Rafael Sánchez Ferlosio o la gramática como medida del mundo
Después de escribir El Jarama, la novela que lo consagró en 1955, Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) huyó "del grotesco papelón del literato" retirándose de la vida pública durante 15 años (del 57 al 72) para estudiar gramática de manera autodidacta y solitaria, deslumbrado por la Teoría del lenguaje de Karl Bühler y enganchado a las anfetaminas, como él mismo confesó años después en su única obra autobiográfica, La forja de un plumífero (1998). "Nunca me lo he pasado mejor", asegura el autor considerado por la crítica como uno de los mejores prosistas españoles del siglo XX.
Durante esos tres lustros, Ferlosio escribió decenas de miles de páginas, pero solo sacó a la luz una pequeña parte de esos textos, publicados intermitente a lo largo de muchos años. No obstante, buena parte de aquellos ensayos publicados estaban dispersos y, en muchos casos, inencontrables. Por eso el crítico Ignacio Echevarría asumió la necesaria tarea de recopilarlos y ponerlos en orden. El resultado es Altos estudios eclesiásticos, editado por Debate y presentado este jueves en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid, con un coloquio entre Sánchez Ferlosio y el filósofo Tomás Pollán con la moderación de Ignacio Echevarría y ante un público en el que se encontraban Félix de Azúa, Andrés Trapiello, Belén Gopegui y Arcadi Espada, entre otros escritores e intelectuales.
Pollán (que Echevarría presentó como "un sabio ágrafo que se resiste a volcar por escrito sus enormes conocimientos") y Ferlosio se conocieron en 1976 en la tertulia de Agustín García Calvo. Pollán le había recriminado al capataz de los contertulios su definición de metáfora, demasiado estricta para su gusto. Al final de la reunión, Ferlosio se acercó a él para interpelarle y ahí comenzó una amistad que hoy perdura. El coloquio en la Fundación Telefónica transcurrió, pues, entre sobreentendidos y complicidades de dos amigos eruditos, mientras el auditorio trataba de seguir la estela de la conversación. Rebosante de autores, conceptos filosóficos y etimología griega, esta planeó sobre Deleuze, Santo Tomás, Ortega, Hegel, Anaxágoras, el Calila e Dimna, el incompatibilidad teológica entre la inmortalidad del alma y la resurrección de la carne, los "índices escatológicos" que según Ferlosio predestinan a los personajes de un relato mediante la elección de unos rasgos físicos determinados, o el "principium individuationis" con el que critica las actuales connotaciones de la palabra "individuo"...
Al comienzo del coloquio, el crítico y editor advirtió de que el título del libro, Altos estudios eclesiásticos, puede confundir al lector, pero en realidad es una jocosa alusión a la manera en que Ferlosio explicaba en La forja de un plumífero aquella reclusión voluntaria que dio origen a estos ensayos. "Cuando un clérigo da lugar a algún escándalo, la discretísima Iglesia católica, experta en tales trances, lo retira rápidamente de la circulación, y al que pregunta por él, tras haber advertido su ausencia, se le contesta indefectiblemente: 'Oh, el padre Ramoneda se ha recogido para dedicarse a altos estudios eclesiásticos'; a mí no me hizo falta ningún obispo que me retirase, sino que me bastó con el inmenso genio de Karl Bühler y la irresistible sugestión teórica y expositiva de su obra para retirarme de la circulación y consagrarme a 'altos (o bajos) estudios gramaticales' durante quince años...".
La prehistoria del ensayista
Este libro, "que reúne la prehistoria de Sánchez Ferlosio como ensayista" (muchos de los textos recopilados fueron escritos hace más de medio siglo y en algunos casos el autor siente hoy cierto desapego hacia ellos), es el primero de cuatro volúmenes en los que se contempla reunir en un año y medio el conjunto "casi total" de sus ensayos y artículos. Echevarría aclaró que no todo es gramática en sus más de 700 páginas: "La gramática es en realidad el marco jurídico con el cual analizar cualquier asunto de su consideración". En palabras de Pollán, "estos escritos se parecen a la cuenca fluvial de un gran río con unos brazos principales que serían los estudios sobre el lenguaje, gramática, narratología y antropología", y a partir de ellos nacen los afluentes que desembocan en reflexiones de toda índole. En este sentido, añade Echevarría, estos textos "establecen el marco teórico en el que hay que leer y comprender su obra en su conjunto, y además son el semillero de todas sus preocupaciones que saldrán a la luz en los 40 años siguientes".
La primera parte del libro, llamada "Antigüedades", reúne casi todo lo que Ferlosio salvó de aquellos 15 años legendarios. Bajo el epígrafe "Los que se quedan en casa", se incluyen dos ensayos fechados entre 1965 y 1966 (uno de ellos publicado entonces en la Revista de Occidente y otro inédito hasta 1992) que tratan sobre la infantilidad y la feminidad como conceptos construidos por varones adultos, y son un buen ejemplo de cómo "las consideraciones gramaticales se imbrican siempre con otras de más amplio interés", insiste Echevarría. En esta primera parte también figura "Guapo" y sus isótopos, un ensayo de semántica inédito hasta 2009, y una de sus empresas ensayísticas de más largo aliento: Las semanas del jardín (título tomado de un proyecto inconcluso de Cervantes), "un inclasificable tratado de narratología" que es la máxima expresión de la prosa ferlosiana, recargada de oraciones compuestas y, como el propio autor define en Sobre la hipotaxis y el aliento de la lectura, asemeja un galeón "de poderoso casco, múltiple arboladura y complicado aparato de velamen".
La segunda parte de Altos estudios eclesiásticos, titulada "Diversiones", está formada por textos escritos y publicados muchos años después de aquella etapa de reclusión, Bühler y anfetaminas, pero están conectados con ella porque en estos sale a relucir indirectamente "el genio gramático" de Ferlosio. En esta etapa más reciente, el autor ya había vuelto a la "normalidad" de un escritor y publicaba con regularidad artículos en prensa sobre política, en los que se colaba a menudo cuestiones lingüísticas y en los que argumentaba "con apasionamiento y humor a partes iguales", explica su editor.
Culmina el volumen la traducción y los comentarios que hizo Ferlosio sobre el informe del doctor Jean Itard sobre Víctor de Aveyron, el niño salvaje que apareció en Francia en los últimos años del siglo XVIII. El propio Ferlosio consideró sus comentarios sobre esta obra "su mejor producto", y Pollán los sitúa "por encima de otros textos clásicos de antropología escritos por los autores alemanes en el siglo XX".
Fuente: El Cultural.