Ya está aquí. Llevamos semanas, meses -incluso años- hablando de su gestación, de sus novedades, de si es machista o racista, de si es conservador o demasiado moderno... Y hoy, por fin, tras ser impresa en Italia y encuadernada en Polinyà (Barcelona), sale oficialmente a la venta la 23ª edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, con sus 2.376 páginas, sus 4.680 palabras nuevas, sus 99 euros de precio y un formato más austero que el de su antecesora de 2001. Los reyes don Felipe y doña Letizia presidirán este viernes la presentación oficial de la obra, que culmina los actos de conmemoración del tricentenario de la RAE.
Para reducir el tamaño del diccionario sin tener que dividirlo en dos tomos, se ha usado por primera vez el papel “semibiblia”, muy fino pero de calidad, y viene presentado con tapas de cartoné y estuche. No obstante, habrá edición de coleccionista con una encuadernación más lujosa, estéticamente a juego con las ediciones anteriores y con un precio de 200 euros. También habrá una edición de bolsillo en rústica y dos tomos, pensada sobre todo para Latinoamérica, explica a El Cultural el académico Pedro Álvarez de Miranda, que ha dirigido la elaboración del Diccionario desde su incorporación al sillón Q en el año 2011.
El Diccionario, también conocido como DRAE aunque estas siglas no respondan a su título oficial, tiene ahora un total de 93.111 entradas y 195.439 acepciones y se han introducido unas 140.000 enmiendas que afectan a unos 49.000 artículos. Estas modificaciones pueden ir “desde una simple coma hasta la reformulación completa de una definición”, explica el académico.
Muchas de estas novedades las hemos ido conociendo en la versión online, que se ha actualizado cinco veces desde que inició su andadura en internet, en 2001. Así, hemos visto cómo los medios se hacían eco de las palabras más curiosas o controvertidas que la Academia ha incorporado en las últimas tandas, como muslamen, rojillo, antiespañol y cultureta en 2010 o culamen, canalillo, gayumbos, friki, pepero, sociata y okupa, en 2012.
La realidad social se impone en el vocabulario de los hispanohablantes, y así, encontramos el triste término mileurista, el concepto euroescepticismo, nuevos significados económicos para palabras como riesgo o una nueva acepción de la palabra matrimonio para incluir las uniones del mismo sexo. Otras novedades llamativas son términos como serendipia -hallazgo valioso que se produce de forma accidental-, cameo -intervención breve de un personaje célebre en una película-, famoseo, combi, agroturismo, chupi o tunear.
Para determinar si una nueva palabra debe incluirse en el diccionario, las comisiones de académicos que trabajan en su elaboración estudian su grado de implantación con una serie de herramientas que permiten analizar un corpus de referencia -el llamado CORPES XXI- formado por miles de textos que incluyen novelas, obras de teatro, guiones de cine, noticias de prensa, transcripciones de discursos, conversaciones, etc.
Manga ancha con los neologismos
Muchas de las nuevas incorporaciones son palabras relacionadas con la tecnología. Los términos más genéricos de esta categoría, como hacker, dron -avión no tripulado-, tableta y libro electrónico, tendrán probablemente una vida más o menos larga, pero otras como SMS, USB o wifi podrían quedar pronto obsoletas cuando el formato o la plataforma a la que están asociadas caiga en desuso, como ya ocurrió con cederrón (por CD-ROM). Otras, directamente, nacen muertas, como la palabra walkman. Álvarez de Miranda reconoce que quizá en este sentido, la RAE ha tenido “la manga demasiado ancha”. El culmen de esta predisposición a los neologismos es la incorporación de las palabras tuit y tuitear, relacionadas con el uso de la red social Twitter. Incluso hace poco se especuló con la posibilidad de incluir “guasap” y “guasapear” como sustantivo y verbo derivados del uso de la red social Whatsapp. Al final, estos términos se han quedado fuera del diccionario, por ahora.
Por otra parte, aumenta el número de americanismos. En total figuran ahora unos 19.000, que se han mantenido o añadido tomando como referencia el Diccionario de americanismos, cumpliendo el requisito de que las palabras se emplearan en 3 o más países. Álvarez de Miranda destaca que no sólo las decisiones sobre los americanismos, sino toda la elaboración del diccionario, se han realizado en consenso con las 21 academias restantes de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
También se ha ampliado el número de guineanismos (30), de extranjerismos -crudos hay 333- y de locuciones latinas, muchas de las cuales pierden la castellanización de las tildes y vuelven a su expresión original en cursiva. Además, la redacción de todos los artículos se ajusta, lógicamente, la última Ortografía y la Nueva Gramática.
Polémicas eternas
Con cada nueva actualización del diccionario online, volvía el debate de siempre: ¿Habría que eliminar las palabras malsonantes o peyorativas y las acepciones machistas o racistas de los términos? La respuesta siempre esgrimida por los Académicos es la misma: no, si son usadas por los hablantes. Como recuerda una vez más Álvarez de Miranda, “el Diccionario no promueve un uso determinado de la lengua, sino que lo registra”. O lo que es lo mismo: el cambio social acaba en el diccionario, pero no puede empezar en él. Darío Villanueva dio hace unos meses una explicación mucho más rotunda: “La lengua también debe servir para que se expresen los canallas”. Por eso, ahí siguen términos como judiada y gitanada, o expresiones como “trabajar como un negro”, aunque sí se han eliminado, “en la medida de lo posible, todo aquello que podía resultar un poco sesgado o tendencioso o sexista en su formulación, porque muchas definiciones que vienen de épocas pasadas, ahora pueden chocar con la sensibilidad actual”, explica Álvarez de Miranda. El caso más ilustrativo es la supresión de una acepción que definía lo “femenino” como “débil”. También se ha rebajado “la impregnación de doctrina católica” de muchos términos, asegura el académico.
Esta ha sido la edición más atenta a las sugerencias de los usuarios, destaca el lingüista, ya que se atienden numerosas peticiones por varias vías, como el portal Unidrae o el correo elecrónico de consultas del Departamento de Español al Día, responsable del Diccionario Panhispánico de Dudas.
Además de los cambios en el contenido, se han incorporado en esta nueva edición del DRAE algunas novedades en la macroestructura del diccionario y la microestructura de los artículos. Así, en el paréntesis que se interpone entre el lema y sus acepciones, donde antes sólo figuraba la información etimológica, ahora figura también la ortogáfica, la morfológica y, en los casos pertinentes, las variaciones existentes del lema. Además, se han estructurado los artículos en bloques separados por signos indicativos, como círculos, cuadratines y flechas, que facilitan la búsqueda de la información deseada. Estos cambios de diseño son la guinda de la “Edición del Tricentenario”. Con esta etiqueta que encabeza la portada, dice el director del proyecto, la RAE “saca pecho y muestra su orgullo por el trabajo realizado”.
Fuente: EL Cultural