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El poeta extremeño dirige un curso sobre «memoria y celebración» de este género en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
14.08.13 - 00:10 - El flamenco habla de miedo, persecución y desprecio, según el flamencólogo y poeta Félix Grande , quien asegura que este género es «la canción protesta más importante, irrompible y duradera» que se ha dado en la historia del lenguaje castellano. Félix Grande , que ha sido galardonado con premios como el Nacional de la Letras o el Nacional de Poesía, defiende que los primeros flamencos tenían un «profundo conocimiento» del dolor proveniente de la injusticia, aunque no tuvieran «carné de partido político». «No se le puede pedir a una familia de gitanos que tenga el carné del sindicato mientras sufren como perros», dijo en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) donde dirige el curso 'Memoria y celebración del flamenco'. Este poeta considera que el carácter reivindicativo del flamenco se ve en su coraje para mirar de frente a «las emociones más drásticas de la conciencia humana», en su genialidad para encontrar en cada lenguaje lo esencial de estos sentimientos y en su capacidad para llegar a expresarlos. También exalta el flamenco porque escritores «anónimos», «iletrados» y «analfabetos» han sabido expresar en 24 sílabas «mucha de la esencia humana», y de hecho Grande ha afirmado que ya le gustaría poder escribir poemas con tanta fuerza como los que tienen muchas canciones de este género. Y se ha preguntado qué habría sido de su vida sin el cante o la danza, «o sin Paco de Lucía», añade el poeta, que se reconoce en enorme deuda con este arte. «Todo lo que me ha hecho disfrutar el flamenco no se lo he devuelto en forma de prosa, libros o fábulas. Todo lo que he podido hacer es escribir 2.000 páginas de 'Celebración del Flamenco'», ha señalado. Grande echa la vista atrás y recuerda cómo los miembros de la Generación del 27 fueron los primeros que acogieron un género hasta entonces olvidado y desprestigiado por muchos intelectuales como la Generación del 98, «excepto Antonio y Manuel Machado», ha recordado. De aquellos escritores destaca a Federico García Lorca quien escribió algunas de las páginas «más memorables del flamenco». «No era ningún especialista pero tenía dolor y sufrimiento, era un perseguido», ha opinado. Durante esta semana la UIMP reunirá a destacadas figuras del flamenco como Paco del Pozo, Óscar Herrero, Pastora Galván y José Mercé.

 

Fuente: EFE | SANTANDER.

El Premio Nacional de Literatura imparte en Santander el curso de verano Memoria y celebración del Flamenco en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
Félix Grande (Mérida, 1937) agradece la cobertura que la prensa está dando al curso de verano que imparte estos días en Santander para la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. “Antes no era así. Al flamenco se le ha llegado a culpar hasta del reblandecimiento del tuétano en España”, comenta el poeta con sorna. Con varios miles de páginas dedicadas a este arte a su espalda, el extremeño representa una de las voces más autorizadas para desgranar el secreto que hay detrás del cante, el baile, la guitarra o la poesía del flamenco. Su discurso además cuenta con la sensibilidad y el encanto del poeta y pensador veterano, aderezado por la desazón de haber abandonado la guitarra flamenca en su juventud. Una aflicción a la que el Premio Nacional de Literatura ya ha rendido cuentas transmitiendo allí donde va su amor por el flamenco. Pregunta.- ¿De dónde surge del flamenco?
Respuesta.- El origen del flamenco es múltiple, es decir, es el resultado, si tenemos en cuenta un hecho absoluto, de un mestizaje cultural.Todas las culturas tenían un espacio en el sur andaluz, primero las de las rutas mediterráneas y después las procedentes de América. Así surgió una tribu cultural que acabó generando el flamenco a finales del siglo XVIII. Después se produjo el despliegue de sus estructuras durante el XIX pero es cierto que para ello fue necesario ese encuentro de culturas que tuvo lugar durante milenios. P.- ¿Cómo definiría la literatura del flamenco?
R.- Al estudio de la literatura del flamenco se la ha denominado flamencología. Sin embargo es un término erróneo. Los flamencólogos son los creadores, los auténticos poseedores del logos. A nosotros habría que llamarnos flamencógrafos. La flamencografía es cada día más rica y empieza a haber aportaciones sociológicas, antropológicas, musicológicas... Ahora es más capaz de explicar las distintas causas que ha generado este arte que, vaya donde vaya, lo reciben de pie y lo despiden con lágrimas en los ojos. P.- ¿Por qué cree que no se le dedica un mayor espacio al flamenco en la universidad?
R.- Es un enigma. Sin embargo, muchas universidades comienzan a abrir la puerta de su casa al flamenco. Siempre ha habido una especie de resistencia del poder cultural pero son murallas que desde hace unos años están cayendo y allí donde proponemos cursos nos abren la puerta con afecto y nos comprometemos para volver. A ello contribuye en gran medida las pruebas recitales, una experiencia muy grata para los alumnos con demostraciones de cante, baile, guitarra... P.- ¿Cuál es el objetivo de este curso de Memoria y celebración del Flamenco?
R.- Lo que queremos es proporcionar a los alumnos en estos cinco días, que no dan para mucho más, un telegrama de la historia del flamenco que incluya al cante, la guitarra, el baile y la poesía de las coplas y ofrecerles una visión global de la situación actual. Por último, desplegar posibles hipótesis sobre la proyección de futuro y celebrar todo lo que representa el flamenco. P.- ¿Cómo están respondiendo los alumnos?
R.- Con mucha atención y diversión. Hace años leí un libro que hablaba de enseñar deleitando y es lo que siempre buscamos en estos cursos. Tratamos que, a base de recuerdos y acontecimientos simpáticos, la erudición se disuelva en el diálogo para que el alumno acceda de una manera directa a eso que Federico García Lorca denominaba “el ángel”. P.- ¿Cómo valora el flamenco que se hace actualmente ahora que ya cuenta con prestigio tanto dentro como fuera de nuestras fronteras?
R.- Yo percibo que todavía hay ciertas reticencias dentro del flamenco hacia aquéllos que no obedecen a la ortodoxia más estricta. El flamenco, como todos, nació desnudo, ensangrentado y llorando pero empezó a enriquecerse a partir del siglo XIX. Los flamencos de ahora tienen el suficiente conocimiento y respeto de este arte como para aportar lo que su corazón les pide y exige. Por ejemplo, el bailaor Israel Galván es capaz de conmover a muchos e irritar a otros. Esto es una de las señas de identidad del flamenco, ha ocurrido siempre. P.- ¿Cree que la crisis afecta al flamenco de alguna manera especial?
R.- No a la criatura artística ni al código expresivo que narra las angustia, los deseos, las penas..., pero a los artistas sí que les afecta.Hoy en día, viven en una situación cercana al desdén. Los artistas flamencos son algunas de las criaturas que, como la gente normal, ven como su situación empeora al mismo tiempo que se lucran Bárcenas y compañía. P.- ¿Sirve el flamenco como herramienta de denuncia social?
R.- Lo que tiene de canción protesta, de resistencia civil, no se manifiesta de una manera concreta. Ha habido una etapa en la que algunos cantaores convertían el flamenco en un mitin y durante el franquismo era sin duda la canción protesta más dura. Es un arte que habla de las emociones radicales como el miedo y siempre es una respuesta a las situaciones injustas e innobles. Lo que tenga que decir de la actualidad lo veremos en poco tiempo. P.- ¿Qué opina del mestizaje del flamenco actual: jazz, rock, folk...?
R.- El flamenco siempre fue mestizo. Surge del mestizaje entre distintas culturas. Cuando Paco de Lucía, a veces contra viento y marea, mete sonidos y armonías del jazz y la bossa nova engrandece el flamenco.

El filósofo alemán Jurgen Habermas durante su intervención Más de tres mil filósofos del mundo entero se reunieron la semana pasada en Atenas, participando en elXXIII Congreso Mundial de Filosofía. El tema principal: reflexiones sobre la cuestión socrática del «como hay que vivir», sobre la filosofía como arte de vivir y sobre el comportamiento responsable del filósofo hacia los problemas de hoy. Lo describió Constantinos Budúris, presidente del comité organizador, que ayudado por muchos voluntarios consiguió que los participantes pudieran acudir a todas las sesiones plenarias, mesas redondas, simposios y demás ponencias que tuvieron lugar durante seis días (de lunes a sábado). Y además se organizaron cuatro actos excepcionales en distintos sitios históricos de Atenas: la Pnix, la iglesia de Santa Fotini en el del río Ilisós, el Liceo de Aristóteles y la Academia de Platón. A este congreso, organizado por la Federación Internacional de las Sociedades de Filosofía (FISF), presidida por William McBride, acudieron literalmente filósofos del mundo entero, con grandes delegaciones de países como China y la India. El único que no acudió fué el muy esperado Umberto Eco, pero su ponencia fué leída con gran seriedad y muy comentada: «Algunos comentarios sobre el nuevo Realismo» (la pueden leer entera aquí). Pero los asistentes que acudieron a las distintas conferencias que tuvieron lugar en laFacultad de Filosofía de la Universidad de Atenas recordaron que Grecia es la cuna de grandes filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Zenón, Epícuro y Diogénes. Y entre las muchas ponencias, se eschucharon cosas interesantes y reconfortantes para los griegos.
Importancia de Europa La invervención mas esperada fué la del filósofo alemán Jurgen Habermas, que insistió en que el proceso de la unificación de Europa se completará cuando vuelva a haber un equilibrio entre la política y los mercados. Recordó que los elementos de todo sistema democrático eran el pueblo, como portador de la voluntad política, el Estado como organización que permite a la gente la posibilidad de actuar colectivamente y la sociedad legalmente formada por los ciudadanos como una unión voluntaria de los individuos libres e iguales. Habermas recordó que sin una política fiscal y económica común que se debe ampliar a otros ámbitos, como el sistema fiscal y la política social, la Unión Europea no será capaz de volver a la estabilidad en el futuro cercano, destacando que «a largo plazo, los préstamos a los países más endeudados no serán suficiente para fortalecer su competitividad». Y dejó claro que la UE se estaba convertiendo en una «tecnocrácia» en la que en vez de aumentar su democracia, cada pais miembro participaba sin que sus ciudadanos se vieran involucrados. También criticó al gobierno alemán, insistiendo que bajo su orientación, la UE ha dado prioridad a la balanza fiscal de cada Estado miembro sobre cualquier otra cosa en la resolución de la crisis. En otra ponencia, el filósofo británico Simon J.Critchley, profesor en la Universidad de Chicago, sorprendió a sus oyentes afirmando: «No he entendido nunca porque Inglaterra tiene todavía los mármoles del Partenón. Pertenecen a Grecia y a Atenas y deben regresar a su lugar de origen». Y añadió,ante la satisfacción general de los oyentes griegos, que «la postura del gobierno británico me sorprende. Durante muchos años afirmaban que no existía un lugar para los mármoles. Pero ahora existe el Museo de la Acrópopolis».Critchley se refiere a la Cariátide, la columna y muchos metros de frisos esculpidos por Fidias y su taller pertenecientes al templo del Partenón que Lord Elginmandó retirar del monumento a finales del s.XVIII y se encuentran ahora expuestos en el Museo Británico de Londres.
Bajo los olivos de Platón y Aristóteles Pocas veces se pueden reunir los filósofos en los mismos lugares históricos en el centro de Atenas donde Platón y Aristótelespasearon y discutieron con sus discípulos y alumnos hace unos 2.500 años. En esta semana los participantes del congreso y el público que quiso acompañarles asistieron primero a un extraordinario concierto de música griega en el teatro romano de Heródes Atico, situado bajo el conjunto monumental de la Acrópolis. Y en los días siguientes,escucharon debates filosóficos en la Pnika, el anfiteatro al aire libre en donde se reunía la Asamblea del Pueblo en la Antigüedad (una reunión democrática donde se tomaban las grandes decisiones de la capital tras escuchar a los oradores). Ahí se escucharon las palabras de la mexicana Juliana González, posiblemente la primera mujer que preside una asamblea en dicho lugar. Los participantes también se reunieron en los lugares donde se encuentran aun partes de la Academia de Platón ( para hablar de la relevancia de la antigua filosofía griega hoy en día), del Liceo de Aristoteles (sobre los pensamientos de Aristóteles y la aplicación de su Ética) y ante la Iglesia de Santa Fotini. Ahí se encuentraba el manantial de Kalirói, y los filósofos hablaron sobre el Eros filosófico.

 

Fuente: ABC

Un reducido grupo de ilustrados fundó la Academia en 1713
Buscaban dotar a la lengua española de un diccionario que estuviese a la altura de otros idiomas Al principio fue el honor. Al marqués de Villena, y sus siete amigos de tertulia, les escocía que la decadencia política contaminase el reino de las palabras. Invariablemente en cada sesión que celebraban en el palacio de la madrileña plaza de las Descalzas acababan asomados al vacío: España carecía de un diccionario digno de su lengua. Lo tenían Francia, Italia, Inglaterra y Portugal. Pero el país que había esparcido su idioma por todo un continente en los siglos anteriores no tenía un inventario que ayudase a distinguir el grano de la paja, una obra que fijase el retrato-robot de una lengua que venía de días de gloria (el XVII) y que corría el riesgo de despeñarse hacia la insulsez o el deterioro si nadie la documentaba. Lo inusual es que llevaron su idea a la práctica. Y el 3 de agosto de 1713, en su tertulia del palacio de Villena, los ocho amigos, reforzados con tres integrantes nuevos, levantaron un acta pragmática —en ella establecen las tareas que han de acometer y cómo han de hacerlo para redactar el Diccionario de autoridades— que se considera el acta fundacional de la Real Academia Española. Hoy se cumplen 300 años de aquella sesión quijotesca. ¿O no rozaba lo imposible el afán de aquellos 11 ilustrados sin especial formación lingüística? Lo hicieron. Una proeza en tan solo 26 años, en palabras de Fernando Lázaro Carreter, que dedicó su discurso de ingreso en la RAE en 1972 a la aventura iniciada por Villena y compañía. “Este ‘tan solo’ alude al hecho de que la Academia Francesa tardó 65 en desempeñar una tarea de alcance mucho más limitado. Seis copiosos volúmenes, con un total de más de 4.000 páginas, en cuarto mayor, fueron el resultado de esa acción, una de las más esforzadas de que pueda ufanarse la cultura española”, elogió el filólogo que permaneció al frente de la RAE seis años. SAMUEL SÁNCHEZ Su publicación con 42.000 palabras fue, en opinión del actual director, José Manuel Blecua, “el momento de más éxito” de la Academia, que en menos de un siglo materializa obras notables: el Diccionario de autoridades (llamado así por los ejemplos que acompañan a los vocablos), la Ortografía, la Gramática y el Diccionario chico (el de autoridades sin autoridades). “El actual es heredero directo de aquel de 1780”, señala el secretario actual, Darío Villanueva. En 2014 se publicará la versión vigésimo tercera. Villanueva lo ve “el final de un ciclo”, teniendo en cuenta la dependencia de la inmediatez que ha propiciado la cultura tecnológica. Nada que se cuestionaran aquellos fundadores que aún debieron aguardar un tiempo hasta su confirmación. El Consejo de Castilla bloqueó la bendición del rey —la razón más benigna era la duda sobre su capacidad para redactar el diccionario— hasta donde pudo, pero finalmente Felipe V, el francés que había desembarcado en el trono español tras una guerra larga, la autorizó mediante una cédula real el tres de octubre de 1714. Cuando se aprueben los estatutos, la Academia pasará a contar con 24 miembros. El lema, con una abeja sobre flores, estuvo a punto de ser: Aprueba y reprueba “Los fundadores son un grupo de novatores, un título despectivo para referirse a los reformistas que se dan cuenta de que España necesita abrirse a Europa, superar la escolástica y tener una historia crítica”, señala Víctor García de la Concha, que ultima una historia de la institución que dirigió 12 años. “En muy poco tiempo”, prosigue, “aunque a ellos les pareció mucho, estos hombres que no eran lexicógrafos ni tenían archivos crean el diccionario”. Contra viento y marea. Aunque alguno de los paladines de la lengua se desplazase en mula. Darío Villanueva recuerda un acta de 1726 donde se plasman las desgracias de Fernando del Bustillo: “Escribe que ha estado 50 días en la cama con dolores causados por gota, que no puede apoyar los pies y que además se le ha muerto la mula y pide ayuda para comprar otra que le permita ir a las reuniones de los jueves”. De los tiempos en los que las sesiones se celebraban en los domicilios de sus directores (el marqués de Villena y sus descendendientes o José de Carvajal y Lancáster, hasta 1754 no lograron un departamento cedido por Fernando VI en la Real Casa del Tesoro) arrancan tradiciones perpetuadas hasta hoy: los plenos de los jueves, el tratamiento de “excelentísima” o las votaciones secretas. En una de ellas se eligió el emblema: el crisol con la leyenda “Limpia, fija y da esplendor”. Un lema que no suscitó aplausos universales, aunque los críticos tal vez se replegaron al descubrir que rivalizó con una abeja volando sobre un campo de flores con la leyenda “Aprueba y reprueba”. Benavente creía que el ingreso abría la puerta a la muerte y no a la inmortalidad Lo que no se remonta a los orígenes son los discursos de ingreso. “Comienzan en el XIX, cuando se hace casi una refundación con el afán de acercarla a la sociedad. Hasta entonces los nuevos se incorporaban en una sesión normal. A partir de 1847 se le quiere dar mayor solemnidad y se organizan con un discurso público y uno de contestación”, señala Pedro Álvarez de Miranda, que dedicó el suyo en junio de 2011 a glosar los de otros. Los hubo en verso (José Zorrilla y José García Nieto) y... no los hubo por voluntad del electo: Miguel de Unamuno o Antonio Machado (“fue elegido en 1921, hizo un intento para escribir el discurso pero no lo concluyó, es difícil imaginarlo embutido en un frac”). Ninguno llegó a la altura de Jacinto Benavente, cuya relación con la RAE frisó la patología. “Decía que el ingreso de la Academia , en lugar de proporcionar la inmortalidad, aceleraba la muerte. Se dirigió a la RAE para indicar que no quería ingresar. Finalmente lo hicieron académico honorario”, detalla Álvarez de Miranda. Un académico es para siempre. Así lo constató el actor Fernando Fernán Gómez, cuando ofreció sin éxito su sillón a Víctor García de la Concha después de que sus piernas hubieran “ganado la batalla” hasta impedirle acudir a las sesiones. Carmen Conde, primera académica, entre Gonzalo Torrente Ballester y Manuel Terán en su ingreso. / MARISA FLÓREZ Guste o no a quienes gobiernen el sillón es vitalicio. Pero la institución ha penado por ello y no siempre ha logrado frenar las embestidas. La académica Carmen Iglesias, comisaria de la exposición La lengua y la palabra. 300 años de la RAE, que se inaugurará el 26 de septiembre, señala que “las verdaderas intervenciones del poder político se dieron en regímenes autoritarios o con dictadores”. Ocurrió con Fernando VII, que ordenó expulsar a los afrancesados; con Miguel Primo de Rivera, que impuso académicos regionales y trató de vetar a Niceto Alcalá-Zamora, y con Franco, que en 1941 envió una lista con los que no deben estar. “La RAE tuvo la dignidad de resistir las presiones del régimen para cubrir las vacantes de los cinco académicos exiliados”, indica Álvarez de Miranda. La entereza de la institución se coronó con una histórica sesión, el 3 de mayo de 1976, cuando Salvador de Madariaga, uno de esos desterrados, leyó su discurso de ingreso cuarenta años después de su elección. Donde la historia de la Academia desluce es en su relación con las mujeres. Las académicas han entrado con cuentagotas (nueve, la última electa es Aurora Egido) y solo a partir de 1978 con la poeta Carmen Conde. “Es el reflejo de un fenómeno general de la sociedad, donde la mujer se encuentra en una situación de discriminación”, esgrime Blecua. Los deslices más sonados se cometieron con Emilia Pardo-Bazán, que se postuló para entrar (lo propio de aquellos días del XIX) sin ningún éxito, y con María Moliner, que perdió la votación frente al filólogo Emilio Alarcos. “No me atrevo a decir que fue una injusticia pero fue una lástima que no se hubieran presentado por separado. Si no hubiera enfermado en sus últimos años creo que sus valedores la habrían convencido para presentarse otra vez”, aventura Álvarez de Miranda, que en descargo de la española recuerda que la primera académica francesa fue Marguerite Yourcenar en 1981. Mirando atrás, la Academia puede considerar su misión cumplida. Lleva inventariando el español tres siglos. Incluso sorteó el riesgo de la fragmentación idiomática en un contexto tan delicado como el de la fragmentación política del XIX. Víctor García de la Concha recuerda que, tras los procesos de independencia, se dio “un intento de ruptura de la unidad de la lengua para definir el español de América frente al español de España”. Él defiende que uno de los mayores servicios de la RAE fue la habilidad para salvar aquella amenaza tendiendo la mano de igual a igual a las jóvenes naciones con el nombramiento de académicos correspondientes que luego fundaron sus respectivas instituciones, germen de la actual política panhispánica de la casa. “Hay que salvaguardar la lengua siempre como un espacio de diálogo”, proclama García de la Concha. Durante un tiempo las palabras fueron el único puente entre la vieja potencia y sus antiguas colonias.
Manuscritos, legados y cartas de amor Bibliotecas donadas. La RAE ha recibido por herencia de algunos académicos colecciones de inmenso valor, como la de Antonio Rodríguez Moñino y María Brey, que incluye grabados, incunables y manuscritos. El otro gran legado bibliográfico que custodia la casa perteneció al poeta y director de la RAE, Dámaso Alonso, y la novelista Eulalia Galvarriato, con un riquísimo fondo de poesía y filología. La más reciente es la donada porJosé Luis Borau. Manuscritos. Algunas de las joyas de la literatura en español se guardan en la RAE, como el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita; El Buscón de Quevedo; un manuscrito de Gonzalo de Berceo o el Don Juan,de José Zorrilla. Epistolarios. Hay misivas de Juan Valera, Dámaso Alonso... La colección más picante es la de Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo-Bazán. La RAE custodia 38 cartas rebosantes del ardor que debió consumir a la brillante pareja, publicadas recientemente en Miquiño mío (Turner).

La villa segoviana representan la creación del «Sinodal», el primer incunable de nuestra historia, impreso en 1472 La localidad de Aguilafuente (Segovia) participa estos días de una ilusión colectiva al evocar el sínodo de obispos que dio origen al primer libro impreso en España, en 1472, con diversas actividades festivas y teatralización de pasajes históricos. Desde ayer más de 150 personas intervienen en seis obras de teatro, conciertos, pasacalles, danzas de la época o visitas guiadas, con la imprenta y el libro como protagonistas y el ánimo de potenciar la lectura y reivindicar la importancia del patrimonio bibliográfico. El Sinodal de Aguilafuente fue impreso a instancias del obispo segoviano Juan Arias Dávila, en la imprenta que mandó instalar en la capital, a cuyo frente estaba el impresor alemán, procedente de Roma,Juan Párix de Heidelberg, que luego llevó a cabo otras ocho ediciones, la mayor parte para la formación del clero. Su contenido son las actas del sínodo que convocó Arias Dávilaen esta villa de 700 habitantes, a 38 kilómetros de la capital, a la que acudieron tanto religiosos como laicos, ya que trataba de dictar las normas de la diócesis segoviana.
Prohibido portar armas sin permiso Como dato curioso, aquel sínodo, como consta las actas, acordó obligar al clero a aprender latín, le prohibió llevar vestimentas lujosas oportar armas sin permiso. Pero también reguló el matrimonio, que debía ser ante testigos, o el divorcio, con conocimiento de la Iglesia, una muestra de la sociedad del siglo XV que este obispo aspiraba a mejorar. El profesor de Libro Antiguo y Patrimonio Bibliográfico de la Universidad Complutense de Madrid, Fermín de los Reyes, que presidente de la asociación que promueve los actos, ha asegurado a Efe que «hoy día, ningún experto duda de que la imprenta española comenzara en Segovia». Después de matizar que aún queda mucho por conocer de la primitiva imprenta en España, De los Reyes mantiene que el Sinodal es el emblema, mítico al ser el primero, el primer incunable, «pero más allá, supone que la modernidad se introdujo en España por Segovia». Se trató de una auténtica revolución cultural e ideológica que supuso un antes y un después, mientras que, en pocos años, surgieron imprentas en otras localidades como Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza o La Puebla de Montalbán (Toledo), según este experto. La pregonera de las fiestas, Ana Santos, directora de la Biblioteca Nacional de España, considera un «gran honor» que hayan confiado en ella para inaugurar las fiestas, esta tarde, para celebrar lo que entiende como «un hecho tan significativo para la cultura española». De ahí que su mensaje será de «reconocimiento por el esfuerzo colectivo que realizan para difundir el primer libro impreso y la introducción de la imprenta en España, llevados por el convencimiento común del valor del patrimonio». Aunque la principal obra que se representa es «El Sínodo de Aguilafuente», que escenifica una posible jornada del encuentro convocado por Arias Dávila, que tiene lugar en la misma iglesia donde se hizo hace más de cinco siglos, otro texto dramatizado se centra en el «El obispo y el impresor».
La imprenta teatralizada Las escenas reproducen la posible primera entrevista entre el impresor Párix y Arias Dávila, en la que este encarga al alemán la impresión del sínodo ante la reticencia del secretario episcopal, o «El impresor clandestino», en que de forma divertida se habla del uso de la imprenta para la difusión de ideas heterodoxas. Para este pueblo de pinares, con dos iglesias románico-góticas, un aula arqueológica y un museo del escultor Florentino Trapero, los libros en papel no se pueden perder y, por ello, se movilizan cada año y se echan a la calle por algo que parece desplazado por las tecnologías: la imprenta. Todo entre la diversión, como las escenas en las que un romancero y unas mujeres hablan del nuevo invento en plena calle, con el fin de aportar el lado más festivo a algo tan trascendental como fue esta importante aportación a la historia de la humanidad. Lo explica bien Ana Santos: «Como sabemos para qué sirven los libros, somos muy conscientes de que si los hechos y las ideas no quedan reflejadas, no se conocen, de que si no permanecen, no existen, desaparece nuestra cultura y los pueblos pierden su identidad».

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