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Se le conoce con el mismo sobrenombre que a Miguel Ángel Buonarroti, «el Divino», pero, mientras la divinidad de éste la relacionaba Vasari con su capacidad creadora como alter ego de Dios –«Miguel, más que mortal, es un Ángel divino», escribe Ariosto en su «Orlando Furioso»–, la de Luis de Morales tenía más que ver con el contenido religioso de toda su producción que con su excelencia artística, aunque también la tenía. Lo explicaba así Antonio Palomino, su biógrafo, en el siglo XVIII: «Fue cognominado el Divino porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas, porque hizo cabezas de Cristo con tan gran primor y sutileza en los cabellos que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos para que se muevan…» En 1917 el Prado le dedicó al artista extremeño la tercera monográfica de su historia, después de la del Greco en 1902 y Zurbarán en 1905. Hay constancia de aquella muestra en una fotografía del Archivo de Blanco y Negro. Casi cien siglos después se pone en valor la figura de este artista. Su fortuna crítica ha sido una especie de montaña rusa: conoció el éxito en vida, pero después fue ninguneado y censurado por figuras como Pacheco y su obra quedó reducida a imágenes patéticas que algunos incluso tildaron de mamarrachadas. El Metropolitan de Nueva York ha comprado recientemente un Morales por más de un millón de dólares. Había llegado, pues, el momento de restituir a Luis de Morales eliminando todos los tabúes, sombras y lugares comunes en torno a este pintor, uno de los más singulares y originales del Renacimiento español, y acercarnos a él con una nueva mirada. Y muy de cerca, a ser posible, para no perdernos ni un centímetro de piel de sus sutilísimas y hermosas pinceladas. Tres de los grandes museos históricos españoles (Prado, MNAC de Barcelona y Bellas Artes de Bilbao) han unido esfuerzos para organizar esta gran antológica de Luis de Morales, patrocinada por la Fundación BBVA, que viajará a las tres sedes. Abre plaza, a partir de hoy, el Prado. Leticia Ruiz, jefe del Departamento de pintura española del Renacimiento del Museo del Prado y buena conocedora del artista, es la comisaria de esta estupenda exposición. Ha apostado por la calidad seleccionando apenas unas 60 obras de la veintena de retablos (muchos perdidos hoy) y el centenar de tablas devocionales que hizo el maestro para capillas y oratorios privados: 19 son del Prado y 35 vienen de otros museos nacionales e internacionales, iglesias, catedrales y colecciones privadas. Entre las virtudes del Divino Morales, subraya la comisaria su virtuosismo pictórico, la calidad técnica y de los materiales que escoge (roble para los soportes), la factura tan cuidada de sus obras, la carga emocional que consigue mediante fondos negros e intensos, la iluminación de las figuras, siempre muy escultóricas, que el pintor suele acercar al espectador… y, por qué no, su clara visión comercial, que le llevó a tener un taller muy activo, en el que estaban dos de sus hijos y su yerno, haciendo copias y versiones de sus obras más populares para una selecta clientela: duques, condes y prelados como San Juan de Ribera, obispo de Badajoz y su gran mecenas al final de su carrera. No trabajó, en cambio, para Felipe II. Pero se relata en el catálogo un encuentro en 1580 entre Monarca y pintor, que, aunque no se ha podido comprobar su verosimilitud, merecería ser cierto. «Muy viejo estáis, Morales», le dijo el Rey. «Sí Señor, muy viejo y muy pobre», respondió el pintor. «Que le den 200 ducados para comer», advirtió Felipe II. ¿Y para cenar?, preguntó un Morales más humano que divino. «Que se señalen otros ciento», zanjó el Monarca. Resulta muy evidente en su pintura la influencia flamenca y sobre todo italiana (Rafael y, especialmente, Sebastiano del Piombo). Así se aprecia en el primer plano de un Cristo con la Cruz a cuestas, que parece calcado de los de Del Piombo. También, en las figuras monumentales de las Madonnas en obras como «La Virgen del Pajarito», de la iglesia de San Agustín de Madrid, y «La Virgen, el Niño y san Juanito», de la catedral de Salamanca. «Morales absorbió la pintura flamenca e italiana pero lo hizo con gran originalidad –advierte Leticia Ruiz–. Solo se parece a sí mismo». Son estas dos de las obras maestras presentes en la exposición. Pero hay muchas más: «Cristo. Varón de Dolores», del Minneapolis Institute of Arts; «La Piedad», de la Academia de Bellas Artes, la de mayor calidad que pintó; «La Virgen de la leche», del Prado (la más popular de sus composiciones)… Cuelgan juntas obras que en su origen pudieron formar parte de un mismo retablo. Es el caso de dos tablas donadas al Prado por Plácido Arango («El Calvario» y «La Resurrección») y la «Lamentación ante Cristo muerto», del Museo de Salamanca, que quizás pertenecieron al retablo de la iglesia de Alconchel (Badajoz); o tres cuadros del Divino Morales que seguramente estuvieron en la predela de un retablo en San Benito de Alcántara (Cáceres). Asimismo, se exhiben los dos únicos dibujos atribuidos al artista, cedidos por el Museo Nacional de Arte Antiga de Lisboa, que también ha prestado un «Ecce Homo» –otra de las obras maestras de la exposición–, y una escultura de Berruguete que remite a esta obra de Morales. Además, cuelgan juntos dos «San Esteban» casi idénticos: el mejor, del Museo de Bellas Artes de Asturias. El del Prado ha resultado ser una copia de taller realizada a partir de aquél. Hablaba ayer su director, Miguel Zugaza, del lento discurrir del estudio y puesta en valor del arte español. Se descubrió primero a Goya, después a Velázquez, al Greco… y hemos tardado casi un siglo en redescubrir al Divino Morales, «un pintor tan original como olvidado». Desde 1992 se han incorporado al museo diez importantes obras de este artista. Según Miguel Falomir, director adjunto del museo, «solo faltaba estudiarlo, restaurarlo y exponerlo». Dicho y hecho. Pese a que toda la pintura de Luis de Morales es religiosa y lo escasa que es su temática (Ecce Homo, Cristo con la Cruz a cuestas, la Virgen con el Niño y la Piedad, con algunas variantes), la visita de la exposición del Prado no resulta monótona ni cansina. Tampoco gore ni tarantinesca, como podría parecer a priori. Hay sangre y lágrimas, sí. Y Dolorosas, Cristos descarnados y agonizantes, un santo con la cabeza atravesada por un hacha que escribe con su sangre «Credo in Deum»… Pero prima la sensibilidad sin regodearse en el dramatismo. Leticia Ruiz sitúa a Morales, que trabajó durante 50 años, como «un virtuoso de la pintura, creador de una marca propia reconocible, que gozaba de una originalidad e intensidad propias. Ante un Morales, gusten o no los temas que trata en sus pinturas, hay siempre una gran belleza y una gran calidad». Apenas hay datos biográficos acerca del maestro extremeño. Se cree que nació en Alcántara (Cáceres) en 1510 o 1511 y que pudo morir en 1586. Se casó con Leonor de Chaves y tuvo siete hijos. Vivió y trabajó en Badajoz y en Plasencia.

Fuente: ABC

El que fuera subdirector de ABC, recibe a título póstumo el Premio 'Gil de Biedma' por una obra sobre su situación terminal Amigos del poeta y periodista extremeño Santiago Castelo, fallecido el pasado 29 de mayo, trabajan en la recopilación de los artículos del escritor para dar a conocer su legado periodístico, publicado principalmente en el diario ABC, donde trabajó en diferentes secciones antes de ser nombrado subdirector. Urbano Manuel Domínguez, amigo del autor, ha indicado tras recoger en su nombre el Premio de Poesía 'Jaime Gil de Biedma' que otorga la Diputación de Segovia, fallado pocos días después de la muerte del autor, que la obra periodística del escritor es de gran calidad y originalidad, de ahí el deseo de impulsarlo y darlo a conocer. Entre los trabajos que ha destacado figura 'La voz más pura y exacta de Lecuona', un homenaje a la cantante cubana Esther Borja publicado en las páginas de necrológicas de ABC, por el que se alzó en 2014 con el Premio de Periodismo Ciudad de Badajoz. Asimismo, ha resaltado sus crónicas sobre la Familia Real en Mallorca, donde, según ha dicho, demostró su gran talento para la literatura. «Él tenía una manera de hacer el periodismo que cada vez, por desgracia, existe menos. Queremos que ese talento para escribir sea conocido», ha manifestado en declaraciones recogidas por Europa Press el amigo del autor, quien ha estado acompañado durante la entrega del Premio por Carlos García Mera, otro de los amigos del poeta. Santiago Castelo, natural de Granja de Torrehermosa (Badajoz) y director de la Real Academia de la Lengua de Extremadura desde 1966, se alzó con el XXV 'Jaime Gil de Biedma' por el poemario 'La Sentencia', una crónica de su propia situación terminal tras ser diagnosticado de cáncer. El libro, que será presentado el 14 de diciembre en el Instituto Cervantes, comienza precisamente con la descripción del momento en que recibe la noticia de su enfermedad de boca del doctor. Su amigo ha explicado que comenzó a escribir la obra cuando estaba hospitalizado, lo cual se refleja en los poemas, a lo largo de los cuales se deja ver cómo a Castelo, siempre vitalista, «la vida se le va entre las manos». Antes de morir, supo que había quedado entre los finalistas del galardón. El carácter alegre, optimista y generoso del autor ha sido puesto de manifiesto asimismo por Gonzalo Santonja, coordinador del 'Gil de Biedma'. Según ha dicho, pese a su enfermedad el escritor no se derrumbó, sino que se alzó de sus ruinas en busca de otro mañana, que encontró en 'La Sentencia'. Santonja ha recordado que entre los miembros del jurado figuran dos amigos cercanos del poeta extremeño, Juan Manuel de Prada, con el que coincidió en ABC, y Luis María Ansón, si bien obligaciones profesionales han impedido a ambos acudir a la entrega del Premio.

Fuente: ABC

Las noticias, hoy tan graves y sombrías, se perderán en el tiempo, como sus protagonistas
Vuelvo de Extremadura, la región más desconocida por los españoles y a la vez una de las más hermosas. El veranillo de San Martín, este año un auténtico verano, me ha permitido volver a comprobar lo dicho. En el campo de Trujillo la paleta de colores era tan espectacular que rozaba casi lo fabuloso y los aromas de las granadas, de los membrillos, de los madroños, de los majuetos y los endrinos silvestres, de las higueras ya despojadas de higos, al sol después de las últimas lluvias y vigilados de cerca por millones de pájaros e insectos, llenaba el aire de sensaciones haciéndolo casi carnal. Difícil no emocionarse ante la gama de verdes de las colinas (del verde oscuro de las encinas al verde plata de los olivos y al esmeralda de las hierbas nuevas, las que han brotado con el temporal de otoño) y con las pinceladas de amarillo y sangre de los árboles de ribera y de los huertos y los jardines de las casas de campo y los lagares, éstos con su cenefa de vides rojas y ocres entremezcladas ya de amarillo a punto de caer sus hojas, que salpican el verde general. Si la felicidad existe está en esos escenarios y en esos momentos únicos en los que la belleza del mundo se conjuga y nos da la mano para detenernos ante su consagración. Mientras las radios y las televisiones desgranaban las noticias de estos días, todas tan graves como para ensombrecer el ánimo pero tan pasajeras como sus protagonistas (basta que pasen unos pocos años), en un pequeño lugar del mundo el otoño hacía explotar su belleza, que es la misma belleza de hace siglos y milenios y la que seguirá explotando cuando ninguno de aquéllos esté ya aquí para poder verla y las noticias hablen de otras personas, que también pasarán después de creerse dioses. Porque el paisaje sobrevive al hombre. Y porque, contra lo que muchos piensan, lo verdaderamente duradero no es nuestra vida ni nuestras obras, sino ese color fugaz que el sol pinta al atardecer sobre una colina, ese mugido animal en la lejanía ya en sombra al anochecer, ese aroma a vino nuevo, a hierba húmeda, a humo de encina seca en la chimenea, que el viento lleva hacia el horizonte, ese bodegón frutal (granadas, membrillos, madroños rojos como la sangre, limones, todos dispuestos sobre la mesa humilde de la cocina) que es el mismo que han pintado a lo largo de la historia todos los grandes pintores y que seguirán pintando los que los sucedan. Las noticias, en cambio, hoy tan graves y sombrías, tan duraderas y tan solemnizadas, se habrán perdido en el tiempo, como sus protagonistas.

Fuente: El País

El escritor mexicano Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) ha ganado este jueves el Premio Cervantes 2015. Se cumple así una vez más la costumbre de alternar cada año entre un autor español y uno latinoamericano, después de que Juan Goytisolo lo ganase en 2014. El ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, ha sido el encargado de anunciar el fallo del jurado, presidido por la académica Inés Fernández Ordóñez, aunque la noticia se filtró minutos antes de su comparecencia en la cuenta de Twitter de la RAE. Del Paso recibirá el premio el próximo 23 de abril en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, día en que se cumplirán 400 años de la muerte de Cervantes. El jurado ha concedido el premio a Del Paso "por su aportación al desarrollo de la novela aunando tradición y modernidad, como hizo Cervantes en su momento. Sus novelas están llenas de riesgo y de episodios fundamentales de la Historia de México, haciéndolos universales". La presidenta del jurado, Inés Fernández Ordóñez, de la Real Academia Española, ha destacado "el carácter innovador tanto en lo formal como en el contenido" de la obra de Del Paso, y lo ha calificado como "uno de los autores más leídos y premiados" de su país. Del Paso es el sexto mexicano que recibe el Premio Cervantes, la nacionalidad más premiada después de la española. Antes que él se lo llevaron sus compatriotas Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005), José Emilio Pacheco (2009) y Elena Poniatowska (2013). La primera obra que publicó Fernando del Paso fue Sonetos de lo diario, en 1958. Su primera novela, José Trigo, fue publicada en 1966, año en el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. En 1976 escribió Palinuro de México, que recibió el Premio de Novela México a la mejor novela inédita y, posteriormente, el Premio Internacional Rómulo Gallegos (1982) y el Premio a la Mejor Novela Publicada en Francia (1985). Su tercera novela, Noticias del Imperio, fue publicada en 1986. De estas dos últimas obras existen traducciones al inglés, francés, portugués, alemán, holandés y chino. En 1995 se publicó su cuarta novela, Linda 67; en 1998, La muerte se va a Granada, obra de teatro en verso sobre Federico García Lorca; y en 1999 publicó Cuentos dispersos, libro editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Del Paso ha publicado también varios ensayos. El primero de ellos fue El coloquio de invierno, escrito en 1992 junto a Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. También escribió uno sobre el Quijote, una biografía de Juan José Arreola y, en 2011, una serie de ensayos sobre el islam y el judaísmo. Además de escritor, Del Paso es dibujante y pintor, y ha presentado sus obras en Londres, Madrid, París y varias ciudades de Estados Unidos. Inició estudios de Economía en la UNAM antes de centrarse en su carrera literaria, y también se ha dedicado a la publicidad y al periodismo cultural, así como a la diplomacia. Vivió dos años en Estados Unidos, 14 en Londres y 8 en París, donde ocupó el cargo de consul general de México. En 1991, Del Paso recibió en su país el Premio Nacional de Letras y Artes. Desde 1996 es miembro del Colegio Nacional, la academia mexicana de las ciencias, las humanidades y las artes. El jurado del Premio Cervantes ha estado integrado por once personas: Inés Fernández Ordóñez, a propuesta de la Real Academia Española; Juan Guillermo Gelpí Pérez, a propuesta de la Academia portorriqueña de la Lengua; Pedro Manuel Cátedra García, a propuesta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas; Verónica Ormachea Gutiérrez, a propuesta de la Unión de Universidades de América Latina; el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha; el ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo; dos representantes propuestos por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España y la Federación Latinoamericana de Periodistas; un miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas, que no puede ser de nacionalidad española ni iberoamericana; y, por último, los dos últimos ganadores del Premio Cervantes, Juan Goytisolo y Elena Poniatowska.

Fuente: El Cultural

En un lugar de la mancha. Con minúscula esta vez, que aunque también manchega, el lamparón es de tinta. Empuña el lápiz Miguel Gómez (Madrid, 1960) y recrea a trazos la vida del gran genio de la literatura española, el maestro Cervantes. El ilustrador, que firma sus trabajos con el pseudónimo de Gol , desempolva lo que en un principio estaba concebido como un guion de teatro -que llevaba guardado en un cajón desde hace años- y lo adapta a su otra especialidad aparte de las tablas, la novela gráfica. La casualidad o el destino bien entendido hace que coincidan en nombre y en su día en personaje. El ilustrador se caracterizó de Sancho Panza encima de un escenario y esa primera toma de contacto con el universo cervantino le marcó para desarrollar su obra. Y mañana, en un formato poco habitual para el dramaturgo, presenta Cervantes, la ensoñación de un genio (Dibbuks, 2015) en Todolibros a las 19 horas. Casi doscientas páginas a todo color en las que el autor pretende reflejar la motivación e inspiración del escritor para escribir la biblia literaria nacional. Según apunta Gol , la obra transcurre en un corral de comedias y muestra a un joven Cervantes en cuatro vertientes. "Mi objetivo era poner de relieve algo que estaba ahí, cuál fue el proceso de creación del Quijote que tanta importancia ha tenido para la literatura española", apunta. El autor concibe esta obra como una oportunidad para "conocer al autor". "Conocemos a sus personajes, pero de él sabemos poco", apostilla el historietista. Aunque se muestra prudente en su admiración hacia el manco de Lepanto , no duda en afirmar que es un escritor que "deja huella". Y justamente aprovecha esa fascinación para rendirle homenaje en 2016, año en el que se cumplen 400 de su muerte. Quizá es su atracción por el pasado lo que le ha llevado a escribir sobre uno de los iconos por excelencia del ideario español. Aunque prolífico en su obra gráfica con más de una treintena de cómics publicados, Gol alterna su traje de viñetista con textos para teatro y publicaciones sobre la historia, la última con referencias extremeñas -Historia de Extremadura contada a los jóvenes - y con la presidencia de Extrebeo, la asociación de ilustradores extremeños.

Fuente: El Periódico Extremadura

El catedrático Francisco Moreno Fernández narra en un libro la travesía del idioma desde su nacimiento en el siglo VIII hasta hoy
Monasterio de Silos, donde se escribieron algunos de los primeros documentos en castellano. Foto: Shemsu.Hor / CC BY-ND
El idioma que hoy hablan 500 millones de personas comenzó siendo una lengua de campesinos y pastores, una variante del latín vulgar que surgió en una pequeña zona del norte de Hispania en el siglo VIII y que se parecía mucho a las de otras tierras vecinas. La impresionante travesía que emprendió entonces hasta convertirse en lo que es hoy (la tercera lengua más hablada en el mundo) la explica el catedrático Francisco Moreno Fernández en La maravillosa historia del español, libro editado por el Instituto Cervantes y Espasa. El autor, director ejecutivo del Observatorio del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard, sitúa el nacimiento del castellano entre los años 750 y 950 en el señorío de Castilla, que por entonces aún dependía del Reino de Asturias (luego de León) y abarcaba la Asturias oriental, Cantabria y Burgos. A este marco geográfico hay que sumar las tierras adyacentes de lo que hoy es Álava, La Rioja y León. Castilla era por entonces una entidad política "débil e insignificante", comparada, por ejemplo, con el califato Omeya que había invadido casi toda la Península Ibérica en el año 711. El condado castellano aún estaba lejos de convertirse en el imperio que siglos después llevó el español a América y lo convirtió en la lengua hegemónica de la diplomacia europea. Entre el nacimiento de nuestra lengua y ese momento de esplendor iniciado en el siglo XVI, Moreno Fernández incluye muchos hitos que jalonan la gran aventura del español, así como otros que han influido posteriormente de manera determinante en la evolución y diversificación del idioma, como las independencias americanas y los retos lingüísticos de nuestra era virtual. Pregunta.- De todas las razones que explican el nacimiento del castellano, ¿cuáles fueron las más determinantes?
Respuesta.- Esas razones podrían resumirse en una sola palabra: distancia. Pienso en la distancia temporal respecto de la época en que el latín era una lengua bien asentada; pienso en la distancia lingüística respecto del latín clásico y en la distancia geográfica respecto de otras variedades neolatinas: los desplazamientos en la época medieval eran lentos y complicados. Y también me refiero a la distancia social y estilística porque el latín de las iglesias y las escuelas dejó de entenderse. Ahí surgió la conciencia de estar hablando otra cosa, aunque no se supiera muy bien qué era. Por eso en una primera época se hablaba de “román” o “romance” y no de “castellano” o de otras modalidades. P.- Si el castellano nació como una variante romance más, ¿por qué se impuso durante la Reconquista en vez de otras lenguas romances peninsulares como el asturleonés?
R.- Una cosa es el origen de la nueva modalidad romance, que, en el caso del castellano, fue cosa de campesinos y ganaderos, junto a clérigos y guerreros; y otra cosa es su expansión. La primera Castilla dependía de León, pero en el siglo XI se convirtió en reino, al transmitirse la herencia del rey leonés Fernando I a su hijo Sancho. La prevalencia del reino de Castilla sobre los demás reinos peninsulares fue un proceso militar y político, al que no fueron ajenos los matrimonios y herencias de las más distinguidas familias peninsulares. P.- Explica en el libro que en la pujanza del castellano influyeron mucho Fernando III y Alfonso X. ¿Hasta qué punto la expansión del castellano fue impulsada "desde arriba", desde la Corte?
R.- Efectivamente, la expansión del castellano obedeció a procesos impulsados “desde arriba”. La expansión geográfica de Castilla fue en sí misma un hecho capitaneado por los grupos más poderosos y que resultó decisivo para la implantación de la lengua. Pero me interesa destacar la importancia del progresivo enriquecimiento lingüístico del castellano, de su naturaleza como variedad de paso o encuentro y del aumento de su consideración social. En este último tuvieron que ver las cancillerías, los monasterios y la gente culta de cada época, como los traductores, los escribanos, los filósofos. Los reinados de Fernando III, Alfonso X y Sancho IV resultaron decisivos para fortalecer el castellano en su ortografía, en su léxico, en su capacidad discursiva. P.- Es famosa la convivencia cultural de las tres religiones del libro en Al-Ándalus y sobre todo en Toledo. ¿Qué influencia tuvo en el aspecto lingüístico? ¿Realmente se produjo una convivencia tan idílica como se cree o se ha mitificado?
R.- La convivencia entre religiones siempre es compleja porque la fe de uno se apoya en la negación de la fe ajena. En este sentido, ni la Al-Ándalus de Averroes ni el Toledo medieval fueron paraísos de hermandad. Sin embargo, en ciertas épocas consiguieron un equilibrio “ecológico” o funcional del que se benefició la cultura de todos ellos porque la cultura en sí misma es integradora. Los contactos del castellano y el árabe dieron lugar a la aparición de formulas lingüísticas y literarias de gran importancia para la lengua española y para la cultura europea. La lengua diplomática del siglo XVI
P.- También explica en el libro de qué manera el español, por la importancia del imperio, fue muy importante en Europa en el siglo XVI. ¿Hasta cuándo duró ese prestigio y cómo perdió su hegemonía frente a otras lenguas como el francés y el inglés?
R.- Una vez más, la lengua, en lo que se refiere a su extensión geográfica, fue de la mano de la política y de la milicia. En los siglos XVI y XVII hubo términos que desde el español se extendieron por toda la Europa imperial, desde Nápoles a Flandes (entregar, infante, alborotar). El declive europeo del español acompañó al declive imperial, de modo que la Guerra de Sucesión, a principios del XVIII, supuso también un repliegue del prestigio y de la capacidad de influencia de la lengua española en Europa. Sin embargo, las huellas culturales que el español dejó en el sur de Italia, en los Países Bajos y hasta en el Reino Unido no han podido desaparecer tan fácilmente. En inglés aún se utiliza un refrán tomado de Cervantes: en los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño. P.- ¿De qué manera influyeron las independencias americanas en el afianzamiento de las variedades autóctonas del español en cada país?
R.- Los procesos de independencia fueron, sin duda, decisivos, no tanto en la aparición como en la consolidación de las variedades americanas. Las dificultades de comunicación en un territorio tan inmenso como el americano favorecían el desarrollo autóctono de un español rioplatense, chileno, andino, mexicano... Todavía hoy se padecen esas dificultades de comunicación entre países americanos, lo que afecta de manera decisiva a la difusión de la cultura. Al menos las tecnologías de los siglos XX y XXI están permitiendo superar más fácilmente las barreras geográficas y eso terminará reforzando la cohesión de la lengua. P.- ¿De qué manera influyó en la evolución de nuestro idioma el proceso de alfabetización iniciado en España a mediados del XIX?
R.- El acceso a la cultura es fundamental para el uso, el crecimiento y el mantenimiento de una lengua. Pensemos que en el XIX una parte de la población de España no conocía el español. El analfabetismo es un factor que favorece la conservación de variedades populares y tradicionales. La cultura y la educación, en cambio, nivelan los usos lingüísticos. Esta es la razón, junto a la movilidad, la urbanización y los medios de comunicación, de que estén desapareciendo muchas hablas locales o regionales, en beneficio de usos más generales. Como dialectólogo, me entristece que desaparezcan modalidades minoritarias o apartadas, vestigios de culturas populares tradicionales. Como ciudadano, en cambio, me alegra saber que la mayor parte del mundo hispanohablante está erradicando el analfabetismo. A pesar de todo, internet está dando a muchas variedades locales el espacio con el que no cuentan en el mundo físico. Además, todo apunta a que el patrón del monolingüismo será sustituido por el del bi o trilingüismo. P.- ¿Qué es más correcto, decir "español" o "castellano"? ¿Depende del momento histórico al que nos refiramos?
R.- Efectivamente, puede tratarse de momentos históricos, pero en la actualidad es más bien una cuestión de geografía. Ambas formas son correctas e intercambiables, aunque cada pueblo hispánico tiene sus razones para el empleo de una u otra, sin que por ello deban ofenderse los demás: los castellanos siempre han llamado así a la lengua de su tierra; hay andaluces que prefieren decir español porque dicen que no hablan como los castellanos; en América del Sur predomina “castellano” porque argumentan que allá no se habla como en España, mientras en México se prefiere “español” sobre todo como oposición al inglés. Hay mil razones y todas válidas, aunque “español” es la variante internacionalmente más consolidada y lingüísticamente más adecuada. Aun así, a muchos se les queda pequeña y prefieren decir “habla hispana”. P.- ¿Cuáles son las principales herramientas con las que cuenta un historiador de la lengua y que permiten, como comenta en el libro, seguir el rastro de los términos que, como comenta en el libro, pasaron de León al Caribe pero no a Aragón, por ejemplo?
R.- El principal procedimiento metodológico -el principal “camino”, de acuerdo a la etimología de “método”- es la consulta de los textos originales, así como la atención a los testimonios de los contemporáneos, a la literatura y a los diccionarios. Afortunadamente, la tecnología empleada por instituciones universitarias y académicas está poniendo a disposición de los investigadores documentos de todas las épocas mediante recursos informáticos muy rápidos y potentes. Ya contamos con colecciones de textos escritos, llamados “corpus”, a los que se accede con procedimientos de búsqueda muy eficaces. Invito a los lectores a consultar, por ejemplo, el Corpus del nuevo diccionario histórico del español. En cualquier caso, los corpus no recogen toda la producción escrita de una lengua, por lo que todavía hay espacio y tiempo para la consulta curiosa y demorada de legajos polvorientos. P.- ¿Cómo ve el futuro del español y cuál es su principal reto?
R.- Una vez alcanzada una madurez lingüística y una plenitud literaria, el principal reto del español actual es lograr su completa incorporación a las tecnologías del conocimiento y de la comunicación. Ya no se habla de conquistas geográficas; ahora se trata de estar presente, con los recursos adecuados, en los espacios virtuales. Otro reto es el de satisfacer convenientemente la demanda de enseñanza de español como lengua segunda y extranjera. Ello se consigue de modos diversos: formando buenos profesores, elaborando manuales apropiados, actualizando los recursos didácticos, adecuando la pedagogía a las necesidades de cada entorno. Es mucho lo que queda por hacer. En lo demás, el español está desde hace tiempo entre las lenguas de mayor vitalidad, historia y personalidad, y cuenta con una estandarización -ortografía, diccionarios, gramáticas- a la altura de los tiempos

Fuente: El Cultural

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