Naturalista, agricultor, activista ecológico y cultural, académico, periodista y medalla de Extremadura. «Sí, soy todo eso, pero me gustaría que se me conociese como un emboscado: persona que vive en el bosque, lo defiende y planta árboles», subraya Joaquín Araujo. Madrileño de cuna (31 de diciembre de 1947) pero extremeño de residencia (39 años) y convicción, hablará en Aula HOY sobre el potencial de Extremadura como medicina contra el cambio climático. Araujo vive habitualmente en una finca próxima a Navatrasierra, en la comarca de Las Villuercas, aunque está en el término municipal de Alía.
–El título de sus conferencias es el de ‘Extremadura, víctima o antídoto contra el cambio climático’. ¿No somos más lo segundo que lo primero por nuestro potencial?
–Es lo que deberíamos decidir con entusiasmo y dedicación. Lo que pasa es que todavía está muy lejos de lo segundo, aunque estuve hace unos días con el presidente Vara y nos ha dado una alegría al hablar de los planes del Gobierno extremeño de apostar por la economía ecológica. Pero Extremadura está en la primera línea de fuego de las causas negativas del cambio climático. Podemos ser no solo víctimas sino una de las primeras y principales víctimas del cambio climático.
–¿Cuáles son esos efectos que ya padecemos los extremeños?
–Estamos padeciendo el tropiezo de la naturaleza. La característica más palpable del cambio climático es la irregularidad, el incremento más palpable de la duda sobre lo que va a hacer el clima. Éste lo hace todo aunque los hombres, tan arrogantes, creemos que todo lo hacemos nosotros. El clima construye la realidad presente y el futuro. El incremento de las zonas desérticas es una prueba de ello.
–Somos uno de los territorios con mayor protección ambiental de Europa. Algo que, por cierto, provoca tensiones para desarrollarse.
–Lo importante es que tenemos una buena materia prima: las condiciones ambientales, el paisaje, el contexto. Esa situación es magnífica. Pero yo soy agricultor ecológico y tengo el convencimiento de que todo lo que se hace sumando deterioro ambiental, modelo energético y modelo agroquímico, se podría hacer sin ese impacto ambiental.
–¿No ve necesario rebajar esos niveles de protección ambiental en nuestra comunidad?
–No. Al contrario. Habría que aumentarlos y mucho, además.
–Hay zonas, por decirlo gráficamente, que son auténticos eriales pero con determinada protección ambiental y eso impide siquiera plantearse proyectos. Incluso del sector agroalimentario.
–No soy enemigo de proyectos. Soy un campesino más, a pesar de mis ‘excelentísimos’ títulos. Soy un hombre de la cultura rural y por supuesto estoy a favor absolutamente del desarrollo rural. Lo que pasa es que, como todo en esta vida, se puede hacer bien, mal o regular. Cuando una parte de las autoridades políticas dice que hay que apostar por la economía verde digo, vaya, pero si eso ya lo dije hace 40 años. Estoy convencido que perfectamente se puede hacer una ganadera extensiva equilibrada, mejor que la que se hace. Se puede hacer mejor la agricultura, el turismo rural. Con más precaución y cautela. Porque vienen precisamente las cosas como vienen, desde el punto de vista climático, hay que apostar por la condición de Extremadura como antídoto, medicina, que para eso también somos los mejores.
–¿Qué puede hacer la región frente al cambio climático?
–Demostrar que hay posibilidades de un desarrollo equilibrado rural, que la gente viva de las condiciones básicas de la naturaleza. Extremadura es el mejor sitio del mundo occidental para desarrollarlo. Aquí se pueden aplicar tecnologías sin agresión, algo que aminore las enfermedades ambientales del planeta. Tampoco se trata de defender que lo que se haga aquí propicie tener la renta per cápita de Singupar (más alta que la mayoría de los países desarrollados) pero demostramos que esa forma equilibrada de producción nos mantiene en unos niveles dignos de existencia con el factor de que contribuyes al mantenimiento de la vida a largo plazo, que es lo más importante en este mundo.
–Uno de los motores ‘verdes’ debería ser la energía renovable. Pero está bloqueada por el Gobierno y Extremadura, por ejemplo, no tiene siquiera un solo kilovatio instalado de energía eólica.
–La energía eólica no tiene nada de malo si exceptuamos que casi siempre se pretende en ubicaciones realmente disparatadas. En España tenemos ahora unos 20.000 molinos eólicos. Ojalá tuviéramos 100.000 porque casi tendríamos asegurado casi la mitad del suministro de energía, pero están mal planificados. Yo me apunto a que haya molinillos en Extremadura pero deberían estar a lo largo de la A-5 pero siempre se está buscando en lo alto de una montaña, con impactos colaterales.
–Supongo que la conservación medioambiental y las posibilidades y necesidades de desarrollarse para vivir siguen chocando, a pesar de que se hable de compatibilidad.
–Mantengo una noción básica. Es lo que llamo la antiarrogancia de los extremeños. Nos han despreciado tanto desde distintos ámbitos que los extremeños llegamos a minusvalorarnos. Yo sostengo lo contrario. Somos los mejores porque no hemos destruidos lo que tenemos por el ansia de lo que no tenemos. Y esta frase es la fundamental. La que hay que entender en la vida. Por tener cuatro cositas, muchas de ellas superfluas y no digamos ya peligrosas para la continuidad de la vida, la mayoría de las naciones y territorios del mundo industrializado han destruido lo que tenían. Desde la salud de las aguas y de los aires hasta la belleza básica del paisaje. Nosotros tenemos la suerte de no haberlo hecho todavía.
Fuente: HOY