Gran Bretaña celebra a su mayor genio, del que se cuenta casi todo y se sabe casi nada.
Shakespeare, que nació en Stratford-upon-Avon en 1564 y allá se murió 52 años después, potentado y aparentemente feliz, es el autor más vendido del mundo tras Dios, que por ahora conserva el copyright de la Biblia. Will, el hijo del guantero y el marido un tanto fuguillas de Anne Hathaway, nunca se ha ido y nunca se irá. Este año se cumplen 400 años de su muerte (un día después de la de Cervantes) y el Reino Unido tirará la casa por la ventana para revender a quien sabe que es su gloria nacional y una jugosa industria. Omnipresente. Miras al descuido los anuncios que flanquean las escaleras del atosigante metro de Londres y entre los carteles de los musicales emerge el careto jovial y vinatero de Falstaff, o un anuncio de un Enrique IV en el Globe, o el rocoso Macbeth de Michael Fassbender, estos días en los cines. Entras en la Foyles de Charing Cross, una de las dos mayores librerías de la capital, y aplaudes en silencio el ingenio de los editores. Versiones en cómic. Romeo y Julieta en diálogos de guasap. Ediciones tituladas «No tengas miedo a Shakespeare», con su inglés isabelino simplificado. Shakespeare y los gatos. El Bardo como guía turístico. Novelas sobre yanquis pirados y forrados, que se volvieron tarumbas rastreando sus esquivos pasos. Los tochos del erudito James Shapiro, que expandiéndose un pelín ha dedicado sendos volúmenes de más de 300 páginas a 1599 y 1606, titulándolos «un año en la vida de Shakespeare»
Fuente: ABC