Víctor García de la Concha es, hoy por hoy, la persona que quizá conozca mejor la historia y los entresijos de la Real Academia Española (RAE). No solo porque desde 1992 forma parte de ella, primero como miembro de número, ocupando el sillón «c», y más tarde como su secretario, sino porque entre 1998 y 2010 asumió el puesto de director de la institución. Todo ello suma más de dos décadas en las que se ha ido «empapando» de su historia «y de su espíritu» gracias a haber leído montones de actas. Esto, «con la conversación de los académicos más antiguos», le brindaron una visión profunda sobre la institución.
García de la Concha desvela la historia secreta de la Real Academia Española
Enmarcado dentro de los actos de celebración del tricentenario de su fundación, en 1713, García de la Concha, director honorario de la RAE y actual responsable del Instituto Cervantes, ha reunido todos esos conocimientos en un libro: «La Real Academia Española. Vida e Historia « (Espasa), que sale hoy a la venta. Un texto que además de darnos a conocer la historia de una manera cronológica, desvela momentos restringidos a unos pocos, como algunos de los cónclaves en los que se decidía, por votación, quién entraba en la Academia y quién no.
Así, se ocupa de cinco casos particulares: como el rechazo de la primera mujer (sin contar a Isidra de Guzmán, que ingresó en 1784 a propuesta del Rey Carlos III). Nos referimos a Gertrudis Gómez de Avellaneda, a quien José Zorrilla definió como «una mujer hermosa, un error de la naturaleza, que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina». El libro incluye la carta –una joya por su redacción y perspicacia– de contestación a la Academia tras conocer la negativa de su ingreso.
Tampoco entró en una primera votación Benito Pérez Galdós, al que se impuso en la votación Commelerán. Meses después volvía a intentarlo el autor de los «Episodios nacionales» y la Academia le desagraviaba, admitiendo así al primer novelista español. Su amiga Emilia Pardo Bazán tampoco consiguió ingresar, a pesar de todos los avales que presentó. El motivo esgrimido, el mismo que con Gómez de Avellaneda más de medio siglo antes: «Las Señoras no pueden formar parte de este Instituto». Hoy, afortunadamente son ya nueve, con el reciente ingreso de Aurora Egido. García de la Concha deja claro que la Academia nunca discriminó a las mujeres motu proprio, sino que era lo habitual en la época. Aunque no descarta que el sexismo de entonces sirviera de coartada para favorecer a otros candidatos.
Espejo de la historia de España
Estos son algunos de los secretos de la historia de la RAE que ven la luz por primera vez para el público en general, aunque esta no es la primera vez que se glosa el pasado de la institución. Ya lo abordó, en 1999, Alonso Zamora Vicente, pero desde otro ángulo:«En aquel excelente y documentadísimo libro se quiso hacer la historia de las sillas académicas, pero al leerlo, lo que a uno le falta es escribir la historia, la evolución de las obras de la Academia –del Diccionario, de la Gramática, de la Ortografía...–. Y sobre todo, lo que no hay es una narración secuencial de la RAE: cómo nace, se desarrolla... Eso lo echábamos en falta».
Bajo el título «Vida e historia», García de la Concha ha querido contextualizar el devenir de esta institución que asegura «es un clarísimo espejo de la Historia de España. No es extraño –matiza– por las figuras que pasaron por aquí: presidente del Consejo de Estado, el Duque de Alba, los marqueses de Santa Cruz, Jovellanos, Campomanes...». Son solo algunos de los protagonistas de este fascinante relato de casi quinientas páginas que está vertebrado en siete capítulos, y un apartado final, en forma de crónica, en el que García de la Concha aborda su propio mandato, centrado en la construcción de una política lingüística panhispánica. El último gran reto de la RAE.
El relato comienza con el periodo fundacional de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, siendo rey Felipe V. «Nació en un momento en el que el prestigio de España en Europa estaba bajo mínimos. Se despreciaba la cultura histórica, el Siglo de Oro... Sin embargo, hacia 1680 surge un movimiento que recibirá el nombre de “Novatores”, que tenían la voluntad de recuperar el prestigio de España, de crear un nuevo modo de hacer historia. Ese momento inicial es el que me enganchó». Un momento en el que Villena (director entre 1713 y 1725) llama a dos jesuitas, a nobles, a un mercenario... para crear, en un principio, una academia de ciencias y letras. «Pero después, enlazando con el pensamiento de Nebrija, se dan cuenta de que en la lengua está la base de todo».
Los primeros «jueces» del idioma
Aquellos visionarios crearon la planta de lo que sería el «Diccionario de Autoridades», que daría lugar, en 1726 al primero de los seis volúmenes de este diccionario. «Fue toda una gesta, y el momento fundante pues la Academia está vinculada al Diccionario», reconoce García de la Concha. Aquellos hombres fueron los primeros «jueces» del idioma.
Serían los primeros pasos de una institución que ha sido regida por más de una docena de reyes (incluido José Bonaparte), ha visto dos Repúblicas, ha sufrido varias guerras y una dictadura –«Franco solo pisó esta casa en una ocasión», afirma el exdirector–. Y cuya actividad cotidiana ha estado supervisaba por más de una veintena de directores (entre ellos, cuatro miembros de la familia Villena, y los dos mandatos de Menéndez Pidal).
En cuanto cuáles fueron los momentos más difíciles o «duros» que atravesó la RAE, García de la Concha señala el reinado de Fernando VII, «que destituyó al director, la II República y la decisión de suprimir las Academias (una amenaza que la ha perseguido a lo largo de estos tres siglos). Pero el momento más difícil fue el de las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal, en el que la Academia pudo haber sido fundida».
El nuevo volumen también viene a matizar algunos datos de publicaciones anteriores, como los referidos al reinado de José Bonaparte. Un periodo en el que se creía que «apenas hubo reuniones en la Academia, pero no fue así pues frente a las 26 que decía Molins, yo he rastreado 66 reuniones».
Un lugar de encuentro
A pesar de que en la última mitad del siglo XIX y primer cuarto del XX se repetía el dicho de que «en la Academia se levanta la sesión, y comienza el Consejo de Ministros, porque había muchísimos políticos», el director del Cervantes insiste en que la política no interfirió nunca en la actividad cotidiana de la Academia. «Una de las constantes de la Academia es que siempre ha sido un lugar de encuentro de distintas tendencias e ideologías. Por lo tanto, la alternancia de poderes que hubo a finales del siglo XIX se traduce en la elección de académicos de todos los colores. Todos amparados bajo la cortesía, una norma de esta casa».
Una cortesía que se extiende a los plenos de los académicos, tensos en ocasiones, pero en los que nunca se perdió la compostura, o así lo reflejan las actas. Cortesía de la casa, de nuevo, para no manchar su impecable reputación.
Después de este ingente trabajo, a García de la Concha todavía le quedan muchas cosas por contar, y por ello le gustaría escribir otro libro «de un carácter más íntimo. Este de ahora representa una ventana para que se vea la vida de la RAE en cuestiones fundamentales, pero hay otra vida de la Academia que es la que uno ha vivido con otros académicos tan importantes, y entrañables, como Fernando Fernán-Gómez...». Pero eso ya es otra historia.
Fuente: ABC