Ya me barruntaba algo, pero al leer esta misma mañana ABC me quedé de piedra. En La Dos de ABC, página reconstituída: “Fallece José Miguel Santiago Castelo, la voz que aunó poesía y el mejor periodismo de ABC”, y también en La Dos, el Director, Bieito Rubido, “Se fue Castelo”: “Allí escribió que la muerte es un paso más hacia esa luz donde todos nos encontraremos”. ¿Qué se me puede ocurrir a mí que no se les haya ocurrido a sus compañeros de ABC que hoy le escriben? Pienso que me bastan esos escritos como panegírico. El caricaturista Ruesla dibuja a Castelo encaminándose al cielo, donde le esperan Don Juan de Borbón y Luca de Tena: “A la memoria de Santiago Castelo, referencia y orgullo del mejor periodismo”. Juan Manuel de Prada: “Padre y maestro mágico”. Ignacio Camacho: “Su generosidad deshabitada de reproches, acogedora como el viejo camino nerudiano, de una largueza de samaritano de almas”. Y más adelante, Antonio Burgos: “Adios, niño Castelo”: “Eso vuelvo a decirte ahora. Niño. Y con todo el dolor de la cal en mis huesos, en los que se me están clavando las dos manecillas del reloj que me ha traído la triste hora de tu muerte presentida. Porque eras, Niño, el retrato viviente de ABC”. Y Julio Bravo: “Calla la voz que aunó la poesía y el mejor periodismo de ABC en las últimas décadas”. “Premiado con el Luca de Tena y el Fastenrath de la Real Academia, murió ayer en Madrid, a los 66 años de edad”. Y Ramón Pérez Maura: “Su entrega a la Corona se complementaba con su fidelidad a la familia Luca de Tena y a ABC”. Y finalmente, Álvaro Valverde: “Castelo deja una obra poética de corte clásico y popular, con sones de Cuba, mediterráneos y la raíz de su tierra extremeña”. Me olvidaba, en la última págin, Ignacio Ruiz Quintano: “Cómo no vamos a echar de menos (lo digo con Ruano) aquellas atardecidas con Castelo, si incluso ahora que se ha muerto, y no se mueve, parece que va a hablar”.
No necesito yo, modesto periodista, añadir nada más. Si acaso sólo que yo conocí a José Miguel, no podía ser en otros sitio, que en Guadalupe, adonde iba en agosto a pasar unos días con su madre, y yo también iba al Monasterio con mi familia en las mismas fechas, aniversario de mi boda con Sofía (que se ha anticipado treinta años a José Miguel a ir al cielo). Mi hijo José Ignacio, en la quincena de años, se hizo muy amigo de él en los años 70, José Miguel andaba en la veintena de años, y deambulaban por aquellas calles empedradas de Guadalupe... Después, múltiples encuentros con la “excusa” de Extremadura: el Hogar Extremeño de Madrid, Trujillo y la Real Academia de Extremadura, la Asociación de Escritores Españoles, etc., etc...
Amigo y paisano José Miguel Santiago Castelo, ¡descansa en paz!