En la plaza de la Soledad la música comienza a sonar poco después de las ocho de la mañana. Las clases y las cabinas de estudio del Conservatorio de Música Bonifacio Gil, el único en el que se imparte el grado superior en Extremadura, empiezan a recibir un incesante goteo de alumnos que entran en el edificio escoltados por la estatua del Porrina y su guitarrista. En el interior del conservatorio, evidentemente, suena la música. Pero también suenan las voces de alumnos y profesores. A muchas, como la de Daniela Tudor, el acento las delata como extranjeras. «Entré como ayuda de viola solista en la Orquesta de Extremadura en el año 2000. En el conservatorio necesitaban una viola para ensayar con los cuartetos y estuve haciendo esta tarea durante dos años. Cuando sacaron la plaza hice la oposición y me quedé en el conservatorio», explica esta profesora nacida en Rumanía. Como ella, en el Bonifacio Gil imparten clase profesores llegados desde Georgia, Rusia, México, Polonia o Armenia. «Esto es como Babel, aquí nos encontramos gente de todas partes», señala la directora del centro, Miren Gabirondo. Oriunda de San Sebastián, llegó a Badajoz para una sustitución puntual y ya lleva diez años al frente del centro.
Fuente: HOY