Quizás sea una galería de cadáveres,
pero hoy la vida tira de ti
y te ofrece sus labios porque la carne se transforme
en insólito misterio.
Mañana un mercado triste voceará mercancía
tan siniestra y a precio de saldo, flores
y poemas. Entonces el corazón
se hallará dormido y solitario.
Pero hoy, calaveras más bellas
nunca vieras. Jardín de jardines
a la sombra de las miradas que algún día no serán.
Arrebatado del miedo
por la gracia de esa corta eternidad,
aunque asumes que un cadáver camina
entre cadáveres.
Asumes la humillación
después de la conquista.
Más perlas que tuvieras, más pagaras.
Y eres feliz ante la fuente del placer.
No hay más que esto. Te dice tu locura.
“Fuera del Tiempo”. (Diputación de Huelva- 2008) Premio Fundación Odón Betanzos de poesía.
Salir muy de mañana, sin hacer ruido,
sin fumigar la casa con la palabra adiós.
Salir, retenido el misterio.
Mientras el perro se dejaba querer
por mi padre, lamiéndole la caricia,
revoloteando a su alrededor como un pájaro
sin alas.
Y mamá ocupaba su silueta en la cocina.
Mejor será no pensar.
Mejor salir y aventarse como una semilla viajera.
Y no pensar.
No pensar en las escamas del otoño.
De este.
De todo el tiempo.
Tratar de serenar el corazón.
Intentar arrancarse el corazón.
Todo se queda ahí, amontonado.
Confundido como muebles en un anticuario.
Para qué clasificar los recuerdos.
El antes y el después.
Morder ese polvo truculento.
Lesiones de la edad.
No, mejor así; escapar.
Desgastado.
Contener el aliento.
Mudar la piel por adaptarla a otro paisaje.
Que el cielo se desprenda de su carámbano.
Mejor así. Sin besos.
Que se pudran los besos ya para siempre.
Los tres tan solos, amalgamados.
Lo sagrado. La sentida familia.
Y por qué siento al huir que esto es el amor,
esa enorme palabra.
“Despiece de la infancia”. Premio Ciudad de Ronda de poesía (Diputación de Málaga-2013).
Tengo por libertad estas cadenas.
Tengo por libertad que tengo nudos
y un ancla ya oxidada para mi barco.
No hay otros cielos ni tierras, ni el espacio
reservado a todo hombre, ni el ángulo vital
de toda araña.
Llegado a este punto ni rezo ni comulgo
con la boca más blanca y más sedienta.
Rompo mis alas y desgasto mi tiempo.
Renuncio.
La gloria de vivir es un fruto podrido,
reducida a una apuesta con esos yacientes
que brindan por la noche con veneno.
No deseo los sueños ni este pálpito indigno
de saberme feliz si un pájaro
se acerca a defenderme, a traerme del viento
la garganta que aúlla y que refresca. No deseo
este absurdo que se complace en risas y en danzas
solitarias. Traicionado
me siento pues me ha crecido hierba en la mirada
y he de fingir que reniego del placer. Y he de llorar
sin alma y sin tristeza, con máscara de dolor
porque no duele.
Te apuesto mis recuerdos por tu ataúd sembrado
boca abajo, adentro, muy adentro,
sin salida, sin saliva, sin auxilio. Muy adentro.
De espaldas a la cruz
y a todas las montañas y a todos los caminos
y los ríos,
esos ríos que van sin detenerse,
desbordados de vida y de sangre
y de esperanzas.
Te apuesto mi estúpida pasión de payaso
fatigado,
con un destino muerto que no muere,
fantasma que a su pesar se rinde a la belleza.
De: La Noche del Condenando (Vitruvio 2014)