'La piedad' y 'La estigmatización de San Francisco', dos cuadros de Luis de Morales encargados hace cuatro siglos al pintor para decorar la catedral de Badajoz y actualmente en los fondos de su museo, cuelgan estos días en El Prado. Forman parte de la retrospectiva sobre 'El divino' organizada por la pinacoteca con el patrocinio de la Fundación BBVA. A las dos cesiones a Madrid hay que unir el otro par de tablas del mismo autor que también tiene el catedralicio y que corresponden a la misma época.
La elección de la Piedad por los comisarios de El Prado puede deberse a que probablemente fue una de las primeras que pintó. En el encargo para el retablo de Badajoz mantiene unos motivos arquitectónicos que se pierden en las que salieron después del taller.
La petición de El Prado a la diócesis llegó en primavera y Juan Román, responsable del museo, cuenta que en cierto modo este reclamo prestigia la colección de la diócesis, por eso aceptaron la cesión. «Es frecuente que nos pidan alguna pieza para otro tipos de exposiciones, pero no es tan frecuente que sea el Museo de El Prado».
En este caso, a cambio de la cesión temporal, acordaron que los receptores asumieran la restauración de las obras que se llevaban. Al tratarse de pintura sobre madera, las tablas sufrían algunas grietas por el deterioro acumulado desde la última vez que se revisó y en la diócesis decidieron aprovechar el traslado para mejorar su estado.
El Prado accedió a llevarlas a su taller, pero la saturación que había en ese momento obligó a restaurarlas en el Museo de Bellas Artes de la ciudad de Bilbao.
Desde allí bajaron a Madrid junto con las aportaciones de Bilbao a la misma muestra en la que participan.
El Prado restaura y expone dos Morales del Museo de la Catedral
En este traslado, cuenta Juan Román, siempre se contó con la colaboración de la dirección general de Patrimonio de la Junta. Los bienes culturales deben salir con un seguro, que se calcula en función de la tasación del valor que hace la administración.
De momento no hay ninguna petición oficial de los organizadores para que los Morales de Badajoz vayan a otras sedes tras el cierre de Madrid. Si no hay cambios de última hora, volverán a la calle San Blas a mediados de enero.
Román recuerda que los fondos de la catedral guardan verdaderas joyas y la experiencia conjunta con El Prado ratifica esta tesis. La decoración inicial del templo fueron cuadros como los de Morales. En esa época, mediados del siglo XVI, era ya un pintor afamado que trabaja en la ciudad y por eso le encargaron el citado retablo.
A lo largo de los siglos el cabildo ha ido comprando otras muestras y algunos obispos ejercieron de mecenas para seguir enriqueciendo el patrimonio. Todo esos esfuerzo se pueden conocer con detalle en una visita que cuesta cuatro euros, pero el problema, cuenta el sacerdote encargado del museo diocesano, es que pasa desapercibido en la ciudad y quizá desde que se abrió en 1992 no se ha promocionado lo suficiente para que pasen más visitantes.
La colección diocesana se amplió en el 2003 y en estos momentos espera una necesaria reforma porque las salas sufren humedades y no tienen la iluminación adecuada.
Riqueza
Acumula un contenido muy interesante en un continente desfasado. «Ofrecemos una gran riqueza, pero asumimos que el espacio en el que se exhibe no es el más atractivo». Y ese es el reto que se plantea Román a corto y medio plazo. Asume que la diócesis no cuenta con recursos para una obra de envergadura como la que necesita el museo, pero también cree que la reforma acabará llegando si cada vez más gente conoce y disfruta de lo que allí se puede ver. «Tenemos un proyecto para adecuar las salas y que el entorno vaya acorde con el tesoro que guardan, pero no hay dinero». El sacerdote espera que alguna administración pública o mecenas se sume a la iniciativa porque los fondos y el potencial merecen el esfuerzo.
A pesar de los inconvenientes, en el museo esperan que Morales sirva de gancho para que más gente disfrute de la colección.
Dos esculturas de marfil del siglo XVII -una de San Gabriel Arcángel y otra de San Juan Bautista-, un alabastro italiano del principio del Renacimiento de un discípulo de Donattello, la lápida en bronce de Florencia del claustro de la catedral o la Inmaculada de Palomino son los otros tesoros que merecen la pena.
Cada año 1.200 visitantes se interesa por lo que guarda la catedral. Extranjeros expertos en arte que vienen atraídos por alguna pieza en concreto o turistas nacionales derivados por el touroperador llegan con frecuencia a la calle San Blas.
Fuente: HOY