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La iniciativa se organiza desde el Instituto Extremeño de Canto y Dirección Coral y se presenta como un fórum abierto con rigor científico, en formato work in progress, en el que volcar las noticias de la vida y obra que sobre este músico se vayan dando a conocer. El ciclo tomará como punto de partida las recientes aportaciones presentadas en la tesis doctoral La recepción de la lírica popular antigua en la obra del polifonista Juan Vázquez (UEx 2015). También pretende ser el lugar natural desde el que programar ciclos de conciertos, producir encargos, grabaciones, talleres, conferencias y actividades que giren o tengan como trasfondo al clérigo natural de la ciudad de Badajoz. Se desarrollará en varias fases y ámbitos. La primera edición tendrá lugar durante meses de enero y febrero de 2016 en Badajoz y acogerá un seminario, una conferencia y tres conciertos. Desde InDiCCEx se intentará además mantener y complementar el contenido de estas actividades durante el resto del año en otros lugares y ciclos. Los primeros invitados serán Juan Carlos Asensio, Miguel del Barco, María del Mar Machado, José Luis Pérez y el Coro Amadeus de Puebla de la Calzada. La dirección artística y científica recaerá en Alonso Gómez Gallego, doctor por la Universidad de Extremadura, titulado superior en dirección coral, profesor en el conservatorio Profesional “Juan Vásquez”, director del Coro Amadeus de Puebla de la Calzada y principal protagonista de los últimos estudios realizados sobre el maestro de capilla extremeño. Gómez Gallego es también autor de la tesis doctoral arriba citada que da a conocer importantes avances biográficos; una grabación monográfica realizada en 2013 con Capilla Extrematurensis; una transcripción de la integral de la obra; y unas transcripciones especiales con la música que de este compositor aparece en intabulaciones de distintos vihuelistas del s. XVI. El patrocinio principal de todas las actividades ha sido asumido por la Fundación Caja Badajoz hasta 2017. En los conciertos y conferencias programados colaborarán también la Diputación Provincial de Badajoz, la Biblioteca de Extremadura y Cabildo Metropolitano de Badajoz. Programación: *8-17 de enero. Seminario de canto monódico impartido por Juan Carlos Asensio *2 de febrero. Conferencia marco “Juan Vázquez”. Alonso Gómez Gallego *12 de febrero. Concierto de órgano. Miguel del Barco Gallego *19 de febrero. Concierto. María del Mar Machado (soprano)y José Luis Pérez (piano) *28 de febrero. Concierto Coro Amadeus de Puebla de la Calzada Más información en www.indiccex.es

Y está disponible  el nuevo Boletín de nuestra academia. Para acceder al índice del mismo pinche en el siguiente enlace. Desde allí podrá descargarse el texto completo en PDF o la separata que sea de su interés.

Boletín XXIII (2015)

Gran Bretaña celebra a su mayor genio, del que se cuenta casi todo y se sabe casi nada.

Shakespeare, que nació en Stratford-upon-Avon en 1564 y allá se murió 52 años después, potentado y aparentemente feliz, es el autor más vendido del mundo tras Dios, que por ahora conserva el copyright de la Biblia. Will, el hijo del guantero y el marido un tanto fuguillas de Anne Hathaway, nunca se ha ido y nunca se irá. Este año se cumplen 400 años de su muerte (un día después de la de Cervantes) y el Reino Unido tirará la casa por la ventana para revender a quien sabe que es su gloria nacional y una jugosa industria. Omnipresente. Miras al descuido los anuncios que flanquean las escaleras del atosigante metro de Londres y entre los carteles de los musicales emerge el careto jovial y vinatero de Falstaff, o un anuncio de un Enrique IV en el Globe, o el rocoso Macbeth de Michael Fassbender, estos días en los cines. Entras en la Foyles de Charing Cross, una de las dos mayores librerías de la capital, y aplaudes en silencio el ingenio de los editores. Versiones en cómic. Romeo y Julieta en diálogos de guasap. Ediciones tituladas «No tengas miedo a Shakespeare», con su inglés isabelino simplificado. Shakespeare y los gatos. El Bardo como guía turístico. Novelas sobre yanquis pirados y forrados, que se volvieron tarumbas rastreando sus esquivos pasos. Los tochos del erudito James Shapiro, que expandiéndose un pelín ha dedicado sendos volúmenes de más de 300 páginas a 1599 y 1606, titulándolos «un año en la vida de Shakespeare»

Fuente: ABC

No hay nada secreto, no hay nada inaccesible y no se parece en nada a una novela de Dan Brown, explican nada más entrar en la Biblioteca Vaticana, donde quieren más investigadores para explorar los millones de documentos del archivo de los papas. La Biblioteca vaticana, con sus 1.600.000 libros, de ellos 8.400 incunables, y otros cientos de miles de estampas, fotografías y diseños que la hacen una de las bibliotecas más grande y fascinante del mundo, quiere sacudirse su fama de "secreta" e "impenetrable". "Está claro que no se puede dejar entrar a todo el mundo. Pero esto pasa en cualquier gran biblioteca importante, donde se custodian importantes volúmenes", explica a Efe la española Angela Núñez Gaitán, directora del departamento de restauración de la Biblioteca Vaticana. Para poder consultar tanto la Biblioteca Vaticana como el Archivo Secreto del Vaticano, donde se guardan los documentos vinculados a la Santa Sede y a los pontífices, es necesario reunir una serie de requisitos y justificar la necesidad de "tocar con la mano" los delicados volúmenes y manuscritos. "La gran diferencia con el resto de las obras de arte y objetos antiguos es que el libro hay que tocarlo, hay que pasar sus páginas para que revelen su belleza y esto lo puede dañar para siempre", explica esta sevillana a cargo de uno de los departamentos más importantes de la Biblioteca. "No puede ser por el fetichismo de tener un incunable en las manos", añade Núñez, quien tiene la responsabilidad de conservar por los próximos siglos el valioso patrimonio vaticano. La mayoría de los documentos de la Biblioteca Vaticana, así como los que ya han sido desclasificados del Archivo Secreto del Vaticano, se han digitalizado o lo harán en breve y se pueden consultar en internet, pero aún así sus pasillos repletos de estantes están abiertos a cualquier consulta. "Nos gustaría tener más personas que vienen a la Biblioteca de las que tenemos", asegura a Efe la secretaria de esta institución apostólica, Raffaella Vincenti. Vicenti explica que "existe un aumento" en estos últimos años de las peticiones para realizar consultas, "pues los estudiosos que venían eran ya mayores y poco a poco van faltando". "Están abiertos a todos los investigadores, a aquellos que están haciendo la tesis de doctorado o en algunos casos incluso a los universitarios", explica Vicenti. Pero cada vez más son menos los que piden poder consultar un libro de los archivos vaticanos en las dos salas de consultas disponibles. La más austera es la de la zona de los manuscritos, donde en su techo resalta el escudo pontificio de Sixto V, el papa que encargó al arquitecto Domenico Fontana realizar un grandioso proyecto de ampliación de la entonces reducida biblioteca. Imponente es la de consultas de los libros, la llamada Sala Leonina, construida en dos niveles, y presidida por la estatua de Santo Tomás de Aquino, una de las mayores figuras de la teología. Como cualquier biblioteca, también esta tiene sus "carnés" para poder entrar. "En el último año hemos emitido caso 900 nuevos carnés y hemos renovado otros 1.500", señala con orgullo Vicenti que agrega que en este año han tenido 14.000 ingresos de lectores en las salas de estudio con una media de 74 personas al día. Los estudiosos que acceden a la Biblioteca provienen de todo el mundo, la mayoría de Italia y Estados Unidos, seguidos por franceses, alemanes y españoles. Uno de los asiduos de la Biblioteca de los papas es el catedrático de Paleografía y Diplomática de la universidad de Valencia Francisco Gimeno Blay, revelan. Sus trabajadores destacan que la Biblioteca del Vaticano no es un archivo religioso sino "humanístico" y que se conservan en sus estantes manuscritos autógrafos de Juan de la Cierva, Azorín, Manuel de Falla, Unamuno o Valle Inclán. Para aquellos que no tengan los requisitos, la Biblioteca organiza de vez en cuando exposiciones como la que celebró después de su restauración en 2010 tras tres años de cierre. En aquella ocasión se expusieron para todos los visitantes su pieza más valiosa y antigua: dos de los papiros Bodmer (el 14 y el 15), descubiertos en Egipto en 1952, fechados entre el 170 y 220 después de Cristo y que contienen parte del Evangelio de San Mateo y de San Juan. Para aquellos que consigan entrar, otra joya por explorar es la cafetería de la Biblioteca construida respetando los restos de la fuente que Bramante había diseñado para uno de los patios del palacio vaticano.

Fuente: La Razón

La exposición «Darwin, el original», en la Ciudad de las ciencias y las industrias, propone un fabuloso paseo iniciático: descubrir los cimientos espirituales, científicos, familiares, íntimos y aventureros -sobre todo aventureros- de una de las gestas de la historia del pensamiento de nuestra civilización. Concebida por un equipo de expertos de varios museos nacionales, la exposición reconstruye de manera muy pedagógica la historia personal e intelectual de la gran revolución científica consumada por Charles Darwin (1809-1882): concebir una «teoría unificada de la evolución de la vida en el planeta tierra». Revolución que se funda en tres pilares, tres obras legendarias, «El origen de las especies» (1859), «El origen del hombre» (1871) y «La expresión de las emociones en el hombre y en los animales» (1872), de inmensa repercusión universal. Quizá el aspecto más atractivo de «Darwin, el original» sea contar por lo menudo cómo ese aldabonazo en la historia de las ciencias y las culturas de nueva civilización fue la culminación de un viaje en barco, una vuelta al mundo que duró poco menos de cinco años. Ese periplo, entre científico y aventurero transformó definitivamente a un joven desconocido botánico en un científico «subversivo». Darwin tenía 22 años cuando Robert Fitz Roy, el capitán del HMS Beagle, un bergantín de la clase «Cherokee» de la Marina Real Británica, lo invitó a enrolarse como botánico oficial en su nave, con el fin de recoger información científica que fuese útil a los intereses económicos, políticos y militares del Gobierno inglés. Darwin había sido un estudiante mediocre, escribía poesía pero destacaba por una curiosidad inmensa. Sin interés por una carrera tradicional, propia del hijo de una familia acomodada, el hombre que revolucionaría la historia de la evolución de la humanidad y las especies, decidió embarcarse en el Beagle, que zarpó de Plymouth el 27 de diciembre de 1831 y no regresó a Falmouth hasta cinco años más tarde, el 2 de octubre de 1838.
Científico aficionado El Beagle tardó cinco años en dar una vuelta al mundo que tuvo muchas escalas, finalmente decisivas para la historia del pensamiento occidental. Científico aficionado, en cierta medida, Darwin descubrió su vocación definitiva a lo largo de los 1.741 días que duró ese viaje, con prolongadas escalas. De los cinco años de viaje, Darwin pasó unos tres años y tres meses en tierra y unos dieciocho meses en el mar. Las escalas y viajes en tierra firme, en el Cono sur americano, permitieron al científico recoger materiales, escribir un famoso diario, estudiar, leer y comparar, en una soledad literalmente oceánica. Entre los ciento veinte hombres de la tripulación de Beagle, Darwin tuvo amigos que le prestaron ayuda preciosa. Pero finalmente, concibió en soledad su gigantesca revolución intelectual. El joven científico con incipiente vocación aventurera, solo puso una condición para enrolarse en el Beagle: poder abandonar la expedición cuando lo considerase oportuno y pagar de su propio peculio la parte correspondiente por compartir la cámara del capitán del bergantín. Durante sus cinco años de aventuras y descubrimientos, Darwin sostuvo una intensa correspondencia con sus amigos y familia. Y pudo estudiar y continuar estudiando, comparando la literatura científica de su época con los descubrimientos realizados en varios continentes.
«Revolucionario» De regreso a Inglaterra, Darwin contrajo matrimonio con su prima, Emma Wedgwood. La pareja se instaló en la periferia sur de Londres, donde el científico «revolucionario» vivió el resto de su vida, consagrado a escribir, trabajando y elaborando sin cesar, nunca, los materiales y descubrimientos realizados durante su viaje iniciático, en el Beagle. Darwin contó por escrito a sus diez hijos, diez, la importancia crucial de su vuelta al mundo. El científico cuenta por lo menudo cómo pasó los primeros veinte años de su existencia «buscando un sentido» a su vida, para terminar los cincuenta y ocho años restantes -tras los cinco de aventuras científicas por varios continentes- consagrado al doble «monacato» de una vida marital muy intensa y una pasión descomunal por la reflexión científica. «Darwin, el original» cuenta esa epopeya del pensamiento científico de manera muy pedagógica, dirigiéndose a un público esencialmente joven y muy joven, incluso infantil, presentando la obra inmensa del científico a través de muchas ópticas complementarias. La vida diaria en el Reino Unido en tiempos de Darwin, con muchos flecos sociales e históricos. En una sociedad esencialmente racista y partidaria del comercio de esclavos, el científico regresó a su patria convencido de que la esclavitud y el comercio de esclavos eran un lacra atroz, no solo moral y espiritual.
Incontables polémicas Tras la publicación de la primera edición del más famoso de sus libros, el joven de sólida formación religiosa que pudo ser pastor se encontró en el centro de incontables polémicas que tardaron muchas décadas antes de serenarse definitivamente. Científico «revolucionario», sin haberlo deseado, Darwin se transformó muy pronto en un personaje adulado y odiado por razones que él mismo no terminaba de comprender, «encerrado» en la «celda» de una vida familiar muy intensa, insensible a las tormentas que despertaron, en su día, sus primeras teorías científicas. Darwin perdió prematuramente a tres de sus diez hijos. La ciencia de su época estaba mal pertrechada para salvar la vida de muchos niños, incluso en las familias más acomodadas. Sus notas y diarios íntimos prueban que el científico sentía por sus hijos una pasión paternal muy firme. En verdad, la muerte de su hija Anne, a los diez años, abrió la última y más melancólica página en la historia íntima del científico, que, en la cúspide de la fama, soportó mal y con mucho dolor la desaparición de una niña cuyo recuerdo iluminó el resto de su vida con la luz de un ocaso sin mañana.

Fuente: ABC

En las aulas de la Institución Libre de Enseñanza no había libros de texto ni tampoco exámenes. Sí había por contra grandes ventanas con vistas al jardín y una obligación muy clara: construir un pensamiento crítico, individual y autónomo. Con esa voluntad nació a finales del XIX la organización educativa más renovadora de la historia de España, un lugar donde el conocimiento fluía de forma natural y el deporte y la cultura convivían sin mirarse de reojo. El más famoso rector de la ILE fue Francisco Giner de los Ríos, un hombre de cuya muerte se han cumplido cien años y por eso tanto su fundación como Acción Cultural Española han preparado una muestra por los principales hitos de la organización. Los orígenes de la Institución Libre de Enseñanza están en la llamada «cuestión universitaria», un proceso por el que Giner de los Ríos y otros tantos catedráticos fueron suspendidos de empleo por pedir algo tan sencillo como la libertad de cátedra: corría el año 1867 y más de la mitad de España era completamente analfabeta. Con la Revolución Gloriosa de 1868 recuperaron su lugar en las aulas pero la Restauración borbónica les volvió a dejar fuera del sistema. Así, de las cenizas de aquella represión nació el deseo de una universidad libre y moderna. «Los que suscriben -Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón o Fernando de Castro, entre otros- declaran su opinión a favor de la libertad de religión y de la igualdad de cultos (…). Y se obligan a constituirse en asociación permanente para defender y propagar estos principios hasta lograr que se realicen en nuestra patria. Madrid. Diciembre de 1868». Este manifiesto con aroma a revancha fue la primera piedra de la Institución Libre de Enseñanza, una forma de entender la docencia que quiso poner a España en igualdad con los países de su entorno.
La Edad de Plata Siete años después de lo que parecía un triste pacto entre caballeros nació la ILE, el entorno en el que encontró inspiración la Edad de Plata de nuestra Cultura. Por allí desfilaron de una u otra forma cuatro de los ocho premios Nobel que tiene España: Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre. El ambiente que se encontraron no tenía nada que ver con la escuela tradicional; no había libros de texto ni clases magistrales: «Giner defendía que la educación no era solo instruir y acumular conocimientos», explica José García-Velasco, comisario de la exposición. «Lo cual no significa que acumular conocimientos fuera malo. Significaba que la prioridad era educar y formar ciudadanos de una forma integral». A los alumnos célebres se unieron con el paso del tiempo conferenciantes de lujo como Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamón, o Albert Einstein, que explicó su Teoría de la Relatividad a los alumnos de la Residencia de Estudiantes. El proyecto educativo de Giner de los Ríos no tenía parangón en España. Él defendía que un día de campo valía mucho más que un día de clase y peleó con todos los poderes públicos a su alcance para erradicar los exámenes. El malagueño fue de los primeros en instaurar la evaluación continua. «Si veis en la escuela niños quietos, callados, que ni ríen ni alborotan es que están muertos: enterradlos —decía—. Transformad esas antiguas aulas: suprimid el estrado y la cátedra del maestro. En torno al profesor, un círculo poco numeroso de escolares activos, que piensan, que hablan, que disputan, que se mueven, que están “vivos” en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea de una colaboración en la obra del maestro».
Después de Giner En 1915 murió el célebre pedagogo pero la institución siguió creciendo. Decía Ortega que seguir a Giner era seguir hacia delante y por eso consolidaron otras instituciones como la Residencia de Señoritas, que pretendía la igualdad educativa y profesional entre hombres y mujeres. Casi nada. El proyecto educativo de la Institución era tan ambicioso, tan rompedor, que con el tiempo se ganó el rechazo de los sectores más conservadores de la sociedad: «Hay que pasar por las armas a la señora institución», rezaba un artículo de ideología franquista. Llegó la dictadura y los peores presagios se cumplieron. Lo que nació en un folio manuscrito murió con poco menos que un telegrama, una especie de postal (presente en la exposición) con la que la Falange ponía fin a más de 60 años de evolución educativa. ¿Qué habría sido de España de haber seguido activa la Institución Libre de Enseñanza? «Habrían salido promociones y promociones de maestros», valora el comisario de la muestra. «El desarrollo de España habría sido muy distinto y habría estado a la cabeza de los países de su entorno porque la masa crítica que había era bestial. Uno de los objetivos de la depuración a pequeña escala fueron los maestros. Persiguieron a los maestros en todas partes. La dictadura se dio un tiro en el pie porque se produjo un retroceso de décadas en la capacitación en los españoles».

 

Fuente: ABC

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