Buscando una salida
a mi tristeza,
topé con la dulzura de tus ojos.
Y ya no quise huir.
MIENTRAS ESPERABA
Donde quiera que vayas
iré detrás de ti.
Desde que te conozco
seguirte
es lo que he sido.
No sé hacer otra cosa.
Incluso cuando tú
me imaginabas lejos,
perdido, indiferente,
besaba yo tus pasos
y olía los recovecos
de mi ausencia sin ti.
Qué hacer, amor,
entonces,
si de pronto te alejas
irremisiblemente
sino buscar sumiso
tus caricias,
como si fuera un perro
enamorado.
Y si te encuentro plácida,
dormida como un pájaro
que sueña,
entregado a tu sueño
me acostaré a tus pies.
Para esperar callado,
contigo,
a que despiertes.
Recogerme,
huir hacia adentro para ser sólo
lo que tu mirada vea de mí.
Alejarme para que tú,
callada,
descubras mis silencios
y me nombres
para que yo recuerde por qué vivo.
Y hacerlo, entonces,
a través de tus labios y tu voz.
Despierto para verte y verme a mí
bañado en tus pupilas,
bebiendo de tus lágrimas,
consciente de que soy
desde el instante exacto en que me miras.
Y sentir tu mirada más cierta
que mis sueños:
Al fin, mujer, dormir porque te duermes.