Desnúdame con la palabra viva,
la sencilla, la transparente, la
que siempre usamos para andar por casa;
porque ya sólo somos briznas de un tiempo incólume
que reitera el silencio.
Tú que esperas vencido,
adviérteme,
sábeme en ti ahora que
nada se nos permite donde los ojos velan.
La presencia, prohibida;
el camino, cerrado;
y la mano entreabierta
para rasgar el viento
que nos reprocha la unidad.
La espera es el remanso que ahonda en la inquietud,
el trasiego que horada el corazón
del día o de la noche.
La vida es un enigma
como la primavera en el umbral del sueño
que me vierte tu nombre
cuando asoma su voz ya de regreso a casa.
MÉRIDA - BADAJOZ
La eme
de madre en el umbral de la memoria
pretendiendo
ser trigo que
ensayara la hora de abrirse en
el lienzo del amanecer,
recorre tus solares ojos donde
se desnuda un blasón,
acuñado en
esos muros augustos de tu origen romano:
un Templo,
el de Marte,
y una santa,
Eulalia.
Tus renglones escritos fueron cuna de dioses.
Hoy vienes adornada con tu blanco amarillo
rociando de viento el azogue del mar;
un silencio, un murmullo me va acercando a ti;
hoy un espacio de maduro albor
corrige esa memoria en retornado aliento.
-Las campanas devotas me anuncian el ángelus-.
¡Mérida...,
si fuera de tus brazos,
del vientre que alimenta la savia del trigal...!
EL OLFATO
¡Qué silencio me abate!,
sonámbula destierro el modo
verbal de su fragancia;
la tenue vida que
va dirigiendo el viento que lo inunda.
El perfume me acerca, me subyuga,
embiste como toro
de terciopelo que roza el rocío;
mece mi cuna cuando su éter
recorre sentimientos preñados de embriaguez;
su dulce aroma me persigue
amiga del relente.
Elemento hacia dentro
que
cristaliza en el aire.
Vive en mí a través de mi nariz.