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Plasencia, la judería escondida

La cultura de Plasencia está marcada por una importante mezcla de tradiciones de distintos puntos del mapa. Su ubicación y su fácil acceso a las comarcas cercanas son una cualidad a la hora de atraer visitantes que han contribuido a dar forma a la historia de la ciudad.

Uno de los legados más importantes ha sido el paso de los judíos por la capital del Jerte y su estancia. Su rastro aún puede leerse, superpuesto en el mapa de la Plasencia actual.

La judería y el cementerio judío son muestras de ese pasado sefardí que no ha sido siempre tan bien conservado como debería. Desde el consistorio siguen muy de cerca esta cuestión y por ello han propuesto al Estado una partida de fondos que permita acometer mejoras con respecto a estos enclaves. Esto se hará, en el caso de que sea aceptado, mediante ese 1% cultural que el Gobierno de España destina a este tipo de labores de restauración. Plasencia ha presentado cinco proyectos y este en concreto contaría con una inversión de 800.000 euros. Desde el ayuntamiento han indicado que el dinero se destinaría a mejorar las condiciones del cementerio y a crear un punto de información en la judería con el fin de poder ofrecer más datos sobre este legado histórico y ampliar la experiencia de los visitantes.

El cementerio judío es, sin duda, uno de los espacios que más se beneficiarían de una medida de estas características. Ubicado en el Berrocal, se ha convertido en un lugar en el que el vandalismo en forma de pintadas y destrozos está a la orden del día. También se han derribado pequeñas edificaciones de gran valor histórico. La lejanía de este espacio, sumado a la nula vigilancia, no parece que vayan a cambiar la situación de un punto crucial para entender la historia judía en Plasencia y en la provincia de Cáceres.

Actualmente es normal encontrar basuras y grafitis incluso en la superficie de las cerca de veinte tumbas antropomorfas que se encuentran en el lugar, con un vallado que frecuentemente aparece caído y unos carteles informativos también en malas condiciones.

El rastro hebreo en la capital del Jerte se puede seguir desde la Plaza Mayor hasta la Puerta de Trujillo o la Berrozana, además de en la Plaza de la Catedral, en el Convento San Vicente Ferrer o en el Palacio del Marqués de Mirabel, si bien es cierto que hay que tener un ojo entrenado y conocimiento de historia para poder encontrar esa huella.

Y es que Plasencia ya contaba con una próspera comunidad judía cuando fue fundada por Alfonso VIII en el año 1186, según el fuero que el monarca otorgó a la ciudad. Las casas de la judería de la Mota estaban en el lugar que hoy ocupan las escaleras y la fuente de la plaza de San Nicolás, llegando desde Santo Domingo el Viejo y la calle de Caldereros. En este lugar, precisamente, se desarrollaban los juicios mixtos entre cristianos y judíos, que contaban con un tribunal de arbitraje con un juez de cada una de las religiones y así se mantuvo hasta el Siglo XIII.

La judería de La Mota se edificaba en el noroeste de la ciudad amurallada y su riqueza destacaba en la zona. Sus habitantes llegaban a poseer tierras o a alquilar viñedos para trabajar, según recogen los documentos preservados del Siglo XIII.

Sin embargo, la prosperidad fue sustituida por un clima tenso que en el Siglo XV se tradujo en una fuerte violencia antisemita. Al final, las leyes de Ayllon obligaron a apartar a este pueblo en un barrio cerrado levantando un muro en lo que hoy es la plaza de San Nicolás hasta la Puerta de Coria. El Parador, la iglesia de San Vicente Ferrer o el palacio de Mirabel son espacios actuales que entrarían dentro de ese recinto cerrado.

Fue en las Cortes de Ocaña, en 1469, cuando los procuradores pidieron al monarca Enrique IV que prohibiera a los judíos realizar oficios de arrendamientos, recaudación o mayordomía de la corona, vetándoles la entrada en los negocios más prósperos.

La judería de la Mota desaparece menos de 10 años después, en 1477 cuando los condes de Plasencia confiscan el espacio, sinagoga incluida, para ampliar su morada, el actual Palacio de Mirabel, y el convento de San Vicente Ferrer. Santo Domingo ocupa entonces el lugar del templo judío.

Los judíos vuelven a agruparse y constituyen una nueva judería entre 1480 y 1492, a la que se llega a través de la Calle Esparrillas y el cañón de las Bóvedas del Marqués. La Rúa Zapatería y la Plaza de Ansano se convierten en piezas clave de esta zona.

La historia diluye la presencia de los judíos en España y Plasencia no se salva de ello. Quienes pasean hoy por el casco histórico de la ciudad pueden observar las placas que señalan las familias que habitaron en las antiguas casas que, en muchos casos, han sido sustituidas por edificaciones más modernas. La cocina sefardí y su tradición sigue presente con propuestas temáticas en esta zona de la ciudad.

Plasencia pone en valor este conjunto como miembro de la Red de Juderías, con el objetivo de darlo a conocer y preservarlo. La inversión del 1% Cultural, a la espera de ser resuelta, podría marcar un antes y un después en el futuro de este espacio.

Fuente HOY

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