Félix Grande (Mérida, 1937-Madrid, 2014), que obtuvo abundantes reconocimientos por su poesía, llevaba casi cuarenta años sin publicar versos. Biografía (2010) y Libro de familia (2011) significaron el retorno a la escritura poética y la despedida. En la primera de dichas obras se reunieron todos sus poemas. También los textos de La cabellera de la Shoá, que habían permanecido inéditos y AHORA podemos leer como libro independiente. ¿Cuál es el origen de La cabellera de Shoá? Cuando fue liberado el campo de concentración de Auschwitz, en los almacenes se hallaron sacos que contenían cerca de siete mil kilos de cabello humano. Las fábricas alemanas usaron los cabellos de los presos para confeccionar sayales. En UNA vitrina del Museo de Auschwitz se expone actualmente una mata de pelo que pesa casi dos toneladas. Félix Grande la contempló, pudo tocarla, no supo definir su color. De su experiencia de perplejidad surgieron las palabras. Es decir, el libro contesta al filósofo pesimista Adorno: los terrores del experimento nazi reciben una respuesta literaria. A pesar de las dificultades expresivas, el poeta transmite sus sensaciones: “Aquí, un yo descolorido; ahí, un color tenebroso / que no ha existido nunca en el muestrario del dolor / ensangrentado de amarillo y llanto”. La cabellera de la Shoá, una sola composición dividida en diez secciones, suscita lecturas variadas. La primera de ellas nos sobrecoge por las imágenes poderosas. Los versos evocan una tragedia cuyas heridas no podrán ser olvidadas por los hombres futuros. Con cada relectura se transparenta la profusión de matices. El autor utiliza diversos recursos en una estructura circular.Asimismo exhibe su dominio de la métrica CON pentasílabos, heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos. Las anáforas producen un efecto doble de fuerza y angustia. Y, de manera insistente, el lector es interpelado, no se le permite la actitud pasiva. El texto se INICIA y acaba con dos preguntas: “¿Oís la llamada?” y “¿Ustedes saben escuchar?”. El último verso se repite con letras de tamaño decreciente. La ausencia de las víctimas obliga a Félix Grande a la creación de un lenguaje. Así el escritor inventa vocablos de FORMA coherente. La cabellera, metonimia de la deportación y el genocidio de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial, es a menudo mencionada como cueva, charco o Bulto, con la primera letra en mayúscula. De súbito, el desánimo: “¡Pobres NOMBRES, ecos de lo sagrado, / de pronto barrenderos de su propia ansiedad!”. Para el poeta, los seres derrotados son su patria. Unidos forman la nación que se llama Auschwitz, y en el paisaje destacan algunos de sus habitantes: Primo Levi, Van Gogh, Elie Wiesel, Miguel Hernández, los cantaores de flamenco Manuel Torre y Antonio Chacón, o cuatro muchachas judías que participaron en un motín y fueron ahorcadas públicamente tres semanas antes de la liberación del campo de exterminio. Están acompañados por los dones de profecía y resistencia de un personaje bíblico, Sara. Tampoco faltan adversarios innobles. Félix Grande denuncia el antisemitismo de no pocos escritores clásicos. Por ejemplo, recuerda la vileza de Quevedo y su Execración contra los judíos. Pero la réplica es positiva: la conciencia y la memoria serán los únicos desquites; sólo con ellas conseguiremos regenerarnos: “Cada cabello de ESTA pelambrera / equivale a un crujido de placenta”. La obra concluye con un análisis minucioso firmado por el profesor Juan José Lanz. Sus cuarenta y siete páginas se titulan “Poesía e Historia: La cabellera de la Shoá y la poesía después de Auschwitz”. En ellas Lanz examina las conexiones entre los versos de Félix Grande y las huellas del Holocausto. Acerca su lupa al hilo rojo que une las palabras del poeta con los convoyes que viajan a la muerte, la expoliación de los cadáveres, los gaseados en masa. Un TRABAJO riguroso que completa un libro admirable.