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Un libro recuerda a los miles de compatriotas recluidos en el dantesco campo de exterminio nazi Mauthausen, el holocausto español
isabel permuy Jose Alcubierre, Carlos Hernández de Miguel, autor del libro, y Siefried Meir, ayer en Madrid Sobre la bandera republicana que durante media vida ha llevado en la solapa, todavía sopla el viento. En sus ojos, aún queda la humedad de aquellas lágrimas de tantas noches sin cenar, de tantas noches sin dormir, de tantas noches oyendo y soportando los gritos de sus compañeros. Los gritos de espanto y de dolor, las voces ahogadas de los que al día siguiente tal vez cogerían el último tren, el tren que acababa parando en una siniestra estación llamada Ziclón-B. Bajo las gotas gélidas de otra madrugada (otra más, y cuántas iban, quién lo sabe si no fuera por Celestino que lleva la cuenta apuntando sobre un viejo papel con la sangre que se hace cada noche con un cristal). Aquellas madrugadas mientras el viento de terror no dejaba de soplar sobre el Viejo, Viejísimo Continente. Nevaba en Europa, y nevó durante más de cuatro años en su corazón, y en el de sus compañeros que ya no volverían por la noche a dormir al barracón: asesinados por un kapo (vade retro, peste traidora), mordidos por un doberman, pateados por unas botas de caña. Azotados con una fusta curtida con piel de judío, una fusta aria y nibelunga. Pero José Alcuberre, (hijo de un alto funcionario de la Generaltat catalana, hoy con ochenta y pocos) decidió que él «no iba a olvidar». Y no lo ha hecho. Llegó a Mauthausen a los catorce años en un tren procedente de Angulema: maridos, esposas y niños republicanos españoles. Con los ojos acuosos (llorando en varias ocasiones) José, Pepe, no tenía inconveniente en recordar ayer ante la Prensa sus espantos durante la presentación del libro «Los últimos españoles de Mauthausen. La historia de nuestros deportados, sus verdugos y sus cómplices» (Ediciones B), de Carlos Hernández de Miguel.
Las ruinas de Europa Pepe, vigilado (ojala todas las vigilancias fueran así, verdad, compañero) de cerca por su esposa (sobrecogida aún más que él mismo) rememora aquel trayecto espantoso atravesando las ruinas de Europa desde Francia hasta Mauthausen, en Austria, miles de kilómetros camino de la muerte. Le acompañaba su padre que años más tarde moriría apaleado por un SS. José Alcuberre, que consiguió con paciencia y valor extremo jugándose la vida cada noche ir sacando fotos del campo que luego sería utilizadas como pruebas en el Juicio de Nüremberg recuerda que «los españoles sabíamos más que nadie en Mauthausen, rememora que «no, a mí no me tatuaron el número» y subraya que nuestros compatriotas fueron mejor tratados que el resto de prisioneros (los que sobrevivieron, claro) «porque ya teníamos bastante experiencia y les éramos útiles a los nazis» y también se emociona (aún más) al pensar en La 9 («qué pena, que casi nadie lo sepa») de la División Leclerc, que fueron los primeros en liberar París el 25 de agosto de 1944, recuerda y recuerda («eran tres aragoneses, dos de Teruel y un baturro. Los mataron a golpes. Uno era mi padre. Y llora. Y lloramos. Carlos Hernández de Miguel es sobrino de un deportado, Antonio Hernández Marín, y ha entrevistado a dieciocho supervivientes españoles y al judío alemán (de Francfort, llegó a Mauthausen con once años, proveniente de Auschwitz, huérfano) Siegfried Veir cuya responsabilidad fue encargada a un prisionero español, Saturnino Navaso.
Un judío de ojos azules Siegfried (al igual que otros supervivientes que aún sueñan cada noche con el campo) es de los que prefiere no recordar nada. «Para mí (dice este rubicundo hombre con coleta, excantante, íntimode Moustaki, que vive en Ibiza donde triunfó en los negocios) todo aquello es como «un agujero negro. Sólo sé que le debo la vida a aquel español, Saturnino Navaso, al que fui confiado. Era futbolista, y le ayudaba con masajes, con sus “botas” iba con él por el campo como un perrillo. Nos hicimos inseparables». Antes de pasar por Auschwitz aquel niño se hizo hombre de repente pero allí con el olor a carne quemada oliéndose en kilóimetros y kilómetros a la redondas descubrió «que Dios no existía, como decía mi padre». Llegó siendo un niiño y aún no sabe muy bien en qué se convirtió «¿Que si aprendí algo», se interroga con lágrimas en los ojos «Sí, que no quería ser alemán, que no quería pertenecer a ese pueblo. Sí, que en los campos no había ninguna solidaridad, cada uno va iba lo suyo, por eso soy tan pesimista. No aprendía nada, a mentir y a robar, aunque fuera comida a un moribundo. La deportación es como una violación continua. A mis hijas no les he hablado de esto, no me gusta hablar de esto. Para mí, desde luego no es ningún placer, pero no crean que quiero ponerme una medalla». Obviados en España (en Francia los deportados compran pensiones, incluidos nuestros paisanos), Pepe y Siegfred tienen dos visiones distintas sobre aquel terrible pasado, pero la misma sensacón gélida en el cuerpo, haber sobrevivido al espanto. Si los olvidamos, ellos (Francisco Griéguez, que el miedo sigue sin dejarle conciliar el sueño, como le sucede al malagueño José Marfil, a quien solo el amanecer consigue devolverle la paz; los barceloneses Manuel Alfonso Ortells, José Alcubierre, Marcial Mayans y Cristóbal Soriano; la tarraconense Neus Català; los laredanos Ramiro Santisteban y Lázaro Nates; los manchegos Luis Perea y Esteban Pérez; el cordobés Virgilio Peña; el gaditano Eduardo Escot; y Elías González, Domingo Félez, Simone Vilalta) habrán muerto para siempre. «No puedo olvidarlo. No lo olvidéis. Aún se me pone un nudo en la garganta», se despide Alcubierre. Y un nudo en la garganta me hace sobrecogerme cuando nos abrazamos.
Más de nueve mil españoles asesinados
m. de la fuentemadrid
Los españoles que estuvieron recluidos en los campos de concentración nazis (de los que hay constancia documental) ascienden a 9.328. 5.185 de ellos murieron, 3.809 sobrevivieron y 334 figuran como desaparecidos. La  mayoría de estos deportados, 7.532 hombres, mujeres y niños, estuvieron recluidos en el campo de Mauthausen, donde murieron 4.816. Dachau, Buchenwald y Ravensbrük también recibieron a un importante número de deportados.
Según se xplica en el libro de Hernández de Miguel, «la totalidad de los españoles que acabaron en los campos de concentración nazis se habían exiliado en Francia tras la victoria franquista del 39 y, dentro de ellos, se puede establecer una división en tres grupos: deportados que sirvieron en las filas del ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial, capturados por los nazis en junio de 1940 y enviados a los campos desde agosto de ese año hasta finales del siguiente; miembros de la Resistencia, detenidos por la policía francesa y la Gestapo y conducidos a los campos en 1942, 1943 y 1944; y el ‘Convoy de los 927’, formado por civiles que se encontraban refugiados en el campo de Les Alliers,  junto a la ciudad francesa de Angulema, en el que había hombres, mujeres y niños.
El libro también reflexiona sobre «el contexto histórico y político en el que se produjeron las deportaciones y reúne las pruebas documentales que demuestran que el régimen franquista fue cómplice, no solo pasivo, de Hitler en estas deportaciones».
Igualmente, exige que no haya ni olvido ni perdón pàra los culpables. Que los hubo: «Desde el 31 de julio de 1938 la policía franquista y la Gestapo tenían suscrito un protocolo de actuación conjunta que agilizaba los procesos de  extradición y el intercambio de información sobre sus comunes enemigos. En 1939 y 1940 los Gobiernos alemán y español intercambiaron correspondencia en la que se reflejaba el interés de las autoridades franquistas por capturar a los líderes republicanos exiliados en la Francia ocupada. En telegramas y cartas, Madrid se "desentiende" de la suerte que pueda correr el resto de españoles que permanecían refugiados en territorio francés. La orden que dictó el Reich para enviar a los prisioneros españoles a los campos de concentración fue firmada el mismo día en el que el entonces ministro de la Gobernación de Franco, Ramón Serrano Suñer, visitaba Berlín. Existen documentos que demuestran que el Gobierno alemán informaba puntualmente a Madrid de sus planes de deportar a los españoles exiliados que habían sido capturados por la Wehrmacht durante la invasión de Francia. La Dictadura tuvo información y capacidad de decisión sobre el destino de los prisioneros españoles. Cuando quiso liberar y, por tanto, salvar de la muerte a alguno de ellos, lo hizo sin el más mínimo problema. Existe constancia de dos deportados que abandonaron Mauthausen gracias a las gestiones que Serrano Suñer realizó ante las autoridades alemanas» Fuente: ABC

La influencia del dominico fue fundamental para que los Reyes Católicos aprobaran la expulsión de los judíos de España. También varios de sus colaboradores más fanáticos en el Santo Oficio eran conversos, como en el caso de Alonso de Espina y Alonso de Cartagena
Tomás de Torquemada, el sangriento Inquisidor General que tenía orígenes judíos
Museo del Prado Sigue siendo el inquisidor más emblemático, incluso a nivel internacional. El que representa el papel de villano en cuadros, leyendas y películas sobre la brutal persecución de los judíos y herejes. Tomás de Torquemada fue el primer Inquisidor General de Castilla y Aragón, y el más tristemente celebrado. Se estima que bajo su mandato, el Santo Oficio quemó a más de diez mil personas y un número superior a los veinte mil fueron condenados a penas deshonrosas. Una cifra que, no obstante, muchos historiadores modernos achacan a las exageraciones de la leyenda negra vertida contra España. Paradójicamente, aquella sangre que tanto se aferró en derramar era la de sus antepasados. «Sus abuelos fueron del linaje de los judíos convertidos a nuestra Santa Fe Católica», escribe el cronista Hernando del Pulgar, sobre la familia de Torquemada en su libro «Claros varones de Castilla». El hispanista Joseph Pérez, sin embargo, echa luz sobre esta aparente contradicción: «El antijudaísmo militante de algunos conversos se debía a su deseo de distinguirse de los falsos cristianos mediante la severa denuncia de sus errores». Así lo demuestra que dos de los más fanáticos colaboradores del Santo Oficio, Alonso de Espina y Alonso de Cartagena, también tuvieran orígenes hebreos. Torquemada procedía de una influyente familia de judíos establecida en Castilla desde hace siglos que habían decidido convertirse al Cristianismo dos generaciones atrás. La creciente presión social sobre la comunidad hebrea en el siglo XV desembocó en la conversión al Cristianismo de casi la mitad de los 400.000 judíos que habitaban en España. Los hijos de muchos de ellos acabaron ingresando en el clero, como demostración de compromiso con su nueva religión. Uno de ellos fue el tío del inquisidor, Juan de Torquemada –cardenal, teólogo y prior de los dominicos de Valladolid, donde probablemente nació Tomás–, que se encargó personalmente de la educación de su sobrino.
«El antijudaísmo de algunos conversos se debía a su deseo de distinguirse»
Al no ser una figura destacada hasta su edad adulta, la biografía temprana de Torquemada está plagada de huecos sin rellenar todavía por los historiadores. Así poco se sabe de sus padres o del destino que sufrieron sus abuelos, los conversos. De su infancia se sabe que creció en la ciudad de Valladolid y, al igual que su tío Juan de Torquemada, se ordenó fraile dominico en el Convento de San Pablo. Tras progresar en esta orden, fue nombrado prior del convento de Santa Cruz de Segovia. Allí conocería a Isabel «la Católica», que le designó como uno de los tres confesores personales de los Reyes Católicos por «su prudencia, rectitud y santidad». Tradicionalmente, este cargo servía a muchos eclesiásticos como puente hacia otras posiciones más elevadas y para entablar contactos con los personajes más destacados de la Corte. Por ello, pese a su vida austera y su perfil discreto, el dominico fue elegido para reformar la institución de la Inquisición española, la cual desde su fundación en 1478 no estaba cumpliendo los objetivos planteados por los Reyes Católicos.
Torquemada, el primer inquisidor general El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. A diferencia de su versión medieval –la primera creada en el siglo XII en el sur de Francia–, la institución que pusieron en marcha los Reyes Católicos estaba bajo el control directo de la Monarquía y tenía como prioridad lograr la unidad religiosa en un territorio repleto de falsos conversos. A raíz de un informe realizado por el arzobispo de Sevilla, el Cardenal Mendoza, y por el propio Tomás de Torquemada denunciando las prácticas judaizantes que seguían realizando impunemente los conversos andaluces, los Monarcas solicitaron al Papa Sixto IV permiso para constituir este órgano en la Corona de Castilla.
Se dice que Dominicos significa «los perros del Señor»
Inicialmente, la actividad del Santo Oficio se centró solo en la diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se había detectado un foco de conversos judaizantes. En 1481, se celebró el primer auto de fe, precisamente en Sevilla, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. Sin embargo, los escasos resultados no eran los deseados por los Reyes Católicos, que, buscando incrementar el acoso contra los conversos, nombraron a Tomás de Torquemada para el cargo de Inquisidor General de Castilla en 1483. La elección respondía a dos razones obvias: era el confesor de Isabel «la Católica», con la consiguiente influencia que ello conllevaba; y pertenecía a la orden de los dominicos. Pues, los miembros de la orden de predicadores –conocida también como orden dominicana– habían ejercido el papel de inquisidores durante la Edad Media y se dice, incluso, que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Dios) y canis (perro), significando «los perros del Señor», por su celo en la búsqueda de herejes. La incansable actividad de Torquemada, «el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden» –en palabras del cronista Sebastián de Olmedo–, llevó a miles de personas al fuego y extendió estos tribunales por toda la península. En 1492 ya existían tribunales en ocho ciudades castellanas (Ávila, Córdoba, Jaén, Medina del Campo, Segovia, Sigüenza, Toledo y Valladolid) y comenzaban a asentarse en las poblaciones aragonesas. Establecer la nueva Inquisición en los territorios de la Corona de Aragón, en efecto, resultó mucho más complicado. No fue hasta el nombramiento de Torquemada en 1483 también Inquisidor de Aragón, Valencia y Cataluña cuando la resistencia empezó a quebrarse. Además, el asesinato en 1485 del inquisidor zaragozano Pedro Arbués, hizo que la opinión pública diese un vuelco en contra de los conversos y a favor de la institución. Torquemada inauguró el mayor periodo de persecución de judeoconversos, entre 1480 a 1530, que posteriormente fue sustituido por el acoso a otros grupos considerados subversivos, como los calvinistas o los protestantes. Del mandato de Torquemada se ha calculado que fueron ejecutadas 10.000 personas, según el historiador eclesiástico Juan Antonio Llorente, aunque el hispanista Henry Kamen rebaja la cifra a solo 2.000 personas hasta 1530. Pero, donde no caben dudas es en que de todos esos años fue en 1492, la fecha de la expulsión de los judíos de España, cuando se alcanzó las mayores cotas de violencia contra esta minoría religiosa. Por supuesto, Torquemada, encargado de redactar parte del edicto de expulsión, jugó un papel crucial en el proceso.
Detrás de la expulsión de los judíos La decisión de los Reyes Católicos se fundamentaba en la mala influencia que ejercían los judíos, que no eran perseguidos por la Inquisición, en los conversos. Tras redactar las condiciones – básicamente, elegir entre bautizo o expulsión–, Torquemada presentó el proyecto a los Reyes el 20 de marzo de 1492, que lo firmaron y publicaron en Granada el 31 de marzo. La influencia de la Inquisición, en concreto de Torquemada, fue notable para que los Monarcas abordaran una medida tan radical, para la que ni Isabel ni Fernando se mostraron especialmente predispuestos años atrás.
«Judas vendió a Nuestro Señor por 30 monedas de plata», recordó al Rey
También es célebre la abrupta respuesta del Inquisidor General a los intentos de los judíos influyentes por rebajar la medida. Entre el mito y la realidad, se cuenta que el empresario judío Isaac Abravanel, que había servido en distintos cargos a los Reyes Católicos, ofreció al Rey Fernando una suma de dinero considerable para retrasar la medida. Al enterarse Tomás de Torquemada, se presentó ante el Rey y le arrojó a sus pies un crucifijo diciéndole: «Judas vendió a Nuestro Señor por treinta monedas de plata; Su Majestad está a punto de venderlo de nuevo por treinta mil». En 1494, la salud de Torquemada empezó a declinar y dos años después se retiró al convento de Santo Tomás de Ávila que él mismo había fundado, desde donde siguió dictando las órdenes de la institución religiosa. A su muerte, el 16 de septiembre de 1498, le sucedió en el cargo de Inquisidor General fray Diego de Deza. Su figura ha quedado asociada a la de un fanático que disfrutaba torturando y quemando a la gente. No obstante, Torquemada estaba considerado por sus contemporáneos como un eficiente administrador, un trabajador pulcro y un hombre imposible de sobornar. Era la virtud personificada para su época, aunque sus prácticas sean sumamente crueles a los ojos actuales. La leyenda negra contra los españoles, además, aprovechó para hinchar la cifra de fallecidos bajo su mandato hasta los 10.000. Hoy se ha rebajado el número a los 2.000, pero sigue siendo imposible justificar los métodos de interrogatorio y castigo a los falsos conversos que aplicó el inquisidor general, quien consideraba a cualquier niño mayor de 12 años susceptible de ser juzgado por la sangrienta institución que vertebró.

Fuente: ABC

En medio de un tumulto de profecías que advertían al Emperador Moctezuma II de la llegada de «hombres blancos y barbudos procedentes de Oriente» con la intención de conquistar el Imperio azteca, los malos augurios se materializaron con el desembarco de Hernán Cortés, 518 infantes, 16 jinetes y 13 arcabuceros en la costa mejicana en 1519. El conquistador extremeño –tras varios meses de batallas contra tribus menores en su camino hacia la capital azteca– tomó una decisión radical, destruir las naves, que delató sus intenciones: o ricos, o no volverían a Cuba. Desde el principio de la expedición, un grupo de los españoles –los llamados velazqueños por su lealtad al gobernador de Cuba Diego de Velázquez– defendía regresar cuanto antes y no internarse más en una tierra que se consideraba dominada por el imperio más poderoso y grande de Norteamérica. «Propuso Cortés ir a México. Y para que le siguiesen todos, aunque no quisiesen, acordó quebrar los navíos, cosa recia y peligrosa y de gran pérdida», narra el cronista López de Gómara sobre la decisión de Cortés. El 8 de noviembre de 1519 iniciaron el viaje definitivo hacia Tenochtitlán los 400 españoles supervivientes, acompañados de 15 caballos y siete cañones, que pasarían a la historia como los principales responsables del derrumbe del estado mexica.
400 españoles contra cientos de miles A simple vista, podría pensarse que Cortés se creía un moderno Leónidas –el Rey espartano que frenó por unos días al imperio persa en las Termopilas acompañado de solo 300 hombres– y que tenía planeado, como el historiador mexicano Carlos Pereira describió sobre el aspecto de la expedición, «inmolarse voluntariamente al espantoso Huichilobos (la principal deidad de los mexicas )». Pero las apariencias suelen engañar, el extremeño no estaba improvisando: conocía muy bien sus ventajas y había tomado nota de las debilidades de su gigantesco enemigo.
Los guerreros tlaxcaltecas se incorporaron a las tropas españolas
El Imperio azteca era la formación política más poderosa del continente que, según las estimaciones, estaba poblada por 15 millones de almas y controlado desde la ciudad-estado de Tenochtitlan, que floreció en el siglo XIV. Usando la superioridad militar de sus guerreros, los aztecas y sus aliados establecieron un sistema de dominio a través del pago de tributos sobre numerosos pueblos, especialmente en el centro de México, la región de Guerrero y la costa del golfo de México, así como algunas zonas de Oaxaca. Hernán Cortés no tardó en darse cuenta de que el odio de los pueblos dominados podía ser usado en beneficio español. En su camino hacia Tenochtitlán, los conquistadores lograron el apoyo de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca. Y tras imponerse militarmente a otro pueblo nativo, los tlaxcaltecas, los españoles lograron incorporar a sus tropas a miles de guerreros de esta etnia. El plan de Cortés para vencer a un ejército que le superaba desproporcionadamente en número, por tanto, se cimentó en incorporar a sus huestes soldados locales. Así, junto a los 400 españoles formaban 1.300 guerreros y 1.000 porteadores indios, que se abrieron camino a la fuerza hasta la capital. Con las alianzas del extremeño, se puede decir que la conquista de México se convirtió, de algún modo, en una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca.
Así lograron Hernán Cortés y 400 españoles derrumbar el gigantesco imperio azteca
ABC
Retrato de Hernán Cortés Además del odio común contra el terror sembrado por los aztecas, el conquistador extremeño percibió otro síntoma de debilidad en el sistema imperial y lo explotó hasta sus últimas consecuencias. Moctezuma II –considerado un gran monarca debido a su reforma de la administración central y del sistema tributario– se dejó seducir, como las serpientes, por Hernán Cortés y fue claudicando ante sus palabras, en muchos casos con veladas amenazas, hasta terminar cautivo en su propio palacio. La figura del extremeño ha sido demonizada posteriormente por este doble juego político con el cándido emperador, pero cabe recordar, así lo hacen las crónicas de Bernal Díazdel Castillo y de López de Gómara, la difícil situación en la que se encontraban los hispánicos. Estaban en una exagerada inferioridad numérica, lejos de cualquier base donde refugiarse y tratando con un pueblo que seguía practicando los sacrificios humanos. A pesar del malestar creciente por las acciones de los conquistadores españoles, Moctezuma dirigió a petición de Cortés un discurso conciliador frente a su pueblo donde se reconoció como vasallo de Carlos I y pidió rendir obediencia a los extranjeros. No en vano, cuando los invasores planeaban su salida de la ciudad llegó la noticia de que el gobernador Diego Velázquez, desconociendo que Carlos I había dado su beneplácito personal a la empresa, confiscó en la isla de Cuba los bienes del extremeño y organizó un ejército que constaba de 19 embarcaciones, 1.400 hombres, 80 caballos, y veinte piezas de artillería con la misión de capturar a Cortés. El caudillo español se vio obligado a salir de la ciudad, junto a 80 hombres, para enfrentarse al grupo enviado por Velázquez.
Moctezuma se dirigió a su pueblo que le respondío con piedras
Tras un ataque sorpresa, Cortés se impuso a sus compatriotas, que también le superaban en número por mucho, y pudo regresar meses después con algunos refuerzos a Tenochtitlán, donde encontró una ciudad sublevada contra los españoles, quienes ante los rumores de conspiración habían ordenado la muerte de algunos notables aztecas que le parecieron sospechosos. Durante unos días, los europeos intentaron utilizar a Moctezuma para calmar los ánimos, pero fue en vano. Díaz del Castillo relata que Moctezuma subió a uno de los muros del palacio para hablar con su gente y tranquilizarlos; sin embargo, la multitud enardecida comenzó a arrojar piedras, una de las cuales hirió al líder azteca de gravedad durante su discurso. El emperador falleció tres días después a causa de la herida e, invocando la amistad que había entablado con Cortés, le pidió que favoreciese a su hijo de nombre Chimalpopoca tras su muerte. En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir desordenadamente de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas. No obstante, pocos días después se libró la batalla de Otumba, donde los españoles dieron cuenta de la superioridad militar de las técnicas europeas.
«Ellos no traen armas ni las conocen» Si hay que señalar cuáles fueron las principales causas del éxito de la empresa de Cortés, a su capacidad de aprovechar las divisiones entre los pueblos de la región y de explotar el carácter dubitativo de Moctezuma hay que añadir la impresión que causaron las armas y las tácticas europeas sobre los aztecas. «Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro», escribió Cristóbal Colón sobre los nativos que encontró en su primer viaje. Tampoco los habitantes de la región mexicana conocían el hierro y, además, sus armas estaban adaptadas a una forma de hacer la guerra que se mostró contraproducente en la lucha contra los europeos. Como en sus guerras tribales, los aztecas buscaron inmovilizar o herir, sin matar, a los españoles con armas fabricadas con huesos o de madera tratada para posteriormente trasladarlos a sus ciudades, donde celebraban con los capturados sacrificios humanos en honor a los dioses o los esclavizaban. La forma de hacer la guerra en Occidente –matar en vez de apresar– y sus avances tecnológicos –el hierro (en su máxima forma, el acero), la pólvora y el uso de caballos– suplieron la clara desventaja numérica de los españoles y sus aliados. En la batalla de Otumba, Hernán Cortés, 400 supervivientes de la huida de Tenochtitlán y 1.000 de aliados de Tlaxacala se impusieron a 100.000 soldados aztecas seleccionados de entre su élite militar. Los historiadores militares destacan dos claves de la victoria hispánica: la actuación de la caballería ligera dirigida por Cortés, empleando tácticas desconocidas por los mexicas, y que la muerte de un general se consideraba el fin del combate en Mesoamérica. Según la narración del cronista Díaz del Castillo, tras invocar a Santiago los jinetes españoles se abrieron paso entre sus contrincantes y Cortés derribó a Matlatzincatzin, el líder militar azteca, y el capitán Salamanca lo mató con su lanza, apoderándose del tocado de plumas y el estandarte de guerra de los mexicas. El ejército mexica rompió filas al no tener un mando y comenzó la retirada. Tras la contienda, el extremeño preparó su regreso a Tenochtitlán y a finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la capital, donde fueron determinantes los cañones de pólvora para someter a una ciudad de más de 100.000 habitante.
400 españoles y un millar de tlaxcaltecas se impusieron a 100.000 aztecas
Sobre el uso de la pólvora, antes de su primera visita a la capital azteca, Cortés ordenó una demostración del funcionamiento de los arcabuces frente a los emisarios de Moctezuma para que dieran fe del potencial de las armas europeas. Lo cual extendió el miedo entre la población, a quienes el simple estruendo de los arcabuces les causaba espanto. Aun así, como prueba de que su impacto fue más psicológico que tangible, los cañones y arcabuces de los soldados españoles de nada sirvieron en la Noche Triste –la mayor derrota de la Monarquía hispánica en sus primeros 50 años de conquista– ni fueron claves en la batalla de Otumba. A raíz del asedio final de Tenochtitlán, el desgaste provocado entre los sitiados por las enfermedades llegadas del Viejo Mundo supuso el golpe de gracia para los restos de la estructura imperial. Ciertas enfermedades epidémicas desconocidas hasta entonces en el continente americano, la viruela, el sarampión, las fiebres tifoideas, el tifus y la gripe, diezmaron a la población y abrieron la puerta a la conquista de toda Mesoamérica.

Fuente: ABC

El periódico «The New York Times» ha incluido Cáceres en su listado de 52 lugares del mundo para visitar este año, y lo ha hecho centrándose en su oferta culinaria. Como se sabe, en 2015 es la Capital Española de la Gastronomía. Cáceres, que recibirá de forma oficial el testigo como capital de la gastronomía en la próxima edición de la Feria Internacional de Turismo, Fitur, que se celebra en Madrid del 28 de enero al 11 de febrero, es la única ciudad española que forma parte del listado que elabora cada año el prestigioso diario de Nueva York. Según ha destacado el director del sello Capital Española de la Gastronomía, Pedro Palacios, ha sido este galardón el que «ha desencadenado» la selección de la ciudad extremeña por parte de la prestigiosa publicación norteamericana, como ya ocurriera en 2013 con la ciudad de Burgos, informa Europa Press. «Donde historia, arte y gastronomía se encuentran» es el titular utilizado por el autor de la reseña, Andrew Ferren, quien continúa: «Los gastrónomos cultos se apresuran a descubrir Cáceres, una antigua ciudad amurallada -Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO- donde se mezcla la arquitectura romana, árabe, gótica y renacentista, a medio camino entre Madrid y Lisboa». «Los ecos sobre comida y arte comenzaron con la apertura de Atrio, un hotel moderno y un impresionante restaurante (con dos estrellas Michelin y tal vez la bodega con la mejor colección de vinos en Europa), ingeniosamente insertados en un histórico edificio de piedra color miel, en la ciudad vieja. Ahora con Cáceres reinando como Capital Gastronómica de España para el año 2015, todo el mundo ha elevado su nivel, especialmente los animados locales de tapas que se extienden por la recién restaurada Plaza Mayor». «Un nuevo centro de arte exhibe la colección de vanguardia de arte contemporáneo donada por la galerista Helga de Alvear», concluye la información, ilustrada con la fotografía de una creación gastronómica del chef del restaurante Atrio, Toño Pérez. La ciudad de Cáceres comparte preferencias con destinos turísticos de relevancia mundial, tales como Milán y Roma (Italia), Cuba, Filadelfia (USA), Singapur, Bolivia, Durban (Sudáfrica), Medellín (Colombia), Tanzania, Omán, Sri Lanka, Danang (Vietnam), así hasta 52 destinos de primera línea mundial.
Una ciudad española, entre las 52 favoritas de «The New York Times» en 2015
Visita teatralizada en el centro de Cáceres El periódico The Guardian ha coincidido a la hora de elegir una ciudad española. En su suplemento «Holiday hotspots: where to go in 2015» recomienda visitar Cáceres a todos los «gourmets en busca de nuevas delicias», debido a la elección de la ciudad extremeña como la Capital Española de la Gastronomía durante 2015. En el texto, el diario también hace referencia al centro de la ciudad, «Patrimonio de la Humanidad, es un pintoresco laberinto de calles estrechas, empedradas medievales y el programa de este año, que tendrá eventos y festivales centrados en la gastronomía, hará brillar la luz de esta joya que a menudo se pasa por alto». Por último, recomienda «probar las especialidades locales como el jamón ibérico, sopa de pan con pimentón, arroz con conejo y torta del casar, el queso local sutilmente amargo elaborado con leche cruda de oveja». Entre los lugares destacables, señala Atrio y sus chefs Toño Pérez y José Polo y recomienda el «cheaper» Parador de Cáceres como uno de los mejores y más lujosos de la cadena en España.

Fuente: ABC

La España húmeda también se extiende hacia el Sur. Más allá del Sistema Central llueve en abundancia: desde luego en la comarca cacereña de La Vera, que repta por sus faldas meridionales. Y eso explica casi todo lo que tiene de especial. Su natural remedio contra el calor: innumerables pozas que se forman al remansar los ríos que bajan de Gredos cargados de agua. Una gastronomía que se alimenta de una tierra feraz y no necesita recrearse en recetas sofisticadas, limitándose a servir un producto exquisito. Y los densos bosques de robles, cuyo tamaño se equipara a los que se ven en el extremo norte de la Península. Mientras, sus pueblos, de bella estética de madera y roble, resisten con dignidad al turismo invasor, lo que parece un milagro si se tiene en cuenta su distancia a poco más de dos horas de Madrid.
Habitantes de Losar de la Vera. Como bien indica su nombre, Garganta la Olla se cobija en la geografía, ahí metida entre montes. En la garganta llamada Mayor proliferan los charcos donde zambullirse y los mitos y leyendas. La ninfa del agua espera que se le declare un amor incondicional para librarse de su hechizo (si no te clavará tres puñales de oro); en la noche se aparecen duendes de color verde brillante que huyen a cuatro patas y en zigzag; y serpientes peludas acechan a vacas, cabras y hasta mujeres lactantes para robarles su leche. Más famoso es el mito de la Serrana de la Vera, referido por Lope de Vega. Alude a una bella cazadora o amazona que, después de emborracharlos o haber yacido con ellos, lleva a los hombres hasta su cueva situada a los pies de la Sierra de Tormantos para matarlos. Seguro que las ocupantes de la Casa de Muñecas, pintada en azul por ser un prostíbulo, se sintieron vengadas en más de un ocasión por este ser de fuerza sobrenatural. Se dice que de clientes tuvieron al séquito que siguió a Carlos V hasta el vecino monasterio de Yuste. Aquejado de gota y muy pío en sus últimos días, el emperador prefería quedarse en sus aposentos y ver misa desde la cama a través del hueco creado a tal efecto.
Con vistas a Monfragüe Nadie diría que aquí vino a jubilarse el gran emperador de Occidente, pues sus dependencias son a todas luces modestas. Lo prueba que le sucediera como inquilino el guardés del complejo jerónimo. No obstante, el de Gante supo escoger un entorno de gran belleza natural. Y sin ser grandioso, el cenobio se diseñó con gracia, aprovechando su posición como atalaya: desde sus jardines la mirada se pierde hasta el Parque Nacional de Monfragüe, ya un paisaje plenamente mediterráneo. Desde luego, se nos ocurren peores asilos.
Valverde de la Vera. Más abajo, en Cuacos de Yuste, el pimentón está viviendo una aventura gourmet en ultramar. Alicia López Sánchez, nieta del fundador de la fábrica de pimentón Los Extremeños, le ha dado un nuevo giro a esta creando una nueva marca, Las Hermanas, más moderna y atractiva con la que salir a exportar. Gracias a la difusión dada por cocineros mediáticos como José Andrés o Jamie Oliver, este condimento conocido por su nombre húngaro, paprika, está conquistando medio mundo y Alicia no ha querido desaprovechar la oportunidad de subirse a la ola. Tiene un as en la manga. El que exhibe la D.O. de La Vera se produce a partir de pimiento de primera cosecha de la vega del Tiétar, está molido seis veces y se seca con madera de roble y encina. Precisamente, el aroma ahumado es lo que le hace único, como ya están comprobando gracias a los esfuerzos de Alicia –y de su padre, supuestamente jubilado–, en Reino Unido, Francia, Australia, Estados Unidos... Ya se ve que en su negocio tampoco se pone el sol.
Tabaco, palmeras y madroños En esta pródiga tierra todavía se cultiva tabaco –secado de la misma forma que el pimentón, en hangares con celosías de ladrillos–, crecen palmeras, exuberantes madroños y coloridas rosaledas. Y abundan las huertas rebosantes con las hortalizas y plantas que se trajeron de las Indias, probablemente aquí antes que en cualquier otro lugar de Europa: los cacereños fueron baluarte de la conquista. Para el soldado que lo consiguiera, seguro que tuvo que resultar el paraíso el retiro en cualquiera de los pueblos que exhiben el apellido «de La Vera»: Jarandilla, Losar, Valverde, Madrigal... Todos conservan hoy su antigua fisonomía y, en Valverde de La Vera, los canalillos de agua de torrente aún bajan por sus callejuelas como jugueteando. Ejercen de llamada para conquistar las cumbres.

Fuente: EL Mundo

"Donde la historia, el arte y la gastronomía se encuentran". Así define el periódico norteamericano The New York Timesen su web a Cáceres, la única ciudad española en la lista de viajes recomendados para este 2015. Destaca de la capital cacereña, además de su ciudad monumental, su distinción de Capital Española de la Gastronomía, así como Atrio (ilustra la reseña una propuesta gastronómica de Toño Pérez) y el centro de artes visuales Fundación Helga de Alvear. La sección de viajes del rotativo sitúa a la capital cacereña en el número 49 de una lista de 52 recomendaciones que lideran las ciudades de Milán, Cuba y Philadelphia. La semana pasada, el diario británico The Guardian también seleccionó a Cáceres como uno de los 40 lugares para visitar este año.

Fuente: HOY

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