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Hace pocas semanas Soledad López-Lago andaba buscando en su archivo una carta y se topó entre los legajos con los artículos que había escrito Benardo Víctor Carande en el HOY. En la misma carpeta guardaba recortada también la esquela que se publicó en el periódico el día de su fallecimiento. Al ver la fecha –30 de octubre de 2005– se percató de que podría organizarse un homenaje por el décimo aniversario de su muerte. La idea ya se había hablado alguna vez entre los amigos, pero nunca se había materializado y el décimo aniversario era la mejor forma de reactivarla. Cuenta Soledad que muchos amigos del escritor se han prestado a participar en el homenaje de hoy a las ocho de la tarde en la sede de la Económica, pero para no alargar demasiado el acto han tenido que limitar las intervenciones. La idea, cuenta, es que se trate cada una de las facetas de Carande. A Francisco Pedraja, presidente de la Real Sociedad Económica Amigos del País, le seguirá Teresiano Rodríguez, exdirector del HOY, que recordará la labor del homenajeado como columnista y escritor. Jesús García Calderón, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, profundizará en la obra poética y su hija Victoria en su faceta como ilustrador. Vicente García Estop y Matilde Muro se detendrán en la aportación al mundo taurino que hizo Carande. El acto lo cerrará su hija Rocío, que explicará algunos de los tesoros que guarda la biblioteca y el archivo de su padre en la finca Capela de Almendral. Bernardo Víctor Carande nació en Madrid en 1932. Vivió en Sevilla de 1937 a 1955. Amigo de Aquilino Duque, Antonio Gala y Juan Collantes de Terán, fundó con ellos la revista de poesía Aljibe (1951-53). En 1953 publicó su primer libro de versos. En una finca En 1955 se instaló en una finca familiar de Almendral, donde creó una explotación agrícola y ganadera y vivió 50 años, hasta su muerte el 30 de octubre de 2005. En la Diputación de Badajoz dirigió las revistas Nuevo Alor (1983) y Alor Novísimo (1984-91). Fue colaborador de varios periódicos como HOY, ABC de Sevilla o El Correo de Andalucía. También promovió en su día la Asociación de Escritores Extremeños, de la que fue su presidente de honor. En los años sesenta cubrió la temporada taurina como fotógrafo y redactor de la revista El Ruedo. Pintó, además, al óleo y a la acuarela y participó en varias exposiciones en Badajoz. Entre sus principales obras destacan las novelas ‘Suroeste’ y ‘Don Manuel o la agricultura’, ambas publicadas por la editorial Destino en 1974 y 1976 y el poemario ‘La verónica inmóvil’. Soledad López-Lago cree que una figura como Carande merece un homenaje en el que se destaque su carácter polifacético.

Fuente: HOY

“Sé que para gobernar y administrar estos Estados y los demás que Dios me dio ya no tengo fuerzas, y las pocas que han quedado se han de acabar presto”. Con estas palabras dichas en francés y en las que reconoce su mal estado de salud justifica Carlos V su deseo de renunciar al poder y retirarse a un perdido lugar de Extremadura. Era el 25 de octubre de 1555 en el Palacio de Brabante de Bruselas. Carlos V: ¿Por qué elige Yuste para su retiro?
EspecialCarlos V en Extremadura Le escuchaban cardenales, obispos, príncipes, nobles y gobernadores; más de mil personalidades llegadas de todos los confines del Imperio llenaban el salón del trono; fuera del palacio, en la plaza, el pueblo llano espera noticias. Un heraldo lee desde un balcón la renuncia de Carlos V. La ceremonia de abdicación, majestuosa, estaba hecha a la medida del personaje que la protagonizaba: el Emperador de Occidente; ningún otro hombre ha gobernado sobre más países. El personaje
Carlos V: ¿Por qué elige Yuste para su retiro?
Fechas claves 24 de febrero de 1500Nace en Gante. Era el primer hijo varón de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, nieto del Emperador Maximiliano I y de los Reyes Católicos. La muerte temprana de su padre y la enajenación mental de su madre puso en sus manos la corona de España y el Imperio Romano Germánico. 1517Viene por primera vez a España para hacerse cargo de la Corona de España. Su abuelo Fernando el Católico había muerto un año antes. 1520.Con solo veinte años es coronado Emperador en Aquisgrán. 1526.Se casa con Isabel de Portugal, prima suya. Con ella tiene cinco hijos (Felipe II, María, Fernando (muerto a los pocos meses de edad), Juana y Juan (muerto a los pocos días de nacer). Carlos V enviudó a los 39 años y no se volvió a casar. Tuvo otros cinco hijos extramatrimoniales. Margarita de Parma y Juan de Austria (Jeromín) son los más conocidos. Además están Isabel de Castilla, Juana de Austria (muerta muy joven) y Tadea. 36 años de reinado.A lo largo de su reinado mantuvo varias guerras con Francia, que estaba gobernaba por Francisco I, el Imperio Turco de Solimán el Magnífico e incluso los Estados Vaticanos de Clemente VII. Sus preocupaciones políticas fueron mantener la integridad y la unidad territorial del Imperio frente al poderío turco y la unidad religiosa frete al luteranismo. Fue contemporáneo del rey inglés Enrique VIII, que estuvo casado con su tía Catalina de Aragón, y de Lutero, cuyas ideas combatió pero cuya vida respetó. El escritor Garcilaso de la Vega fue embajador suyo. También lo fue San Francisco de Borja. San Pedro de Alcántara rechazó ser su confesor. Su pintor preferido fue Tiziano, que le hizo magníficos retratos. 25 de octubre de 1555:Renuncia en Bruselas a sus cargos en favor de su hijo Felipe y de su hermano Fernando. 1556Emprende su último viaje a España para retirarse en el palacio construido junto al Monasterio de Yuste, en La Vera extremeña. ¿Por qué un hombre todavía joven –Carlos V había nacido con el siglo y tenía por tanto 55 años-, abandona voluntariamente el poder para enterrarse en vida en un paraje campestre alejado de la Corte, de difícil acceso y con los monjes jerónimos como únicos vecinos? La renuncia de Carlos V produce tal impacto que algunos cardenales, -¿quién sabía más del apego al poder que aquella Iglesia del siglo XVI?- achacan su marcha al carácter melancólico del Emperador. “¡Cómo se ve que es hijo de Juana la Loca!”, le reprochan. Desde ese solemne día de la abdicación, los historiadores han hecho hipótesis sobre las razones de su renuncia y sobre la elección de Yuste como lugar de retiro. Las respuestas más evidentes las da el propio Emperador en su discurso de despedida: se siente enfermo e incapaz de gobernar unos dominios tan vastos: España, parte de Italia, Alemania, los Países Bajos, la América que se está entonces conquistando… Hay que tener en cuenta que Carlos V no es un monarca palaciego que gobierne sus reinos desde un despacho. Es un rey guerrero y viajero. Y si no puede guerrear y viajar prefiere retirarse. Él mismo recuerda en su última alocución que ha hecho 40 grandes viajes a lo largo de su reinado, más que ningún gobernante de su tiempo: “Nueve veces fui a Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandes, cuatro en tiempo de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra África, las cuales todas son cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el Océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme”. La lectura de los discursos de abdicación también descubre la razón de que Carlos V se retire a España. Aunque nacido en Flandes, al Emperador le debía disgustar el clima bruxelense tanto como a los funcionarios comunitarios de hoy. Su sobrino Filiberto de Saboya, encargado de explicar al auditorio los motivos de la renuncia del Emperador hace hincapié en su enfermedad, la gota, en la bondad de los aires españoles. “No está el César en edad que no fuera muy bastante para gobernar, mas la enfermedad cruel, a cuya fuerza no se ha podido resistir con todos los medicamentos y medios humanos, esta enemiga le ha tratado así, derribado, postrado su caudal de fuerzas”. “Y porque las frialdades, aires y humedad de Flandes le son totalmente contrarias, y el temple de España es más apacible y saludable”. ¿Pero por qué elegir Yuste y no un palacio más accesible y confortable? El historiador Manuel Fernández, que escribió una de las biografías más reputadas del Emperador, achaca a dos razones la elección de Yuste: la primera es que Carlos V quería retirarse al lado de un monasterio jerónimo. Así como desconfiaba de los jesuitas, por los jerónimos tenía simpatía. Esa debilidad la heredaría su hijo, Felipe II, que llevó a esta orden religiosa a su gran obra de El Escorial. U Una segunda razón, no documentada pero que parece plausible, es la influencia de Luis Ávila y Zúñiga, un noble placentino propietario del Palacio de Mirabel y conocedor de La Vera extremeña. Ávila estuvo muy cercano al Emperador, que le denominó ‘testigo de mis pensamientos’, y pudo influir en la elección de un lugar que Carlos V no conoció hasta que llegó a él para quedarse. Entre Salvatierra y Yuste Bien es cierto que antes de elegir Yuste una comisión imperial viajó por Extremadura y Andalucía para buscar el acomodo que deseaba el César. El historiador Domingo Sánchez Loro, también placentino, cuenta cómo esa comisión de notables llegó a Plasencia mucho antes de que el Emperador se retirara, en 1543. A punto estuvieron de elegir un lugar a las afueras de Salvatierra de los Barros, junto a un convento franciscano cuyas ruinas todavía se conservan. El calor de los veranos hace que se descarte Salvatierra en favor de Yuste. Finalmente, cuando ya está decidido a abdicar, es cuando Carlos V ordena que se empiece a construir el palacio anexo al monasterio. El 19 de enero de 1553 (o 1554, que en esto no se ponen de acuerdo los historiadores), Carlos V escribió al General de los Jerónimos: “Deseo retirarme entre vosotros a acabar mi vida y por eso querría que me labrásedes unos aposentos en San Jerónimo de Yuste”. El Emperador le enviaba también un plano del palacio que deseaba que se construyera y le informaba que secretario Juan Vázquez le proveería de dineros. En la primavera del año 54 la voluntad de Carlos V de retirarse es tan firme que encarga a su hijo Felipe que visite las obras del palacio antes de viajar a Londres para casarse con la reina María Tudor. Así lo hace el todavía príncipe, que llega a Yuste el 24 de mayo de 1554. Era la festividad del Corpus, y Felipe participa en la procesión, pero no se demora mucho: da instrucciones a los arquitectos, hace noche en el Monasterio y a la mañana siguiente parte para Torrejoncillo y Alcántara, donde tenía que encontrarse con su hermana Juana que llegaba de Portugal para ser gobernadora del reino mientras Felipe iba a Inglaterra a matrimoniar. De vuelta a Valladolid se detuvieron también en Coria para hacer noche, y en Abadía, donde se alojaron en el Palacio del duque de Alba. Sin embargo, a pesar del interés del Emperador por las obras y de que su viaje se retrasó, el Palacio no estaba concluido cuando, en noviembre de 1556 llegó a Jarandilla. La siempre exhausta bolsa de la Corona y algunas disensiones entre los frailes parecen haber sido la causa de la demora. Un palacio barato: 800.000 euros El retiro que mandó construir el emperador costó 14.036 ducados, unos 800.000 euros de hoy. Mientras Carlos V abdica en Bruselas, a 2.000 kilómetros de distancia, en Yuste, los monjes jerónimos meten prisa a arquitectos y albañiles para que aceleren las obras del palacio. Dirige los trabajos el arquitecto Gaspar de Vega, aunque también se cree que participó fray Antonio de Villacastín, conocido por su trabajo en el Monasterio de El Escorial. Basándose en el plano inicial que el Emperador mandó al General de los jerónimos cuando le hizo el encargo, se está construyendo un edificio de dos plantas, con cuatro piezas en cada una de ellas. La parte alta será para el invierno y la baja, más fresca, para el verano. En la práctica, apenas se utilizó la planta baja porque no tenía comunicación con la iglesia y tampoco gozaba de las vistas que permitía la alta. Una de las condiciones que ha puesto Carlos es que su dormitorio tenga comunicación con la iglesia del monasterio, de modo que pueda oír misa cuando se encuentra enfermo. Pero no solo hay rezos en la vida del Emperador. La habitación da también a una amplia galería orientada al sur donde el César toma el sol. También hay un terrado, que Carlos mandó cubrir, en el que se instalan flores y una fuente, y desde el que se contempla el paisaje. La fuente, instalada por deseo expreso del Emperador, estaba tallada en una sola pieza de granito, y era tan pesada, que fue preciso juntar muchos pares de bueyes de la comarca para trasladarla hasta Yuste desde las canteras donde se extrajo. Según los cronistas, fue un regalo del Ayuntamiento de Plasencia al César, y éste apreciaba tanto su agua que solo bebía de ella. La decoración de esta terraza se completaba con un reloj de sol, construido por el maestro relojero del Emperador, Juanelo. Los relojes eran una de las aficiones de Carlos. Cuando observó que el invierno en La Vera era más riguroso de lo esperado, Carlos V se hizo también instalar una estufa de hierro colado en una pequeña estancia cercana a su dormitorio. Como quiera que la estufa no se encontraba en Valladolid ni en Toledo, finalmente se llevó a Yuste la que su mayordomo, Luis Quijada, había comprado en Flandes para su casa de Villagarcía. Los muchos achaques del Emperador condicionan la arquitectura del Palacio, y así, en lugar de escaleras se construyó una rampa para acceder desde la calle a sus aposentos. De eso modo podía subir tanto andando, cuando se encontraba bien, como en litera cuando le atacaba la gota. De Yuste se ha dicho con razón que, más que un palacio, era una amplia casa de campo, inspirada en parte en las villas italianas del Renacimiento, y en parte en el palacio de Gante donde nació el Emperador. Incluso el coste del edificio nos habla de su indudable modestia: según los historiadores costó exactamente 14.036 ducados. Una cifra que no nos dice nada hoy, pero que según las equivalencias que hizo Manuel Fernández Álvarez en su biografía podrían ser unos 130 millones de pesetas, es decir menos de 800.000 euros de hoy. Una cantidad muy reducida si lo comparamos con el precio de un piso de lujo o un chalé de cierto nivel.

Fuente: HOY

Desde ayer y hasta el 14 de enero se puede visitar en el Meiac la exposición 'Eduardo Hernández Pacheco. Elementos del paisaje. Fotografías 1907-1950', que organizada en colaboración con la Fundación Ortega Muñoz, inauguró el director general de Patrimonio Cultural, Francisco Pérez Urban. Estuvo acompañado por el presidente de la fundación, Clemente Lapuerta; Alfredo Hernández-Pacheco, nieto del protagonista de la muestra; Manuel Parejo, en representación del Museo Nacional de Ciencias Naturales; la comisaria de la muestra, Cristina Zelich; y el director del museo, Antonio Franco. El objetivo, explicó Zelich a este diario es "además de ser un homenaje a Eduardo Hernández Pacheco, darlo a conocer en el ámbito del arte porque tiene una obra fotográfica desconocida para la historia del arte y de la fotografia en particular". Hernández Pacheco (Madrid, 1872-Alcuéscar, 1965), geógrafo, investigador y profesor fue de las figuras más relevantes de la ciencia en España, vinculado toda su vida a Extremadura. En fotografía, "aúna el aspecto científico y técnico. La utilizaba para ilustrar sus descripciones de Paleontología y como herramienta de apoyo en las clases en la universidad", señala la comisaria, que ha trabajado tres años en la preparación de la muestra. Tras seleccionar 100 imágenes para el catálogo --de un fondo de más de 5.000 del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, y algunas de la Biblioteca Histórica de la Complutense--, se exponen 47 en el Meiac, cuyo hilo conductor es "su idea sobre el paisaje y sus elementos constitutivos, complementarios y elementos accesorios". Destaca Zelich la contribución de Hernández Pacheco "al conservacionismo del medio ambiente natural". Y su papel en iniciativas "para la declaración de monumentos naturales, que eran formaciones rocosas como la del Arcipreste de Hita en Madrid. Esos monumentos tienen para él un valor estético y un valor simbólico dado por su singularidad", indicó. La comisaria de la muestra hace hincapié en subrayar "la importancia de recuperar la obra de Hernández Pacheco para el mundo del arte y la fotografía, porque es una figura que aún se desconoce totalmente en estos ámbitos".

Fuente: El Periódico Extremadura

Alrededor de 2.000 ovejas y sus pastores, procedentes de la localidad pacense de Esparragosa de Lares, se han reunido este domingo para recorrer las calles del centro de Madrid con motivo de la celebración de la 'XXII Fiesta de la Trashumancia'. Durante el acto de bienvenida, el secretario general de Agricultura y Alimentación, Carlos Cabanas, ha recalcado el papel "fundamental" de estos ganados que ayudan a "recuperar zonas que podrían ser de riesgo de incendio" y "mantener y recuperar razas autóctonas que están en peligro de extinción". Seguidamente, el concejal del distrito Centro de Madrid, Jorge García Castaño, ha sido partícipe de la tradicional entrega de los 150 maravedíes, cantidad de la antigua moneda española que permite a este rebaño recorrer las calles de la capital. Pastores y ganaderos han mostrado su "entusiasmo" ante este evento, que lleva celebrándose desde 1994, y han subrayado la "importancia de mantener esta tradición milenaria y, sobre todo, de acercarla a los jóvenes", ha señalado uno de los pastores en declaraciones a Europa Press. Unas 2.000 ovejas merinas han recorrido este domingo el centro madrileño acompañadas de sus vecinos de Esparragosa de Lares, una localidad de Badajoz. El trayecto ha recorrido la Cuesta de la Vega, la calle Mayor, la Puerta del Sol y la calle Alcalá para culminar en Cibeles.

Fuente: HOY

1959. Un grupo de amigos pasea por las inmediaciones del barrio de San Roque, en los terrenos que hoy se extienden frente a Ronda Norte. Los caminantes se detienen de repente. La aparición de extraños objetos elaborados con huesos y piedras talladas llaman su atención. Aunque en aquel momento no tenían la certeza, aquellos vecinos de Badajoz acababan de tropezar con la Prehistoria. Aquellos hallazgos, que fueron recogidos por el diario HOY en los años 60, se localizaron en la finca privada de El Lobo a la que se llega tomando el camino conocido como 'de las Crispita'. Las excavaciones arqueológicas que se realizaron tanto en aquella época como en los años 80 sacaron a la luz diversos restos históricos de gran relevancia. Estos estudios determinaron que se trataba de un importante yacimiento arqueológico de más de 4.000 años de antigüedad. De él se extrajo abundante información sobre la vida en Badajoz durante la Edad de Piedra. Hoy en día ese espacio que contiene una pincelada del pasado de la capital pacense está cubierto por un maizal. Los pacenses y las administraciones han dado la espalda a este yacimiento que finalmente ha caído en el olvido.
Las excavaciones determinaron que tenía más de 4.000 años
Dos investigadores locales promueven una exploración más a fondo sobre el poblado José Antonio Hinchado Alba y José Miguel Morcillo, dos estudiosos de la historia de la ciudad, llaman la atención sobre el estado en el que se encuentra este enclave. «Estos terrenos son ricos en restos de la cultura y época megalística. Es un crimen que se dé la espalda de esta manera a las huellas que dejaron enterradas nuestros antepasados. Las instituciones públicas tendrían que tomar cartas en el asunto. No deberían consentir esta situación», manifiestan. La riqueza de esta zona arqueológica fue descrita por el profesor Lucio M. Molina Lemos en un informe en el que analizaba los materiales que se destaparon durante las excavaciones arqueológicas que se llevaron a cabo en esa finca. Molina alude a la abundancia de objetos obtenidos y la calidad de los mismos. «Las piezas pasan del millar (...) Por la gran cantidad de hachas y molinos de mano identificados podemos deducir que el modo de vida de este poblado estaba muy ligado a su uso agrícola», recoge en su informe 'El Lobo, un pueblo de época y cultura megalística'. Se rescataron guijarros, peinetas y punzones tallados en hueso, raspadores hechos en piedra, puntas de flechas y cerámicas, entre otras cosas. Cerca de este terreno, dentro de la misma finca, fue encontrada una estela o cubierta de sepultura grabada. «Se trata de un yacimiento prácticamente desconocido en todo el Suroeste español y muy poco común en el resto de la península», especifica en ese mismo documento. Uno de los hallazgos más notables fue el disco aplanado de cuarcita, a partir de guijarro de río. Es un instrumento típico del periodo 'Languedociense', cultura del sur de Francia contemporánea del Musteriense, caracterizada por ser de las pocas que usaban dicho instrumentos tallados en este tipo de guijarros. «Esto hace que el yacimiento pacense sea único en el mundo, porque este tipo de utensilios sólo ha aparecido en dos sitios: aquí y en Francia. Sin embargo, el espacio es ahora un lugar de cultivo», sostiene Hinchado. Las dimensiones de este poblado prehistórico son desconocidas pese a las excavaciones arqueológicas que se han realizado. «Para averiguar ese y otros datos del yacimiento sería necesario desarrollar una prospección más amplia. Lo ideal sería que la zona se estudiase a fondo, se destaparan todos los restos y se pudiera conservar lo que encierra este espacio», apuntan Hinchado y Morcillo. Estos dos investigadores locales están llevando a cabo una campaña para salvar el patrimonio cultural e histórico de la ciudad que está degradado u olvidado. «Está claro que un político que no quiere a su patrimonio, tampoco quiere a su ciudad», concluye Hinchado.

Fuente: HOY

El poeta asturiano y miembro de la Real Academia Española Carlos Bousoño falleció este sábado a los 92 años. Bousoño, que fue premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1995 y premio Nacional de Poesía en 1990, además de finalista al premio Cervantes en el año 2000, nació en Boal el 9 de mayo de 1923. Poeta y académico, era además filólogo, escritor, ensayista, crítico literario, profesor universitario... El suyo es uno de los grandes nombres de la primera generación poética española de la posguerra, «un ejemplo de evolución creadora marcada por una honda preocupación existencial», explicaba el jurado que le dió el Príncipe de Asturias. Siempre destacó por su impagable labor crítica en la teoría de la expresión poética y en el estudio del simbolismo y de la significación de las épocas literarias, y ejerció de firme puente entre distintas promociones de escritores. Desde una fina sensibilidad, alentó a los poetas españoles más jóvenes y sus libros han tenido una considerable repercusión en los ámbitos universitarios en el último medio siglo. El nacimiento poético de Bousoño se remonta a 1945, con la publicación del libro «Subida al amor», al que siguieron otros títulos cada vez más valorados, hasta que en 1968 «Oda en la ceniza» le llevó a ganar el premio de la Crítica, que volvería a conseguir con «Las monedas contra la losa», en 1974. El poeta asturiano publicó la recopilación de gran parte de su obra en «Poesías completas» (1960), «Antología poética. 1945-73» (1976) y «Selección de mis versos» (1982). Cultivó la poesía existencialista frente a la mayor parte de sus coetáneos, que se inclinaron por la de corte social. Su estudio «Teoría de la expresión poética» le hizo ganador en 1952 del premio Fastenrath, otorgado por la Real Academia Española. Con «El símbolo» (1976) obtuvo el premio Nacional de Literatura de Ensayo en 1978. El 28 de mayo de 1990, cuando se encontraba trabajando en su libro «Elegía de los tres tiempos», Bousoño obtuvo el Nacional de Poesía, que concede el Ministerio de Cultura, por su obra «Metáfora del Desafuero», galardón que le fue entregado en enero de 1991. Tres años después fue reconocido con el premio Nacional de las Letras Españolas, instituido por el Ministerio de Cultura; y el 28 de abril de 1995 logró el Príncipe de Asturias de las Letras, al que fue candidato y finalista los cuatro años anteriores. Bousoño ha sido además finalista en dos ocasiones del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (mayo de 1993 y junio de 1994). En diciembre de 2000 fue candidato al premio Cervantes, en el que quedó entre los cuatro finalistas, galardón para el que compitió también en 1998, 2001 y 2002. En agosto de 2001 el Principado de Asturias le concedió la Medalla de Oro, la más importante condecoración que concede el Gobierno asturiano. Bousoño era depositario del archivo de Vicente Aleixandre, Nobel de Literatura en 1977, desde su muerte en 1984.

Fuente: ABC

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