Cada vez hay menos gente que sostiene el sistema», resume Teodoro Casares, secretario de Formación y Empleo de UGT-Extremadura. Hace esta reflexión tras el panorama regional que dibujan los últimos datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), en los que se evidencia de nuevo que la comunidad sigue perdiendo potencial joven y no frena el envejecimiento. «El argumento lo hemos repetido mil veces, pero es que la situación vuelve a ser la misma: no hay hueco en el mercado laboral regional para los mejor preparados que hemos tenido».
Las cifras que se extraen del INE dicen que, en la última década, la comunidad ha perdido casi 30.000 jóvenes activos, esto es, población de entre 20 y 34 años que bien estaba trabajando o bien buscaba empleo. La cifra ha disminuido (de 172.360 en 2007 a 142.600 en 2017), básicamente, porque la escasez de oportunidades ha obligado a la emigración; o bien porque la desesperación ha provocado el efecto desánimo entre los que se han quedado, de manera que muchos han tirado la toalla en el periplo laboral (y, en ocasiones, han optado por empleos sumergidos al ser la única posibilidad rentable para ellos).
Al mismo tiempo, los datos también indican que Extremadura ha ganado en esta última década más de 12.000 jubilados de 65 años o más (pasando de 193.900 en 2007 a 206.000 en 2017), lo que hace saltar las alarmas en cuanto a la estabilidad del sistema y las pensiones.
ENTRE 45 Y 55 AÑOS / «Ahora mismo la población más numerosa en Extremadura es la que oscila entre los 45 y 55 años. Son hijos del boom de natalidad de los años sesenta», subraya Teodoro Casares. Y advierte que si no acaba la sangría de la marcha de gente joven en la próxima década, Extremadura seguirá envejeciendo y ese sector de la población que irá llegando a la edad de jubilación pasará a engrosar igualmente el número de mayores de 65 en una región que pierde habitantes de manera continuada.
De hecho, hace cinco años que el porcentaje es negativo. A 1 de enero de 2017, el censo en la comunidad era de 1.077.715 personas, lo que significa 7.254 moradores menos que en el año anterior (el punto máximo se alcanzó en 2011 con 1.109.367 habitantes). Y el despoblamiento se siente especialmente en las zonas rurales.
Esta situación la provoca no solo la falta de ofertas de trabajo, sino un mercado laboral precario que, insisten los sindicatos, no resulta para nada atractivo para veinteañeros y treinteañeros que acaban frustrados asumiendo empleos muy por debajo de su formación y con sueldos muy cuestionables. «Se está normalizando la precariedad en los nuevos puestos que se crean, y eso es muy peligroso», insiste Casares.
Un dato que lo certifica es que Extremadura ha perdido 65.000 empleos a jornada completa en esta última década. Pero es que además el concepto de puesto indefinido (que es prácticamente testimonial, ya que solo el 3% de los contratos que se firmaron en 2016 en la región fueron de esta modalidad) ha dejado de tener la validez de antes porque ya no supone ningún tipo de estabilidad. «Hay que seguir apostando por políticas de empleo eficaces para cambiar la tendencia actual, porque cada vez es más insostenible», advierte Casares.
Fuente ELPERIODICOEXTREMADURA