrando milagros arqueológicos de primera importancia, con una triple dimensión.
El cementerio celta descubierto en Lavau fue un sitio funerario durante más de un milenio, entre el 1.400 antes de Cristo y los primeros siglos de nuestra era. Tienen especial importancia las tumbas del siglo V antes de Cristo.
Periodo temporal sin duda excepcional, que tiene otra particularidad de primera importancia. Todos los restos arqueológicos descubiertos ponen de manifiesto unas relaciones «diplomáticas», sociales, políticas y culturales muy intensas entre los países del norte (la actual Alemania y más allá) y los países de la cuenca mediterránea.
Hace más de 3.000 años, la actual Francia (celta y gala) ya era una suerte de «puente» entre la Europa germánica y la Europa mediterránea, griega y romana.
Proselitismo de sus dioses
Varios de los descubrimientos en curso subrayan esa dimensión estratégica de la actual Francia. En el cementerio de Lavau quedan rastros palmarios de ese diálogo cultural de inmenso calado histórico.
Los especialistas conceden especial importancia a una pieza calificada de «excepcional»: un caldero de bronce de más de un metro de diámetro, decorado con cabezas con cuernos del dios griego Aqueloo («el que ahuyenta el pesar»). Hace 3.000 años los griegos ya estaban dando su «nota» a caballo entre las Europas del norte y del sur, haciendo propagando de sus dioses, capaces de «ahuyentar el pesar» con un gran caldero destinado a distribuir las bebidas euforizantes de la época.
Emilie Millet, especialista en «mobiliario» de la época, comenta: «Pensamos que ese caldero tiene una factura probablemente griega o etrusca. Es una obra maestra de la metalurgia de la Edad de bronce».
La poción mágica
El caldero descubierto en una aristocrática tumba, en Lavau, tenía la misma función que tienen calderos más rústicos para distribuir la legendaria «poción mágica» en las historias de Astérix y Obelix o para consumir caldos gallegos no menos afrodisíacos, claro está.
«Ni siquiera en las tumbas griegas se encuentran objetos tan preciosos como el caldero de Lavau», comenta, admirado, Dominique García, profesor de la universidad de Aix-Marsella. Tras la preciosidad del caldero de Lavau es posible rastrear huellas de un diálogo cultural de inmenso calado. El gran señor o princesa que estuvo enterrado en la tumba donde se ha encontrado el caldero tenía un gusto muy acentuado por las ceremonias báquicas y orgiásticas, del culto griego a Dionisos.
Todo parece sugerir, estiman los especialistas, que los grandes señores celtas / galos enterrados en Lavau tenían muchas relaciones comerciales con los artistas y comerciantes mediterráneos, griegos, primero, y romanos, más tarde, pasándoles encargos de grandes obras de ornamento artístico, pagadas al precio fuerte de la época.
Los griegos llamaron celtas a los pueblos de la Edad de Hierro que hablaban lenguas celtas. Los romanos llamaron galos a muchos de esos pueblos afincados en la actual Francia. En el cementerio de Lavau, testigo capital de los ritos funerarios celebrados en el lugar, durante más de un milenio, esas y otras tradiciones culturales se fecundaron las unas a las otras de mil y una maneras.
Los celtas del norte adoraban las artesanías y cultos griegos / orientales. Los pueblos mediterráneos (griegos / romanos) estaban sedientos de materiales preciosos (estaño) que les llegaban de la actual Alemania, hasta el Báltico.
Los especialistas estiman que el fabuloso cementerio celta de Lavau permitirán hacer nuevas y maravillosas revelaciones sobre la historia arqueológica de nuestra vieja Europa y los orígenes de su civilización.
Fuente: ABC