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«Podría decirse que he sido un anarquista que ha cumplido con la ley»

Francisco Pedraja Muñoz Pintor, catedrático y Medalla de Extremadura
Es un gran maestro. Maestro de la pintura y maestro en las aulas. Y maestro en reunir afectos: lo quiere todo el mundo Conserva intacta su capacidad de seducción. Los achaques -tres operaciones que le han obligado a dejar sus actividades públicas y la mayoría de sus relaciones sociales-, no han podido con su fuerza expresiva y desde el salón de su casa, ayudado por un bastón, acogido a la calidez de Aurora, su mujer, pero con el porte indesmayablemente augusto, sigue escribiendo y pintando. Habla de su próxima exposición como si fuera un ratón encima de un queso: con una expectativa de festín; y ya tiene a punto de acabar su próxima monografía, un recorrido sobre la pintura extremeña de Morales a Ortega Muñoz. Dibuja diariamente a lápiz en un cuaderno de pastas dobladas, ajado, vivido, que lo acompaña del sillón donde descansa a la mesa sobre la que se apoya, y vuelta al sillón... Para los que piensen que Francisco Pedraja está postrado tenemos una buena noticia: se equivocan. Sigue siendo -le gusta especialmente la definición que dio de sí mismo Gregorio Marañón- «un buscador de tiempo» y por eso, a su ritmo, no para. Su naturaleza no deja que sosiegue. Y a la fatiga que asoma cuando lleva mucho tiempo conversando acaba imponiéndose su alegría interior, su sentido del humor, esa socarronería que despliega como un pillo y que su bondad sólo a veces le permite que alcance a ser irónica. Pedraja es un hombre raro: adonde va concita afectos, aunque confiese aquí que también ha tenido enemigos. Es el vecino de Badajoz que se ha ganado tanto cariño -hasta tiene calle propia- que son muchos los que todos los días le renuevan el título de Hijo Adoptivo que en 2007 le dio el Ayuntamiento. Nació en Madrid, pero vino a Badajoz de niño y es el extremeño ilustre que en 2013 mereció la Medalla de Extremadura. Recibe a HOY en su casa dispuesto a hablar, lo que en este hombre es una garantía de tierra de promisión, aunque a veces resulta indomable porque mientras el periodista, ateniéndose a su oficio, pretende hacerle una entrevista, Francisco Pedraja, ateniéndose al derecho que bien se ha ganado de hacer su real gana, se la salta cuando quiere. Me pregunto cómo lleva eso de vivir en el segundo plano una persona como usted, un referente para cientos de alumnos, un artista reconocido, académico, Medalla de Extremadura, exdirector del Museo de Bellas Artes de Badajoz, que ha estado 27 años al frente de La Económica.
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inRead invented by Teads «Estuve en política un año o dos y me fui sin saber entenderla» Pues lo llevo muy bien. No echo de menos el primer plano. Hay que saber retirarse. Hay un momento de la vida que saber retirarse lo es todo porque ya es lo mismo que saber estar. En esta etapa en la que estoy, después de ciertas operaciones que he tenido, mantener la presidencia de La Económica me hubiera parecido mal. Uno no puede estar en los sitios como un muñeco. El único peligro que se corre con la retirada es que se den cuenta de que las cosas funcionan muy bien; incluso mejor sin ti.
LAS FRASES PASAR A SEGUNDO PLANO «Hay un momento en la vida en que saber retirarse lo es todo, porque ya es lo mismo que saber estar» CREARSE ENEMIGOS «La verdad es a veces peligrosa, pero una persona debe decirla para poder mirarse al espejo» 15 AÑOS DE PROFESOR EN LA UMEX «La Universidad de Mayores es una de las más grandes glorias sociales que se han inventado» COMPROMISO «No puedo dejar de pintar. Todos los días dibujo y preparo bocetos para futuros cuadros» No sea falso modesto: sabe que en La Económica lo echan de menos. Yo también los echo de menos porque ha sido mi segunda casa. Algún día me presento allí. Ahora salgo poco. Me sacan, doy una vuelta. Pero cuando haga mejor tiempo seguro que me llevan. ¿Ha tenido alguna vez enemigos? Si me dice que sí me extrañaría. Pues sí los he tenido, sí. No voy a dar nombres, pero una vez me creé enemigos. Fue, ya ve usted qué cosas, porque ante un cuadro que era un fraude me vi en la necesidad de decirlo en voz alta. Y eso me produjo sinsabores. La enemistad fue más fuerte de lo que el pretexto pudiera hacer pensar. ¿Se arrepiente? ¿Debió callar? No, y eso que me sentí un poco solo. La verdad a veces es peligrosa, pero hay momentos en que una persona tiene que jugársela para en lo sucesivo mirarse al espejo. Me llama la atención que diga que se sintió solo. Usted sale a la calle y no hace más que saludar. Eso es verdad. Pero es porque Badajoz es una ciudad muy cariñosa. ¿Se siente merecedor de ese cariño? Si le digo que sí parecería un fatuo, aunque, hombre, creo que he hecho muchas cosas en Badajoz y Extremadura. He dado clase a muchísima gente desde el instituto Zurbarán a la Facultad de Educación y a la Universidad de Mayores, que es una de las glorias sociales que se han inventado. Fíjese si es grande la Universidad de Mayores de Extremadura que hace posible que mucha gente encuentre en ella no solo el sentirse universitario, sino la oportunidad de una dicha y de una vitalidad inesperadas, cuando ya parece que queda poco por hacer. He estado 15 años en la Universidad de Mayores. Quizás, desde el punto de vista de la docencia, los mejores de mi vida. Empezó Arquitectura pero la abandonó por el arte y por la historia del arte. Y a los 24 años ya estaba exponiendo en Madrid ¿A usted qué le pasaba, que no tenía más remedio que ser artista? Aquella exposición fue curiosa. Fue en el año 52. En la revista 'Goya' vi un anuncio de que la sala de exposiciones Altamira preparaba un ciclo de pintura de las diferentes regiones. A mí me habían dado el primer premio de la bienal extremeña, lo cual me permitía participar en la bienal Hispanoamericana de La Habana. Me presenté en Altamira con la credencial que me proporcionaba el recorte del periódico HOY en el que se daba noticia de ese premio y acordamos la exposición. Mis padres me dijeron que era un insensato, pero la cosa resultó relativamente bien (digo relativamente por no presumir). Entonces mi padre, al ver que podía ganar un dinerillo con la pintura, me permitió que dejara los estudios de Arquitectura, pero me puso la condición de que, en cualquier caso, hiciera «una carrera seria». Entonces estudié Derecho. ¿Pero no fue Historia del Arte? Hice el Doctorado en Historia del Arte, que me permitió entrar en la docencia y encarrilar mi vida por ahí. Podría decir: 'Derecho no me ha servido para nada'. Pero no sería verdad. Cuando estaba preparando mi tesis me convalidaron una asignatura de esas que se ponen de otras carreras. Y el Derecho me enseñó que la Ley es importante. Y que hay que cumplirla. Yo creo que hay que respetar a las autoridades, fíjese si soy antiguo. Pero usted es un artista. ¿No dicen que los artistas tienen que ser desobedientes? ¿Y quién le dice a usted que no soy anarquista en mi intimidad? A lo mejor sí, en el sentido de que no he seguido la pauta trillada. Podría decirse que he sido un anarquista que ha cumplido con la Ley. Un honesto anarquista. Esa definición suya me cuadra más con lo que algunos críticos han dicho de usted, que lo han señalado como un pintor expresionista inquieto, visceral, poco dado a concesiones para la galería. Por eso le preguntaba antes si no ha tenido más remedio que ser artista para dar libertad a esa necesidad de expresarse. Eso sí es verdad. Desde muy pequeño descubrí que mi camino era el de expresarme a través de la pintura. El primer día en que entré en el colegio público de La Paloma, en Madrid, el profesor hizo un dibujo en la pizarra de un muchacho andando y nos puso la tarea de copiarlo. Terminé el primero. Cuando lo vio se sorprendió tanto que fue a enseñarlo a los profesores de las otras clases. En ese momento tuve la sensación de que había nacido con la facilidad para hacer una cosa. Y es muy importante en la vida saber para lo que vale uno. Pero a usted también se le reconoce no sólo como artista, sino como un gran maestro. Fíjese, también me ocurrió con la enseñanza algo parecido a cómo supe que lo mío era la pintura. Tenía 21 años y di una conferencia sobre la pintura extremeña, aquí en Badajoz. Cuando acabé uno de los asistentes, que se dedicaba a la sociología, me hizo un aparte y me dijo: «Deberías dedicarte a la enseñanza. Tú vales para eso». Y yo lo creí. Es curioso, pero fueron los demás los que me abrieron los ojos a la pintura y a la enseñanza, mis dos grandes pasiones. Empecé a dar clases en la Academia Santo Tomás, en Badajoz, que para mí ha sido el paraíso terrenal. Aunque bien mirado el paraíso no es un lugar, nadie lo encuentra fuera. Lo llevamos dentro. El camino hacia la felicidad es un camino propio que cada cual se labra como puede. ¿Usted lo encontró en la pintura y en la docencia? Lo encontré en el arte, del que forma parte la pintura y la enseñanza del arte. Yo con los alumnos he establecido siempre una relación muy directa, personal. Si uno me venía y me decía: «No he podido hacer este examen». Le contestaba: «No te apures, ya te haré uno a ti solo». Los demás profesores me afeaban mi actitud y me decían que eso no era un método. Yo, sin embargo, sí creo que lo fuera porque lo que buscaba era tratar a los alumnos en su individualidad, como personas distintas que eran cada uno. Después de decenas de exposiciones nacionales e internacionales, de pertenecer a las academias de Arte de nuestro país, de enseñar a toda clase de alumnos. Después de tantas décadas de ser pintor, ¿qué es la pintura? Es expresión. Expresión de un pensamiento y de un sentimiento. Yo siento y pienso en colores. Cada color significa, aunque afortunadamente no signifique lo mismo para todo el mundo. Ese significado, ese sentido a la existencia que da el color es la pintura. ¿Sigue pintando? No puedo dejarlo. Todos los días dibujo y escribo. Estoy a punto de acabar un trabajo, que es un recorrido por la pintura extremeña de Morales a Ortega Muñoz. Me faltan apenas unos párrafos sobre Zurbarán. Y tengo siempre conmigo el cuaderno en el que hago apuntes y preparo bocetos para futuros cuadros. En cualquier momento surge una idea y hay que cogerla aunque sea por los pelos. A veces esa idea se convierte en la que se plasmará en el cuadro. Otras, es solo el principio. En esto uno no manda. Me guío por la intuición. Creo en la inspiración, pero hay que estar preparado, precisamente para poder resolver cualquier problema pictórico que te plantee la inspiración. La inspiración es fértil si hay oficio. Estoy preparando una exposición en la que tengo puesta mucha ilusión. Pintar es un riesgo. El lienzo blanco es un desafío, una invitación al riesgo. Y todavía tengo una gran ilusión por ese riesgo y por esa exposición. La tengo muy avanzada, con una quincena de obras, y me gustaría que se expusiera en el Museo Luis de Morales, aunque se hará cuando quieran los cuadros, cuando vea que en ella está todo lo que quiero decir. Se titulará 'La religión de la naturaleza' y busco en ella una exaltación del mundo natural. Los mitólogos clásicos ya percibieron que en cada rincón del bosque hay una divinidad. Algún crítico lo ha definido a usted como un místico del paisaje ¿Se ve así? En cierta medida, sí. En el paisaje no hay nada descriptivo. Todo es emoción, color. Y la forma es rotunda, volcánica. Parece que pintaras con una escoba. Yo estoy cómodo en ese mundo espiritual. Hubo un crítico que, recordando a Unamuno, dijo que mi pintura era 'el paisaje del alma'. El misticismo del paisaje, la religión de la naturaleza, paisaje del alma... Todo eso es lo que yo quiero llevar a esa próxima exposición. En su hasta ahora última exposición de hace dos años, titulada 'Paisajes de la Raya', dijo que con las obras que exponía, en las que no había ninguna figura humana, quería invitar a la gente a pensar que la vida no se detiene porque no haya testigos de ella... Claro, la vida siempre se abre paso. En cualquier circunstancia, la observemos o no. Es como la sabiduría. Uno la encuentra donde menos se espera. Para encontrar un sabio no es necesario ir a la Universidad. Yo he aprendido, sobre todo, de la gente sencilla. Es de lo que más orgulloso estoy: no de haber enseñado, y eso que me he dedicado a enseñar durante 50 años, sino de haber sabido aprender. Al mundo se viene, sobre todo, a aprender para, después, enseñar las cosas aprendidas a los demás, para ayudarlos. ¿Cuando se mira al espejo cree que ha cumplido con la misión de ayudar a los demás? Pues, mire, yo creo que sí. Sin vanidad le digo que creo que he ayudado a los demás. Marañón decia que era 'un buscador de tiempo'. A mí siempre me gustó esa idea porque el tiempo que yo he encontrado, el tiempo que he tenido, lo he usado para ponerme a disposición de los demás. Estoy en paz con el mundo. No le exijo nada más a la vida.

Fuente: HOY

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