La última lista Forbes situaba a Fernando Alonso como el deportista español mejor pagado del mundo. A ese exclusivo grupo pertenecen Pau Gasol, el héroe del pasado Eurobasket, o Rafael Nadal, ya en la recta final de su carrera. Pero incluso si sumáramos estas tres fortunas, no superarían lo que ganó un emeritense, considerado el deportista mejor pagado del mundo, por encima del boxeador Floyd Mayweather, con 300 millones de dólares y último líder de la lista de celebridades mejor pagadas del mundo que elabora regularmente la revista Forbes. Se trata de Cayo Apuleyo Diocles, auriga que en Mérida tiene calle y un pabellón con su nombre, pero que más allá de la capital autonómica no es tan conocido, aunque sobre su fortuna se haya escrito recientemente en medios de comunicación de todo el mundo. Se debe a que ha buceado en su pasado el investigador Peter Struck, profesor asociado de Estudios Clásicos en la Universidad de Pennsilvania. Según sus cálculos, ganó 35.863.120 sestercios en su vida, una cifra que recoge la inscripción monumental que le dedicaron a su muerte en Roma en el 146 D.C. sus admiradores y compañeros de profesión. Según Miguel Alba, exdirector del Consorcio de la Ciudad Monumental del Mérida, «su inscripción está en Roma, en la metrópoli, y allí solo están los mejores del imperio. En su caso, quedaba claro que Diocles movía pasiones». Según explica, podemos intuir que es de Mérida porque de Lusitania venían los mejores caballos, además de contar con un circo del que solo gozaban unas pocas ciudades. Según las averiguaciones de Struck, esa cantidad hubiera servido para mantener a todo el ejército romano y a sus legiones durante un periodo de tres meses, explica el experto para hacerse una idea del alcance de sus emolumentos como corredor. Como referencia actual, añade, los ingresos que logró el emeritense en su carrera deportiva superaron los 15.000 millones de dólares. Según la revista Forbes, en 2009 el golfista Tiger Woods fue el primero – sin contar a este atleta de la Antigüedad– en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares. Cayo Apuleyo Diocles tiene su propia entrada en Wikipedia, donde se afirma que era nativo de la actual Mérida, entonces Emérita Augusta, una de las tres principales ciudades del imperio y con un circo romano en el que más de 30.000 espectadores cómodamente sentados pudieron ver sus primeras carreras. De hecho, Alba señala cómo en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida hay referencias a Diocles, su origen emeritense, y su valía como corredor «cuando los visitantes están ante el mosaico con una cuadriga que hay en uno de sus muros, o ante una pieza de bronce de un caballo esto sirve de excusa para explicar la historia de Diocles». En torno a los 18 años, probablemente tras imponerse en competiciones locales que ya eran de primer nivel, emigró a Roma. Allí las escuderías se llamaban ‘facciones’ con seguidores tan fanáticos que se producían enfrentamientos entre ellos. Tras unas temporadas con la facción blanca, cambió a la verde a los 24 años, y finalmente a los 27 a la roja, algo que equivaldría a la escudería Ferrari actual, donde siguió corriendo hasta los 42 años, una edad excepcional, pues lo habitual era retirarse antes por culpa de graves accidentes. En total se le atribuyen 1.462 victorias, unas cifras que ni Michael Schumacher soñó en el mejor momento de su carrera. Marca personal propia Siguiendo con el símil automovilístico, de Cayo Apuleyo Diocles se conocen hasta los detalles del motor que usaba para arrasar en las competiciones: sus caballos reales, siendo los más conocidos Cotino, Gálate, Abigeio, Lúcido y Pompeyano. Víctor Sánchez del Real, experto en comunicación y especialista en marca personal, vinculado a Mérida y afincado en Madrid, lo usa como ejemplo en sus charlas sobre cómo alrededor de este auriga se fabricó una aureola gracias a la cual sus ingresos económicos se multiplicaron. En su página de Internet, Elocuent, Sánchez del Real explica que de su fortuna solo tenemos noticia de las ganancias por carreras ganadas, «pero debemos tener en cuenta que el ‘merchandising’ de la época en torno a gladiadores y aurigas incluía todo tipo de objetos: lámparas de aceite con la efigie del deportista que se vendían en mercados y en los propios eventos, o los mosaicos conmemorativos (equivalentes a los posters actuales). Sin dejar de lado las estelas o las estatuillas. Incluso los caballos tenían su nombre incluido en estos elementos y llegaba la adoración a tal nivel que podemos tener la referencia cuando en su locura el emperador Calígula nombró cónsul a su caballo favorito: el también hispano Incitatus, una figura reconocida en su época». La capacidad de movilización de fans y seguidores –prosigue Sánchez del Real– generaban importantes ingresos adicionales a los premios, como las apuestas y todo el material promocional de deportistas que es fácilmente reconocible en los yacimientos de la época. «Cuando ahora vemos aumentar el dinero que generan las marcas de deportistas de élite, podemos estar seguros de que aún falta una temporada para que alguien alcance el nivel del emeritense Gaius Appuleius Diocles. Su marca personal merecería estar en los museos, donde de hecho ya está escondida en muchos objetos conmemorativos», señala. Tal y como recuerda el exdirector del Consorcio, Miguel Alba, en Roma «la muerte verdadera no se consideraba la física, sino ser olvidado». Si sus inscripciones en Roma como capital del imperio ya consiguieron prolongar su vida hasta la actualidad, ahora los últimos artículos publicados sobre sus peripecias lograrán que el auriga emeritense sea definitivamente inmortal.
Fuente: HOY