Villanueva de la Serena se está volcando en este 2014 con una efeméride especial. Y es que los 150 años que se cumplen del nacimiento de uno de sus hijos más ilustres, Felipe Trigo, son motivo más que suficiente para que a lo largo de este año se hayan ido celebrando, en cascada, una serie de actos que pilotan en torno a la figura del médico-escritor.
Unos actos que, sin duda, están sirviendo para rescatar facetas escondidas o poco conocidas del escritor, pero que también han despertado a los ‘triguistas’ en el afán de que su recuerdo permanezca vivo más allá del prestigioso certamen literario que lleva su nombre y que en diciembre pondrá la guinda a este sonado 150 aniversario.
El pasado fin de semana, precisamente, la Federación de Asociaciones Culturales de La Siberia, la Serena y Vegas Alta (Siseva), organizó su VII Encuentro de Estudios Comarcales que, coincidiendo con esta celebración, se celebró en Villanueva. Un encuentro que estuvo centrado en la figura de Trigo y en el que la sorpresa fue la donación que hizo Tomás Martín Tamayo al Ayuntamiento de Villanueva de un valioso fondo bibliográfico sobre el escritor.
Como colofón a las comunicaciones que se presentaron, se desarrolló la mesa redonda titulada ‘Visiones sobre Trigo. 150 años’, bajo la dirección de la periodista villanovense Nieves Moreno, en la que intervinieron Tomás Martín Tamayo e Isabel Román.
Isabel Román aportó datos sobre la relación de Felipe Trigo con los escritores contemporáneos, contratos, celotipias e incluso lecturas ocultas por parte de las damas, que después no se atrevían a reconocerlas en público. Por su parte, Tomás Martín Tamayo ofreció detalles que se desconocían sobre el suicidio del médico-escritor y que en su día escuchó a los propios hijos del autor. También contó cómo se gestó la devolución de la calle que le habían quitado y que, como reconoció, «sinceramente fue un empeño personal, auspiciado también por Santiago Castelo».
No obstante, Tomás Martín Tamayo tenía guardado un as en la manga y casi al principio de la mesa sorprendió a todos con la donación al Ayuntamiento de Villanueva de la Serena de su ‘pequeño tesoro’ de Felipe Trigo. Un ‘tesoro’ que llevó en una bolsita de una tienda, normal y corriente. De ahí sacó unos libros, y los colocó junto al micrófono a modo de volúmenes de consulta, hasta que llegó el momento de descubrir su destino. Visiblemente emocionado, se dirigió al alcalde, Miguel Ángel Gallardo, al que pilló de sopetón la donación de estos libritos de la bolsa, que resultaron conformar un valioso fondo bibliográfico sobre Trigo.
50 años recopilando
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Un gesto que estuvo madurando un tiempo y que se cristalizó el sábado con su entrega física al primer edil: «A lo largo de casi cincuenta años he estado recopilando la obra de Felipe Trigo, que Santiago Castelo me descubrió como un autor villanovense. Algo que yo desconocía porque Felipe Trigo había sido retirado de la historia oficial de la literatura española y ni en el bachillerato ni en la carrera se estudiaba. Trigo fue un autor maldito y sus obras fueron quemadas u ocultadas en el fondo de armarios y cajones. Comencé a indagar, a buscar y entre las 25 obras que doné al Ayuntamiento, todas con más de cien años de antigüedad, en 22 tomos, hay varias primeras ediciones, libros con firmas de prestigio y posiblemente dos ejemplares únicos que los propios hijos no tenían y desconocían, aunque están catalogados. Ha sido una decisión muy meditada porque ahí hay mucho esfuerzo y mucho… En 1988, por una novela corta que compré en México al hijo de unos emigrantes gallegos, tuve que pagar 340 dólares americanos. Cada ejemplar tiene un esfuerzo detrás. Felipe Trigo, en apenas quince años dejó 17 novelas y 24 novelas cortas, además de cuentos, ensayos, artículos… Yo he donado 22 tomos, uno de ellos con las páginas aún pegadas, otros han sufrido el deterioro de cientos de lecturas… No sé si en el Ayuntamiento de Villanueva lo valorarán, creo que sí, pero la colección que he entregado para mí no tiene precio. Es decir, no la vendería por nada. Y de hecho no he querido venderla a la Biblioteca Regional ni a la institución cultural de una Caja que fue muy importante. Su sitio es Villanueva y en Villanueva está. Creo que el alcalde y la actual corporación, en general, sí saben valorarlo».
De hecho, a Martín Tamayo no le pasó desapercibida la reacción del primer edil y agradeció sus palabras, pues este aprovechó para avanzar que en la ampliación de la biblioteca municipal que se hará en la antigua cámara agraria, se habilitará una sala donde estarán estos fondos donados: “El alcalde fue muy expresivo y dijo sentir vergüenza por cómo se había portado Villanueva conmigo y cómo me había portado yo con Villanueva. De hecho, me garantizó que iban a tratar de corregirlo de inmediato. Yo creo que he hecho lo que tenía que hacer, porque eso es muy valioso para Villanueva y me escocía tenerlo bajo llave guardado en mi biblioteca”.
Martín Tamayo también ahondó en Villanueva en uno de los aspectos más desconocidos de la vida de Trigo, como fue el de su suicidio: «Aquel sábado, 2 de septiembre de 1916, se levantó especialmente activo, se acicaló con esmero, desayunó con su familia, no quiso ir a ver la respuesta de los lectores a la salida de ‘La novela corta’, que publicaba un capítulo de ‘La altísima’, paseó a sus perros por el espacioso jardín que rodeaba a Villa Luisiana y después hizo algo inusual, como recorrer todas las dependencias de la casa y besar a su mujer y a sus hijos. De esta actitud puede deducirse cierta determinación, cierta despedida. Después se encerró en su despacho por dentro y con un revólver se disparó en la sien derecha, con salida por la región occipital. Hasta aquí es fácil deducir que el propósito de quitarse la vida lo tenía muy ultimado, pero… Pero sobre la mesa dejó una breve carta de despedida, bastante farragosa en su redacción, repitiendo conceptos, con signos de puntuación incorrectos, apresurada… ¿Alguien, y sobre todo un escritor de recursos como él, que tiene pensado quitarse la vida deja como testamento y justificación una carta así? Parece raro».
Y es que, como precisa, el autor villanovense tenía sus luces y sus sombras: «Fue un personaje muy controvertido. Médico rural muy apreciado, militar de carrera fulgurante. Con 36 años se retiró como teniente coronel, héroe de Filipinas mutilado en una sublevación y mientras le gestionaban la Laureada de San Fernando, se retiró a Mérida para dedicarse a la literatura. Se trasladó a Madrid tras su primer éxito y, posiblemente ya afectado por la neurastenia, se encerró en sí mismo, se mostraba remiso a los contactos sociales, a los coloquios literarios. Era un individualista que se dedicaba desenfrenadamente a la producción literaria con un éxito sin parangón para el momento».
Una producción literaria que, según Martín Tamayo, escondía algunos secretos: «Felipe Trigo fue un autor erótico y social, por ese orden. Yo he leído toda su obra y he comprobado que siempre se repite este esquema, pero no se puede prescindir de ninguno de los dos pilares porque entonces sería otra cosa. Era un autor compulsivo, que podía escribir hasta dieciséis horas de una sentada y acabar una novela como ‘Jarrapellejos’ en un mes. Estaba muy solicitado y eso suponía para él una tortura, hasta el punto que en frases enteras se autoplagiaba para poder cumplir con la demanda. Creo que su hija Luisa lo ayudaba, aunque ella sonreía pero no lo confirmaba».
Además, considera, en contra de lo que consideran muchos, que Trigo no fue un adelantado a su época: «Felipe Trigo fue un iconoclasta y lo hubiera sido en cualquier época. Un inconformista, un contestatario lo es siempre, al margen de la época o el lugar. ¿Un adelantado? Incluso como socialista lo fue a su manera. No, no fue un adelantado. Los ejes de su temática, erotismo y sociedad, ya estaban asentados en la literatura desde muchos siglos antes. Felipe Trigo fue Felipe Trigo e incluso me atrevo a decir que vivió, que escribió y que murió como podía vivir, escribir y morir Felipe Trigo».
Lo cierto es que, para el docente y escritor, la figura de Trigo está suficientemente reconocida, y en esta labor alaba el trabajo del Consistorio: «En su día Felipe Trigo era más leído que conocido y hoy creo que es más conocido que leído.
En su época ningún otro autor vendía tanto como él y ninguno logró una considerable fortuna en tan poco tiempo. Las envidias eran inevitables y las descalificaciones también. Creo que hace falta una promoción sistemática de sus obras, editándolas y facilitando que lleguen al lector. Las ediciones oportunistas que se hacen, como a salto de mata y complemento a algún acto concreto sirven de poco. Pero reconozco que en Villanueva se ha hecho mucho y creo que poco a poco se irá cerrando el círculo. Como peligro veo que hay muchos ‘triguistas’ acérrimos, capaces incluso de desvirtuar la historia para ensalzar la figura de Felipe Trigo y eso es, como todos los fanatismos, un error. Trigo era grande como era y él mismo se reiría si se viera ahora en una hornacina».
Lo que está claro es que si Trigo levantara la cabeza, se sentiría orgulloso de su pueblo y del cariño que le tienen. Y reconocería, sin duda, que Tomás Martín Tamayo ha sido una persona clave en la reivindicación de la figura y obra del escritor nacido en Villanueva de la Serena.
Fuente: HOY