He alucinado cuando ha empezado a hablar en latín, pensaba que era una broma». Cuando el profesor Álvaro Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1969) escuchó el comentario que intercambiaban dos de sus alumnos camino de la cafetería al acabar la primera clase que había impartido íntegramente en latín, tuvo la certeza de que había dado en el clavo. «Que algo de lo que había pasado en el aula retuviese su atención al salir de ella representaba un pequeño triunfo», admite con legítimo orgullo el docente. Sánchez-Ostiz, doctor y profesor de Filología Clásica en la Universidad de Navarra, forma parte de un reducido grupo de educadores que han empezado a revolucionar el sistema de enseñanza del latín homologándolo a los métodos usados para aprender inglés o cualquier otro idioma moderno. En sus clases la lengua hablada ha desplazado a la tiranía académica de las reglas y las estructuras gramaticales. «La inmersión es desde el minuto cero porque incluso traduzco los nombres de los alumnos al latín». Cuando el profesor hace una pregunta a una alumna no se refiere a ella por su nombre de pila en castellano, Almudena pongamos por caso, sino por su traducción al latín: Maria Matricensis. 'Alvarus magister', que es como lo llaman en clase, no es un recién llegado a la enseñanza: empezó a dar clases de latín hace ya dos décadas. «Lo hacía como se ha hecho siempre, a base de gramática y diccionario, pero veía que era necesario actualizar la metodología porque los resultados no eran a veces los que se esperaban. Hace unos años escuché por primera vez lo de las clases en latín hablado y al principio me pareció un poco friki, pero me fui interesando hasta que hace tres veranos me apunté a un curso de un mes que daba en Roma una academia de idiomas de Jerusalén». Resultó ser una pequeña revelación. «Disfruté muchísimo y descubrí sobre todo que hablar latín podía llegar a ser algo natural». Además de arrojar luz sobre una nueva metodología didáctica, la experiencia cambió su forma de relacionarse con los textos latinos. «Me daba la impresión de que estaban más vivos, que tenían significados que hasta entonces no había sido capaz de captar». El docente empezó a ensayar de forma aislada en algunas de sus clases y comprobó un cambio de actitud en los alumnos: «Hablarles en latín les hacía más participativos, estaban mucho más activos». Visto el buen resultado, propuso a la dirección de la Universidad de Navarra incorporar este curso la nueva metodología al programa de enseñanza. «Era una iniciativa que cuadraba con la fuerte apuesta por la internacionalización académica que se está haciendo y la aceptaron de buen grado». Sánchez-Ostiz tiene de hecho alumnos de otros países con los que se comunica fuera del aula en latín porque lo dominan mejor que el castellano. El profesor utiliza un método ideado por un lingüista danés, Hans Henning Orberg, que ha puesto patas arriba la enseñanza del latín. 'Lingua latina per ser illustrata' (la lengua latina ilustrada por sí misma) aprovecha la capacidad deductiva de los estudiantes para que encuentren ellos mismos el significado de palabras y expresiones a partir del contexto y las ilustraciones. Espadas de madera Como cualquier cambio, la nueva metodología requiere un esfuerzo extra. El primero y principal, soltarse en latín, un idioma que no es fácil de hablar correctamente dadas sus múltiples variables gramaticales. La preparación de las clases es también más laboriosa porque el objetivo es conseguir que el alumno participe, es decir, que se incorpore al diálogo usando siempre el latín. «Me valgo de la dramatización y eso me obliga a preparar hasta el último detalle de la clase con antelación, ahora mismo estoy pensando dónde he guardado los sombreros y las espadas de madera que necesito para la próxima», sonríe. Sánchez-Ostiz sabe que la clave está en la implicación de los alumnos y por eso les repite una y otra vez, en latín, por supuesto, que les está permitido equivocarse pero no quedarse callados: «Licet nobis errare, sed non tacere». El latín, no es ningún secreto, nunca ha tenido muy buena prensa entre los estudiantes que lo han aprendido con el método ortodoxo, aquel de 'La guerra de las Galias', de Julio César. La recompensa por el esfuerzo que requiere el dominio de su gramática -traducir con cierta destreza- no resulta muy gratificante más allá de añadir brillo (o sombras) al expediente académico. «Lo bueno que tiene la inmersión es que los progresos son evidentes, que descubres que comprendes lo que se dice desde el primer día», apunta Jerónimo Ayesta, estudiante de primer año de Filosofía y Periodismo y alumno de Sánchez-Ostiz. Su compañera María Fernanda Callejón lo corrobora: «He pasado de considerar el latín como un conjunto de tablas y reglas a contar chistes o hacer bromas con mis amigos en latín, es decir, me he vinculado mucho más con el idioma». 'Alvarus magister' admite que termina las clases exhausto por el enorme esfuerzo de concentración que tiene que hacer para hablar en latín, pero también deja entrever su satisfacción: «De alguna forma creo que hemos dado con la fórmula para romper el maleficio que pesaba sobre el latín como asignatura sin interés». El profesor navarro no es el único capaz de expresarse con soltura en la lengua muerta por excelencia. En Madrid, Barcelona y Valencia funcionan círculos latinos que congregan a estudiosos o simples aficionados que se reúnen para intercambiar comentarios en torno a su pasión. Pablo Villoeslada es el coordinador del Circulus Latinus Matritensis, cuyos integrantes se juntan los sábados en la Residencia de Estudiantes para charlar en latín. Son tertulias abiertas en las que participan profesores, catedráticos o ingenieros que quieren mejorar su idioma o evitar que se oxide lo aprendido. «En la enseñanza del latín se ha abusado de la gramática y se ha despreciado el oído, es como si se hubiera perdido la perspectiva de que un idioma está hecho sobre todo para hablar», observa Villoeslada. El coordinador del círculo madrileño aplaude el nuevo sistema didáctico basado en la inmersión y augura un renacimiento del latín ahora que ha pagado su peaje por su asociación al catolicismo más rancio o a sistemas de enseñanza trasnochados: «Hay una inquietud por la renovación de las metodologías pedagógicas que conecta con un movimiento de fondo de recuperación de la cultura clásica». La apuesta de este profesor por insuflar vida a lenguas muertas no admite medias tintas: «Estoy ensayando con el griego clásico pero me está costando un poco». 'TOTUM REVOLUTUM' Aunque no le pegue, el mítico actor hablaba latín. Fue presidente del club de su instituto. No, Ozzy Osborne no ha aprendido latín de repente. El culpable de que encontremos canciones de la banda 'heavy' en este idioma es el grupo estonio de música medieval Rondellus. Su disco se llama 'Sabbatum'. El personaje de J. K. Rowling también ha sido traducido al latín. Su primera aventura, 'Harrius Potter et Philosophi Lapis', cuesta unos 20 euros en Amazon. fue el año en que salió el primer número del único diario en activo que se edita en latín, 'Ephemeris'.
Fuente: HOY