Desde las alturas
Si tuviese que recomendarles una ruta que seguir en Trujillo les diría que hay que empezar –una vez pasemos por la inevitable plaza- por subir al castillo. La propia subida es un camino empinando pero placentero, entre muros de piedra sobre los que vamos teniendo preciosas vistas sobre los tejados de la ciudad.
El castillo en sí puede que les llame la atención o incluso que les decepcione si no están advertidos, porque sólo quedan de él los altísimos muros exteriores y el precioso recinto almenado. Y con sólo eso –y el enorme y un poco desangelado patio de armas- la experiencia ya es excepcional: la vista se alarga sobre una enorme y hermosa extensión de terreno –pura dehesa-, y vemos también desde allí por qué ese castillo ypor qué Trujillo se convirtió en un lugar importante cuando controlar visualmente el terreno lo era.
Tiene el castillo también un pequeño aljibe y una capilla más moderna en la que hay una virgen que se da la vuelta a cambio de 50 céntimos, lo que no deja de ser una curiosidad con un precio muy competitivo.
La historia y el Descubrimiento
El nombre de Trujillo está unido de una forma única a América. Seguro que ustedes ya lo saben, pero allí nacieron personajes clave en el descubrimiento, la exploración y la conquista del Nuevo Mundo cuando era verdaderamente nuevo.
Un buen punto para acercarse a ellos, que no son sólo Pizarro y Orellana aunque estos sean los más famosos, es el Centro de Visitantes los Descubridores, inaugurado hace menos de un año pero cuya sede tiene siglos, ya que está en la antigua iglesia de la Preciosa Sangre de Cristo, pequeña pero tan bonita como su nombre.
Dentro veremos la auténtica espada de Pizarro y, sobre todo, un montón de información sobre lo que fue aquella impresionante aventura de unos pocos hombres que conquistaron todo un mundo.
Aún más cerca de la historia se puede sentir el viajero en dos sitios directamente relacionados con esos hombres míticos: la Casa de Pizarro, convertida hoy en un pequeño museo muy interesante; y la Casa de Orellana, un pequeño hotel boutique con sólo cinco habitaciones que es una auténtica delicia.
No son los únicos: la parte medieval de la ciudad está llena de casas-fuerte, una mezcla entre pequeños castillos y palacios, que formaban parte del sistema defensivo de la ciudad y además daban lujoso cobijo a las grandes familias. En una de ellas, el impresionante Alcázar de los Chaves, estuvo en varias ocasiones la reina Isabel la Católica.
El resultado de la Conquista
Y hablando de ese sistema defensivo, no dejen de recorrer la muralla, modesta ella misma y sus siete puertas sobre todo si las comparamos con otras como las de Ávila, pero también con un encanto especial, quizá precisamente por esa modestia.
De vuelta a la Plaza, allí podemos ver un poco los resultados de la Conquista y de la riqueza que supuso para la ciudad en dos palacios maravillosos: el primero es el Palacio de la Conquista, un edificio renacentista bellísimo con una esquina que es sin duda una de las cinco más hermosas de España y que fue mandado construir por Doña Francisca, la hija mestiza de Pizarro y todo un personaje de la época y de la historia, que fue una de las mujeres más famosas y populares de España y que, como me dijo un amigo, ella solita desmiente la leyenda negra.
En el otro extremo de la plaza está el Palacio del duque de San Carlos, otro edificio renacentista excepcional con otra de las cuatro o cinco esquinas más hermosas de España. Este palacio pertenecía a la familia de los Carvajal, que fueron durante varias décadas Correo Mayor de las Indias.
Palacios y murallas que nos hablan aventura, éxito y riqueza, pero sobre todo de una osadía -en el mejor sentido de la palabra- que uno se pregunta si no es un rasgo de la personalidad que nuestros antepasados tenían a raudales pero que los españoles de hoy en día ya hemos perdido. Esa osadía que sirvió para hacer de España la nación más grande del mundo y que ahora encontramos poco más que como un recuerdo, por ejemplo, en Trujillo.
No se pierdan la Cervezada
Además de todo lo que llevamos dicho –y de lo no poco que nos dejamos en el tintero- en un par de semanas, los próximos 18 y 19 de marzo, va a tener lugar un acontecimiento que supone una excusa perfecta para no posponer más ese viaje a Trujillo que llevan tiempo aplazando sin saber lo que se pierden, ya que se celebra la primera edición de la Cervezada, la Feria Internacional de la Cerveza Artesana.
La cita reunirá a 26 empresas, muchas extremeñas, algunas de otras partes de España e incluso las hay de fuera de nuestro país, todasdedicadas a la elaboración de cerveza artesana y la mayor parte de ellas con distintas variedades en su catálogo y todas a disposición del viajero en la Plaza Mayor, con un formato festivo, un precio más que interesante y, por supuesto, catas, concursos, charlas y hasta conciertos de música.
Todo en un ambiente muy cervecero que seguro que valdrá la pena, no en balde, desde hace más de 30 años se celebra en Trujillo una Feria Nacional del Queso -esta sólo un poco más tarde, el puente del uno de mayo- a la que acuden cada edición unas 250.000 personas, así que está claro que saben organizar este tipo de acontecimientos y, sobre todo, que tienen el marco incomparable perfecto para que sean un éxito.
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