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Lejos de lo vertido por la Leyenda Negra contra España, la catástrofe demográfica estuvo causada por las epidemias portadas por los europeos. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio su fragilidad biológica
El mito del «Genocidio español»: las enfermedades acabaron con el 95% de la población El término anacrónico de «Genocidio Americano» es uno de los puntales de la leyenda negra que vertieron los enemigos del Imperio español para menoscabar su prestigio. En un grabado holandés del siglo XVII aparece Don Juan de Austria, héroe de la batalla de Lepanto, vanagloriándose del martirio de un grupo de indígenas americanos. La mentira es insultantemente estúpida: el hijo bastardo de Carlos I de España jamás participó de la conquista ni siquiera pisó suelo americano. Así, entre mentiras, cifras exageradas y episodios novelados, se gestó el mito que pervive hasta la actualidad de que los españoles perpetraron una matanza masiva y ordenada de la población americana. La verdad detrás de esta controversia histórica muestra que el auténtico genocidio, pese a que los españoles no escatimaron en brutalidad para llevar a cabo sus propósitos, lo causaron las enfermedades portadas por los europeos. La catástrofe demográfica que sufrió el continente americano desde 1492 –el año del Descubrimiento de Cristóbal Colón– es un hecho irrefutable. Antes de la llegada de los españoles se ha estimado tradicionalmente que la población del continente se encontraba entre los 40 millones y los 100 millones. No obstante, el hispanista venezolano Ángel Rosenblat argumenta en su estudio «La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos» (1967) que la cifra no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos en las actuales regiones de México y de Perú, ocupadas por el Imperio azteca y el Inca respectivamente. Sea una cifra u otra, la disminución demográfica fue dramática: el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón, según el investigador estadounidense H. F. Dobyns. La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblaciones) y sobre todo las enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas. El resultado fue la muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa americana existente a la llegada de Colón debido a las enfermedades, según los cálculos del ecólogo Jared Diamond.
El mito del «Genocidio español»: las enfermedades acabaron con el 95% de la población
Retrato de Bartolomé de las Casas Fueron las grandes epidemias, sin embargo, las que provocaron el mayor impacto. Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local. Esa misma epidemia fue introducida por los hombres de Hernán Cortés en México y, tras arrasar Guatemala, bajo hasta el corazón del Imperio Inca en 1525, donde diezmó a la mitad de la población. Precedido por la viruela, la llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un imperio que se encontraba colapsado por las enfermedades. La epidemia de viruela fue seguida por la de sarampión, entre 1530-31; el tifus, en 1546; y la gripe, en 1558. La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon fuerte en la población.
El genocidio en la leyenda negra «Los españoles han causado una muerte miserable a 20 millones de personas», escribió en su texto «Apología» el holandés Guillermo de Orange, esforzado padre de la propaganda negativa del Imperio español. Con la intención de menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, dueña absoluta del continente durante casi un siglo, los holandeses, los ingleses y los hugonotes franceses exageraron las conclusiones del libro «Brevísima relación de la destrucción de las Indias», escrito por el fraile dominico Bartolomé de Las Casas. Probablemente, este fraile, que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje, no habría jamás imaginado que su texto iba a ser la piedra central de los ataques a España cuando denunció el maltrato que estaban sufriendo los indígenas. Como explica Joseph Pérez, autor de «La Leyenda negra» (GADIR, 2012), Las Casas pretendía «denunciar las contradicciones entre el fin –la evangelización de los indios– y los medios utilizados. Esos medios (la guerra, la conquista, la esclavitud, los malos tratos) no eran dignos de cristianos; el hecho de que los conquistadores fueran españoles era secundario».
El mito del «Genocidio español»: las enfermedades acabaron con el 95% de la población
Grabado de T. De Bry para «la Historia de la destrucción de las Indias» Las traducciones y reediciones de la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» se multiplicaron entre 1579 y 1700: de ellas 29 fueron escritas en neerlandés, 13 en francés y seis en inglés. Lo que todos obviaron cuando emplearon a de Las Casas para atacar al Imperio español es que él mismo representaba a un grupo de españoles con el coraje de denunciar la injusticia, la mayoría misioneros, y a una creciente preocupación que con los años atrajo el interés de las autoridades. Este grupo crítico consiguió que en 1542 las Leyes Nuevas confirmaran la prohibición de reducir a los indios a la esclavitud y sancionaron el fin del trabajo forzoso, la encomienda. Asimismo, en la controversia de Valladolid, donde por desgracia se sacaron pocas conclusiones finales, se enfrentaron quienes defendían que los indígenas tenían los mismos derechos que cualquier cristiano contra los que creían que estaba justificado que un pueblo superior impusiera su tutela a pueblos inferiores para permitirles acceder a un grado más elevado de desarrollo.
Curiosamente, los enciclopedistas franceses, muy críticos con todo lo referido a España en otras cuestiones, fueron los primeros en ver que las cifras presentadas por de Las Casas –20 millones de muertos causados por los métodos de los conquistadores– eran del todo imprecisas. En «El Ensayo sobre las costumbres» (1756), Voltaire afirma que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia. «Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando, del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de tratar con consideración a los indios», expuso en 1777 el escritor francés Jean-François Marmontel en una obra, «Les Incas», que por lo demás está llena de reproches hacia la actitud de los conquistadores. La Revolución francesa y la emancipación de las colonias en América elevaron a de Las Casas a la categoría de benefactor de la Humanidad.
Los críticos se convierten en los conquistadores Más allá del brutal impacto de las enfermedades, es cierto que la violencia de la Conquista de América provocó la muerte directa e indirecta de miles de personas. El que existiera un grupo de personas críticas con los métodos empleados por los conquistadores –un grupo de hombres que perseguían como principal objetivo el hacerse ricos– o que los Reyes españoles plantearan soluciones –aunque fueran incompletas e incluso hipócritas– no exime a España de sus pecados históricos y del daño cometido, pero sí la diferencia de precisamente los países que censuraron una actuación que luego ellos mismos practicaron. Sin entrar a valorar el fangoso proceso llevado a cabo por los anglosajones en Norteamérica, la explotación de caucho en el África negra dejó a sus espaldas 10 millones de muertos en el Congo Belga. «La colonización europea de los siglos XIX y XX fue culpable de crímenes semejantes a los cometidos por los conquistadores españoles. La única diferencia es que no encontraron a un de Las Casas para denunciar las injusticias con tanta repercusión», sentencia el hispanista Joseph Pérez en el citado libro.

Fuente: ABC

Manuel PecellínEl profesor y colaborador del Diario HOY Manuel Pecellín ha sido elegido secretario de la Real Academia de Extremadura. Doctor en Filosofía y Licenciado en Teología, se ocupó anteriormente de dirigir el boletín de esta institución y ha desempeñado diversos cargos relacionados con la docencia y con el libro. Crítico literario de HOY y de otras publicaciones donde ha reseñado obras que han dado lugar a diversos tomos, recogidos en su enjundioso trabajo "Bibliografía extremeña". Ha preparado ediciones de obras de Felipe Trigo, Reyes Huerta, Luis Chamizo, Francisco Vera o Manuel Pacheco. También dirigió el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Badajoz y presidió la Asociación de Escritores Extremeños. Con este nombramiento se completa la mesa que gobierna la alta institución cultural de la región, tras las remodelaciones producidas por el fallecimiento del anterior director Santiago Castelo. Pecellín Lancharro tomó posesión como académico numerario en el año 2005. El cargo de secretario es de suma importancia en la Real Academia de Extremadura. Responsable y custodio de las actas y estrecho colaborador del director para organizar el orden del día y coordinar la correspondencia, documentación y otras actividades. El puesto fue desempeñado por algunos notables nombres de la cultura. Primeramente, desde 1979, por Manuel Terrón Albarrán, alma y gestor imprescindible en los primeros años y en la vida de esta corporación. A lo largo de treinta y un años Terrón mantuvo esa responsabilidad con los diferentes directores, hasta cesar en el año 2010. Le sucedió Francisco Tejada Vizuete, que lo mantuvo hasta su fallecimiento en el año 2014. El actual director Francisco Javier Pizarro se hizo cargo entonces de la secretaría, concretamente en la sesión académica del 24 de enero de 2015, puesto en el que permaneció hasta ser elegido recientemente director de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Fuente: HOY.

Clase Magistral del Prof. Dr. Juan Carlos Conde
(Magdalen College, University of Oxford)

El Departamento de Artes, el Centro de Estudios de Filosofía Medieval y el Seminario de «Introducción a la codicología» de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), junto con el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas (IEMYR, Universidad de Salamanca), el Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR, Universidad de Salamanca) y el Magdalen Iberian Medieval Studies Seminar (MIMSS, Magdalen College, University of Oxford) invitan a la clase magistral que dictará el Prof. Dr. Juan Carlos Conde: Manuscritos perdidos y fragmentos hallados: otro aspecto de la investigación codicológica y bibliográfica. (Con el análisis detallado de un caso práctico).

La clase tendrá lugar el miércoles 14 de octubre, de 17 a 21 hs., en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 25 de mayo 201, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Juan Carlos Conde es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de Lengua y Literatura Española Medieval en la Faculty of Medieval and Modern Languages de la Universidad de Oxford, así como Tutorial Fellow de Magdalen College y College Lecturer de St. Edmund Hall. Es autor de diversas publicaciones sobre Pablo de Santa María, el Poema de Mio Cid, la Celestina, el Diálogo de vita beata de Juan de Lucena, la historiografía y la traducción medievales. También ha publicado numerosos trabajos sobre otras de sus áreas de especialización, como historia de la lengua española, crítica textual, historia del libro, bibiografía y codicología. Actualmente trabaja en la edición de las obras de la autora cuatrocentista Teresa de Cartagena.

Parecía cosa hecha que Plasencia y Béjar iban a ser las sedes en 2016 de Edades del Hombre, la gran exposición de arte sacro castellano-leonés que cada año atrae a miles de visitantes, pero en verano se supo que la fundación que organiza la muestra se había decantado por Toro (Zamora). Ahora a Plasencia le toca esperar, y se postula como posible sede para las ediciones de 2017 o 2018. Tanto el Obispado de Plasencia como el Ayuntamiento y la Junta de Extremadura se precipitaron al anunciar en octubre de 2013, que estaba todo arreglado para que Edades del Hombre llegara a Plasencia y Béjar en 2016. El obispo, Amadeo Rodríguez Magro, lo llegó a anunciar en Salamanca, según dijo entonces, tras haber recibido un escrito confirmándolo de la Fundación. La Junta de Extremadura lo refrendó ese mismo mes en un consejo de gobierno en el que se comprometió a colaborar, y el alcalde, Fernando Pizarro, desveló que llevaba «mucho tiempo trabajando» junto a la fundación y el Obispado para que la muestra fuera una realidad. Tras aquellos anuncios y declaraciones, nada más se supo del asunto hasta que la pasada primavera, en medio de más absoluto silencio institucional, se empezó a sospechar que los tiros iban por otro lado. Nadie, sin embargo, confirmaba ni desmentía nada, hasta que en el mes de junio, en una entrevista al diario La Gaceta de Salamanca, Amadeo Rodríguez Magro descartó la posibilidad de que Edades del Hombre estuviera en Plasencia y Béjar en 2016. «Seguimos teniendo la palabra de la Fundación de las Edades de que nos conceden la muestra, lo que pasa es que ahora con retraso», afirmó. A finales de agosto se supo que la elegida era la localidad zamorana de Toro. Entre las razones para rechazar la candidatura de Plasencia y Béjar estaba la costumbre de que no se celebrasen dos Edades del Hombre consecutivas en la misma provincia. Béjar, por lo tanto, entraba en conflicto con Alba de Tormes, que había acogido parte de la muestra de 2015, la cual tuvo su grueso en Ávila con motivo del quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa. Fernando Pizarro añade a esa coincidencia el hecho de que, entre las condiciones puestas por la fundación, figura que los trabajos de restauración en la catedral de Plasencia deberían estar ya concluidos, cosa que no ha ocurrido aún con el coro, cuya reforma todavía no ha comenzado, y mucho menos con el órgano, que no cuenta ni tan siquiera con proyecto de restauración. El alcalde cree por lo tanto que Edades del Hombre podría llegar a Plasencia «en 2017 o 2018», si bien matizó que será necesaria la «voluntad política» para financiar el elevado coste de la exposición.

Fuente: HOY

Bebe (Valencia, 1978) ya no quiere letras tristes. No es que no le gusten, es que ahora, que es madre, crea de una forma distinta, más alegre. Tras casi cuatro años sin nuevas canciones, la extremeña nacida en Valencia regresa con otra actitud. A su nuevo disco, que se presenta este viernes, le ha llamado Cambio de piel (Warner) porque asegura que se ha reciclado. Las composiciones son más íntimas y elaboradas. Bebe abandona las repeticiones de su último álbum Un pokito de rocanrol (2011) para afirmar que este es su mejor producto. Como novedades añade el piano en su música, algo que deseaba hacer desde hace tiempo. Dice dejar atrás las letras "rabiosas" de Pafuera telarañas (2004) y las melodías "cortaditas y susurradas" de Y. (2009). "Este cuarto disco es muy íntimo, como todos, pero además es muy abierto y luminoso. Refleja mi estado de ánimo". Y es que está feliz, y se intuye por cómo responde. Desde que tuvo a Candela, hace cinco años, no ha hecho más que disfrutar de ella; tanto, que no solo habla de su hija en las letras, sino que su maternidad le ha influido a la hora de componer. "Escribo pensando que ella podrá entenderme más dentro de un futuro. Desde que me levanto estamos juntas, hasta la llevo al colegio con música a todo trapo", dice divertida. La cita con Bebe tiene lugar en un hotel de la plaza Santa Ana de Madrid y, a pesar de un momento incómodo al inicio del encuentro (no le gustan las fotos que le hacen para esta entrevista), cuando se sienta a charlar, se muestra relajada. Hace varios años, su relación con la prensa no fue muy buena después de un encontronazo en el que insultó a los comunicadores. Ella, que alegó que las imágenes de los medios fueron sacadas de contexto, asegura que ahora solo se frena al responder a los periodistas que pretenden desvirtuar sus palabras. "Yo estoy muy tranquila", dice encogiéndose de hombros. A Bebe, los últimos cuatro años le han dado para mucho. Ha cruzado el charco para cantar en Latinoamérica, pero también lo ha hecho en países como Bulgaria, Rusia y en Centroeuropa. Con todo, los últimos 12 meses los ha dedicado exclusivamente a este trabajo, que llega con cambios: "Tengo banda nueva y he vuelto a componer con el productor Carlos Jean. Ha sido maravilloso trabajar con él porque tenemos mucha confianza". De los motivos del cambio no da explicaciones; se limita a responder: "Siempre está bien renovarte, nutrirte de nuevas personas". La artista se ha impregnado de diversos estilos musicales para crear Cambio de piel. "Escucho de tó", dice. "Hace poco escuché detenidamente a Michael Bublé; un Frank Sinatra de ahora. De Natalia Lafourcade me encanta el homenaje a Agustín Lara, Mujer divina, muy delicioso. El disco Solstis del mexicano León Larregui me parece muy sexy para escucharlo por la noche. Y la música negra nunca me falta". Lo que sí le falta es tiempo, al menos para hacer interpretación, lo que estudió. Hace dos semanas le ofrecieron un papel para rodar una película en Nueva York, pero tuvo que declinar porque coincidía con una de sus próximas presentaciones. No es la primera vez que tiene que decir que no al cine, pero Bebe está a otras cosas. "Mi prioridad es la música. Quizás cuando el disco esté más rodadito, intentaré centrar mis energías en otras cosas”, contempla. La artista de canciones como Malo, Que nadie me levante la voz o Siempre me quedará, planea ahora su gira, que comenzará el día 14 de este mes en el Teatro Circo Price de la capital. Este nuevo disco ha arrancado con el sencillo Respirar, aunque ella reconoce que su preferido es Te quiero más que a mi vida. Después de una entrevista de 20 minutos, la dedicatoria se intuye clara y define la esencia de Bebe en este trabajo. "Sabe a Candela". A su hija.

Fuente: El Cultural

La última lista Forbes situaba a Fernando Alonso como el deportista español mejor pagado del mundo. A ese exclusivo grupo pertenecen Pau Gasol, el héroe del pasado Eurobasket, o Rafael Nadal, ya en la recta final de su carrera. Pero incluso si sumáramos estas tres fortunas, no superarían lo que ganó un emeritense, considerado el deportista mejor pagado del mundo, por encima del boxeador Floyd Mayweather, con 300 millones de dólares y último líder de la lista de celebridades mejor pagadas del mundo que elabora regularmente la revista Forbes. Se trata de Cayo Apuleyo Diocles, auriga que en Mérida tiene calle y un pabellón con su nombre, pero que más allá de la capital autonómica no es tan conocido, aunque sobre su fortuna se haya escrito recientemente en medios de comunicación de todo el mundo. Se debe a que ha buceado en su pasado el investigador Peter Struck, profesor asociado de Estudios Clásicos en la Universidad de Pennsilvania. Según sus cálculos, ganó 35.863.120 sestercios en su vida, una cifra que recoge la inscripción monumental que le dedicaron a su muerte en Roma en el 146 D.C. sus admiradores y compañeros de profesión. Según Miguel Alba, exdirector del Consorcio de la Ciudad Monumental del Mérida, «su inscripción está en Roma, en la metrópoli, y allí solo están los mejores del imperio. En su caso, quedaba claro que Diocles movía pasiones». Según explica, podemos intuir que es de Mérida porque de Lusitania venían los mejores caballos, además de contar con un circo del que solo gozaban unas pocas ciudades. Según las averiguaciones de Struck, esa cantidad hubiera servido para mantener a todo el ejército romano y a sus legiones durante un periodo de tres meses, explica el experto para hacerse una idea del alcance de sus emolumentos como corredor. Como referencia actual, añade, los ingresos que logró el emeritense en su carrera deportiva superaron los 15.000 millones de dólares. Según la revista Forbes, en 2009 el golfista Tiger Woods fue el primero – sin contar a este atleta de la Antigüedad– en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares. Cayo Apuleyo Diocles tiene su propia entrada en Wikipedia, donde se afirma que era nativo de la actual Mérida, entonces Emérita Augusta, una de las tres principales ciudades del imperio y con un circo romano en el que más de 30.000 espectadores cómodamente sentados pudieron ver sus primeras carreras. De hecho, Alba señala cómo en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida hay referencias a Diocles, su origen emeritense, y su valía como corredor «cuando los visitantes están ante el mosaico con una cuadriga que hay en uno de sus muros, o ante una pieza de bronce de un caballo esto sirve de excusa para explicar la historia de Diocles». En torno a los 18 años, probablemente tras imponerse en competiciones locales que ya eran de primer nivel, emigró a Roma. Allí las escuderías se llamaban ‘facciones’ con seguidores tan fanáticos que se producían enfrentamientos entre ellos. Tras unas temporadas con la facción blanca, cambió a la verde a los 24 años, y finalmente a los 27 a la roja, algo que equivaldría a la escudería Ferrari actual, donde siguió corriendo hasta los 42 años, una edad excepcional, pues lo habitual era retirarse antes por culpa de graves accidentes. En total se le atribuyen 1.462 victorias, unas cifras que ni Michael Schumacher soñó en el mejor momento de su carrera. Marca personal propia Siguiendo con el símil automovilístico, de Cayo Apuleyo Diocles se conocen hasta los detalles del motor que usaba para arrasar en las competiciones: sus caballos reales, siendo los más conocidos Cotino, Gálate, Abigeio, Lúcido y Pompeyano. Víctor Sánchez del Real, experto en comunicación y especialista en marca personal, vinculado a Mérida y afincado en Madrid, lo usa como ejemplo en sus charlas sobre cómo alrededor de este auriga se fabricó una aureola gracias a la cual sus ingresos económicos se multiplicaron. En su página de Internet, Elocuent, Sánchez del Real explica que de su fortuna solo tenemos noticia de las ganancias por carreras ganadas, «pero debemos tener en cuenta que el ‘merchandising’ de la época en torno a gladiadores y aurigas incluía todo tipo de objetos: lámparas de aceite con la efigie del deportista que se vendían en mercados y en los propios eventos, o los mosaicos conmemorativos (equivalentes a los posters actuales). Sin dejar de lado las estelas o las estatuillas. Incluso los caballos tenían su nombre incluido en estos elementos y llegaba la adoración a tal nivel que podemos tener la referencia cuando en su locura el emperador Calígula nombró cónsul a su caballo favorito: el también hispano Incitatus, una figura reconocida en su época». La capacidad de movilización de fans y seguidores –prosigue Sánchez del Real– generaban importantes ingresos adicionales a los premios, como las apuestas y todo el material promocional de deportistas que es fácilmente reconocible en los yacimientos de la época. «Cuando ahora vemos aumentar el dinero que generan las marcas de deportistas de élite, podemos estar seguros de que aún falta una temporada para que alguien alcance el nivel del emeritense Gaius Appuleius Diocles. Su marca personal merecería estar en los museos, donde de hecho ya está escondida en muchos objetos conmemorativos», señala. Tal y como recuerda el exdirector del Consorcio, Miguel Alba, en Roma «la muerte verdadera no se consideraba la física, sino ser olvidado». Si sus inscripciones en Roma como capital del imperio ya consiguieron prolongar su vida hasta la actualidad, ahora los últimos artículos publicados sobre sus peripecias lograrán que el auriga emeritense sea definitivamente inmortal.

 

Fuente: HOY

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