«Mala señal será si algún día siento que he llegado a la meta». Carmen G. Castro lleva mucho camino recorrido (dedicado sobre todo a la investigación), y aún le queda mucho por andar como artista, para lo que cuenta con tesón y calidad
Qué le interesa. En mi obra hay dos cuestiones que siempre me han inquietado. En primer lugar, el interés por traspasar las fronteras de la imagen pintada hacia el espacio que la rodea para darle un carácter de instalación. Por eso utilizo la anamorfosis, una imagen que se deforma cuando el cuadro se mira frontalmente y se reconstruye cuando se observa desde el marco. Me interesa activar al espectador y hacer que se mueva en torno al cuadro.
«Tengo una tendencia a mostrar lo que considero que son los grises de una realidad que las redes sociales polarizan hacia el blanco o el negro» En segundo lugar, la disección de la Historia y sus referentes culturales a través de las imágenes que nos proporciona y que intento traducir al tiempo presente. Para ello me sumerjo en los mitos griegos, porque presentan una extraña atemporalidad. Son perfectamente extrapolables a cualquier época, y, aunque tienen un rostro y una estética determinados, nos son curiosamente cercanos.
Persigo las obras de las que me apropio; analizo de dónde vinieron, a dónde fueron a parar, qué subyace bajo su origen. Me fascinan las numerosas capas de significado que hayan podido ir adquiriendo a lo largo de los siglos y las que todavía están por llegar. Su memoria se diluye, pero dejan una pátina, no son objetos congelados; están vivos y la proyección del espectador las modifica constantemente.
De dónde viene. Llevo pocos años produciendo, porque dediqué bastantes a la carrera investigadora y a la teoría, escribiendo y publicando, cosa que ahora me da mucha fuerza para abordar proyectos de creación. Mi primera exposición individual tuvo lugar en la galería Punto Rojo, en Granada, hace menos de tres años. Después, en Madrid he colaborado varias veces con galerías como Fernando Pradilla o Factoría de Arte y Desarrollo, y participado en varias colectivas en Granada, Madrid, Barcelona y Londres. Una de mis mejores experiencias profesionales fue la que viví como residente en La Térmica, en Málaga, porque me dio un empuje muy fuerte y me ayudó a madurar mi obra.
Supo que se dedicaría al arte desde el mismo momento mismo en que…Cada día de mi vida que recuerdo fue «el momento». Era el contexto familiar que me rodeaba y que me sigue apoyando hoy. Recuerdo muy bien la primera vez que vi un cuadro en una exposición, de pequeña: Zurbarán. Pensé que aquello era imposible de imitar, que no había mano humana que lo pudiera reproducir, me parecía obra de un semidiós. Así que decidí que me haría astrofísica. Aquello me parecía más a mi alcance (¡pobre de mí!), y ahora creo que si presté tanta atención al espacio durante unos años y leí sobre ello es porque en el fondo me atraía la valentía de los científicos cuando se lanzan a la búsqueda de lo desconocido, que es lo que más nos puede gustar a los artistas.
¿Qué es lo más extraño que ha tenido que hacer en el mundo del arte para «sobrevivir»? Definitivamente, hay cosas que no se pueden contar, así que mejor hablaré del diseño de un cartel de cine que lleva mi firma pero que jamás reconocería como algo mío. La película era muy mala, pero dos amigos participaban en ella y el cartel se hizo siguiendo las instrucciones del director, que cada día me pedía un cambio. Claramente, no le gustó mi primer boceto. Aquello quedó como un cadáver exquisito espantoso. No había por dónde cogerlo. Nunca más aceptaré un trabajo en el que no confíen en mi criterio y con el que no me vaya a sentir satisfecha.
Su yo virtual. Actualmente, intento limitar el uso de mis perfiles de Instagram y Facebook para compartir noticias sobre mi trabajo o sobre aquello en lo que me encuentro investigando. Pero el «feedback» que recibimos por esa vía es un espejismo. Sabemos que nuestros amigos nos reirán la gracia y nos darán un «like» incondicionalmente.
«Tengo miedo de caer en un cierto tipo de bulimia productiva. Y el síntoma es que, para mí, cualquier trabajo terminado es trabajo caducado» La virtualidad desvirtúa las relaciones, así que mejor cultivarlas con el contacto de la piel y la voz. Especialmente porque tengo una tendencia a mostrar lo que considero que son los grises de una realidad que las redes polarizan hacia el blanco o el negro. Cada vez muestro menos ahí esa faceta mía, donde la comunicación está repleta de lagunas, y eso, para mí, no es comunicación. Por supuesto, sigo a determinadas cabecitas pensantes en cuyo criterio confío, y cuento con una página web, provisional, que se transformará después de las exposiciones que tengo programadas para este año.
Dónde está cuando no hace arte. Escribo, normalmente textos para catálogos de exposiciones, bien por encargo de artistas o de instituciones, como Mapfre, por ejemplo. Pertenezco a dos grupos de investigación, en la Universidad de Granada y en la Kingston University de Londres. También imparto talleres, como el que hice en Washington sobre arte contemporáneo en el aula, o en el Museo Ruso de Málaga, donde trabajé con adolescentes. Para mí es fundamental desarrollar actividades que conecten con mi campo de trabajo pero me saquen del estudio. A veces nos obnubilamos en la soledad del taller.
Le gustará si conoce a... Mis referentes forman un retablo muy extraño, no acabaría nunca. De Fragonard a Mona Hatoum; de Bacon a Alex Katz, Bill Viola, Howard Hodgkin, David Lynch, Burne-Jones… No pongo a todos al mismo nivel, pero cada uno ha tenido mayor o menor importancia en distintos momentos de mi vida, y los admiro por motivos muy diferentes.
Si me concentro en los pintores, tengo que referirme a Soledad Sevilla. He aprendido mucho de su valentía, su forma de trabajar y de entender el trabajo del artista. Simón Zabell fue profesor mío por partida doble y todavía a veces recurro a él cuando dudo. Admiro la obra de Jesús Zurita, Ángeles Agrela,Santiago Ydáñez y Paco Pomet. Ellos han estado dentro de mi contexto granadino desde siempre, como Juan Francisco Casas, al que sigo mucho. Más cercanos a mi generación, los hermanos José Luis y Javier Valverde, Irene Sánchez y Antonio Montalvo. Tengo muy presentes también a Alejandro Botubol y Rubén Guerrero.
¿Qué se trae ahora mismo entre manos? He inaugurado en marzo en lagalería Ruiz-Linares de Granada y muestro algunas piezas de dos series en las que estoy trabajando desde los últimos meses. Ambas son una vánitas. En la primera, «Introspectiva», ocupo el lugar del modelo de las obras de las que me apropio, y el resultado es un autorretrato múltiple. Me represento rodeada de un contexto de vísceras, porque quiero enfrentar un canon de belleza clásico a un tipo de belleza convulsa, de raíz muy barroca.
«Es fundamental desarrollar actividades que conecten con mi campo de trabajo pero me saquen del estudio. A veces nos obnubilamos en la soledad del taller» La segunda serie, «Pigmalión y Galatea», habla sobre el hecho artístico, y para mí el mito cobra hoy un nuevo significado. Es la historia del escultor que decide vivir en el celibato y se enamora de su propia escultura. Así veo la situación de muchos de nosotros, en la que nuestra pasión por lo que hacemos nos obliga a recluirnos en el estudio, sorteando solos un obstáculo tras otro que únicamente podemos afrontar con una voluntad férrea.
¿Cuál es su proyecto personal favorito hasta el momento? A veces tengo miedo de caer en un cierto tipo de bulimia productiva. Y el síntoma es que, para mí, cualquier trabajo terminado es trabajo caducado, aunque siempre suele ser preludio del siguiente. Así que, normalmente, lo que más me satisface suele ser lo último, pero para hacer justicia, mi serie «O tempora, o mores» va aguantando bien el paso del tiempo en mi memoria. Además, fue la puerta para mi primera colaboración con la galería Fernando Pradilla y el proyecto que me llevó a La Térmica. También es un eslabón sin el que no hubiera surgido la obra que ha venido después.
¿Por qué tenemos que confiar ella? No creo que el nuestro sea un ámbito más saturado que otros. Mi obra sale literalmente de las tripas. Veo y siento el arte en su historia como totalidad, sin que su pasado deje de estar activo como fuente inagotable, sin ninguna contradicción con la contemporaneidad. Es más un vehículo hacia la modernización de los lenguajes y los códigos. Por eso también es tan importante estar muy al día de lo que están haciendo otros artistas.
«Intento emplearme al máximo en cualquier cosa que haga, independientemente de que lo vaya a mostrar en el estudio o en una galería» Creo haber elegido una dirección de trabajo en la que me siento segura y fuerte, que me estimula y lo seguirá haciendo por mucho tiempo. Y eso me ayuda a concentrarme por completo en mi producción. Intento emplearme al máximo en cualquier cosa que haga, independientemente de que lo vaya a mostrar en el estudio o en una galería. Obviamente, creo que la tenacidad, la constancia y la autoexigencia son imprescindibles, y a medio o largo plazo producen frutos, a pesar de que es difícil nadar en nuestro mar sin hundirse. Pero me siento muy preparada para enfrentarme a ello y espero no bajar la guardia. Mala señal sería si algún día siento que he llegado a la meta.
¿A quién cedería el testigo de esta entrevista? Es dificilísimo elegir entre tanta gente que admiro, pero se lo cedería a José Luis Puche. Por su obra, tan sólida, por su generosidad en compartir los secretos de su proceso sin guardar nada (como si a estas alturas alguno tuviésemos la exclusiva de algo); por su cultura y su inquietud; por su fortaleza y su capacidad de regenerarse, de trabajar y de reconvertirse. Su trabajo es una apuesta segura de calidad que no creo que llegue nunca a decepcionarnos.
Fuente: ABC