El director del Museo Reina Sofía, que ha sido renovado en su puesto por cinco años más, hace balance de su gestión, desvela sus retos y habla de ARCO y del mercado del arte Llegó hace poco más de cinco años al frente del Museo Reina Sofía, tras su paso por la Fundación Tàpies y el Macba. Fue la primera vez que el director de un gran museo español se nombraba siguiendo el Código de Buenas Prácticas: o sea, fue elegido por un comité de expertos y no a dedo por el político de turno. Recientemente, ha sido renovado en su puesto por cinco años más. -Después de cinco años, ¿objetivo logrado? ¿Insatisfacción, satisfacción plena, moderada? -Si el objetivo se ha logrado deberían decirlo ustedes. Satisfacción, sí. Se ha hecho el esquema y ahora queda desarrollarlo. Hemos mezclado disciplinas, empezamos a trabajar con el documento, introdujimos el cine y comenzamos a trabajar con una historia local en un mundo global. Hemos llegado hasta los años 70. Falta desde los 80 hasta la actualidad. Seguiremos haciendo exposiciones históricas, pero quiero poner énfasis en lo actual. Hemos desarrollado mucho las itinerancias de las exposiciones en lugares como el MoMA o la Tate. Y ha habido dos hechos muy importantes para el museo: la ley propia y la fundación.
Son consecuencia del consenso sobre la necesidad de autonomía de la institución. Habla de una madurez institucional de nuestro país. Teniendo en cuenta la situación económica, es un instrumento de financiación esencial para el museo.
«El tema del "Guernica" nos ha acercado mucho más a Miguel Zugaza y a mí» -Pero no todo ha sido un camino de rosas: el presupuesto público del museo, como el de todos, baja cada año; quisieron quitarle el «Guernica»... ¿Alguna crítica que le haya dolido especialmente?
-Lo bueno de la memoria es que es selectiva. El tema del «Guernica» ha hecho que Miguel (Zugaza) y yo nos acercásemos mucho más, porque cada uno busca lo mejor para su institución. Las relaciones con el Prado son en estos momentos excelentes.
-Tenemos idilio a la vista…
-Relaciones excelentes, idilio es algo utópico. La reducción del presupuesto la tienen todos los museos españoles. Dentro de lo que cabe, nosotros nos podemos considerar privilegiados. Hay instituciones que no tienen nada. Lamentarse, vivir en la nostalgia, es casi reaccionario, no sirve para nada. El pasado no vuelve. Pero hay que exigir que la cultura sea un derecho, la cultura como servicio público. Hay que exigir que no se caiga en la falacia de pensar que primero hay que cubrir las necesidades básicas y después la cultura, porque la misma noción de básico es cultural. Cuando todo iba bien muchos cuestionábamos un modelo que no tenía sentido. Pero la crisis te exige tomar soluciones ya, porque si no estás poniendo en peligro la propia subsistencia de la institución. Es el momento de reinventarse, de plantear nuevos modelos: crear la memoria de un país y generar conocimiento.
«Se han hecho barbaridades, pero el mundo de la cultura es la víctima» -¿La crisis está sirviendo para poner las cosas en su sitio, para que haya menos fuego de artificio en los museos?
-Se han hecho muchas barbaridades, como en todo. Pero el mundo de la cultura es la víctima. Parece que somos los responsables de que se hayan hecho auditorios que se caen…
-Los museos se resisten a entrar en una guerra de cifras de visitantes, pero al final todos lo hacen. ¿Les exige cuotas de público el Ministerio de Cultura?
-Los museos son espacios públicos: de la gente y para la gente. Una democracia es de las mayorías, pero con el respeto a las minorías. La cultura no es algo a corto plazo, no es una moda, no tiene un valor economicista.
-¿Es de los que prefiere no tener un museo masificado de gente, sino menos público pero más interesado?
-Prefiero hablar de múltiples minorías. Hay veces que hay tanta gente en un museo que acaba siendo imposible ver nada. Los grandes museos, que son los que tienen grandes masas de público, buscan cada vez más gente pero se dan cuenta de que es contraproducente. Es fundamental para la higiene mental cultural de este país que se visiten también los pequeños museos, tienen derecho a proporcionarles recursos. Son los primeros en caer.
«Hemos doblado el número de visitantes. Muy minoritarios no seremos» -Una de las críticas que se le suelen hacer es que sus exposiciones son «minoritarias, densas, de tesis», que ha querido imponer en el Reina Sofía el «estilo Macba». ¿Qué ve de justo en estas críticas?
-Hemos doblado el número de visitantes. O sea, que muy minoritarios no seremos. Cuando haces programación, intentas equilibrar. Ahora tenemos tres exposiciones muy populares: la colección Phelps de Cisneros, Cristina Iglesias y Dalí, obviamente, lo será. Pero no se ha hecho por eso. Sí es cierto que no solemos hacer exposiciones de grandes nombres populares. Si todos hacemos lo mismo, es muy aburrido. Somos un museo y centro de arte contemporáneo. Si hay algo que nos falta es la parte contemporánea: es algo en lo que tenemos que incidir más. En cinco años llevamos unas noventa exposiciones. Sólo he dedicado cuatro de ellas a artistas de los que ya organicé en su día otras muestras en Barcelona. Si analizas la programación de la Fundación Tàpies, el Macba y el Reina Sofía son muy diferentes.
«Hay tendencia a repetir los mismos nombres, las mismas exposiciones» -¿En su visión de los museos cabe el espectáculo?
-El arte es una experiencia física, afectiva, de piel. La función espectacular acaba buscando la emoción rápida, un titular, visitantes, comercio. Es un gran error, en el cual a menudo caemos. Hay una tendencia a repetir los mismos nombres, las mismas exposiciones, que se han convertido en marcas. Es otra de las contradicciones: pan para hoy y hambre para mañana.
-Acaba de ser confirmado para otros cinco años. ¿Cuáles son sus retos?
-No acumular, sino compartir. Ese es el reto.
«En 2014, catorce obras de la última etapa de Miró viajarán a Seattle» -¿Cuándo comenzará a viajar por el extranjero la colección del museo, como ya hace desde hace tiempo la del Prado?
-En 2014 irán unas 60 obras del último Miró a Seattle, que después itinerará por Estados Unidos. No se trata de coger colecciones y venderlas fuera para generar recursos. Se trata de intercambiar. Haremos en Settle cuatro exposiciones.
-¿Mecenas como Patricia Phelps de Cisneros podrían tener sala con su nombre en el museo, como ha hecho el Prado con José Luis Várez Fisa?
-No se ha pensado, pero no tendría ningún inconveniente. Pero que no sea una capilla o un mausoleo. Cuando acabe la exposición de la colección Phelps de Cisneros habrá en el museo una sala, junto a la del expresionismo americano, donde estará el equivalente latinoamericano.
-Con la entrada cada vez menor de dinero público, ¿cómo se atrapa a un millonario, sin ser Marilyn Monroe, para que invierta en un museo?
-Se atrae creando una fundación, haciendo que estén representados en el Patronato. En cuanto a los incentivos fiscales, en el Reina Sofía son de hasta el 40% gracias a la nueva ley.
«Tiene que haber incentivos para los mecenas, si no es muy complicado»
-¿Cómo valora las palabras del presidente del Gobierno en el Prado?
«El mecenas no espera nada a cambio... La generosidad no sólo depende de incentivos económicos», dijo Rajoy. -Tiene que haber incentivos para que eso ocurra, porque si no es muy complicado.
-A Ángeles González-Sinde la tenía ganada para la causa. ¿También a
José Ignacio Wert y José María Lassalle?
-La relación con ellos es impecable. Hay un apoyo y respeto institucional importante.
-O sea, que se siente respaldado por Cultura...
-Sí.
-Chris Dercon, director de la Tate Modern, se deshace en elogios hacia su gestión en el museo. ¿No tiene la sensación de que se está entendiendo y valorando más su proyecto internacionalmente que en España?
-No tengo esa sensación. Pero sí me consta que la colección del museo se discute en universidades americanas como en Harvard.
-Para unos los museos son mausoleos y para otros centros comerciales.
¿Está muerto el concepto tradicional de museo?
-Totalmente.
-¿Ve muchos mausoleos y centros comerciales entre los museos del mundo?
-Sí, sí, bastantes.
«Cuanta más competencia haya, más cosas pasen, es mucho mejor»
-Parece que en plena Milla de Oro de Madrid hay una pugna entre fundaciones y museos. Miguel Zugaza hablaba de una Olimpiada de exposiciones en la capial, Guillermo Solana aludía a «un local donde el Museo d'Orsay ha abierto una sucursal» (refiriéndose a la Fundación Mapfre)... Esta institución iba a hacer una exposición de Dalí, que finalmente hará usted en el Reina Sofía… ¿Ve competencia desleal, como creen algunos, en el papel de las fundaciones?
-En absoluto. Cuanta más competencia haya, cuantas más cosas pasen, esmucho mejor.
-No deja de ser paradójico que se les acuse a las fundaciones de comprar exposiciones, cuando los museos las venden fuera de España…
-En primer lugar, hay una ley de Fundaciones y, en segundo, a Mapfre la tenemos en el Patronato. Si me quitan una exposición, pues qué le voy a hacer…
-¿Qué ocurrió con Dalí?
-No hubo una guerra española, sino francesa. El Grand Palais quería hacer una exposición, habían hablado con Mapfre. Pero la guerra fue entre Grand Palais y Pompidou; llegó hasta el ministro. Nosotros habíamos hablado con el Pompidou y el Grand Palais con Mapfre. En Francia se la quedó el Pompidou, por eso la hacemos nosotros.
«Hoy el canon lo marca el mercado del arte, que está hinchado. Hay una burbuja»
-¿Sigue de cerca el mercado del arte?
-El mercado del arte no se deshincha. Aparecen obras muy importantes. Es absurdo que un Giacometti cueste 70 millones, un Warhol 20 millones... Es absurdo que un Warhol o un Richter cuesten más que un Zurbarán. Lo entiendo sociológicamente, pero no moralmente. No debería ser así. Hay una burbuja, un interés por lo contemporáneo. Hoy el canon lo marca el mercado, que está hinchado. En los años 40 y 50 lo marcaban los críticos. Y eso nos influye muchísimo en los museos. No hay un museo público que pueda comprar estas obras. Sólo las grandes fortunas.
«Las megagalerías son las que marcan. Los museos deben ganar músculo» -¿Los grandes magnates (Abramovich, Geffen…) han venido a sustituir a los críticos y los curators?
-Las megagalerías son las que marcan. Es importante que los museos ganen músculo. Y la forma de hacerlo es creando estructuras internacionales, compartiendo colecciones…
-¿Tanto se ha pervertido el mercado del arte?
-Hay artistas que estoy convencido de que en veinte años valdrán muy poquito.
«Habrá que ver cuánto cuesta una obra de Hirst o de Koons dentro de 20 años»
-Gerhard Richter es el artista vivo más cotizado. ¿Qué le parece?
-En el caso de Jeff Koons o Damien Hirst le diría que son una cosa meramente de mercado. No sé si usted o yo estaremos dentro de 20 años, pero habría que ver cuánto valdrán sus obras. Richter es un grandísimo artista, pero sus precios están sobredimensionados. Hay otra burbuja: Brasil. Allí hay muchísimo dinero y grandes coleccionistas que compran obras de artistas brasileños. Sus precios son prohibitivos. Eso, al final, puede acabar siendo contraproducente, porque las obras difícilmente podrán salir de Brasil. El propio mercado puede generar problemas para la obra de un artista.
-¿Dentro de 20 años nadie se acordará de Koons y Hirst?
-A nivel sociológico, probablemente sí. A nivel poético creo que no, francamente.
«ARCO debería replantearse su modelo, ha ido perdiendo oportunidades» -Estamos en pleno ARCO. Algunos vaticinaron su debacle. ¿Está usted entre ellos? ¿Se está demostrando que no era una feria tan sólida como nos vendían?
-Es un modelo que ha ido perdiendo oportunidades. Ha habido cierta confusión desde el principio. La primera confusión fue en los 80, cuando ARCO era una gran fiesta. Se confundió lo social con el intercambio. Había cosas absurdas: gente que iba a ARCO y no iba al Prado ni al Reina Sofía... También se perdió la oportunidad de Latinoamérica. Y esto es sangrante. Art Basel ha sabido redefinirse. ARCO quizá deba replantear su modelo. Se ha perdido la batalla del arte latinoamericano (los grandes coleccionistas van a Miami), la parte joven (van a Frieze)… Una feria es un lugar de intercambio. Hay muchas formas de hacerlo. Igual puede ser un intercambio de ideas.
-Pero al fin y al cabo una galería vive de vender…
-No me corresponde a mí decidirlo, pienso en voz alta. Hay muchos modelos de feria. Está el tradicional: vender obras en un «stand». Los museos y los artistas se replantean su papel y las galerías también deberían hacerlo: no deben ser sólo un lugar donde colgar cuadros y esperar a que alguien los compre. Podrían plantearse producciones, ser algo parecido a una agencia, algo más dinámico. La nueva generación va en este camino. Igual las grandes galerías vienen a ARCO si hacemos otras cosas.
-A Miquel Barceló le preguntaron en una reciente visita a Madrid por el Reina Sofía. Dijo que no le habían propuesto ninguna exposición, que no había visto aún la reordenación de la colección, pero que era previsible. ¿Algún comentario?
-En el museo se hizo una exposición de Barceló hace poco y hubo otra en «la Caixa». Si hay un artista al que estoy muy vinculado afectivamente es Tàpies y no he hecho ninguna exposición suya en estos cinco años. La reordenación de los 80 y 90 la estoy haciendo ahora.
-¿Ha visto su exposición en la galería Elvira González?
-Aún no, porque he estado en Nueva York, pero iré. Las veo todas.
-¿Cómo estará representado Barceló en el museo?
-Lo estoy trabajando. No lo sé aún. Nunca trabajo de un modo reactivo, sino tratando de generar un discurso.
«No tengo planes de fituro, estoy centrado en el Reina Sofía»
-¿Y después del Reina Sofía qué? ¿Estará estos cinco años? Hay rumores que le sitúan en la Documenta de Kassel, en el MoMA… No está mal.
-Siempre que he estado en un sitio he intentado acabar mi trabajo. No tengo planes de futuro. Estoy centrado en el Reina Sofía.