Por su condición de general de la Guardia Civil, había quien veía a Juan Carlos Rodríguez Búrdalo (Cáceres, 1945) como un poeta atípico. Destinado durante años en el búnker antinuclear del Gabinete de Crisis de la Moncloa, basta con revisar su obra para dar con un escritor que ahonda en los desvelos más inquietantes: paso del tiempo, soledad, desamor...
Ha pasado los últimos diez años recopilando creaciones anteriores y revisando antologías, pero ahora vuelve con poemas inéditos y rompe su silencio de una década con 'Si volviera mayo'. El libro lo presenta mañana a las ocho de la tarde en la sede de la Económica.
Pocos pueden presumir de una nómina de galardones como la suya. El Premio Internacional Jaén, el Premio Claudio Rodríguez de Salamanca, el Orippo de Dos Hermanas (Sevilla) o el Ciudad de Alcalá de Henares, entre otros, con jurados como Luis López Anglada, Caballero Bonald o José Hierro. Pero Búrdalo no habla de reconocimientos, le reconforta la acogida de su poesía. «Antes de juzgar, hay que conocer la obra de cada uno. Si alguien tuvo algún prejuicio por entender que procedo de una profesión poco dada a la poesía, mis libros y mis publicaciones están ahí para diluir esa idea».
Como general de la Guardia Civil estuvo destinado en el búnker antinuclear de la Moncloa
En 'Si volviera mayo' se detiene de nuevo en lo perdido y en el desgaste del tiempo. El mayo del título es sólo la metáfora sobre un momento primaveral y de juventud que ya se ha perdido. «Es un recorrido por la infancia o la juventud y recuperar episodios que marcaron mi vida».
Con el regreso, Búrdalo se ve ahora como un poeta que ahonda en los mismos temas de siempre pero con una visión más esperanzadora. Huye del pesimismo. En cierto modo, explica, el paso del tiempo es una ley de vida inevitable.
Empezó a escribir de niño y siempre ha sentido esa necesidad. «El poeta tiene una mirada diferente sobre las cosas y percibe una sensibilidad que el resto no distingue». Sus versos surgen de embriones tan dispares como una palabra escuchada en el metro, una noticia en el periódico, una conversación... En cualquier sitio, explica, salta la chispa y se transforma en poesía gracias a esa sensibilidad de la que habla. En su caso, el proceso requiere también de mucha alquimia. Escribe con fervor las primeras ideas, pero antes de cerrar definitivamente el poema lo deja en reposo. «Me gusta volver al paso de unos días, ir podando hasta dejarlo en su sitio. Pero en realidad, nunca lo das por terminado, cuando lees algo que escribiste hace años descubres algo que cambiarías».
Como lector acude a los poetas de la llamada Generación del 50, a Claudio Rodríguez, Brines o Ángel González.
Aunque tampoco pierde de vista a las corrientes más jóvenes y sus particularidades. «En cada generación hay que recuperar ese misterio de la poesía y llevar al papel el estilo de cada tiempo, por eso mi referencia siempre se sitúa en la del 50». En su larga experiencia por recitales, presentaciones y contacto permanente con lectores ha experimentado el éxito de la poesía oral entre los seguidores de la literatura. «Te ganas al público. Yo siempre que participo en recitales compruebo reacciones muy positivas y su impacto resulta muy evidente». Tampoco añora a los poetas rusos que llenaban estadios hace cincuenta años en sus lecturas. «Tiene que ser algo intimista y con cierto recogimiento». De toda esa trayectoria literaria hablará mañana a las ocho en la Económica.
Fuente: HOY